Sartre fundamenta su expresión, en que no existe un artesano, que pueda de manera a priori asignar a la vida humana una esencia previa a su existencia. De aquí deriva su famoso postulado “La existencia es primero que la esencia”, pues naturalmente, en el caso del ser humano no puede haber esencia previo a que tenga conciencia de sí mismo y del mundo.
La esencia del ser humano se va construyendo a partir del conjunto de decisiones que toma y de acciones que emprende. No por casualidad, dice Sartre que el punto de partida de su filosofía es el momento del cogito ergo sum de Descarte, ese momento en que el ser humano al reconocer que está pensando descubre el mundo y se descubre a sí mismo.
Al momento de nacer no somos nada, nacemos como decía Aristóteles como una tábula rasa. Podemos tener como progenitores un ingeniero y una arquitecta y eso no nos garantiza que seremos ni siquiera maestros constructores.
Sartre expresa muy claro que la esencia, en el caso humano, no es dada y fija. No es dada porque no nacemos con ella, el ser humano se define en la acción. Y tampoco es fija, porque lo que somos ahora no necesariamente lo seremos mañana.
Por eso llega a decir que la moral existencialista es una moral artística, porque la inventamos en el momento de la acción, con cada decisión que tomamos.