Hoy que la mentira, el engaño y la simulación, parecen ser la moneda de mayor circulación, la expresión de Confucio acerca de que “Un hombre de virtuosas palabras no siempre es un hombre virtuoso.” adquieren mayor sentido que nunca.
Ya estamos casi acostumbrados a escuchar la noticia sobre pastores, sacerdotes, jueces o ministros, hombres y mujeres de virtuosas palabras, predicadores de la palabra de Dios, defensores de la justicia, persecutores de la corrupción, han cometido faltas graves en sus respectivos ámbitos sociales.
No por casualidad, los griegos construyen el concepto personas, observando las máscaras que usaba un actor para representar distintos personajes. Por eso. siempre resultará prudente, contrastar en los hechos la correspondencia de las palabras con las acciones.
Con el avance las ciencias neurológicas y el conocimiento sobre cómo funciona el cerebro humano, se construyen discursos que provean a cada uno lo que quiere escuchar, con la única finalidad de inclinar su voluntad. De ese modo un hombre de vurtuosas palabras, parece ser un hombre virtuoso, cuando en realidad es una lamentable estafa.