Dignidad. AristótelesEn otros tiempos esta expresión de Aristóteles de que la dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos, tenía todo el sentido del mundo, pero hoy, las grandes mayorías, buscan el lujo sin esfuerzo, la fama fácil, el éxito a cualquier precio.

Vivimos en una sociedad del espectáculo, donde todo vale, no existen fronteras éticas, morales o jurídicas que las personas no estén dispuestas a romper con tal de vivir unos minutos de popularidad.

Zygmunt Bauman nos dice que vivimos en una sociedad líquida, donde todos los conceptos carecen de fundamentos, una sociedad que se adapta a cualquier situación.

Emile Durkheim tenía razón cuando expresaba “No lo reprobamos porque es un crimen, sino que es un crimen porque lo reprobamos”, y como diría Sartre, eso es exactamente exacto. Son las sociedades la que determinan lo que está bien y lo que está mal y como la sociedad de hoy, celebra y exalta a quienes se saltan las reglas y llegan a ocupar los espacios de mayor primacía política y económica, entonces, carece de importancia poseer méritos, lo importante son los honores, lo importante son las ventajas y los beneficios que brindan los puestos.

Penosamente tenemos que admitir que, en nuestro medio social, existen verdaderas asociaciones de malhechores, sindicalizados con el fin único de asaltar los espacios de poder que ofrecen algún tipo de ventaja social, política o económica.

Si, como sociedad, permanecemos en este estado de quietismo, el colapso será inevitable.