Edickson Minaya 

 INTRODUCCIÓN

Indagar sobre el acto, completamente humano de preguntar, es una posibilidad que abre la Filosofía misma como reflexión  crítica del hombre y su mundo. De hecho, filosofar es preguntar y búsqueda constante. El siguiente ensayo se ocupará del significado de la pregunta en relación con la existencia misma y la naturaleza y tarea de la Filosofía.

 En la experiencia común de la vida del ser humano acontece una serie de fenómenos que lo remueven e inquietan: un acontecimiento político, una visita inesperada, un terremoto o una decisión que tomar. En medio de estos acontecimientos cotidianos puede brotar una profunda reflexión humana: ¿Por qué el presidente tomó la iniciativa (X)? ¿Quién te dijo que vinieras hoy? ¡Dios! ¿Por qué pasan estas cosas? ¿Qué camino debo de seguir? O bien, ¿Cuál es la mejor decisión a tomar?. Nos damos cuenta de inmediato que toda reflexión viene precedida por una pregunta y que también, toda pregunta está provocada por un acontecimiento cualquiera pero que agita la existencia, esto es, la impulsa a indagar. La impulsa a la búsqueda de un armazón de sentido. 

El inofensivo y gracioso cómic de Rabanito explica esta actitud: en algún momento de nuestras vidas, nos detenemos a pensar o a preguntar sobre algo que quizás, en otro tiempo no nos ocupaba. Porque, como en Rabanito, sólo hacemos el papel de telespectadores del mundo u observadores del juego., sin saber, por lo demás, que cada uno somos parte del mundo que observamos como pantalla televisiva y jugadores también. Es más, podemos afirmar, que somos muchas veces balón, es decir, contribuimos a la constitución y causa de este mundo.

La pregunta, como sucede en la  caricatura, nos lleva a otro estado de ánimo, a otro lugar, a intercomunicarse con otros signos, extraños a nuestras cualidades.

A la actitud que tiene el individuo frente a algo inesperado y que por esto ya quiere indagarlo, se le conoce como la admiración. Admirarse maravillarse frente a lo acontecido u ocurrido, pero que en el momento de suceder nos parece bastante extraño. Es extraño, por ejemplo, el hecho de que muchos entienden las matemáticas más fácilmente que otros que, sin embargo, entienden con soltura la literatura. Es extraño, el fenómeno natural de que, a cada época determinada del año corresponde una temporada de calor, de frío, de ciclones y demás. Hasta nos parece extraño el funcionamiento de una máquina, las opiniones de un autor en un libro, y la forma de cómo se fabrica una aguja. Como podemos visualizar, el ser humano siempre vive mirándose, maravillándome, extrañándote y por tanto, preguntándote. El, no se escapa nunca, o mejor dicho, nunca está fuera de las preguntas con que se enfrenta y tropieza la existencia misma. Ya que ésta depende de ellos y de sus infinitas respuestas para moverse en el mundo.

El acto de preguntar es pues, un fenómeno inherente a la cotidianidad. Y por eso, la Filosofía es ese saber que da sentido y relevancia a tales preguntas.

El preguntar filosófico es la actitud por la cual, el ser humano adquiere una especie de acercamiento, ya con cierta comprensión hacia lo cotidiano; pero también alejamiento de aquellas opiniones que intentan establecerse de una vez por todas, sin permitir que se indague sobre sus condiciones y valor de verdad.

Es muy interesante la opinión de Aristóteles de que, aquello que diferencia al hombre de las bestias y de las cosas inanimadas, es que puede razonar sobre y acerca de lo que ve. Lo que diferencia al hombre es la actividad de preguntar y de obtener determinadas respuestas sobre aquello que se interroga.

El hombre se extraña frente aquello que naturalmente no conoce, frente aquello que lo inquieta. A partir de esto se interesa por su mundo, es decir, empieza a preguntar.

Para ilustrar este aspecto, el filósofo alemán Von Peursen dice: «Filosofar no es ocupación de especialistas, sino un rasgo característico del ser del hombre. Es una posibilidad abierta, una posibilidad en la que penetra todo hombre, en cuanto se rompe la evidencia y espontaneidad del acontecimiento. Esta pérdida de evidencia va unida estrechamente con una conciencia más profunda que se adquiere acerca de sí mismo: yo (…) estoy íntimamente implicado en todo lo que se revela dentro del horizonte de mi pregunta. La pregunta señala siempre dos direcciones: una, hacia las muchas cosas acontecimientos, que ya no son tan evidentes; y la otra, hacia el hombre, que preguntando reflexiona». (1).

Una, hacia los acontecimientos: ¿por  qué ocurre tal cosa? ¿Cuándo se desenvuelve tal acción y de qué manera? ¿Por qué tiene que suceder siempre así? La otra, hacia el hombre: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago involucrado en estas acciones? ¿Qué significa existir? ¿Qué cosa es pensar, hacer y vivir? 

Todo acto de preguntar nos lleva a un nuevo comprender, a mirar las cosas de otro modo, a indagar nuevamente aquello que se ha investigado ya.

 Por eso, preguntar significa buscar. Significa esforzarse en obtener una respuesta aunque no definitiva, para así desatar un sentido determinado.

Preguntar es tratar. Tratar de adquirir información nueva para comprender y penetrar el mundo. Pero también significa cierta ausencia de conocimientos: cuando preguntamos a alguien sobre alguna cosa, es porque, o no lo sabemos muy bien o no lo sabemos del todo. Se pregunta para conocer. Para hacer hablar al otro de algo que nos pueda interesar.

Por esto, la pregunta es un motivo para la conversación, para la comunicación. Para abrirnos hacia una experiencia posible. Ella es el momento originario de toda investigación, su móvil.

La pregunta se enfrenta a lo dicho llevándonos a una «posición». Posición significa aquí, situarse frente a lo conocido y visualizar lo no conocido aún. Esto es, una serie de juicios que son reconocidos por nosotros, pero quien lo establece, no ha mostrado otros que también son necesarios para el desarrollo de la explicación. Volver a plantear las cosas, es el primer paso para llegar a ellos.

Algo parecido es lo que siempre hacen los científicos en su campo: nunca hay hechos o datos que en razón de que se los explique lo bastante bien, no conlleve volver a tratarlos con otras perspectivas más enriquecedoras y prometedoras.

En este sentido, podría decirse, también preguntamos porque queremos ver las cosas con más claridad. Dilucidar nuestro alrededor con un razonamiento bien articulado. A todos nos ha ocurrido que a la hora de tomar una clase en el aula, o al discutir de política con un compañero(a) les formulamos interrogantes para esclarecer el punto tratado. Nuestra actividad de preguntar, viene en cierta medida por nuestra actitud de exigir que aparezca un poco más diáfano lo que nos dicen. 

El preguntar acerca de nuestro mundo se puede tornar algo infinito, es algo que no se agota nunca. Porque lo que se pretende siempre, como hemos puntualizado anteriormente, es el sentido de las cosas. Un caso podría ilustrar esta condición, ejemplo que extraemos del filósofo español Rubert de Ventós, al traer a colación la osadía que tienen los niños al interrogar:

 «-¿Y por qué trabajas todo el día, papá? 

-Para que tú puedas ir a la escuela. 

– ¿ y para qué he de ir a la escuela?

 -Para estudiar y aprender muchas cosas. 

-¿Y para qué he de estudiar y aprender muchas cosas?

-Para que, cuando seas mayor, puedas ganarte la vida.

 -¿Y para qué he de ganarme la vida, papá?

 -Para casarte, tener hijos…

-¿Y que los hijos vayan a la escuela? Así, yo voy a la escuela para que

 mis hijos vayan a la escuela, para que…» (2)

El hombre común, el filósofo, el científico, el artista  y el religioso tiene también esta actitud, goza de esta condición de infinitud. 

 medida por nuestra actitud de exigir que aparezca un poco más diáfano lo que nos dicen.  y el religioso tiene también esta actitud, goza de esta condición de infinitud. 

El ser humano se pregunta. Por eso, ha de verse el preguntar como elemento esencial de toda posible experiencia. La noción primaria de «intérprete» remite a una persona que explica». Explica en tanto hay pregunta a la que se enfrenta. En este sentido. la pregunta nunca es vacía, siempre se hace sobre algo y al hacerse nos lleva a interpretar ese algo, a interiorizar y hasta compartirlo decir, valoramos cada respuesta, la con las demás personas de nuestro grupo. Es decir, valoramos cada respuesta, la transmitimos y hasta la hacemos indispensables

Preguntar es meditar: «La meditación mundo vital, en la familia o en una de una interpretación significativa del comunidad similar a la familia es la condición indispensable para que el individuo en crecimiento haga suya conscientemente la interpretación que le fue transmitida; que, en determinadas circunstancias, llegue a profundizarlas y desarrollarlas o, por el contrario, llegue a otras interpretaciones y concepciones guiado por su propio raciocinio.» (3).