Prof. Leonardo Diaz

Hemos señalado cómo el proceso del conocimiento está condicionado por un modelo teórico que establece nuestros criterios y valoraciones del mundo, determinando significativamente nuestras percepciones del mismo. Este modelo teórico constituye, por tanto, un sistema de nociones y conceptos gracias a los cuales organizamos mentalmente los hechos que percibimos. A este modelo se le denomina paradigma.

El concepto de paradigma resulta familiar en el lenguaje cotidiano como un término que expresa el ideal emblemático de un objeto, una actividad o una cualidad. Así, es frecuente escuchar: «Esa marca es un paradigma de calidad»; «La medicina es un paradigma de entrega»; «Esa persona es un paradigma de virtud», etc.

Pero existe, en la comunidad académica, otro modo de entender el concepto de paradigma. Su empleo proviene de la obra de uno de los más importantes historiadores de la ciencia del siglo XX, Thomas Kuhn, quien define los paradigmas como «realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica».

Esto significa que la actividad científica se desarrolla desde una cosmovisión o concepción total de hechos. Esta concepción no solo proporciona la formación imprescindible con que el investigador analiza los datos de la realidad, sino que también define los términos con los que se interpretan esos datos, estableciendo cuáles son y cuáles no.

Precisamente, por estas concepciones, los términos empleados y discutidos en un período histórico del desarrollo científico pueden ser radicalmente distintos a los de otro período. Por esto, debe tenerse reserva con respecto a la idea de que la historia de la ciencia es una mera acumulación de planteamientos y resolución de problemas. Los términos y conceptos van siendo replanteados y modificados en función de las concepciones del momento. Así, por ejemplo:

La idea de naturaleza evoluciona, se va purificando, y en el siglo XVII, con Robert Boyle en Inglaterra, desaparece de ella todo cuanto tiene de causa misteriosa latente de las variaciones patentes, y queda de ella solo ese carácter de pura ley de las variaciones: la natura de Aristóteles se estiliza en simple ley de la naturaleza. Y si avanzamos siglo y medio más, nos encontraremos con que esa vieja, tremenda y misteriosa naturaleza se ha convertido, para el positivismo, en la invariabilidad de las leyes de la naturaleza.

La historia de la ciencia no constituye, por tanto, un proceso lineal de planteamiento y resolución de problemas de investigación. Cada época, en función de la concepción del mundo predominante, establece qué es un problema de investigación, qué no lo es, cuáles son los medios para resolverlo y qué se entiende por la solución de ese problema.

Por esto, cuando Galileo inventó el telescopio e intentaba apoyarse en él para validar sus argumentos sobre una nueva física a la comunidad intelectual de su época, sin embargo, estos académicos no pudieron ser convencidos por el brillante científico italiano, entre otras razones, porque poseían un paradigma distinto al suyo. Es decir, poseían una idea de la estructura y función del mundo que no concordaba con los hechos que Galileo señalaba. Como esos hechos no podían ser observados a la luz de su paradigma, no podían percibirlos, rechazándolos entonces como meras ilusiones.

Al mismo tiempo, Galileo rebatía un conjunto de conceptos que formaban parte de la cultura de su época y de la tradición aristotélica que fundamentaba la ciencia de la misma. Esta, además de la autoridad de Aristóteles, fundamentaba su horizonte de comprensión en una interpretación literal del texto bíblico. Galileo encarnaba la transición hacia una nueva época, la aurora de una nueva cultura, que, como tal, no podía ser asimilada inmediatamente, ya que implicaba un nuevo paradigma y combatía el imperante de la institución que en ese momento era predominante.

Así, más que parecerse a la historia de un objeto tecnológico como el ordenador, en el que el nuevo modelo constituye una superación de eficiencia con respecto al modelo anterior, la historia del pensamiento científico se parece mucho más a la historia del arte, en la que las obras producidas por los artistas están condicionadas por el estilo de la época, la concepción que en un contexto cultural específico se tenga de lo que es artístico o no, bello o no, etc.

Esto es de singular importancia para comprender la relación existente entre las proposiciones científicas y el mundo al que se refieren dichas proposiciones. Una perspectiva ingenua puede llevarnos a creer que el quehacer científico es una simple actividad de comprobación de teorías con los hechos, para establecer tajantemente lo que es verdadero y lo que no lo es. Sin embargo, como ha señalado Kuhn, «Ningún proceso descubierto hasta ahora por el estudio histórico del desarrollo científico se parece en nada al estereotipo metodológico de la demostración de falsedad, por medio de la comparación directa con la naturaleza».

Esto significa que al realizar los distintos estudios de caso en la historia de la ciencia, no encontramos esa mecánica comprobación de teorías con la realidad. Realmente, lo que observamos es cómo una teoría es aceptada en un momento determinado por la comunidad de especialistas, en función de unos criterios en los que esa comunidad está previamente de acuerdo. A partir de esos criterios, se perciben los hechos y se establece la correlación entre ellos y lo que se dice de ellos.

Pero al margen de esa comunidad, existen otros individuos que no han sido entrenados en el paradigma «oficial» de la misma, ya que se han formado en otros paradigmas marginales que coexisten con él. Estos individuos tendrán una forma diferente de definir un problema, enfocarlo e incluso percibir hechos que no pueden ser vistos desde el paradigma generalmente aceptado. En cierto sentido que no puedo explicar, quienes proponen los nuevos paradigmas practican sus intercambios en mundos diferentes… Al practicar en mundos diferentes, los dos grupos de científicos ven cosas diferentes cuando miran desde el mismo punto en una dirección. De nuevo, esto no significa que puedan ver lo que deseen. Ambos miran el mundo y lo que ven no ha cambiado. Pero en algunas áreas ven cosas diferentes y las ven en diferentes relaciones unas con otras. Por eso, una ley que no puede ser demostrada por un grupo de científicos puede parecer intuitivamente obvia a otro.

Por lo general, los individuos formados en un paradigma dan por sentado que los términos que emplean y su forma de percibir el mundo son los únicos verdaderos. Así, cuando se encuentran con modelos teóricos o explicaciones alternativas, la actitud natural es una gran resistencia a aceptar las nuevas propuestas teóricas. Esto no es negativo en sí mismo. Una comunidad de especialistas no debe aceptar inmediatamente todo lo que se presenta como una teoría o un descubrimiento nuevo, so pena de caer víctima de un fiasco. Más bien, lo correcto es mostrar un moderado escepticismo con respecto a los nuevos planteamientos.

Sin embargo, una actitud muy conservadora también es nociva para la evolución del conocimiento, porque si una comunidad se aferra tercamente a una teoría, rechazando otra que no se adecua a las formas normales de pensar, puede rechazar un modelo que explique mejor los hechos, además de explicar otros nuevos que resultan incomprensibles desde el viejo paradigma.

El problema es complejo, porque esto no se reduce a una decisión racional. La mayoría de las veces, los miembros de una comunidad de especialistas no son conscientes de las decisiones de sus paradigmas y no se dan cuenta de que no perciben ciertos hechos porque su modelo se lo impide.

Por lo tanto, no existe un conjunto de reglas para evitar el rechazo de un «buen paradigma». Más bien, solo podemos tener una actitud de apertura y visión en torno a que, en vez de creer que poseemos el «paradigma verdadero» o el «modelo correcto»:

«La elección de un estilo, de una realidad, de una forma de verdad, incluyendo criterios de realidad y de racionalidad, es la elección de un producto humano. Es un acto social, depende de la situación histórica, ocasionalmente es un proceso relativamente consciente –se reflexiona sobre distintas posibilidades y se decide una por una-, mucho más frecuentemente es acción directa basándose en intuiciones más fuertes. Es ‘objetiva’ esta elección sólo en sentido condicionado por la situación histórica: también la objetividad es una característica de estilo.» (…)

REFLEXIONES

  • Construye tu definición de paradigma.
  • ¿Cómo influyen nuestros paradigmas en nuestra forma de percibir los hechos?
  • Si percibimos el mundo a través de paradigmas, ¿significa esto que existen tantas verdades como paradigmas? Si tu respuesta es afirmativa, ¿significa que no hay verdad, realidad u objetividad? Si tu respuesta es negativa, ¿cómo pueden individuos con diferentes paradigmas llegar a conclusiones comunes sobre la verdad de un hecho?

Baker, J. A. (1999). Paradigmas. McGraw-Hill.

Díaz, L. (2000). Factores condicionantes del conocimiento. Arjé, 1, 12-13.

Feyerabend, P. (1992). Adiós a la razón. Tecnos.

Kuhn, T. (1982). La estructura de las revoluciones científicas. FCE.

Ortega y Gasset, J. (n.d.). Sobre la razón histórica. In J. de Echano, E. Martinez, et al. (Eds.), Arjé (pp. 367). Vicens-Vives.