«No sé cómo parecerá al mundo, pero para mí mismo, solo he sido como un niño jugando en la orilla del mar, divirtiéndome al encontrar una piedra más suave o una concha más hermosa de lo normal, mientras el inmenso océano de la verdad yace ante mí sin describir». Isaac Newton.
Ni la observación microfísica ni la observación macrofísica pueden separarse de su objeto. ¿Cómo afecta el observador al objeto observado? ¿Cómo afecta el instrumento, el aparato usado para calibrar y describir lo que lo originó o Physis? La noción de Physis nos conduce a la siguiente interrogante: ¿de dónde vienen las cosas? ¿Cómo nacen y crecen? (citado por Edgar Morin en su valiosa obra «La Naturaleza de la Naturaleza»). Es sabido que toda percepción, toda conceptualización tiene el sello de Identificación de doble entrada, constituido tanto por el objeto como por el sujeto conceptuador. Todo concepto nos conduce tanto al sujeto conceptuador como al objeto mismo. Además, hay que añadir el efecto producido por la proyección del sujeto a través del instrumento de medición utilizado.
El punto de intersección entre las ciencias naturales y las ciencias del hombre consiste en la relación entre ambas, es decir, la naturaleza física de las ciencias del hombre y la realidad social de las ciencias naturales. Veámoslo de este modo: ¿Son las leyes físicas que conocemos irrefutables, realmente la realidad? ¿Es lo que todos percibimos? ¿Algún otro observador situado en otro ángulo, en otra posición y con diferentes instrumentos, observaría el mundo de forma diferente? Para responder a esta interrogante, el lector solo tendría que dar un paseo imaginario hacia el pasado histórico de la ciencia y del hombre. La historia universal nos habla de grandes errores, no solo en la concepción del mundo científico, sino también en el mundo social. Estos errores han sido confirmados, de lo contrario, el mundo seguiría siendo el corazón inmóvil y plano de un universo omnipotente y estático.
Así como hubo grandes errores en el pasado, es lógico asumir que hoy estamos repletos de errores que gravitan en nuestra envoltura social, ideológica y religiosa, y que son producto de ella. Como nos dice Karl R. Popper en su libro «Conocimiento Objetivo», aludiendo a la aceptación generalizada de ciertas leyes físicas que, en su opinión, han devenido en simples hipótesis: nunca ha habido una teoría tan firmemente «establecida» como la de Newton, y es poco probable que vuelva a haber otra semejante. Sin embargo, la teoría de Einstein, piénsese lo que se quiera de ella, sin duda nos obliga a considerar la teoría de Newton como una «mera hipótesis o conjetura» (Popper: 22-23).
Todo es probable en el cosmos; lo único improbable es lo posible, es decir, lo real, lo que existe en el término tradicional de la llamada «realidad objetiva». Lo real no se repite, al menos no idénticamente, solo es y existe en su relación espacio-temporal determinada. Todo ello es ratificado por el principio de lo irreversible de las transformaciones en los procesos termodinámicos.
La duda cartesiana se consideraba segura de sí misma, pero la duda de hoy duda de sí misma (Morin: 128). Para Morin, no debe perseguirse la construcción de un modelo acabado del saber, ni la teoría unitaria, ni el conocimiento general. Todo lo contrario, se debe rechazar por principio un conocimiento general.
Hoy debemos desunir para sintetizar, desarticular para articular. Es urgente delinear un método que detecte y no oculte las uniones, articulaciones y solidaridades, imbricaciones, interdependencias, contradicciones y complementariedades. Es preciso evitar las separaciones sobre las divergencias del sujeto sobre su objeto. Debemos oscurecer lo que se ve claro y aclarar lo borroso, evitar el juicio definitivo y seguro e incluir lo incierto, lo raro. Dudar sobre lo que se duda nos hace más reflexivos y nos da una mayor visión de las cosas y los fenómenos.
Morín plantea el surgimiento del anti-método integrando elementos como la incertidumbre, la ignorancia y la confusión, haciéndolos virtuales pilares del proceso de búsqueda del conocimiento. El desorden termodinámico, la incertidumbre microfísica, el carácter aleatorio de las mutaciones genéticas, el ruido informacional, son elementos fundamentales que nos guían en el oscuro laberinto de lo desconocido.
El reduccionismo no solo consiste en reducir el todo al análisis de las partes; también debemos evitar reducir las propiedades de las partes a las propiedades del todo, encasillándonos de este modo en el holismo.
Muchos filósofos consideraron que la ciencia se hace no solamente determinando y haciendo aflorar la verdad, sino también al revés, al desenterrar y evidenciar los errores y falsas creencias milenarias. «El teórico que se interesa por la verdad debe interesarse también por la falsedad, pues descubrir que un enunciado es falso equivale a describir que su negación es verdadera» (Popper: 26). Y continúa, «Cuando Kant dijo que nuestro intelecto impone sus leyes a la naturaleza, estaba en lo cierto, salvo que no se percató de cuán a menudo fracasa: Las irregularidades que intentamos imponer son a priori psicológicamente, pero no hay la menor razón para suponer que sean válidas a priori, como pensaba Kant… Existe una necesidad general de que el mundo se conforme a nuestras expectativas» (Ibid: 34). Es este deseo imperioso el que nos impone en incontables ocasiones, aparentes regularidades o «verdades» que debemos desterrar del accionar científico.
La epistemología, en su afán por explicar el origen y la naturaleza de las cosas, y por definir su esencia, ha tenido que aceptar la duda como espina dorsal de su desarrollo histórico. Hoy en día, se duda de la misma duda. Y un gran logro del conocimiento (paradójicamente) es reconocer su incapacidad de conocerse a sí mismo. Es imposible prescindir del sujeto en el proceso de construcción del objeto y viceversa; por ello, el misterio y el azar forman parte del método de búsqueda del origen y la esencia de las cosas. El sujeto es incoherente, variable, inestable y degradable, y así lo es su visión, instrumentación y método, constituyéndose en entes bastardos e infieles de su existencia.
Como muchos, creo que el camino no está prefijado; hay que hacerlo y frecuentemente volver sobre él, pues la maleza lo deshace constantemente.
Física, Biología, Sociedad y Circularidad Epistemológica.
Debemos superar dos ingenuidades y cegueras que normalmente arrastramos al abordar epistemológicamente la problemática concerniente a la organización activa: el fisicomorfismo y el antroposociomorfismo, ambos enfoques son reduccionistas. El fisicomorfismo es el error consistente en pretender que, en el proceso de conceptualización del mundo físico, el sujeto no interactúa y que, por lo tanto, no afecta la percepción del objeto o realidad investigada; es pretender que esta realidad se manifiesta tal y como es, sin ser afectada por el proceso fenomenológico de la percepción subjetiva. Este enfoque ignora que hay un ingrediente del espíritu humano. Otros enfoques plantean que lo que creemos ver al tratar de percibir la realidad (el objeto) es lo que en realidad ella refleja en su relación objeto-sujeto/percepción, lo cual Karl R. Popper refuta tajantemente cuando plantea que lo que percibimos es realmente lo que la realidad es en sí, no lo que aparenta.
Para Popper (sin descartar la razón y el ejercicio subjetivo), el conocimiento objetivo permite a la ciencia acercarse cada vez más a un realismo que, al ser sometido a la refutación científica y pasar la prueba, es más verosímil que otras posibles concepciones y teorizaciones opuestas. El objeto de la ciencia es la verdad, en el sentido de una mejor aproximación a la verdad o mayor verosimilitud.
Para Popper, la búsqueda de la verosimilitud es una meta más clara que la búsqueda de la verdad. Popper cita un ejemplo del filósofo Bertrand Russell, quien dice que el observador convencido de que está observando una piedra, lo que observa -según él- en realidad son los efectos que la piedra produce en él; pero Popper dice que este argumento es erróneo, pues el observador realmente está observando la piedra; y para refutarlo, lo compara con este ejemplo: «cuando el lector cree estar leyendo a Russell, en realidad lo que observa son los efectos que Russell ejerce sobre él, por lo que no lee a Russell» (Ibid:69). Obviamente, la comprobación de este fenómeno no reviste el menor análisis por lo trivial que es. Popper es un pensador de la comunidad del realismo crítico, aún más pluralista (véase Karl R. Popper: Conocimiento Objetivo, págs. 32-83).
Por otro lado, tenemos el antropomorfismo o ser solo de la abstracción del mundo del sujeto, sin interactuar con el objeto. Por el contrario, la opción compleja deberá integrar lo irreductible e inexorable de ambos enfoques con las contradicciones que ellos comportan. Debe mantenerse la complementalidad y el antagonismo como forma compleja de abordar la problemática organizacional.
Debemos viajar por el circuito recursivo compuesto por la socialización de la Physis y la fiscalización de la sociedad y, simultáneamente, considerar ambos enfoques coproductores uno del otro. Este bucle deberá constituirse en el principio de la nueva versión teórica. Así se puede apreciar en el siguiente bucle organizacional (véase Edgar Morín- La Naturaleza de la Naturaleza, pags. 309-314):
Bucle Physis → Biología → Antropo-Sociología
Para Popper, la epistemología tiene precedencia, preeminencia sobre otras disciplinas como la genética. Las investigaciones lógicas concernientes a problemas de validez y aproximación a la verdad pueden ser de suma importancia para las investigaciones genéticas, históricas e incluso psicológicas. En su opinión, el problema fundamental para los epistemólogos es de carácter lógico y no fáctico. Plantea una epistemología evolucionista que articule en su seno el proceso de ensayo y error, al igual que lo hace el mundo biológico, pero a la vez, diferenciándose de la biología en que la ciencia debe ser crítica e incorporar la crítica como parte esencial del método.
El sujeto cognoscente debe jugar un papel muy importante aunque muy restringido en la construcción de una teoría del conocimiento que se critique a sí misma. Popper cree que el conocimiento subjetivo forma parte de un aparato adjunto extremadamente complejo e intrincado, pero grandemente preciso que funciona de manera parecida al conocimiento objetivo: por ensayo y error, partiendo de conjeturas, refutaciones y correcciones. Para él, la certeza absoluta es inexistente y depende no solo de los grados de creencia o de la evidencia, sino también de la situación y de la importancia de lo que esté en juego.
Es necesario integrar el enfoque evolucionista en nuestro intento por explicar no solo la vida, sino también el universo mismo y una renovada teoría del conocimiento.
Origen del Universo y Teoría Evolucionista
Las leyes de la evolución no solo sirven para mejorar la capacidad de acción (flexibilidad) de los programas de computadora, sino que también se pretende que sean una guía para dar respuestas al origen de nuestro universo y a la posible existencia de otros mundos más o menos evolucionados que el nuestro. Se pretende aplicar los principios de selección natural, adaptación y reproducción utilizados como premisas de supervivencia de las especies animales, a la dinámica de emergencia y desarrollo de nuestro universo.
Estas emocionantes ideas son expuestas por el físico teórico Lee Smolin en una entrevista concedida al articulista Jorge Alcade de la revista española «Muy Interesante» (págs. 40-42).
Según Smolin, las galaxias se parecen mucho a los organismos vivos. Son sistemas que se autoorganizan espontáneamente según procesos muy parecidos a los que ocurren en los organismos vivos (simios, aves, etc.). Es importante aclarar que, según Smolin, las estrellas no están vivas. La revista americana lo calificó como el nuevo Einstein de la Universidad Estatal de Pensilvania. Según él, nuestro universo sería parte de una población de otros universos; y algunos de estos universos tendrían padres y a su vez dejarían descendientes. En ellos, las galaxias se autoorganizan a través de mutaciones, selecciones y reproducciones. De esta manera, Smolin rompe con el azar como único elemento organizador del cosmos y lo complementa con una especie de instinto de perpetuación cósmica (esto me recuerda la idea de «voluntad en la naturaleza» del filósofo alemán Schopenhauer), extraído de la teoría evolucionista de Darwin. Según Smolin (Ibid: 241), la clave está en el número de agujeros negros que habitan un universo. Cuantos más agujeros negros existan, más probabilidades tiene el cosmos de reproducirse y de dominar a sus competidores. De acuerdo con esta comparación, los genes serían algo así como las propiedades físicas de cada universo y los universos vendrían a ser los animales. En ese sentido, las propiedades de las fuerzas y partículas son seleccionadas en cada cosmos con el objetivo de lograr el mayor número de agujeros negros.
De acuerdo con Smolin, el hecho de que nuestro universo haya sido capaz de generar vida no significa que sea el mejor, pero sí uno bastante bueno. Así, un universo más evolucionado que el nuestro supondría tener más agujeros negros; pero posiblemente en él, la vida no sería necesariamente mejor que la que aquí disfrutamos.
Finalmente, Smolin cree que la filosofía natural está renaciendo con base en tres principios aplicables a todo lo que existe: la evolución, complejidad y la autoorganización.