Prof. Daniel Vargas

Prof. Daniel Vargas

El concepto «Sociedad del Conocimiento» tiene su origen en los sistémicos alemanes, en especial en Niklas Luhmann, quien lo articuló en el año 1991 en su escrito sobre «La Sociedad Mundial». Dos años más tarde, en 1993, aparece la primera edición en inglés, «Post Capitalist Society», de Peter F. Drucker.

La tesis central de Drucker es que los países desarrollados se encuentran ya en un proceso de advenimiento de nuevas estructuras económicas y sociales, cuya fase culminante podría estar entre el 2010 y el 2020. La esencia de dicha reestructuración se dirige a la creación de una sociedad distinta a la capitalista: La Sociedad del Conocimiento, cuyos grupos sociales son los ejecutivos del conocimiento, los profesionales del conocimiento y los trabajadores de servicios.

La dicotomía de dicha sociedad, según Drucker, es y será entre «los intelectuales y los gerentes, aquellos interesados en palabras e ideas, y éstos en personas y trabajo» (p. 9). El propósito de Drucker no es establecer una nueva utopía, sino analizar el «Da-Sein» o «Ser-Ahí» de que hablan los alemanes y su tendencia.

Como punto de partida del proceso hacia la «Sociedad del Conocimiento», Drucker elige el marco de la globalización económica, impulsada por los grupos de poder del centro hegemónico occidental y la mundialización tecnicista visualizada desde la caída del Muro de Berlín y el socialismo real, en el año 1989.

En este punto, lo que Drucker ve gestarse en la historia moderna es aquella visión filosófica de Karl Jaspers, quien desde hace varios decenios había anticipado la unidad de la humanidad mediante el avance tecnológico occidental, extendiéndose a todo el mundo y creando un nuevo «Tiempo Eje» (Achsenzeit), comparable con aquel que vivió la humanidad entre el año 800 y el 200 a. C, cuando surgieron los diferentes sistemas valorativos que han influenciado a la humanidad hasta nuestros días.

La apoteosis de la nueva situación está dada, según Drucker, por la coalición internacional de febrero de 1991 para derrotar la invasión de Irak a Kuwait: el estado soberano ha sido superado a favor de un «Megaestado».

Dado ese contexto, Drucker ve desarrollarse a los países industrializados hacia sociedades pluralistas compuestas por organizaciones del conocimiento, concebidas éstas como equipos de especialistas asociados con un fin y meta claros y distintos. En ese sentido, «conocimiento» es para Drucker sencillamente conocimiento operativo, definido éste sociológicamente como un saber dirigido a la ejercitación de procesos de actividades previamente dadas. En efecto, se visualiza una racionalidad finalista de saberes mecanicistas, operacionalizables, con resultados en bienes y servicios comercializables. Pero toda visión finalista es, parafraseando a Henri Bergson, más que una anticipación del futuro, una sugerencia y sugestión para el presente.

La anticipación druckeriana nos acerca a la sospecha de una visión social donde solo se esperan resultados en mercancías, capital, prestigio o poder para que el saber pueda ser válido. Es una teleología de capitalismo prolongado.

Vista más de cerca, en la sociedad druckeriana estaría obsoleta la ciencia misma, como saber general, globalizante que, generalmente, se queda en teorías y respuestas tentativas durante siglos en espera de ser falsificadas o verificadas. En cierto sentido, se registra un giro hacia el pensamiento de Francis Bacon en el siglo XVII: «Saber es poder», «Muchos partirán y el conocimiento crecerá». La diferencia es que en aquel momento se trataba de un conocimiento científico que desplazaría a la teología y a la metafísica, mientras que en Drucker son sustituidas las diferentes artes liberales, conocimientos generales y cultura, por los conocimientos tecnológicos.

Al respecto, hay que destacar la existencia de diferentes tipos de conocimiento (vulgar, místico, intuitivo, técnico, científico y emocional) que, en última instancia, forman parte de un todo integrado: son formas de conocer del hombre, que esta vez conoce de una manera y en otro momento de la otra. Además, el conocimiento no está determinado cuantitativamente, en el sentido con que Émile Durkheim define a las Normas Sociales, sino que está ligado al ser del hombre, que incluye al elemento cualitativo.

El conocimiento no está en contra de sí mismo, sino a favor del desarrollo de la vida y la sociedad. Todo conocimiento específico sólo puede estar sustentado en conocimientos generales. No son contrarios ni contradictorios, sino complementarios, ya que se dan en el mismo sujeto y en la misma especie, persiguiendo una meta común: la realización del ser humano en la sociedad. La técnica y la producción de bienes y servicios materiales son sólo una dimensión, entre otras, de la vida humana.

No existe el científico puro, ni el hombre solamente vulgar, como tampoco el conocimiento operativo únicamente. Sí que se le da prioridad a una modalidad determinada, según la conjetura y la finalidad del momento en que vive la sociedad. Pero la sociedad unidimensional en el conocimiento es más bien un deseo, que un análisis de tendencias objetivas. En efecto, dicha sociedad resulta ser una reducción conceptual.

Lo sostenible en la tesis de Drucker es, de facto, el crecimiento paulatino en la valoración social del conocimiento como cultura, como formación general y como formación especializada. Esto implica que, por ejemplo, ser profesor universitario en un país desarrollado es una alta dignidad valorada social e institucionalmente con buenos salarios, incentivos, seguridad social, autoridad epistemológica, apertura de comunicación de masas, etc.

La experiencia de estudiantes extranjeros en Europa atestigua que la sociedad europea muestra más simpatía, respeto, admiración y apertura por un estudiante y un intelectual del extranjero, que por un trabajador o un exiliado político.

De hecho, toda sociedad valora y ha valorado el conocimiento, también la nuestra. La misma razón por la que un europeo compadece a un profesional que se gana la vida sirviendo en un restaurante («La sociedad te hace una injusticia al no darte trabajo en tu área de formación»), conlleva a la sociedad dominicana a indignarse y escandalizarse cuando una entidad de educación superior otorga a un deportista un título de doctor inmerecido, pues ello significa un irrespeto al conocimiento, es decir, a una dimensión dignificante de la especie humana, que tiene un valor en sí, propio, sin ser derivado de otras actividades.

Drucker no acierta al pronosticar el ocaso de la cultura y la «Allgemeine Bildung» (Conocimiento General), por el contrario, si llegaran a desaparecer estos en algún plan de estudio, se debería a que la sociedad los supone, ya que se podrían obtener tanto en la escuela, como viajando y sociabilizándose con gente de otras culturas, idiomas, clases sociales, etc. A eso se adhiere el conocimiento operativo, especializante, como un suplemento necesario para complementar a aquellos, pero no los desplaza

Las artes liberales y la «Allgemeine Bildung», aunque no son Téchnes, son modalidades específicas de conocimiento (quizás las más extendidas y consentidas), que sirven de base a aplicaciones diferentes, que son útiles, con contenidos altamente pragmáticos.

La predicción con que termina Drucker su obra, es la siguiente: «el cambio más grande será en el conocimiento; en su forma y en su contenido; en su significado; en su responsabilidad, y en lo que significa ser una persona educada».

Como se puede observar, Drucker termina en pequeño, en una conclusión tan general y poco específica como aquel conocimiento que ve superado. Está claro que la vida significa cambios y transformaciones incesantes, de manera que hasta nuestros conceptos se transforman. Eso es una «Banalität», dicen los alemanes, es decir, una trivialidad o perogrullada.

Por otro lado, una redefinición de conocimiento, como pretende Drucker, no sería la realización de los técnicos, sino de los intelectuales, llamados urgentemente a concebir una visión de la totalidad, cuando la sociedad sufre una transformación acelerada hacia la especialización de las funciones y, por lo tanto, corre el peligro de fragmentarse. De la misma manera que el proceso de la globalización genera en su seno la regionalización, reclama el avance tecnicista de más intelectuales que den coherencia y sostén espiritual a la sociedad. El proceso actual conlleva a un renacimiento de la ética, la religión, las terapias y la búsqueda de sentido a la vida.

Drucker analizó un fenómeno social que, de hecho, sólo puede ser percibido como proceso en devenir. Es, en efecto, empobrecedor para la percepción sociológica, tanto teórica como práctica, la limitación a categorías bipolares, rígidas e inflexibles que indican únicamente dos direcciones contrarias, cuando el contexto social es tan rico, pluralista e inagotable en cada una de sus dimensiones.

Ahora bien, el hecho de que en los países que dirigen el mundo se esté acelerando el proceso de valorización objetiva del conocimiento en todas sus modalidades, pone a los países menos desarrollados, como el nuestro, ante el reto de asumir a tiempo el proceso o de seguir siendo parias arrastrados a destiempo por la historia con sus consecuencias funestas de dependencia y miseria.

En nuestro ambiente cultural se percibe en cada discurso académico el concepto ya obligado de Sociedad del Conocimiento; lo difícil es su valoración práctica, traducida en la creación de condiciones de vida digna para los profesores, los intelectuales y los portadores de conocimiento dentro de las instituciones y organizaciones, según los diferentes niveles de formación reconocidos formalmente por la sociedad. Sin dicha valoración, la «Sociedad Dominicana del Conocimiento» permanecería plasma

En el plano político, significaría un paso gigantesco hacia una sociedad dominicana donde se valore el conocimiento, si alguno de nuestros candidatos a la presidencia de la República incluyera como un objetivo de su posible gobierno el dar participación a doctores, maestros y letrados, para la conformación de un Estado donde la inteligencia tenga un papel protagonista en la promoción del desarrollo nacional, como lo hizo Taiwán y lo hace toda empresa exitosa.

¿Pero, sabe alguno de nuestros candidatos o los gerentes de las universidades cuántos doctores (PhD) tiene el país, dónde están, qué hacen?

¿Saben ellos que hay en nuestro país un amplio personal con preparación científica que está perdiendo el hábito adquirido por no encontrar más oportunidades que las de ganarse la vida?

Parece que estamos aún lejos de la meta, pues nuestra sociedad, desechando los logros de la civilización, apremia materialmente mejor los músculos de un deportista o los movimientos de un artista que el desarrollo de la inteligencia y la sabiduría.

Ahora bien, el hecho de que en los países que dirigen el mundo se esté acelerando el proceso de valorización objetiva del conocimiento en todas sus modalidades, pone a los países menos desarrollados, como el nuestro, ante el reto de asumir a tiempo el proceso o de seguir siendo parias arrastrados a destiempo por la historia con sus consecuencias funestas de dependencia y miseria.

En nuestro ambiente cultural se percibe en cada discurso académico el concepto ya obligado de Sociedad del Conocimiento; lo difícil es su valoración práctica, traducida en la creación de condiciones de vida digna para los profesores, los intelectuales y los portadores de conocimiento dentro de las instituciones y organizaciones, según los diferentes niveles de formación reconocidos formalmente por la sociedad. Sin dicha valoración, la «Sociedad Dominicana del Conocimiento» permanecería plasma

En el plano político, significaría un paso gigantesco hacia una sociedad dominicana donde se valore el conocimiento, si alguno de nuestros candidatos a la presidencia de la República incluyera como un objetivo de su posible gobierno el dar participación a doctores, maestros y letrados, para la conformación de un Estado donde la inteligencia tenga un papel protagonista en la promoción del desarrollo nacional, como lo hizo Taiwán y lo hace toda empresa exitosa.

¿Pero, sabe alguno de nuestros candidatos o los gerentes de las universidades cuántos doctores (PhD) tiene el país, dónde están, qué hacen?

¿Saben ellos que hay en nuestro país un amplio personal con preparación científica que está perdiendo el hábito adquirido por no encontrar más oportunidades que las de ganarse la vida?

Parece que estamos aún lejos de la meta, pues nuestra sociedad, desechando los logros de la civilización, apremia materialmente mejor los músculos de un deportista o los movimientos de un artista que el desarrollo de la inteligencia y la sabiduría.

Por favor, asegúrate de que mi texto esté gramaticalmente correcto, sin cambiar las palabras: Al terminar con mi reflexión, sólo he querido dar algunos indicios de chances y oportunidades latentes en nuestro país, que aún no han sido probadas para promover nuestra sociedad del conocimiento competitiva, sin la que el país no garantizará un desarrollo sostenible y para la que se necesita un giro hacia políticas institucionales de buena voluntad para con el saber. Bibliografía 1. Cfr. Luhmann, Niklas «Die Weltgesellschaft», p.51-71 GREINGE En: «Soziologische Aufklaerung», Opladen, Alemania, 1991. #estate 2. Aquí me referiré a la traducción al Español «La Sociedad Post-Capitalista», tercera reimpresión de la editorial Norma. Bogotá, Colombia, 1996. 3. En esta reflexión no pretendo polemizar con los supuestos normativos latentes en la obra de Drucker, -como son su antimarxismo, pro-occidentalismo y énfasis en el individuo, propios del liberalismo-, pues ello ameritaría una reflexión en sí. Sin embargo, se hace necesaria una crítica asu estrecha definición de conocimiento, con la que no hace justicia a la realidad. 4. Cfr. Fuchs, W/ Kilma, R. (Hrg): «Lexikon zur Soziologie». P. 870 Westdeuscher Verlag, Opladen, Alemania, 1978. 5. Cfr. Bergson, Henri: «Evolución creativa». Págs. 52-59. En: «Schopférische Entwicklung», Eugen Diederichs-Verlag. Jena, Alemania, 1912. 

Al terminar con mi reflexión, sólo he querido dar algunos indicios de chances y oportunidades latentes en nuestro país, que aún no han sido probadas para promover nuestra sociedad del conocimiento competitiva, sin la que el país no garantizará un desarrollo sostenible y para la que se necesita un giro hacia políticas institucionales de buena voluntad para con el saber.

Bibliografía

  1. Cfr. Luhmann, Niklas «Die Weltgesellschaft», P.51-71 GREINGE En: «Soziologische Aufklaerung», Opladen, Alemania, 1991. #estate
  2. Aquí me referiré a la traducción al Español «La Sociedad Post-Capitalista», tercera reimpresión de la editorial Norma. Bogotá, Colombia, 1996.
  3. En esta reflexión no pretendo polemizar con los supuestos normativos latentes en la obra de Drucker, -como son su antimarxismo, pro-occidentalismo y énfasis en el individuo, propios del liberalismo-, pues ello ameritaría una reflexión en sí. Sin embargo, se hace necesaria una crítica a su estrecha definición de conocimiento, con la que no hace justicia a la realidad.
  4. Cfr. Fuchs, W/ Kilma, R. (Hrg): «Lexikon zur Soziologie». P. 870 Westdeuscher Verlag, Opladen, Alemania, 1978.
  5. Cfr. Bergson, Henri: «Evolución creativa». P.52-59. En: «Schopférische Entwicklung», Eugen Diederichs-Verlag. Jena, Alemania, 1912.