Dr. Rafael Morla

Esta obra, escrita en el año 1813 y publicada en 1814, no solo es la primera lógica, sino también, en general, el primer escrito filosófico del que se tiene noticia en la República Dominicana. Dicho texto tiene un destinatario, la juventud, a la cual López de Medrano le dirige un mensaje lleno de entusiasmo, donde habla de la satisfacción que siente al poder «enseñar y asentar la moderna filosofía, apoyándose en sólidos experimentos» (1).

Se trata, sin duda, de escritos de cátedra, posteriormente organizados con la intención de darlos a la publicidad. No es un tratado, sino unos elementos introductorios a la lógica. Es breve, pues consta de una sola parte dividida en secciones, capítulos y párrafos.

La primera sección consta de dos capítulos, donde el autor trata su doctrina «De las ideas» y «Las palabras», respectivamente. La segunda sección (del conocimiento) donde despliega su contenido a través de tres capítulos, son ellos: capítulo I, «De las proposiciones»; capítulo II, «De los grados e impedimentos de los conocimientos» y capítulo III, «De la verdad y sus criterios».

La sección tercera, «Del raciocinio», consta también de tres capítulos: capítulo I, «De la argumentación»; capítulo II, «De otros géneros de argumentación» y capítulo III, «De los sofismas». Por último, está la sección cuarta, que también tiene una composición trinitaria de sus capítulos. El primero lo dedica al método de discutir, el segundo a la autoridad y el arte crítico, mientras que el último capítulo, de esta parte y de toda la obra, lo dedica al arte de la hermenéutica.

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El autor, siguiendo más adelante, muestra dominio de la materia gracias a lo cual salen a relucir sus conocimientos no sólo de la lógica de Aristóteles, sino también de las dos escuelas epistemológicas principales de la modernidad: el empirismo y el racionalismo. Dos autoridades cita con frecuencia, son ellas Jonk Locke y Etiene Bonnot de Condillac. Otras figuras a las que también son Descartes y Leibniz.

Ante todo, es notable la influencia de Condillac, en la obra objeto de comentario. Sin embargo, López de Medrano, se muestra abierto a las diferentes corrientes del pensamiento moderno. Ello hace que se revele ante el estudioso como un ecléptico, que toma ideas de uno y otro sistema, de las diferentes escuelas y de los más variados pensadores.

Es un moderno, pero sobre él pesa la tradición, forcejea con muchas ideas de contenido escolástico y colonial, pero le anidan sus temores, reivindica la libertad de crítica y de pensamiento, pero no puede sacudirse de todo el viejo paradigma de ideas, objeta el criterio de autoridad, pero coquetea con los representantes del poder real, como un mecanismo de sobrevivencia en medio de las adversidades.

López de Medrano no vacila en adoptar abiertamente la doctrina de Condillac al extremo de concluir su obra, haciendo un llamado final, donde proclama a los cuatro vientos la necesidad imperiosa de ir al estudio de las obras del filósofo francés. No obstante, lo anterior no impide según el parecer de J. F. Sánchez, que «a veces se cuelen, queriendo o no ideas de tipo escolástico tradicional que lo ponen en contradicción consigo mismo» (3).

Toda la vida social y política de López de Medrano fue la de un ciudadano ejemplar. Su propia filosofía tuvo salida práctica en el contexto de la sociedad de su época. Esto es, no sólo fue un filósofo moderno, también fue un político ilustrado, que abrazó los ideales emancipatorios de su época. Consecuente con sus ideas, en la década de 20, del siglo XIX, aparece junto a José Núñez de Cáceres y Bernardo Correa y Cidrón, como uno de los ideólogos principales del frustrado movimiento independentista del 1821, que pretendía vincular la República Dominicana a la Gran Colombia.

La puerta de entrada al contenido del texto es un concepto de filosofía según su significado etimológico. Al respecto dice: «es la ciencia de las cosas humanas y divinas cognoscibles por la luz natural» (2). Nótese que esta noción de filosofía no entra en el horizonte de la modernidad, sino que se calla en las riberas del escolasticismo. Sin embargo, como ya se puso de manifiesto, el autor tiene la voluntad de enseñar a sus jóvenes discípulos la filosofía moderna.

La Ilustración clásica, al estilo de Kant, por ejemplo, separa lo divino de lo profano y pasa a considerar la necesidad de que la razón ilustrada rompa con toda tutela religiosa, o por lo menos la relega al rincón de la vida privada.

En el pensamiento medieval, la filosofía hace un intento por conciliar fe y razón, y de ello dan testimonio los grandes representantes de la patrística. Pero la filosofía moderna, al introducir la duda como un recurso metódico para validar el conocimiento y la propia existencia física del mundo, va produciendo un divorcio cada vez más acentuado entre las cosas humanas y las divinas. Es cierto que Descartes, fundador del racionalismo moderno, no proclama formalmente ese divorcio, pero al predicar que la verdad más evidente de todas es «principio, pienso, luego existo», estrechó el cerco propio del ámbito de la fe, abriendo las compuertas del relativismo y el escepticismo.

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DIVISIÓN DE LA FILOSOFÍA

En su lógica, López de Medrano divide la filosofía en cuatro disciplinas, según la «diversidad de sus objetos» (4). La primera disciplina persigue «averiguar la verdad y evitar los errores» (5), la cual llama Filosofía racional o lógica. La segunda la denomina Filosofía natural, la tercera Metafísica y la cuarta Filosofía de lo ético o axiología.

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LAS OPERACIONES DE LA MENTE

El objeto de la lógica, según López de Medrano, es guiar la «mente en sus operaciones» (6). Este concepto es de indiscutible factura sensualista y empirista. En esta lógica, López de Medrano, semejante a como hace Condillac en la suya, no se comienza por dar «axiomas ni principios» sino que comienza por «observar» las lecciones que da la naturaleza» (8).

Distingue cuatro operaciones de la mente, a saber: 1) las sensaciones, 2) el juicio, 3) el raciocinio y 4) el método. El sensualismo entiende que todos los conocimientos humanos comienzan por las sensaciones. «Las impresiones de los objetos -dice Condillac- llegan al alma únicamente a través de los sentidos» (9). Asimismo, entienden que estas sensaciones son ideas simples o primarias que luego, por asociación, van a dar origen a otras más complejas. De las sensaciones, López de Medrano pasa al juicio, el cual considera como la segunda operación de la mente. Mediante el juicio, unimos, separamos, afirmamos y negamos, siendo así como se obtiene el conocimiento.

En orden de continuidad, la tercera operación de la mente, está representada por el raciocinio, mediante el cual de un juicio ya conocido por inferencia obtenemos otro nuevo. Es importante anotar cómo esta lógica, que nace inductivista, es decir, tomando como referencia la experiencia del mundo, al llegar aquí se transforma en pura deducción. Por último, considera el método como la cuarta operación de la mente. Este recurso final pretende disipar toda oscuridad que, según sus palabras, pueda debilitar la luz del entendimiento. Al concluir el método como cuarta operación de la mente, se aleja de su maestro Condillac al tiempo que se desliza por un camino confuso, pues coloca como coronamiento de un proceso epistemológico algo que siempre está implícito, supuesto, aunque no tome cuerpo en forma de escritura. Yerra López de Medrano al colocar como coronamiento algo que de antemano resuelve todo sujeto antes de internarse o penetrar al edificio del saber. Extraña que el mismo López de Medrano diga que «es preferible no investigar nada que acometer una investigación sin método» (10). Método es camino, es como la orientación general que debemos seguir en nuestra búsqueda.

Las cuatro operaciones del alma, arriba indicadas, aparecen en el texto como momentos particulares de la facultad de sentir. Creo que en este punto si ajusta plenamente sus convicciones a las de Condillac. Veamos:

«Los sentidos no son más que la causa ocasional de las impresiones que los objetos hacen sobre nosotros. Es el alma quien siente, solo a ella pertenecen las sensaciones y sentir, es la primera facultad que advertimos en ella» (11).

-V- Avanzando en el comentario de la obra que nos ocupa, una división interesante es la referida a los elementos de los conocimientos humanos. Para él esos elementos son las ideas y las palabras «sin ideas no podríamos de ningún modo juzgar» (12), pero también entiende que toda idea va asociada a determinado nombre, y es por eso que sugiere considerar «a las palabras como elementos de los conocimientos humanos» (13). La conciencia de este vínculo es interesante porque restaura la unidad entre pensamiento y lenguaje. El pensar solo se materializa a través del lenguaje, en el acto mismo de la palabra hablada o escrita. No existe un pensar humano que no encarne en palabras, sea que se manifieste en el diálogo vivo o en la pragmática de la escritura.

SOBRE LAS IDEAS

López de Medrano define la idea como «mera representación en la mente de algún objeto» (14). A su vez, Condillac llama idea «al conocimiento que se adquiere como imagen» (15). Las coincidencias saltan a la vista, más aún si recordamos que en ambos pensadores las ideas simples y las percepciones son la misma cosa.

La idea se identifica con la representación, en clara diferenciación de las concepciones de factura platónica, que conciben lo ideal como modelo o arquetipos a los cuales se remiten las propias cosas naturales. Excluye esta la posibilidad de tomar las ideas generales como punto de partida del propio filosofar. Además, al partir de las sensaciones o reducir las ideas a las ideas innatas, las cuales fueron rechazadas por Locke y Condillac, pero aceptadas por Descartes y Leibniz. «Rechácese», dice tajantemente Condillac, «por tanto las hipótesis de las ideas innatas y supóngase que Dios solo nos da, por ejemplo, percepciones de luz y colores» (16). López de Medrano, pensador en el cual buscamos las huellas de autor del ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos, se pronuncia de igual manera en su Lógica. Veamos: «… Las ideas, aunque espirituales por su propia naturaleza, como que afectan inmediatamente al alma, sin embargo, nacen de los sentidos y no se da en nosotros ninguna idea innata o infinita, esto es, impresa en nuestras almas por la mano del creador desde la creación misma» (17

Esta tesis negando las ideas innatas, que revelan a López de Medrano como un pensador ilustrado muy avanzado para la época, debieron haber caído muy pesadas en el contexto cultural y espiritual de la colonia.

LA DIVISION DE LAS IDEAS

La división fundamental de las ideas planteada por López de Medrano es aquella que las divide en simples y compuestas (18). En esencia, la misma que proponen Locke y Condillac. Las ideas simples no son susceptibles de división, mientras que las compuestas pueden descomponerse en simples. Locke dice: «Las ideas simples no son susceptibles de división mientras que las compuestas pueden descomponerse en simples. Mostrando como la mente tiene todas sus ideas simples, mostraré a continuación que estas ideas simples son los materiales de todos nuestros conocimientos y como a parte de las diversas combinaciones de ellas se hacen las ideas complejas» (19).

También hace una división de las ideas atendiendo a su modo en claras y oscuras, distintas y confusas. Condillac, en un pie de página a su libro «Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos», dice: «Locke admite ideas claras y oscuras, distintas y confusas, verdaderas y falsas, pero la explicación que de ellas da muestra que nos diferenciamos solamente de la manera de explicarnos. La mía tiene la ventaja de ser más clara» (20).

También es importante precisar que un racionalista como Leibniz también dedica el capítulo XXIX de su Nuevo tratado sobre el entendimiento humano al esclarecimiento de las ideas claras y oscuras, distintas y confusas. En el mismo espíritu de López de Medrano, dice Leibniz:

«Una idea distinta es aquella en que el espíritu percibe una diferencia que la distingue de toda otra idea, y la idea confusa es aquella que no podemos distinguir lo suficiente de otra de la cual debe desprenderse» (21).

Andrés López de Medrano, al final del capítulo primero, emplea una serie de categorías aristotélicas y escolásticas, como son la de sustancia, accidentes, semejanza, diferencia, género y especie. Asimismo, nos presenta la clásica división por extensión de los conceptos y de los juicios en simples, particulares y universales. También dice que en toda idea universal (el concepto) encontramos comprensión y extensión.

EL PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES

Dice López de Medrano que «solo existen los individuos, cuya semejanza es causa de ideas universales» (22), y agrega: «en realidad no se da ningún universal» (23). Es cierto que en la vida práctica y en la inmediatez de la existencia, nos encontramos con las cosas individuales, pero esa individualidad es trascendida y traspasada por el sujeto que piensa. Al establecer vínculos y conexiones, el humano descubre la unidad en la diversidad, lo común en la multiplicidad de cosas existentes, lo universal es una generalización, una abstracción de las características del ser. Es la forma que tiene el pensamiento de trascender la individualidad, la parte, y encontrarse con el todo.

Aristóteles dice en la Metafísica que Sócrates no «concedía existencia separada a los universales y a las definiciones». Si Sócrates es el creador del Método inductivo, necesariamente debió partir de lo individual, buscando lo común, hasta llegar a lo universal.

Los discípulos de Aristóteles, en el siglo XIV se dividieron en nominalistas y realistas, a la hora de establecer qué tipo de relación guardaba lo universal con la conciencia y con el propio ámbito de la realidad objetiva. ¿Tiene en sí sustancia y realidad lo universal o se trata de simples palabras vacías, nombres o signos?

El realismo afirmaba la realidad de los universales, mientras que el nominalismo en general entiende que aparte de las cosas singulares no existen más que puros nombres, eliminando la realidad de las cosas abstractas y universales.

La esencia se capta en lo universal, pero el universal no es la sustancia misma. Los nominalistas, sobre todo aquellos que siguen la trayectoria de Guillermo Occam, le confieren a los universales el carácter de signo o los identifican con el acto del entendimiento que se consuma en el movimiento de lo sensible a la reflexión. Es la postura de Locke, Hume y Condillac, a la cual por añadidura se adhiere Andrés López de Medrano.

Las reflexiones de Condillac, por demás muy idénticas a las sostenidas por el pensador objeto de la presente disertación, son como siguen: «Muchos filósofos no han sospechado que fuera la realidad de las ideas abstractas obra de la imaginación» (24) y advierte: «Es importante que no demos realidad a nuestras abstracciones» (25).

DE LAS PALABRAS

En este aspecto de su lógica, López de Medrano comienza por definir las palabras como «signos de las ideas» (26). Es textualmente el mismo concepto que da Locke en su compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano (27). Además, como es un pensador sistemático, con un discurso lógicamente estructurado, no deja en la sombra el concepto de signo, sino que inmediatamente pasa a definirlo como aquello que «además de sí mismo excita la idea de otra cosa» (28).

Profundizando en torno al papel del lenguaje y las palabras, López de Medrano da un paso más cuando dice lo siguiente en torno a las palabras: «Sonido articulado emitido por el hombre con la intención de significar alguna cosa» (30) y agrega: «significan lo que el habla concibe en la mente» (31).

¿Qué es lo que el habla concibe en la mente? Sin duda, López de Medrano lo dice, se trata de una idea, un concepto. Esta idea, este concepto son el significado, lo que el autor de la primera lógica que se escribió en la República Dominicana tiene en claro. No da el próximo paso, pero está en la vía correcta, a saber: vincular ese significado con el significante. En el Curso de Lingüística General, Ferdinand de Saussure llama «signo» a la unión del concepto y la imagen acústica (32).

Otro elemento del discurso de López de Medrano sobre el signo es lo relativo a su clasificación en naturales y artificiales, que aún es actual. Lo que dice sobre el signo es de factura lockiana, diferente a la referencia que hace en la obra sobre el lenguaje de acción, que lo toma del Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos

En el enfoque que hace Condillac de los orígenes del lenguaje, el lenguaje de acción precede al lenguaje articulado. López de Medrano no desarrolla la riqueza de juicio que nos presenta su maestro, pero está en la línea, siendo importante por tanto mencionar algunas ideas en este punto. Veamos: «los gritos de las pasiones, las supervivencias, hicieron posible el nacimiento de gritos naturales, todos vinculados a la lucha, por el dominio del lenguaje de acción que al principio consistió en contorsiones y agitaciones violentas» (33). Luego, aparece el lenguaje articulado, el cual subsistió durante miles de años junto al lenguaje de acción, hasta que el «uso de los sonidos articulados se hizo tan fácil que prevaleció» (34).

LA VERDAD Y SU CRITERIO

En esta parte correspondiente al capítulo tercero, López de Medrano la inicia con una clasificación de los diferentes tipos de verdades. La primera es la verdad lógica que «es la conformidad de las ideas con las cosas mismas» (35), segundo, la verdad metafísica, que la define como «aquello que la cosa debe ser por naturaleza» y por último, la verdad moral, que es la «conformidad de nuestra palabra con nuestro pensamiento»(36). Es necesario anotar que esta clasificación tiene probablemente su origen en el Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano de Leibniz.

En contra del escepticismo, Andrés López de Medrano reconoce la existencia de verdades a las cuales se llega por la «sola luz de la razón» (37), y admite la duda de Descartes, lo cual supone «no aceptar ninguna proposición sin previo examen» (38). En cuanto a este último asunto, López de Medrano se aparta de Etienne Bonnot de Condillac, que no comparte la duda metódica del padre del racionalismo.

¿Qué es el criterio? Por tal se entiende, dice López de Medrano, la regla para discernir lo verdadero de lo falso» (39). El principal criterio de verdad, para el filósofo dominicano, es la evidencia. Aquí sigue confesamente el triple criterio de verdad establecido por Leibniz. Se trata de la evidencia de la razón, del sentido y de la autoridad.

ANALISIS Y SINTESIS

La investigación combina el análisis con la síntesis. Un análisis sin síntesis o una síntesis sin análisis no tienen valor para la ciencia y la filosofía. Cualquier equivocación en este punto se traduce en un retroceso epistemológico.

El análisis consiste en descomponer el todo en sus partes, y la síntesis es la restitución en la mente de la totalidad escindida. López de Medrano sobrevalora el recurso metódico del análisis cuando dice: «… es único este método no solo para investigar y conocer, sino también para enseñar la verdad» (40).

El análisis, para que pueda arrojar los resultados esperados, según el horizonte del personaje en cuestión, se ha de tener cuatro reglas, las cuales son las presentadas por Descartes en el Discurso del método.

Respecto a la síntesis, cuyas ideas confiesa haber tomado de Condillac, entiende que orienta la investigación de lo general a lo particular, identificando este recurso metódico con la deducción.


  NOTAS BIBLIOGRAFICAS

  • López de Medrano, Andrés, Elementos de Filosofía Moderna, destinada al uso de la juventud dominicana, en Campillo Pérez, Julio Genero (Doctor Andrés López de Medrano y su legado humanista, pub. de la Academia Dominicana de la Historia, Vol. VII, Ed. Corripio, pág. 75.
  • y autor citado, pág. 76.
  • Sánchez, Juan Francisco, El Pensamiento Filosófico en Santo Domingo, La Lógica de Andrés López de Medrano, en Campillo Pérez, Julio Genaro (Doctor Andrés López de Medrano y su legado humanista, Academia Dominicana de la Historia, vol VII, Ed. Corripio, pág. 75.
  • y autor citado, pág, 76.
  • Pág. y lugar citado.
  • Pág. Citada.
  • Condillac, Etienne Bonnot, Lógica, Ed. Aguila, Buenos Aires, Argentina, pág. 26.
  • y página citada.
  • Condillac, ob. citada, pág. 27.
  • López de Medrano, Andrés, ob. citada, pág. 78.
  • Condillac, obra citada, pág. 28.
  • López de Medrano, Andrés, obra citada, pág. 79.
  • Autor y página citada.
  • Autor y página cit.
  • Condillac, Etienne Bonnot, Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos, Tecnos, España, 1999., pág. 98.
  • Obra citada, pág. 98.
  • López de Medrano, Andrés, ob. citada, pág. 80.
  • Leibniz, Gottfried Nilhelm, en su Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano, cap, XXIX pág. 107, divide las ideas en simples y compuestas.
  • Locke, John, Compendio del Ensayo sobre el entendimiento humano, Ed. Tecnos, España,
  • De Condillac, ob. cit. Pág. 23.
  • Leibniz,Gottfriet Nilhelm, Ob, cit,pag.21
  • López de Medrano, Andrés, ob. cit. Pág. 82.
  • Obra y pág. cit.
  • De Condillac, Etienne Bonnot, ob. cit. Pág. 125.
  • Obra citada, pág. 131.
  • López de Medrano, Andrés, ob. cit. Pág. 84.
  • «Los signos más convenientes de que son capaces los hombres, tanto por su variedad como por su rapidez, son los signos articulados que llamamos palabras. «las palabras son pues signos de las ideas». Locke, John, ob. cit. Pág. 27.
  • López de Medrano, Andrés ob. cit., pág. 84.
  • Guiraud, Pierre, La Semántica, Ed. F.C.E., México, 1976, pág. 16.
  • López de Medrano, Andrés, ob. cit. Pág. 84.
  • Obra y página citada.
  • Saussure, Ferdinan, Curso de Lingüística General, pág. 89.
  • De Condillac, Etienne Bonnot, ob. cit. pág. 15.0
  • Obra citada pág. 156.
  • López de Medrano, obra citada, pág. 91.
  • Obra citada, pág. 91.
  • Obra y página citada.
  • Obra citada, pág91.4
  • Obra citada, pág 92.)
  • Obra citada, pág. 100.