Dr. Alejandro Arvelo

A las 3 de la tarde del 25 de octubre de 2023, nos encontramos en la biblioteca del profesor Rafael Morla, que es, a su vez, su espacio de trabajo y producción intelectual. Estamos aquí para dar continuidad a este programa de la gestión del profesor Eulogio Silverio, el «Archivo de la Voz». El «Archivo de la Voz» tiene múltiples propósitos y salidas que han sido expuestos en entregas anteriores.

Agradecemos, en primer lugar, al distinguido Morla, en nombre de Silverio, por habernos apartado este momento y por recibirnos en su biblioteca, que es como el hogar de su alma.

El profesor Morla es un académico de referencia en nuestro país. Dueño de una obra que, estamos seguros, será altamente reconocida por todos nosotros. Él pertenece al brazo filosófico de la generación de los 80, un trabajador incansable, con varios libros publicados: «Filosofía para Iniciados», «Modernidad, Postmodernidad y Valores», «La Ilustración en Santo Domingo», «La Ilustración en América»; y uno que para mí es una referencia sobre las raíces del pensamiento occidental: «Una Reflexión en Torno a la Filosofía Griega», que es el primer y el único esfuerzo de estudio sistemático y crítico de la filosofía clásica griega. Se han hecho antologías, pero no un estudio analítico como este del intelectual Morla.

Este maravilloso ser humano, tiene una dilatada carrera académica que le ha llevado desde ser director de la Escuela de Filosofía hasta decano y director de la Oficina de Personal Académico. Asimismo, cuenta con una larga trayectoria sindicalista. Pasó por todos los estamentos de la vida universitaria: monitor, ayudante de profesor y profesor en distintas categorías. Es una gran oportunidad para nosotros, ya que es testimonio viviente del quehacer filosófico dominicano de los últimos 40 años.

Silverio ha querido realizar esta entrevista precisamente en el espacio de trabajo del profesor Morla, porque, de alguna manera, el lugar habla de su dedicación y entrega. Busca no sólo conocer su vida y carrera intelectual y académica, sino también el ambiente en el que se ha producido su obra, que es de gran significado para la Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Rescatar esa memoria histórica que anida en la esencia de este hombre singular es lo que precisa Silverio mediante esta entrevista y las otras que ha estado realizando a través del Archivo de la Voz.

Así que, muchísimas gracias, profesor Morla.

Dr. Rafael Morla

Buenas tardes. Les agradezco a ustedes que hayan venido y me hayan visitado, no solamente en mi rincón de trabajo intelectual, la biblioteca, sino en mi casa. Siempre estamos a la orden. Me siento muy honrado. Robina Bet es la única persona que ha tenido el privilegio de visitarme para esta entrevista, dentro del programa que lleva a cabo la escuela en relación con el «Archivo de la Voz».

Estamos a la orden para cualquier pregunta que deseen hacerme. Esta biblioteca encierra mi formación y trayectoria a través de las obras que poseo. Los primeros libros que adquirí están directamente vinculados con la tradición marxista. Vengo de ahí porque, en primer lugar, me uní al movimiento práctico antes de cualquier preocupación teórica. Cuando me pregunto cómo me hice revolución no pienso en el primer libro que leí, sino en mi primera acción práctica.

Un día, pasaron unos dirigentes del FEFLAS por el aula y arengaron a los estudiantes. Estando en octavo curso, me levanté y me marché con ellos, atravesando todo el liceo. Recuerdo a un profesor un tanto arbitrario con quien estudiaba en ese momento. Después de ese recorrido, volví al aula algo avergonzado, pero la acción ya estaba hecha. Esa fue mi primera experiencia política práctica. Con el tiempo, realicé otras acciones, como liderar un grupo para sacar a un profesor medio dictador. Tomé conciencia del poder que tiene una comunidad organizada.

Mis nóveles contactos con la filosofía fueron leyendo un manual de marxismo de la Academia de Ciencias de la URSS durante la época de Balaguer. Tenía unos 16 años. Pasaba horas y horas hurgando en la filosofía en un pequeño cuarto del club.

Luego, descubrí a Afanasiev y Nikitín en el ámbito económico; más un texto de George Poliser, intelectual de una escuela de educación obrera en Francia. Cuando acudí a las clases, ya había leído muchos de los autores que los profesores utilizaban en el aula. Esto me proporcionó una cierta disciplina y una conciencia social. Como he mencionado en otras ocasiones, llegué a la filosofía desde la política. Inicialmente, aspiré a ser un cuadro político dedicado enteramente a la revolución, pero más tarde me dediqué a la vida académica. He sido profesor y monitor, como mencionó Arvelo. Fui monitor desde 1985, ingresé en agosto de ese año. Posteriormente, en 1987, me convertí en profesor ayudante y, en 1988, mediante un concurso de oposición, ingresé como profesor con mi propia asignatura. A lo largo de los años, ascendí en las categorías profesionales, y cuando me jubilé, ya era titular.

Mi primera obra, o mi primer ejercicio público de la razón, como diría el viejo Kant, la publiqué en 1995. Se presentó en el paraninfo de la Facultad de Humanidades. El segundo, «Filosofía para pensar», en 2001. Posteriormente, en ese mismo año, «Modernidad y valores». También, tres libros más: «La ilustración en Hispanoamérica», «La ilustración en Santo Domingo» (que considero mi obra fundamental) y «Las raíces del pensamiento occidental». Este último surgió de un capítulo extenso que inicialmente formaba parte de «Filosofía para pensar», pero decidí publicarlo por separado. Es el resultado de mi año sabático en 2002, durante el cual realicé cursos doctorales.

He visto la importancia de la preparación constante. Siempre he pensado no sólo en mí, sino en un conjunto de personas, en función de un proyecto. Me formé en la militancia de izquierda para actuar como hombre colectivo. De hecho, tengo dificultades para accionar de manera individual, lo que puede parecer difícil de comprender en una época dominada por el individualismo. No me siento atraído por las propuestas personales, pero si se trata de asociarse, ahí estoy de lleno. A lo largo de mi vida, he asumido varios proyectos: el político de izquierda, el académico y el de la filosofía. De todos, es la filosofía la que me mantiene vivo y con propósito. Los otros dos se han extinguido. En relación al segundo, puedo decir que me jubilé de la UASD, pero no de la filosofía; sigo activo en ella. Actualmente, junto con algunos compañeros a los que he mencionado en mis escritos, estamos trabajando en un libro titulado «Filosofía sin Sombrero». Esta obra pretende ser un homenaje a los grandes pensadores de la humanidad que han argumentado no sólo sobre la filosofía del universo, sino también sobre el universo mismo, la sociedad y el pensamiento en sí.

En este momento, me siento pleno e incansable. Mi tesis es que un ser humano se agota cuando pierde su proyecto vital. Mientras este esté vigente, el individuo estará orientado hacia la vida, luchando por un mundo y una realidad en permanente cambios, como una imagen en el horizonte.

Si me preguntara qué me motivó a filosofar o a elegir la filosofía, diría que desde joven he mostrado una ardua preocupación por el conocimiento. Esa inquietud ha estado continuamente presente en mí. Desde temprana edad, alrededor de los 13 años, me informaba escuchando la radio. Esta exposición temprana a la información fortaleció mi sensibilidad social. No obstante, estoy convencido de que mi inclinación hacia la filosofía radica en un deseo vehemente de conocer sin límites. La filosofía permite entender el mundo, la realidad y conectar distintos saberes. Mi pasión ha seguido la línea de la filosofía clásica. No suelo dejarme apantallar por las modas filosóficas, pero soy consciente de ellas.

Aunque tengo la perspectiva y la intención de, en su momento, analizar la realidad concreta a partir de la reflexión filosófica, ahora estoy enfocado en hacer una revisión por todo lo relacionado con el pensamiento occidental. Con ese background, busco entender no sólo la geopolítica del complejo mundo actual, sino también comprender el discurso que hemos elaborado como sociedad dominicana. Mis objetivos son abordar el ser y el pensamiento dominicano, así como el pensamiento latinoamericano, como parte del esfuerzo de emancipación y liberación de nuestros pueblos de las cadenas de esclavitud. Esas cadenas, al igual que la esclavitud y la minoría de edad, permanecen gravitando.

Para mí, el programa ilustrado sigue siendo inconcluso mientras existan personas que rindan pleitesía a la ignorancia, a la inconsciencia, a la falta de comprensión y al no ejercicio de sus derechos como ciudadanos. Siempre habrá espacio en esa sociedad para la Ilustración. En mi opinión, la Ilustración es un acto inacabado. Comencemos analizando el espíritu crítico del programa ilustrado, sigamos con el uso libre de la razón y terminemos con la liberación del ser humano de prejuicios y ataduras que le impiden su realización. En este panorama, la pregunta «¿Qué es ilustración?», que hizo Kant en 1794, es una interrogante que podemos hacernos también en el presente. Desde ese punto de vista, he sido una persona dedicada a la actividad intelectual. Ahora, estoy tratando de superar lo que denomino la fase doctoral, la cual concluyó con la publicación de dos libros que ya mencioné: «La Ilustración en Santo Domingo» y «La Ilustración en Hispanoamérica». Ya pretendo superarme aún más, para producir un pensamiento acorde con la época y las circunstancias críticas en las que vivimos.

Dr. Alejandro Arvelo

Quisiera preguntarle si, aparte de esa militancia, hubo alguna circunstancia, algún profesor de primaria o bachillerato, o algún hecho en su niñez que le impulsara a decidirse por la filosofía. Surge la duda de cómo un muchacho proveniente de un municipio del interior prefiere estudiar filosofía. ¿Cuándo aparece esa vocación, esa necesidad de saber y conocer?

Dr. Rafael Morla

Me acerqué a la filosofía de dos maneras: primero, por la política y, segundo, porque estudié ciencia política. Fui transferido de ciencia política a filosofía debido a una crisis en mi partido, que me obligó a dejar la universidad. Me mandaron de regreso a Bayaguana y, tras abandonar mi primer semestre y retirar el segundo, me dediqué a las labores políticas.

Al retornar, no continué con la política, sino que me dirigí hacia la filosofía. Siempre tuve el interés de conocer más allá del ámbito de cualquier carrera, y en la filosofía veía esa posibilidad. Había leído que la filosofía es una ciencia que estudia las leyes generales del universo, la sociedad y el pensamiento. Se puede discutir si es así, pero ya tenía esa teoría en la cabeza. Eso me brindaba una noción, aunque discutible, holística. No me ponía límites en el sentido de conocer, buscar y comprender. Creo que esa fue la motivación inicial.

Me llega a la memoria un compañero, Cabo, que me preguntó: «¿Por qué no estudias filosofía?» Escuché sobre esto en el bachillerato. Eso fue después de que abandoné un semestre y me fui a Bayaguana. Al regresar, tras concluir mi trabajo político, decidí retomar mis estudios. No en política, sino en filosofía. La directora en ese momento era Lusitania. Ella firmó mi transferencia. También, estaba el profesor Martí.

En aquel entonces, a veces dudaba respecto a lo que quería. Tuve que ser fuerte conmigo mismo para terminar la carrera. Fui fortaleciendo mi decisión gracias a la calidad de los profesores que encontré en el camino. A pesar de estudiar en condiciones precarias y enfrentar desafíos como todos los del interior, me mantuve firme. Conocí compañeros, nos apoyamos mutuamente y comencé a leer más filosofía, lo que solidificó mi preferencia.

Bueno, con el tiempo, fui cultivando unos afanes filosóficos. Sin embargo, no desde el inicio, sino en el transcurso de la cotidianidad universitaria. La vocación por la filosofía no me nació enseguida; la escuela me la infundió. En ese entonces, había muchos debates y confrontaciones de ideas. Aunque en ocasiones se mezclaban con cuestiones personales, en la escuela había corrientes de pensamientos enfrentadas. Al principio, por razones políticas, me movía hacia aquellos que tildaban de conservadores. Sin embargo, más adelante, me alineé con los que entendí proponían avances en la filosofía.

También, preguntabas por nuestros referentes. Para mí, Avelino fue uno de ellos, al igual que Moreta, Vanna Ianni y otros que, a pesar de que provenían de diferentes escuelas, eran figuras a seguir.

Andrés Avelino, de nuestra escuela, y el hermano Francisco Avelino, fueron influencias obligatorias para mí. No era de la ciencia, sino de política. Me gustaba su discurso. De hecho, cuando trabajé sobre la Ilustración, es uno de los aportes en mi tesis doctoral. Entonces, podría decir que no llevé una vocación filosófica en sí. Lo que tenía era una pasión política y me metí en la filosofía. En la escuela, fui definiendo mis intereses y me dediqué a eso al extremo de que nunca quise estudiar otra cosa. Varios conocidos fueron a otras carreras, pero yo dije que me consagraría a la filosofía. Esto me permitió hacer, además de la licenciatura, una especialidad, una maestría y un doctorado como parte de ese esfuerzo de cualificación. He repetido hasta el cansancio que la escuela debe ser una verdadera escuela de filosofía y, cuando se habla del departamento, lo que posteriormente llamábamos escuela, tiene que ver con que ese núcleo de profesores no sólo imparte asignaturas, sino que realmente está formado por académicos que hacen filosofía. Esa es la misión de la escuela. Una vez hubo una discusión con relación a cómo nos vendíamos. Yo creo que, si nos ofertamos como filósofos y defendemos nuestro trabajo preparándonos cada vez más, la sociedad entenderá que estamos cumpliendo con nuestra misión. Esa fue la tarea que nos dimos cuando hicimos el primer congreso de filosofía en 1999: definir la vocación del filósofo y desarrollar eso. El congreso nos ayudó a darnos conciencia de lo que habíamos sido y de lo que éramos en ese momento, y abrir hacia adelante un camino al porvenir. Si evaluamos hoy, vemos que la visión estaba bastante clara. Cuando leo las conclusiones del congreso, me doy cuenta de que trazamos una serie de metas que se cumplieron. Ese congreso estuvo en manos de licenciados. Si tú vas a la escuela, ya no creo que haya gente que no sean maestros, y está llena de doctores. Se han publicado muchas obras, la escuela ha crecido y se ha cualificado. Eso es lo que hay que seguir desarrollando: el pensamiento y el proyecto filosófico.

A la pregunta de si hay una filosofía dominicana, se le responde trabajando, como diría Marx, en la tesis real. La pregunta de si hay un pensamiento dominicano no es un problema teórico, es práctico. En la práctica, en la producción, tenemos que demostrar que hay filosofía porque no hay otro rumbo. Sería importante recordar a Luis Ucer y su Revolución teórica cuando hablaba de la teoría como práctica. Aquí, el hacer del filósofo es escribir, pensar y enseñar. No hay nada más.

Dr. Alejandro Arvelo

Es una información relevante para la historia de la escuela. Esa afirmación que usted hace, profesor, de que realmente no trajo la filosofía a la carrera, sino que la filosofía lo eligió. La carrera de filosofía puede ayudarnos a ser seres pensantes, buenos ciudadanos, mejores personas. Su experiencia particular, como estudiante, formador de generaciones y director de la escuela, es valiosa.

Dr. Rafael Morla

Humildemente entiendo que hemos estado pensando, conceptualizando y escribiendo. Por ejemplo, nunca me desvinculé, en ningún momento, de los tres proyectos que mencioné: ni del pensamiento, ni de la escritura, ni del uso público de la razón. Permanentemente, escribía sobre lo que iba a hacer, elaboraba mis propios programas y presentaba mis propuestas. Cuando pensaba en la universidad, también pensaba en el país, y a veces me adentraba en análisis de geopolítica. Mediante la escuela, no nos convertimos en pensadores, ya éramos pensadores. Al entrar a la escuela de filosofía, nos formamos como pensadores de la mano de nuestros profesores.

Mucha gente subestimó a Avelino, pero era un maestro excepcional. Con él, aprendí lógica y método. Leí toda su obra, y lo convencí para que publicara un libro antes de su fallecimiento. Presenté públicamente su lógica en dos volúmenes. Me formé con esa lógica y me complació ver que, a diferencia de los modernos fundadores de la modernidad filosófica, tanto en la razón empírica como en la racionalidad occidental, quienes rechazaron la lógica aristotélica, él la recuperó.

Aristóteles formuló claramente, por primera vez en la metafísica, el principio de contradicción, que es fundamental en la ley lógica. Este principio está en toda la obra kantiana y también en la contemporaneidad se ha recuperado la lógica formal.

Dr. Alejandro Arvelo

Morla, mencionó que en Avelino encontró una guía luminosa. Pero, además de él, ¿hubo otros maestros en la escuela de filosofía que dejaron huellas en usted, como pensador, académico, escritor y productor de ideas?

Dr. Rafael Morla

Sí, dije que, además de Francisco Avelino, el profesor Moreta me ayudó a definir la argumentación sobre el pensamiento dominicano. Mi selección de tema para la tesis sobre la relación dominico-haitiana estuvo marcada por ese ambiente. Mi primera investigación, una tesis de licenciatura de 150 páginas, tenía una metodología marxista pura. Al leerla, veo lo metido que está el marxismo. Es similar a algunas ideas en «Filosofía para iniciar», que están muy dirigidas por Marx. Mi primer estudio estuvo guiado por los líderes de la escuela en ese momento, principalmente Moreta. Formé parte de su movimiento político, pero lo veía más como sociólogo. Realizó trabajos de campo y asoció su formación sociológica con observaciones sobre el pensamiento dominicano.

Después de agotar pensamientos, decidí dedicarme de manera autodidacta. Estaba consciente de que estaba emprendiendo una especie de maestría por cuenta propia, algo poco común, ya que pocas personas lo hacen. Mi plan consistió en revisar y leer los textos principales de la historia dominicana. Fue en ese proceso que me encontré con los documentos de Moreta y comencé a estudiar la historia dominicana en sus fuentes originales. Descubrí temprano que, para hacer un aporte real en el campo de la historia, no podemos basarnos en obras de tercera o incluso segunda mano; es esencial ir a los textos directos. Tanto en mi tesis de licenciatura como en la doctoral, cité varios documentos de la historia dominicana en sus versiones originales. Moreta ejerció una influencia significativa en mí, especialmente sobre el pensamiento tradicional dominicano. A él le debo esa inspiración. Aunque en ese momento estaba en el ámbito de la ortodoxia, me movía en una dialéctica entre ortodoxia y heterodoxia. Desde la heterodoxia, se nos animaba a la libertad de ideas, a alejarnos del pensamiento único y a no depender exclusivamente de los manuales, sino a adentrarnos en las publicaciones originales. Una obra que la doctora Barna lanzó en la década de los 80: «Marxismo y No Marxismo», nos introdujo a otras corrientes intelectuales que aún no habíamos explorado. Ese libro me permitió conocer otras teorías y filósofos. Creo que me ayudó a superar el «manualismo», que estuvo vigente al comienzo de mi formación. El manualismo no es una maldición, sino más bien una etapa. El manual tiene su función, el problema radica en quedarse estancado en él. Si te sirve para avanzar un kilómetro y luego te desprendes para seguir adelante, no hay problema.

Hubo una época de mi militancia política, pero luego encontré en la escuela de filosofía una gran oportunidad. El mérito histórico de la escuela soviética y del manualismo es haber fundado la escuela de filosofía. Esa tradición ortodoxa, ligada al manualismo soviético, en particular el PSP, es la que fundó la escuela de filosofía. Si en algún momento esa escuela fue guiada por una filosofía, fue por la del materialismo dialéctico histórico. La filosofía del movimiento renovador fue representada por el materialismo dialéctico histórico y personificada por la eminencia de Andrés Avelino, una pieza clave del movimiento renovador.

Avelino fue el decano de Humanidades y, en ese entonces, el manualismo soviético tenía una gran demanda en el campus universitario. La escuela del PSP merece el mérito que mencioné; y un segundo reconocimiento, radica en la persona de él, quien fue su primer director y también generó un manual de introducción a la filosofía. Aunque intelectualmente muchos de nosotros lo hemos superado, como acto de escritura no se ha podido, porque nadie ha logrado algo que lo sobrepase. Han existido unas que otras producciones, pero no ha surgido nada de nuestra elaboración que exceda lo que él hizo.

En la actualidad, nos dirigimos directamente a las fuentes: hacemos leer los clásicos y los comentamos. No está claro si existe la necesidad de escribir un nuevo manual, pero en ese entonces predominaba la idea de que, si ya existía ese, las nuevas generaciones deberían haber escrito algo mucho mejor. No obstante, no, no fue así. Hubo un intento de hacerlo; varios profesores, entre los cuales estaban Miguel Sae Moreta y Lusitania, produjeron dos borradores que eran como dos capítulos, pero no continuaron la labor. Ese es un producto de esa escuela que tanto quisimos hasta igualar.

Dr. Alejandro Arvelo

Pasando de los maestros cercanos, para usar la imagen de Sócrates a propósito de los acusadores antiguos y los acusadores presentes de nuevo cuño, y yendo de los maestros presentes a los antiguos, en ese discurso de la carrera de filosofía, hubo algunas escuelas y filósofos que guiaron, de manera especial, su preparación. Aprovecho, igual, para preguntar por estos libros que están sobre la mesa, profesor Morla, ¿se han colocado ahí por alguna razón en particular? ¿O guardan relación con los filósofos que marcaron su andar como pensador y académico?

Dr. Rafael Morla

Esos son los últimos libros que he adquirido y están relacionados con una investigación que estoy culminando. Ya mencioné que tengo a Hegel y a Marx; también está el texto de Comte, con el que quiero concluir. Lo encargué desde España. Todo esto forma parte de la compilación de «La filosofía sin sombrero» que estoy escribiendo. Aún me falta abordar a Hegel y Comte. Posteriormente, revisaré si omití otro filósofo de importancia. Cronológicamente, sé que hay dos o tres más, pero seleccioné unos cuantos de los que he trabajado. Otros surgieron entre líneas, como Espinosa, quien captó mi atención a partir de una anécdota en la que se menciona que un alumno le preguntó a Albert Einstein si creía en Dios, y él respondió: «Creo en el Dios de Espinosa». Esto me motivó a investigar cómo era el Dios de Espinosa, lo que resultó en un desarrollo de 15 páginas sobre el tema.

Ahora, estoy leyendo sobre filosofía contemporánea, me he convencido aún más de la importancia de incluir a San Agustín y a Santo Tomás. Es sorprendente cómo Santo Tomás tiene un notable sitial en la filosofía contemporánea, influenciando a pensadores y siendo referente para la escuela atomista. Dado que mi objetivo es que este primer libro sirva como base sólida para la filosofía contemporánea, considero necesario escribir al menos 10 páginas sobre Santo Tomás y un número similar sobre San Agustín. Ya me encuentro analizando sobre si el «cogito» cartesiano pertenece realmente a Descartes o a San Agustín.

Mi labor radica en evidenciar conexiones. Investigo la historia porque entiendo que ayuda a comprender a un pensador y su obra, pero mi tarea es establecer las relaciones entre los diferentes filósofos. Además, estudiar el idealismo que pueda existir en la obra de Hegel, siento una enorme simpatía hacia ella. No comparto la idea hegeliana de que cada filosofía que poseemos en un momento dado es, de alguna forma, la continuidad de toda la tradición filosófica previa. Hay una historia detrás, y cada día me convenzo más de que es difícil, casi imposible, hacer una reflexión en filosofía que valga la pena, dejando al margen todo lo que la tradición ha aportado desde Tales de Mileto hasta aquí. Uno de los ejemplos más claros lo he aprendido de Kant, un pensador que, hasta ahora, es el que más se ha nutrido de la tradición. Tomaba lo que necesitaba de cada quien y luego ejercía su crítica. Al finalizar, se despedía y seguía adelante, sin remordimientos. Esto nos muestra cómo debemos construir la filosofía acá. No tendremos una verdadera filosofía hasta que comprendamos que no debemos limitarnos a elogiar. Hay que leer y criticar. No habrá una filosofía sólida, digna del nombre de «pensamiento dominicano», hecho aquí y con alcance universal, hasta que no hagamos la crítica de lo que vamos creando. Nadie debería sentirse molesto por ser criticado. Si alguien se declara ofendido por las críticas, no debería escribir ni hacer público su discurso. Si se molesta, no está contribuyendo al levantamiento del pensamiento dominicano.

Hace tiempo, me convencí, escribiendo sobre las raíces del pensamiento occidental, que sin la Ilustración Sofística no habría existido la filosofía de Ateneo. ¿Por qué? Porque realmente los sofistas son los que liberan al espíritu griego del dogmatismo, del simple acto de creer que el pensamiento denota una única realidad, y lo llevan hacia el pensamiento crítico. Sin embargo, Platón, en obras como «Gorgias», «Protágoras» y «Teeteto», parece enfrentarse a los sofistas. La visión predominante sobre la Ilustración Sofística es la platónica, pero no es la única. Platón, al encarar a los sofistas, muestra el impacto que la Ilustración Sofística tuvo sobre él. Asume la crítica, pero la ve como una negatividad, sin reconocer el lado positivo que esta corriente tuvo en su propio trabajo. Su maestro también bebió de esa sabiduría, y Platón mismo reconoce que fue discípulo de Pródico y de Crátilo. Cuando todo parece en orden, surge alguien que cuestiona la realidad, afirmando que si algo existiera, no podría pensarse y, si pudiera pensarse, no podría explicarse o comprenderse. Ante esto, todos deben afinar sus categorías y demostrar su capacidad al responder a esa provocación.

La sofística revuelve todo. La tradición socrático-platónica tiene sus virtudes y también sus falencias. Por ejemplo, se centra en el absoluto. Pero son los sofistas quienes abren brechas para la pluralidad y la diversidad, aprendiendo esta dimensión abarcadora de la existencia en su condición de filósofos itinerantes.

Es obligatorio considerar un dato en particular, pues resulta sorprendente que numerosas personas no comprendan que, el día en que asuman que la patria inicia en la frontera, en el límite, deberán modificar su actitud inmediatamente. Desde Santo Domingo, se puede idealizar que la patria reside exclusivamente en la ciudad, pero invito a establecerse en la frontera para estructurar la conciencia nacional en relación con Haití. Allí se podrá discernir entre verdad y falsedad.

Dr. Alejandro Arvelo

Este tema conecta, profesor, con la sofística, en particular, con la teoría del «homo mensura» de Protágoras. Esta teoría sostiene que el hombre es la medida de todas las cosas, de aquellas que existen y de las que no. Aunque algunos perciben un mero relativismo en esta idea, la realidad es que el ser humano se ha convertido en el administrador del universo, en una suerte de dios que decide el trato hacia animales y plantas, poniéndolos a su servicio.

Dr. Rafael Morla

El único pensador que, hasta donde conozco, ha desafiado esta perspectiva en la cultura occidental es Espinosa. Él sostiene que ni las plantas ni otros seres fueron creados particularmente para el hombre. Espinosa es fascinante; eligió vivir conforme a sus convicciones, sorteando adversidades como el hambre.

Curiosamente, a pesar de ser abiertamente teísta, se le acusó de ateo, una acusación que parece ser una constante en la historia de la filosofía. No olvidemos que Sócrates también fue acusado de ateísmo. A menudo, quienes lanzan estas críticas son los administradores de la fe. En nuestra sociedad, es posible que alguien sea etiquetado como ateo y enfrentar manifestaciones en su contra, especialmente de ciertos estamentos religiosos.

Adicionalmente, es interesante destacar cómo la religión católica ha evolucionado, incorporando elementos politeístas. Aunque tiene un Dios central, también venera a una diversidad de santos. Esto es común en un sin número de países hispanoamericanos, donde las figuras religiosas locales tienen un alto significado. En cambio, otras religiones, como el islam, mantienen un enfoque más estrictamente monoteísta.

Finalmente, en relación con la cuestión religiosa, veo que hay individuos que armonizan su filosofía personal con su religiosidad. Hay personas que no abandonan sus creencias, como Bochenski o Juan Pablo. En mi caso, no me considero un filósofo de la religión, sino un filósofo del libre pensamiento y la libertad desde la razón. Trato de defender un pensamiento independiente del espíritu religioso. Sin embargo, reconozco y respeto el derecho que tiene cada ciudadano a profesar la creencia que desee. Defiendo la libertad de culto y de pensamiento, así como el derecho de alguien a ser ateo.

Como filósofos, debemos generar un pensamiento centrado en lo humano. Cuando se introduce la reflexión filosófica en el campo religioso, se corre el riesgo de desplazar a la filosofía hacia un terreno que no le corresponde. No es tarea de la filosofía cuestionar la existencia de Dios. Estos son problemas antinómicos que no se pueden resolver definitivamente. Hay personalidades históricas que, siendo filósofos, también eran teólogos, y a veces es difícil distinguir en qué faceta se encontraban. En mis trabajos, me propongo construir un pensamiento filosófico libre de cualquier creencia en seres sobrenaturales y basarlo en lo humano. Mi convicción es el bienestar de la humanidad, no la salvación de deidades. Desde mi perspectiva marxista, valoro las tesis de Marx en «La ideología alemana». Estoy convencido de que las formas de conciencia social tienen su historia, pero no están desligadas de las condiciones materiales de existencia. Al nacer, el ser humano se encuentra con cuestiones materiales y espirituales, dos realidades que coexisten. En lo filosófico, nos enfrentamos a una abundante tradición que se remonta a los griegos, y esta historia es una verdadera guía de conocimiento. Lo mismo ocurre en el mundo de la fe y las creencias.

Cuando naces, ya te encuentras inmerso en un plano religioso; no lo inventaste tú mismo. Ese mundo de fe y creencia ya está ahí, así como también lo está el de las ideas. Por lo tanto, debes enfrentarte a ello considerando que están por igual e interactúan contigo. La humanidad no debe luchar contra molinos de viento. Basar la filosofía en creencias o simplemente en ideas antiguas no constituye un sendero sólido que oriente el momento actual. La religión siempre estará entre nosotros. La filosofía y la religión, de una u otra forma, han mantenido un diálogo continuo. En ocasiones, este diálogo ha derivado en conflictos, ya que hay una larga historia de inquisiciones y persecuciones hacia los librepensadores, no sólo por parte de la iglesia Católica. El pensamiento y la cultura de la humanidad se desarrollaron en diferentes tiempos, enfrentándose a las autoridades religiosas que se oponían al libre pensamiento. No todos son como San Agustín o Santo Tomás, teólogos que también tuvieron momentos de lucidez filosófica. Entonces, la filosofía no predica el ateísmo, sino que apuesta a que cada individuo tenga conciencia de su misión y papel. Como pensador, no actúo desde la fe y la creencia, sino desde lo racional, intentando establecer una dialéctica entre una realidad empírica y un mundo de pensamiento.

En torno al ser y al acto filosófico, y esa relación entre esferas, siendo forjador de generaciones de estudiantes de filosofía, me preguntas cómo visualizo una clase de filosofía. A mi juicio, la manera correcta de dar un curso de filosofía es a través del diálogo. Mi método es socrático en ese aspecto. Aunque he repetido que provengo de la tradición marxista, no adoctrino en ello porque no soy doctrinario. En el aula, trato de exponer el método con el que presento el espíritu del libro y el pensador en cuestión. Trabajo con diversos filósofos, siguiendo sus ideas y explicándolas para que los jóvenes comprendan el sentir de cada uno. Mi aspiración es que el estudiante aprecie la esencia del pensador. Si muestro mi punto de vista, es mediante este.

Cuando analizamos a varios filósofos, surge la pregunta: ¿qué diferencia hay entre lo que piensa Sócrates y lo que piensa Platón? Es decir, ¿en qué coinciden? Pero ya hay unas líneas de continuidad. ¿En qué coinciden Sócrates y Platón y en qué no? Es el tercer momento. Es como tesis, antítesis y síntesis. Ese es el proceso dialéctico. No estamos haciendo nada nuevo, es el espíritu socrático-platónico que mostramos. Luego, ese ejercicio se realiza también con Platón y Aristóteles. ¿Cuál es la crítica de Aristóteles a Platón? ¿Cuáles son las ideas de Platón? ¿Cuáles son las observaciones y reparos? Esa es la verdadera enseñanza en filosofía, pero en filosofía se necesita mucha erudición. Porque eso te ayuda a saber qué postula cada cual, qué dice Sócrates; y cuando se tienen varios autores, saber en qué difieren y en qué se asemejan. Esta es la coincidencia, aquí es donde están de acuerdo y acá se separan. Luego, presento mi aparato crítico sobre eso y lo defiendo. Es ahí donde se puede encender la luz para el alumno y hasta para mí. Eso que hago es para mostrarte la trayectoria del pensamiento occidental, que resulta un encuentro permanente entre maestros y discípulos, entre filósofos que convergen. En ese diálogo, tienen puntos de coincidencia y puntos en los que no coinciden. Luego, sobre eso que comprendes, ¿cuál es tu planteamiento? Quien hizo esto último es el que nos mostró que tenía una filosofía. Porque si solo plantea lo que dijo Sócrates y la contradicción que existe entre un pensador y otro, no estás ahí. ¿Dónde estás tú? Apareces en el tercer momento, así lo explica el profesor.

Dr. Alejandro Arvelo

A propósito, no hemos hablado de su gestión al frente de la escuela de filosofía. Fue director del departamento desde 1996 hasta 1999 y de 1999 hasta 2002. ¿Qué recuerda de esos días? ¿Cuáles estima que fueron sus logros? El profesor Silverio ha subrayado en más de una ocasión que su entrada a la escuela marcó un punto de inflexión. Al llegar usted, hubo un cambio, eso es sabido de manera casi universal.

Dr. Rafael Morla

En cuanto a la pregunta de qué recuerdo, recuerdo todo. Estamos jóvenes y lúcidos. Tengo dos gestiones. ¿Se podrían caracterizar juntas o tienen naturalezas distintas cada una? En realidad, el trabajo se hizo en la primera gestión, la segunda, fue el afianzamiento de ese trabajo. Los puntos luminosos estuvieron todos en la primera, la segunda, fue la reafirmación de eso. Porque si después es fácil que todo se destruya, es porque no se echaron verdaderas raíces. Todo echa raíces con el tiempo. A veces se nos pasa por alto por qué nos cuesta tanto sacudirnos del manto de las dictaduras que duran 30 años. Este país está lidiando con Trujillo, México con Porfirio Díaz y probablemente Venezuela con un tal Rosa. Pero esas dictaduras no duraron cinco años, duraron 30, 25. Pasan generaciones y dejan heridas graves.

Las sociedades experimentan constantes renovaciones y cambios, sin embargo, la base espiritual, que es el medio por el cual controlan al hombre, se mantiene intacta. Estos países de Hispanoamérica subyugan por medio de la fe y la creencia, no por sus ideas. Como filósofos, debemos meditar sobre esto. Y cuando no pueden encerrarnos con la fe, recurren a todos los vicios del mundo. Si aún así no pueden, nos desacreditan para destruir nuestra moral. Como decía Bolívar, él lo tenía muy claro.

Cuando entré al cargo de director de filosofía, no tenía plena conciencia de la labor que podría llevar a cabo. Es como hacer camino al andar. A pesar de que presenté un programa, siempre he tratado de ser coherente entre lo que prometo y lo que hago posteriormente. Cuando estás en el puesto, te enfrentas a distintas realidades. Tenía planes que eran principalmente de carácter cualificador. Traté de predicar con el ejemplo. Si defendía que era bueno que todos fueran maestros, yo también perseguía ese ideal.

Lo primero que me propuse fue la cualificación. Después, evalué cuáles eran los pendientes en la historia de la escuela. Es importante, cuando asumes un puesto, identificar qué proyectos anteriores quedaron inconclusos. Entre esos pendientes estaban el lanzamiento de una revista y la realización de un congreso filosófico.

Estoy seguro que ningún director en la Escuela de Filosofía ha contado con el equipo con el que yo contaba. Teníamos tres coordinadores que eran extraordinarios. Además, estaban Alejandro Arvelo y Tomás Nova, entre otros. Teníamos, también, un grupo de jóvenes que se integraban con mucho aplomo, como Ramón y Edison. Mi objetivo era implementar una política de puertas abiertas, donde los profesores visitaran la escuela y surgieran propuestas de esas visitas.

Más allá de los desafíos, trabajamos conjuntamente para realizar el congreso. Encontramos un entusiasta en el Centro de Cultura que se fascinó con el evento, y comenzamos a marchar en ello. Entiendo que el primer congreso de filosofía, por ser el inaugural, podría reivindicarse como la obra cumbre de esos seis años. El primer congreso dominicano de filosofía marcó un hito, no porque lo planeáramos así, sino por el impacto que tuvo a posteriori. No reparamos en su magnitud al organizarlo, pero creó un antes y un después en la historia de la escuela y en la percepción de la filosofía dominicana ante la sociedad. Después de ese congreso, el ambiente académico e intelectual comenzó a reconocer la existencia de filósofos en el país.

Al visitar a Leonel Fernández, quien es el único presidente que nos ha recibido con motivo de una actividad de esta envergadura, comentó que encuentros de esta naturaleza son beneficiosos. Fernández expresó su sorpresa al conocer un equipo dedicado a la filosofía, y fue él quien tomó la iniciativa de llamarnos, sin que le solicitáramos una audiencia. Esta relación con el gobierno siguió con otros líderes como Danilo. Es bueno diferenciar al Leonel del primer periodo al del segundo; eran dos personas distintas. El del primero, tenía un perfil académico y aspiraba a ofrecer lo mejor de sí en su gobierno, el cual defino como aceptable.

Este primer periodo coincidió con mi primera gestión, que personalmente asumo como exitosa. Estuvo activada por la participación solidaria de compañeros de nuestra generación de los 80, quienes al final entendieron que era suya y se comprometieron arduamente. Al principio, algunos, como Arvelo, creyeron que sería una transición.

Pero, con humildad, siento que maduré en el cargo. Aprendí y me adapté, pues no todo estaba claro desde el inicio. Aquel congreso fue significativo. También, la revista desempeñó una tarea excepcional. La semana filosófica fue otro evento relevante. Además de la difusión de los cursos de ética en todo el país, que fue un punto innovador de la escuela. Vinculamos esto con la propia revista, ya que se convirtió en un medio para visibilizar nuestras investigaciones. A través de ella, nos organizamos y conectamos con la comunidad, mostrando nuestro pensamiento y forma de actuar. Luego, en el segundo, nos dedicamos a fortalecer todo lo que habíamos comenzado en el primero.

Aquel muchacho tan carismático de Venezuela resaltaba esa integración que ya no se ve. Esa cohesión que no ha vuelto a surgir. Nova, visionario como siempre, vio en el voluntariado la clave del éxito. Eso explica por qué ocurrió en ese momento y no en otros. La universidad parece avanzar hacia el deterioro de sus valores, del espíritu de entrega. Se percibe una crisis de servicio, de organización. En esa época, todos éramos relativamente jóvenes. Vivíamos con el empeño de hacer las cosas bien, de aportar. Yo existía para el departamento. Llegué a la escuela antes de los 39 años y fue ahí donde comencé a tener canas, pues el tiempo pasaba.

Mi tesis es que nadie alcanza transformaciones por sí solo. Ocurren con una buena dirección y una fuerte voluntad. No puedes simplemente inventar una revolución; una sociedad no se mueve porque alguien lo desee. Lo crucial es la capacidad de entender el momento y ver todo en conjunto para realizar esos cambios. Lo peor que puede hacer un líder es no aprovechar esas posibilidades. Cuando aspiras a algo, realmente no sabes si las condiciones están dadas. Es a partir de la acción y la escucha que las descubres.

Un caso, siempre tuve la idea de mejorar la escuela, tratando de hacerlo con los filósofos. Pero si los filósofos no están a la altura, entonces es un problema del filósofo, no de la idea en sí. Puede que alguien que estudió filosofía no esté a la par con quien cursó sociología. Después de todo, hay que estar claros, son personas que te leen. Moreta y Félix Gómez fueron de transición. Tratamos de cualificar la escuela; no hubo problemas, pues he defendido públicamente la tesis de que es un acto de conciencia y de comprensión. Hay que cualificar la escuela, requiere estar conformada por filósofos que deben ocuparse cada vez más de este asunto. No asumimos responsabilidad frente a nadie, se habló con cada uno para que cursara la carrera de filosofía. Así que muchos de los compañeros que estaban estudiaron; otros se graduaron y casi todos se movieron. Salvo algunos, lo fundamental es que la gente hizo el esfuerzo.

Bueno, creo que esa gestión fue de lo más importante que he hecho. Ni siquiera reivindico el Decanato, porque si hubiera sido decano cuando aspiré por primera vez, la situación hubiese sido diferente. La vida académica poseía un peso que ya no tenía seis años atrás. No es lo mismo. Cuando aspiré por primera vez estaba más joven, varios de mis colegas estaban allí y todavía existía un mínimo de altruismo, que es un elemento clave para promover cambios y lograr cosas en el día a día. No están vinculadas con recursos, sino con entrega y cooperar. En la universidad, no hay recursos y el que espere eso, nunca hará lo que tiene que hacer. Hay que construir desde la nada, y esa nada antes era el altruismo. Pero ahora, es difícil, profesores con 40 horas de clases, con una vocación deteriorada, es complicado impulsar un proyecto académico.

Respecto a la actitud del profesor Eulogio, a pesar de las dificultades, se avanza gracias a la solidaridad. No son muchos dentro de la escuela que colaboran con ese desprendimiento. Aparecerán un par de amigos como Dustin y algunos otros. A veces me han solicitado cosas y he tratado de atenderlas, porque sé lo que está en juego. Por ejemplo, no es fácil en una institución como la OAS impulsar un plan académico, hay personas que no hacen su trabajo y el trabajo ajeno molesta. Nosotros llegamos a tener problemas porque nos tornamos sospechosos ante la mirada de los perezosos. Desafiando esos obstáculos, realizamos el trabajo, recorrimos el país entero ofreciendo cursos de ética. Esa es una labor de integridad. Si hubiésemos buscado dinero, nos hubiésemos dedicado a otra cosa.

Dr. Alejandro Arvelo

Conversar con el profesor Morla es enriquecedor. Es el segundo encuentro con el estimado Silverio para este Archivo de la Voz. Siempre son conversaciones llenas de riqueza.

A medida que llegamos al final, es preciso destacar que no se ha agotado todo lo que puede aportarnos desde su experiencia. Antes de que el profesor Silverio cierre, quiero mencionar algunas esferas para que nos dé su opinión: Filosofía y Política; Escuela de Filosofía y Facultad de Humanidades; Filosofía Dominicana.

Dr. Rafael Morla

Filosofía y Política:

La filosofía y la política son dos ámbitos diferentes, pero estrechamente relacionados. Soy producto tanto de la ideología como de la filosofía. Si entendemos la ideología como una falsa conciencia que no alcanza a ser verdadera conciencia, ya sea porque se basa en imágenes erróneas que no corresponden con la realidad, entonces, la filosofía, cuando no se practica adecuadamente, puede caer en esa categoría. Pienso en una filosofía elaborada con rigor, con el análisis correcto, reconociendo sus límites y posibilidades, y desarrollando una conceptualización. Es la única manera de no caer en la mera ideología. La ideología podría definirse como el espacio vacío de la filosofía, como un escenario que la filosofía debe evitar a toda costa. Para no convertirse en ideología, la filosofía necesita mostrar decididamente su realidad y la fuerza de su verdad, de lo contrario, corre el riesgo de degenerar y quedar atrapada en la ideología.

Escuela de Filosofía y Facultad de Humanidades:

La Escuela de Filosofía y la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) han representado para mí un horizonte, un hogar de trabajo político y académico, y el lugar donde me formé como profesional. Esta universidad ha sido mi alma máter, la institución que organizó mi vida académica y política. Allí tuve la libertad de apoyar a quienes consideraba los más adecuados para cargos como rector, decano o director. Fue un escenario de trabajo, libertad y debates. Al menos, el 90 por ciento de lo que soy, se lo debo a la UASD.

Filosofía Dominicana:

El quehacer filosófico dominicano es una realidad en construcción. Sobre esta trayectoria, hemos contribuido con diversos trabajos y publicaciones. Personalmente, he aportado seis libros y numerosos artículos. Sin embargo, es mandatorio revisar este accionar, especialmente porque la última evaluación se realizó hace más de 20 años. Es necesario replantear y pensar en las demandas del futuro.

Finalmente, en cuanto a la República Dominicana, desde la perspectiva del filósofo dominicano, la historia del país debería ser para nosotros lo que la historia de la humanidad era para la filosofía hegeliana. Si logramos colocar nuestra historia nacional en ese contexto, habremos logrado una verdadera filosofía dominicana, una que esté atenta tanto a la historia de la humanidad en Occidente como en Oriente.

Dr. Alejandro Arvelo

En nombre del profesor Silverio y en el mío propio, agradezco este vivaz diálogo en el que el pensamiento ha sido el protagonista. Como es costumbre, nuestro director pone fin, por ahora, a este memorable momento.

Dr. Rafael Morla

Gracias sinceramente a todos los presentes por esta charla y espero que sea del agrado y satisfacción de el público y de los filósofos que tengan la oportunidad de entrar en contacto con nosotros.

Eulogio Silverio

En nombre de la Escuela de Filosofía agradecer al profesor Morla por habernos recibido en su casa. Cuando llegué, mi primera impresión fue de admiración por la belleza del lugar, aunque esté apartado. Sin duda, no hay un mejor lugar para una persona de su calidad, alejado del bullicio de la ciudad y rodeado de sus libros. Un ambiente perfectamente adecuado para la labor del filósofo.

Felicidades y también agradecer a Margarita, su compañera, por la hospitalidad.

Al salir, tuve la oportunidad de cruzarme con Penélope, es digno valorar la hermosa familia que ustedes han construido.

Conocemos a Rafael S. Morla, su hijo mayor, desde pequeño, y hemos sido testigos de su crecimiento intelectual. Es un joven pensador de gran empuje y formación. Por otro lado, su hijo menor, aunque de perfil más bajo, ha demostrado una gran entrega en sus estudios, especialmente en el ámbito de la historia. Y Penélope, a quien tuve el placer de enseñar dibujo y pintura, se ha destacado en el área de multimedia.

Profesor, también quiero resaltar su invaluable labor en la Escuela de Filosofía. Recuerdo claramente su gestión y cómo, a partir de ella, se implementaron cambios sustanciales. De hecho, muchas de las medidas que usted introdujo se adoptaron posteriormente en otras escuelas de la Facultad de Humanidades.

Para finalizar, informar que con esta entrevista concluimos la primera temporada del «Archivo de la Voz». Haremos una pausa y retomaremos en enero 2024.

Asimismo, aprovechar para pedirle, públicamente, que nos acompañe en la entrevista que realizaremos al profesor Arvelo para el Archivo de la Voz, pues no la podré hacer por estar pendiente de la cámara.

Sería un honor contar con su participación.