Jesús Tellerías       ver  biografías 

Doctor Alejandro Arvelo  

Filósofo de la religión, etnólogo, filósofo de la ciencia y metodólogo, Jesús Tellerías constituye una de las piedras fundamentales y una de las columnas de esta escuela, así como uno de los formadores de la generación del 80 en el ámbito filosófico.

Egresado de la Universidad Patricio Lumumba de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se especializó en estudios históricos y etnológicos. Filósofo por definición, profesor de Filosofía de la Ciencia y Filosofía de la Tecnología, además de metodología a nivel de grado y posgrado en la universidad.

Posee un pensamiento propio y una obra, hasta ahora dispersa en ensayos y artículos publicados en revistas, que esperamos se decida a compilar.

Bienvenido, apreciado Tellerías, a este Archivo de la Voz, que es uno de los programas de la gestión del director de la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), profesor Eulogio Silverio.

Usted tiene la palabra.

Jesús Tellerías Castillo

Muchas gracias. Mi nombre, como les mencioné, es Jesús Tellerías Castillo, oriundo de Santo Domingo. Soy hijo de padres trabajadores: mi madre es enfermera y mi padre, mecánico de tractores Caterpillar y tractorista en el Central Río Haina y, anteriormente, en el Banco Agrícola, cuando este prestaba asistencia en rotura de tierra a los campesinos y a los constructores de la vía férrea del Central Río Haina.

Desde muy pequeño, tuve inclinación hacia los estudios y, aunque no entendía completamente para qué servían, me propuse leer todo lo que pasaba por delante de mis ojos. Comencé con «Fellito y Tatica», un libro de alfabetización, pasando por Luís Pérez Espino, de la colección Sembrador, hasta el libro segundo de lectura del cual aún recuerdo algunos fragmentos de poesía.

Me interesé entonces por algunos autores como Amado Nervo, Rubén Darío, Juana Borrero y José de la Luz y Caballero, entre otros. Fernando de L. me proporcionó una formación de gran apertura hacia todo; quería saber de todo.

Con el tiempo, cuando entré al bachillerato en Ciencias Físicas y Naturales, porque pretendía estudiar Medicina Veterinaria, esperé la apertura del nuevo semestre en la universidad y completé otro bachillerato en Filosofía y Letras. Eso fue muy interesante porque, en esa época, conocí a Darío Solano, quien era profesor de Filosofía en el Liceo Eugenio María de Hostos y luego fue profesor y amigo nuestro aquí en la universidad. Eso me motivó a leer sobre filosofía. Sin embargo, nunca imaginé que estudiaría filosofía como carrera académica; siempre estuve orientado hacia las ciencias naturales.

Era muy bueno en física, no tanto en matemáticas, pero me esforzaba lo suficiente y sacaba buenas notas. Incluso, mis compañeros de estudio me consultaban. Dominaba bien la química, en parte porque durante el bachillerato tuve la suerte de tener como profesores a los hermanos Ortega. Luego, en la universidad, tuve al profesor Ortega, una eminencia en química y además profesor de pirotecnia en la Academia Militar. Así que, aunque hubo un momento de duda, si observan mi expediente de cuando entré a la universidad, en el formulario que llenamos indicando qué carrera íbamos a estudiar, ahí dice medicina veterinaria. Sin embargo, río al respecto porque, en realidad, parece que tenía una fuerte inclinación hacia ella. Todavía tengo una gran pasión por la crianza de perros de raza, como el pastor belga y el pastor alemán. Tengo un pastor belga que muestra un gran desarrollo, ya tiene un año y es como un eco de aquella inclinación hacia las ciencias naturales y, específicamente, hacia los animales.

Cuando luchábamos por el medio millón para la universidad, tuvimos un semestre en 1969 que nos preocupó muchísimo a gran parte de los que cursábamos el colegio universitario en ese tiempo; el último semestre duró 11 meses, algo increíble. Yo era matriculado en 1968 aquí en la universidad, pero se habían acabado los números en las matrículas y me tocó uno de 1969. Todavía recuerdo mi matrícula, 690549. Pero, ¿por qué reclamaba el número 69 si estábamos en 1968? Se agotaron los cupos que había para el 68 y tuvo que reabrirse el del 69.

Seguí aquí entonces, viendo a varios profesores que fueron de alguna manera mis maestros en la escuela secundaria, o amigos. Era muy buscador de conversaciones con Jesús de la Rosa, que daba historia en el Eugenio María de Hostos; con Darío Solano, de filosofía; y con Juanita Solano, de trigonometría. Aunque ella no hablaba mucho, tenía un pensamiento amplio. También tuve un profesor de literatura, que murió muy joven, cuyo apellido no logro memorizar ahora.

Creo que, sin proponérmelo, siempre mostré gran vocación o inclinación hacia las humanidades. Empero, en esa época, posiblemente  motivado por las tendencias de los demás estudiantes, me orienté hacia áreas distintas. La agropecuaria y la ingeniería agronómica estaban en auge, la veterinaria también atraía a muchos, y la biología comenzaba a captar interés en la universidad. Mi profesor de biología, Rogelio Marche Soto, estaba reclutando talento, por decirlo de alguna manera, para la Escuela de Biología, una carrera que casi nadie quería estudiar. Dentro del grupo que él observaba, algunos se decantaron por la biología. Finalmente, me desencanté, ya que había solicitado un crédito educativo para estudiar en el extranjero, pero al conocer las condiciones, que implicaban una deuda perpetua, decidí buscar otras alternativas.

A través del comité Julio Antonio Mella en la universidad, vinculado al partido comunista, conocí a varios becarios que me ofrecieron oportunidades. Entre ellos, Beatriz C., hermana de Roberto C., y Carlos González Teeda, hermano de El Mante, quien estaba en Polonia. Me abrieron una puerta al cielo. Carlos me explicó: «El problema es que todo aquel que desee estudiar en los países del Pacto de Varsovia necesita un permiso de entrada». Esto me llevó a reflexionar durante un tiempo, ya que no sabía cómo comunicárselo a mi familia. Un día, decidí hablarlo con mi madre, quien, pese a su mentalidad abierta, rechazó la idea, alegando las implicaciones de una larga separación en una era sin internet.

Durante los casi ocho años que estuve en la URSS, los intentos de comunicación fueron infructuosos. Las llamadas se hacían vía Estados Unidos, y recuerdo una noche en particular en Moscú, tratando de conectar con mi familia, sin éxito. Optamos por escribir cartas, las cuales debían enviarse mediante terceros países. Un amigo en Nueva York solía recibir mis cartas, las colocaba en sobres más grandes y las enviaba a mi familia. Sin embargo, sospechábamos que eran vigiladas por la CIA o el FBI, dado que todo lo procedente de la Cortina de Hierro era minuciosamente examinado. Estoy seguro de que esas cartas eran abiertas, a pesar de que nunca discutíamos de política.

En cuanto al sistema educativo de la URSS, era extremadamente riguroso tanto en disciplina como en conocimiento. Al llegar, nos impartieron materias como geometría analítica, que en este país se enseña en ingeniería, y óptica, parte de la física, que nunca había sido incluida en nuestro programa educativo. Esto me sorprendió, ya que las materias que esperaba, como economía, historia, lógica, entre otras, eran completamente diferentes a lo que me enseñaron.

Esas materias altas, como las matemáticas que, generalmente se enseñan a los estudiantes de ingeniería desde el primer año,  resultaban desafiantes. Era abrumador, porque las clases solían ser intensas, lo que se le llama «a la milla de Cristo», dictadas a toda velocidad por una profesora muy competente pero en ruso, desde el primer momento en que llegabas. Lo único que se impartía en español era historia, enseñada por españoles que habían sido refugiados tras la guerra civil durante la República Española.

Todo lo demás era en ruso, lo cual resultaba bueno y malo al mismo tiempo, pues obligaba a mantener una disciplina de estudio rigurosa. Salía de la universidad a las cuatro de la tarde, iba al comedor, almorzaba y luego me dirigía directamente al laboratorio de lingüística. Allí pasaba entre cuatro o cinco horas con unos auriculares, haciendo ejercicios de pronunciación y aprendiendo nuevos términos y estructuras gramaticales. Llegó un momento en que soñaba con sonidos del ruso, sumamente difíciles de pronunciar.

Algunos sonidos los dominaba con cierta facilidad porque provenían del latín, pero había otros que no existen en la lengua española, como uno que parece un «61». No es ni «i», ni «o», ni «u», es un sonido completamente complicado. Recuerdo una frase que aún practico a veces para ejercitar la pronunciación: «Yo vivo en la residencia estudiantil». Pronunciar correctamente implicaba un esfuerzo tremendo, especialmente con palabras como «la» que es como una «raña», y esa otro que parece un «61» pero es «la», algo raro.

Llegó un momento en el que pensé que ya no podía más. Era un aprendizaje forzoso, rápido, a toda velocidad, y con cosas nuevas porque, si al menos el alfabeto hubiese sido típico, hubiera sido más fácil, pero no; era un alfabeto derivado del griego, sin preposiciones, todo por declinación, con siete casos de declinación. El ruso es un idioma muy exacto, no basta con decir ir o venir; cuando utilizas el término, tienes que especificar en qué vienes o en qué vas: si es a caballo, en bicicleta, a pie, en tren, en avión o en barco, para cada medio de transporte hay un verbo especial.

Esto, al final, me ayudó muchísimo a tener una mejor utilización del lenguaje y a ser más preciso en español, habiendo estudiado la problemática de la pronunciación en ruso. Al terminar ese proceso preparatorio, empecé a estudiar mi primera carrera a nivel de grado y de posgrado hasta obtener una maestría en historia. Puse mucho énfasis en la historia de la ciencia, y luego, ya más avanzado, en la historia de las ciudades y de las civilizaciones a través de las religiones. Fue entonces cuando reafirmé mi conocimiento sobre las religiones cristianas y profundicé en las islámicas, explorando las diferentes corrientes que existen entre los islamistas, las cuales presentan contradicciones más severas que las encontradas entre las sectas cristianas.

Me desarrollé en un ambiente donde los católicos eran fanáticos. Cuando comenzó la ofensiva de las iglesias evangélicas, no olvido los letreros que colocaban en las casas, incluso en la mía: “En esta casa somos católicos y no aceptamos propaganda de otra religión”. El adoctrinamiento radical, extendiéndose desde las familias católicas hasta las familias evangélicas, quienes prácticamente no se trataban. Los niños peleaban entre sí, especialmente si uno era evangélico y el otro no, y se practicaba el bullying en el contexto religioso, hasta dentro de los mismos evangélicos se discriminaba a los pentecostales por ser considerados ruidosos y por prácticas como hablar en lenguas.

Crecí observando esas contradicciones religiosas, y esa preocupación por las sectas se trasladó al lenguaje político, donde se usaban conceptos como “sectario” para describir a alguien, derivado de las contradicciones religiosas y de la animadversión entre grupos. Recuerdo que, después, mi madre cambió de religión y pasó a ser parte de la Iglesia Evangélica Dominicana. En mi casa se acumulaba mucho material de lectura de todo tipo, y yo leía todo. Pude enterarme de la muerte de Jorge Negrete, aunque me decían que había sido en 1950, yo lo vi en una revista en una sección mortuoria. A pesar de que en ese momento no entendía completamente el concepto de la vida y la muerte, sí sabía por las fotografías del ataúd y los símbolos fúnebres que Jorge Negrete había fallecido.

En mi casa eran fanáticos de las canciones de Jorge Negrete y, por su música, conocí que era el esposo de María Félix, considerada la mujer más bella de esos años. Con el tiempo, mi interés se extendió a otros íconos como Miguel Mejía y Pedro Infante, quienes tenían una notable incidencia en la vida social de las personas comunes. Además, los periódicos que llegaban a mi casa, aunque no siempre eran nuevos, a veces ejemplares de segunda mano, con uno de estos periódicos caribeños de segunda mano, adquirí una gran pasión por una columna que no comprendía en ese momento, pero que me atraía profundamente: «Efeméride Dominicana». Esta columna era escrita por Pedro Vergés Vidal, padre de Pedro Vergés, ese gran intelectual que se hizo famoso con su novela «Sólo cenizas hallarás», inspirada en una canción. Desconocía qué significaba «efeméride», pero pronto entendí que se trataba sobre la historia dominicana, relatando eventos de ese día en años anteriores.

Esas informaciones sustentaban las semillas de mi inclinación por temas que definitivamente no eran ingeniería ni ciencias duras, a pesar de que mi camino inicial fue estudiar una carrera ligada a la ciencia con un fuerte enfoque en química y algo de física.

Volviendo a mi tiempo en la URSS, tuve acceso a uno de los sistemas educativos más rigurosos del mundo. Cumplí con mi requisito universitario en un grupo sumamente reducido, de no más de 15 personas, donde conocía el nombre y apellido de cada uno de los estudiantes, algunos de los cuales eran africanos, árabes, japoneses, pero la mayoría provenían de África y Asia, de países como Laos, Camboya, Sri Lanka y Pakistán. Observé que, a pesar de ser un ambiente progresista, el conflicto entre paquistaníes e hindúes, heredado de la división religiosa y étnica dejada por los ingleses tras la independencia, influía en sus interacciones sociales. En el comedor, generalmente nos sentábamos con gente de la misma región, sin importar si eran chilenos, hondureños o brasileños, pero los de India y Pakistán nunca compartían la misma mesa y se evitaban en todas las circunstancias. La tensión entre estos grupos tenía una base fundamentalmente religiosa.

Jawaharlal Nehru, mejor conocido en nuestro medio como Nehru, un personaje extraordinario que había estudiado en Inglaterra, compartía el pensamiento amplio de Gandhi. Aunque aceptar su filosofía política pacifista era desafiante, representaba un enfoque psicológico para un pueblo históricamente guerrero. Gandhi promovía la no violencia, incluso frente a la agresión, en una situación donde la respuesta natural sería defenderse. El desafío que algunos hindúes enfrentaban al no poder soportar la agresión y ser expulsados del equipo de Gandhi, especialmente si tenían algún nivel de liderazgo, me llevó a comprender que los fundamentos de la vida social y la cultura religiosa juegan un papel extraordinario. Me dediqué a estudiar un poco esos procesos religiosos por mi cuenta, aunque no estaban en el currículum. Cuando llegué a la Facultad de Lenguas Extranjeras, pude contactar que la biblioteca únicamente era superada en riqueza de volúmenes por la Biblioteca Lenin.

Esta biblioteca era extraordinariamente grande y, para esa época, estaba muy tecnificada. Realizabas pedidos de varios libros al mismo tiempo en el mostrador que atendía un bibliotecario, y los libros llegaban por unos transportadores que operaban como una especie de cadena, deteniéndose en cada estación donde se había hecho un pedido. Había varias estaciones especializadas en distintos temas, lo cual era impresionante. En la biblioteca de lenguas extranjeras, estudié intensamente esos procesos en mi idioma, pero también leía otras cosas en ruso. No es lo mismo leer con el conocimiento de fondo de la lengua materna que hacerlo en una extranjera que has aprendido.

El ruso es tan absorbente y complicado que, una vez aprendido, nunca se olvida. Mi conocimiento del inglés y del francés fue desplazado por el uso predominante del ruso. Tuve muy buenos profesores: el mejor de francés en la secundaria fue Miss Octavio Ramírez Dubal, y de inglés, una de las más completas del país, Ena Mur, una mujer con una cultura fascinante, formada en una universidad extranjera.

A medida que avanzaba en ruso, mi habilidad en francés y en inglés empezó a declinar. La política universitaria de nunca colocar a dos personas de la misma región y lengua juntas resultó en que nunca me pusieron con otro latino, sino con árabes, griegos y africanos que hablaban francés o inglés, o con hindúes y pakistaníes. Esto me obligaba a usar el idioma y facilitaba su aprendizaje. Sin embargo, comprendí que el lenguaje académico que dominaba en ruso no se correspondía con el ruso hablado en la calle. En el ámbito académico, a las mujeres se les decía «sudar», que significa señorita, pero en la calle el término común era «dieka», que también significa muchacha, pero de una manera menos formal.

Era percibido, pero más grosero, y cuando por primera vez escuché algunas palabras durante las vacaciones en que trabajaba en los «atrias» —campamentos de estudiantes que trabajan en la construcción—  noté cómo los obreros rusos las decían con frecuencia. Había un estribillo que, por curiosidad, aprendí con facilidad. Cuando, en el aula, quise conocer el significado real de una de esas palabras, pregunté a la profesora, quien se sorprendió y preguntó dónde había escuchado eso. Le respondí que en la construcción, donde trabajaba en tareas sociales que llamaban «subbotnik», comparables a las de cualquier país que había sufrido un desastre, como un terremoto.

Los rusos mostraban gran solidaridad; los estudiantes organizaban grupos para trabajar en la construcción o en la ampliación del metro, aunque nuestro trabajo era más bien simbólico, dado que no poseíamos capacidad técnica. Principalmente, transportábamos materiales de un lugar a otro, tarea que cualquiera podía realizar. Por esto, se hacía un pago, ya fuera en metálico o en especie, al país necesitado, como una contribución del comité de juventudes leninistas, conocido como «somol».

Cuando la profesora me explicó que eran malas palabras impronunciables en el ambiente académico, pero comunes en la construcción, me quedé con la duda. Lo que quiero decir es que, cuando uno estudia en un país extranjero, no sólo adquiere los conocimientos académicos, sino también los vivenciales, incluso de cosas impronunciables que después se nos pegan. En las construcciones, cuando pedías algo y no te lo traían a tiempo o no era lo que habías pedido, terminabas respondiendo con ese estribillo. Una vez, un estudiante boliviano que tradujo literalmente lo que le habían dicho reaccionó agresivamente con una pala hacia el otro, y, naturalmente, fue expulsado del campamento porque no se puede agredir a un compañero.

Uno aprende no sólo conocimiento científico y humanístico, sino también experiencias de las calles. Nos llevaban periódicamente a galerías y a la Tretiakov, y después hicimos un viaje a San Petersburgo, a lo que en ese entonces llamaban «Leningrado», al Hermitage. Un día entero no fue suficiente para apreciar el Hermitage; una excursión artística programada para que viéramos lo más importante de pintores paradigmáticos, dado que el Hermitage es uno de los museos más ricos del mundo, superando al Louvre en cuanto a la colección, aunque este último está mejor organizado desde el punto de vista didáctico. Así, ibas absorbiendo de esa cultura, lo que te ayudaba a formarte criterios adecuados del valor de las cosas. En aquel entonces, aún no teníamos galería de arte, que ahora es el Museo de Arte, pero ya te estabas dando un baño cultural de alto nivel. Llegó un momento en el que tuvimos que concentrarnos en temas puntuales, adquiriendo conocimientos sobre aspectos discutibles de la ciencia y de la historia de la ciencia. Allí descubrí que el inventor de la radio no fue Marconi, sino Alexander Popov. Se dice que Popov realizó una transmisión radial desde la torre principal del Almirantazgo hasta un barco de guerra, un destructor, cinco años antes que Marconi, basándose en su propio invento.

Continuando con mis descubrimientos, aprendí que el helicóptero, comúnmente atribuido a Juan de la Cierva, un español, realmente tuvo sus inicios con un inventor ruso cuyo nombre no recuerdo. Aunque inicialmente estos eran ensayos y no lograban largas distancias, este ingeniero luego se trasladó a Estados Unidos donde encontró mayor apoyo y creó los autogiros, precursores del helicóptero moderno.

De manera similar, llegué a conocer a Konstantin Tsiolkovsky, quien realmente fue el pionero en la tecnología de cohetes, a pesar de que anteriormente había estudiado que Robert Goddard había sido el precursor en cohetería. Los ensayos de Tsiolkovsky con cohetes no superaban los 50 metros, pero establecieron los principios básicos de esta tecnología.

Esta experiencia me ayudó a despertar la conciencia crítica acerca de verificar lo que se dice y lo que descubro por mí mismo. Nunca he sido partidario del pensamiento ortodoxo o dogmático, lo cual me mantiene en un estado de duda constante, una duda que más tarde identifiqué como cartesiana. Aunque esta actitud era vista por muchos, e incluso por mí mismo en ocasiones, como algo negativo, terminé comprendiendo que la duda es beneficiosa para el sustento del conocimiento crítico. Este cuestionamiento constante me permitió no conformarme con las explicaciones establecidas y siempre buscar más allá.

Esta manera de pensar, sin embargo, me trajo algunos problemas en la universidad. Por ejemplo, al presentar un trabajo sobre la historia de las ciudades al final del año (pues allá no se dividía por semestres sino por años), casi todo mi esquema fue demolido. Me preguntaron por  citas de ciertos autores y los soportes para el análisis. Aunque la parte fáctica estaba correcta, el problema residía en la interpretación. Llegó un momento en el que nos concentramos en temas puntuales, argumentando aspectos discutibles de la ciencia y de la historia de la ciencia.

En otra ocasión, mi estado vigilante también me causó amargas situaciones, al defender un trabajo sobre el desarrollo dialéctico de los asentamientos humanos desde los burgos como fundamento primigenio de las ciudades, me cuestionaron por no incluir una cita de Lenin. A pesar de que Lenin no era urbanista, sus aportes sobre política urbana eran relevantes. Finalmente, utilicé una cita de Lenin que dice: «Es mejor poco pero bueno», para apoyar mi planteamiento de que la ciudad es una superación de sí misma sobre la base de su negación como aldea y suburbio.

No obstante a que los análisis factuales estaban correctos, enfrenté desacuerdos por las interpretaciones. Esto demostró que el marco teórico de referencia que utilizaba siempre buscaba apoyarse en figuras que habían dejado huellas en el campo urbano, principalmente en Occidente, que ha contribuido exponencialmente al diseño urbanístico. Mientras que el diseño de París es conocido por su forma de caracol, en mi localidad, la disposición colonial de la ciudad no es circular, sino rectangular. Sin embargo, en la aldea de San Carlos, concebida circularmente alrededor de la iglesia y caminos que aún retienen su configuración original más allá de la modernización, se muestra cómo los caminos históricos, utilizados por mulos y carretas que traían provisiones, han determinado el diseño urbano actual, resistiendo cambios en áreas ahora urbanizadas, como el zoológico y el jardín botánico. Estas áreas, que hasta los años 80 eran campos de cultivo de hortalizas cerca del estadio, reflejan la constante evolución y adaptación de la ciudad a su pasado agrícola y a las necesidades actuales. Recuerdo todas las veces que estuve ahí, no hubo un día sin  revuelo porque la burocracia no estaba en sintonía con las necesidades de los refugiados haitianos, y se armaban disputas intensas.

Entonces, me di cuenta de que esto obedecía a un patrón establecido por los europeos. Si uno hace las lecturas correctas, la urbanística y el diseño urbano también obedecen a una filosofía, a menudo de seguridad, que se levanta al margen de lo que es la ciudad intramuros. Esta tiene un diseño inspirado en una filosofía militar: todas las calles son sin salida al llegar a la Bolívar, controlando así cualquier rebelión o incidente desde esa vía, siguiendo criterios militares en el entorno de esa zona.

Personas pensantes al servicio del estado hicieron aportes significativos al posicionamiento urbanístico de la región. Vemos que el otro extremo es el malecón, que también se podía controlar fácilmente. La avenida Independencia, que era el camino grande que conducía al sur, también seguía un patrón de rectángulos que facilitaba el control militar del espacio. Cuando se edificó el Ensanche Luperón, que originalmente se llamaba Julia Molina Trujillo, se continuó con este patrón militar; Luperón fue diseñado con salidas directas por dos partes, y las calles principales siempre terminaban en puntos sin salida directa.

Incluso en las vías principales, los flujos, ya sean peatonales o motorizados, se distribuyen de manera que facilitan el control, similar al diseño del Simón Bolívar. Cuando había revueltas en Simón Bolívar, las bocacalles podían ser bloqueadas, confinando a todos en ese sector. Esto responde a un diseño de ciudad fortaleza, también pensado para el control de motines en ciertas circunstancias. Claro, esto proviene de las ciudades europeas, cuyo diseño estaba hecho de tal manera que, en caso de guerra o cualquier conflicto, se dominaba mediante estos criterios de entradas y salidas controladas.

Estas vivencias y lecturas me llevaron a inclinarme por un criterio amplio sobre los asentamientos humanos. Antes de mi estadía en la URSS no había reparado en que el diseño urbano fuera tan crucial en términos políticos, reflejando una filosofía de defensa y seguridad nacional. Comprendí que esta filosofía permeaba todo, desde lo que la gente comía hasta la producción de bienes y servicios a nivel nacional. Desde allí entendí la política de Trujillo referente a la  industrialización de la República Dominicana y la concentración de industrias en una parte específica de la capital.

El diseño industrial de los años 40 y 50 se centró en lo que es ahora  la avenida Máximo Gómez, anteriormente Tiradentes. Desde la Antillana de la fábrica de jabón Lavador y otras muchas, pasando por Induban, Cortés Hermanos y Compañía, la fábrica de clavos, La Manicera, La marmolería, hasta llegar al fondo, al río, donde estaba la fábrica de cemento. Todo esto implicaba una filosofía en el uso del espacio, articulada con muchos criterios. Trujillo tenía excelentes asesores, entre ellos, un ingeniero que diseñó uno de los barrios más bonitos de Santo Domingo, a finales de los 40, inaugurado en 1947: María Auxiliadora.

Trujillo tenía debilidad por los salesianos, ya que figuras como Monseñor Pitin y Rocco Cocha, ambos italianos y salesianos, recibieron favores indebidos como el espacio de expansión del Acueducto de Santo Domingo, inaugurado en 1930. Este gran tanque distribuía agua a nivel de carretas. Aunque inicialmente se proyectó añadir más tanques a medida que la ciudad crecía, el dos y el tres nunca se construyeron debido a la expansión de la infraestructura en los 50.

El primer tanque del Acueducto de San Juan Bosco es bien conocido, y fue en este contexto que los salesianos obtuvieron un terreno donado para edificar la iglesia de San Juan Bosco, una de las primeras, ubicada en la esquina de la Doctor Delgado con San Juan Bosco. Con el espacio adicional, los salesianos también hicieron el colegio Don Bosco y el oratorio María Auxiliadora, expandiendo su presencia en la zona. Del otro lado, cerca de la casa de Héctor Bienvenido Trujillo, no pudieron seguir extendiéndose.

Es importante destacar cómo el esquema urbano de la ciudad, ideado por barrios, tenía para Trujillo una gran importancia no sólo desde el punto de vista militar, sino también político. Cada templo construido se convertía en un punto de concentración de masas, especialmente en lugares donde no había parques, como en San Juan Bosco. La plaza que quedó después de la expansión de la avenida 27 de Febrero se convirtió en un pequeño parque, pero, más tarde, el monumento que había allí fue trasladado cerca de donde está el BHD, en la misma avenida.

La intervención de Balaguer en lo que era la avenida Héctor Betancourt Trujillo, que después se renombró como Teniente Amado García Guerrero, fragmentó el barrio y causó muchos problemas a la comunidad, afectando al colegio Don Bosco. Este cambio alteró tanto el espacio físico como la mentalidad de la gente. Los residentes más antiguos que fueron desplazados tuvieron dificultades para integrarse a los nuevos entornos, lo que demostró que el espacio no es simplemente para habitar, sino que también tiene un componente cultural que influye en la mentalidad de las personas.

Esto me hizo entender por qué los habitantes del norte son tan diferentes a los del sur, y por qué las personas del este tienen una narrativa de la realidad o convivencia distinta a los del sur y del Cibao. Aprendí cómo el ambiente natural y los espacios cultivables alteran la mentalidad de las personas, limitando su filosofía de vida hasta en el plano ético. La generosidad y la solidaridad del Cibao, una región fértil, fomenta una conciencia de generosidad hasta en aquellos que son menos afortunados económicamente. Esto demuestra cómo el suelo puede influir en la ejecución de un proyecto nacional.

Aunque no es que los sureños no sean generosos o solidarios, su generosidad es de menor grado debido, en parte, a la aridez del espacio. Sin embargo, los habitantes de San Juan, en el sur, aunque sureños, son más parecidos a los cibaeños en aspectos de solidaridad debido a la fertilidad de su tierra. En San Juan, históricamente la tierra ha estado concentrada en pocas manos. Personalidades como Alejandro Paniagua y los hermanos Suero Hernán Cuello, en el plano urbano, Pedro Jaime, un rico prestamista dueño de muchas propiedades importantes, que era conocido por su reticencia a interactuar socialmente, lo cual se atribuye a su ascendencia árabe.

En San Juan, los dueños de tiendas y otros negocios, como el crítico de arte que posee un programa televisivo junto a Luisín Mejía, o un hombre con una destacada galería de arte, formaban parte de la élite. No obstante, el jornalero sanjuanero era generoso. Esta generosidad contrasta con la percepción de los banilejos, considerados menos solidarios. Esto se debe a la incertidumbre de sus cosechas, a menudo afectadas por huracanes que devastan sus campos sin dejar siquiera semillas para la próxima siembra.

Los huracanes que pasan por Barahona y cruzan San Juan, quedándose atrapados en el valle entre montañas, causan grandes estragos en la región. En contraste, en el Cibao, la agricultura es más predecible y abundante. Los que siembran yuca o plátano cosechan regularmente y suelen compartir sus excedentes, como los plátanos y la rabiza, con los jornaleros o con los más necesitados de la comunidad, lo que refuerza una filosofía de vida basada en la generosidad.

En el Este, por su naturaleza multiétnica y cosmopolita, cada individuo tiene una visión única y las acciones comunitarias son menos coordinadas. En tiempos de abundancia, cada quien persigue sus intereses individuales. Aquellos con ganado se convierten en grandes ganaderos, y los que poseen tierra, en potentes terratenientes. He aprendido cómo el espacio, el clima, y las condiciones económicas y sociales forman significativamente la mentalidad y la filosofía de vida de las personas en diferentes regiones de la República Dominicana. Por ejemplo, hubo un tiempo en que alguien bromeando decía que al caminar a lo largo de la carretera de Higüey, te encontrarías con que los terrenos a ambos lados pertenecían a los Valdeses, y así continuaría por millas. Las familias como Julián y  Valdés dominaban extensas tareas, siendo grandes propietarios de ganado.

El lujo de poseer un caballo de paso fino en Higüey, ahora reconocido internacionalmente como una raza distintiva, es parte de la mentalidad local. Pero, los higueyanos históricamente no se preocuparon por el desarrollo urbano de su área. Esto cambió con la invasión norteamericana y la caída de las tierras comunales, que unificaban a las diversas etnias del Este. Con la llegada de los cocolos y los árabes, San Pedro de Macorís se transformó en la capital económica de la República, apropiándose de un rico mosaico cultural.

Haitianos y cocolos enriquecieron la región con su música y literatura. Grandes poetas, como Mateo Morrison y otro cuyo nombre no recuerdo ahora, pero que falleció recientemente en Estados Unidos, hicieron contribuciones majestuosas. Cuando Anna Pavlova, la gran bailarina rusa, vino a actuar, eligió San Pedro de Macorís, donde estaba el principal teatro nacional en ese entonces. Enrico Caruso cantó en el teatro de esta ciudad, conocida como la «Sultana del Este».

La actitud de los petromacorisanos, incluyendo los más pobres, era de gran dignidad, a menudo comparados con los santiagueros, que son conocidos por su orgullo, pero los de San Pedro eran considerados aún más distinguidos debido a la importancia de su región en la producción de caña de azúcar y el sostenimiento de la economía nacional.

Estos elementos me ayudaron a entender la simbiosis entre la filosofía y la historia del desarrollo espacial y su influencia en mi conexión con la historia y la filosofía. Cuando me gradué con honores en mi maestría, con un promedio equivalente a summa cum laude, tuve la oportunidad de estudiar psicología social relacionada con el papel de las figuras históricas en la historia, que normalmente se centra en personajes como Napoleón o Alejandro, pero en realidad, son los guías de quienes realmente hicieron posible esos triunfos.

Me orienté hacia la filosofía a partir de la historia y del pensamiento crítico sobre cómo el espacio se relaciona con la cultura de los pueblos. Esta inclinación hacia la tecnología y la psicología fue natural para mí, aunque llevó a una hibridación peligrosa. A veces, uno se diluye en una disciplina mientras se afianza en otra. Mi interés inicial era trabajar en la historia y en la filosofía de la historia, pero un personaje que me desvió por un tiempo fue el empírico escéptico. No sé si han tenido la oportunidad de deleitarse con su obra, pero este filósofo era tan crítico con el conocimiento existente que para él nada era sagrado; desmontaba todo. Creo que los únicos que se salvaron un poco fueron los médicos, aunque también los criticó.

Esta forma de pensamiento crítico ha sobrevivido en el campo de la medicina. En la década de los 80, se comenzó a observar la práctica médica y el daño médico, asumiéndolo como una disciplina científica en salud pública. Antes, el médico era visto como un personaje tan sagrado que sus errores los cubría el sepulcro. Luego se empezó a estudiar que, debido a malas prácticas médicas y a veces por efectos colaterales, lo que se llama efecto secundario, el principio activo en medicina producía males estadísticamente elevados. Esto dio lugar a lo que se llama «daño médico», una disciplina que estudia estos casos.

Actualmente, dentro de la misma medicina, los más críticos no son los médicos clínicos, sino salubristas y epidemiólogos, los cuales ven la salud desde una perspectiva plural y colectiva. El pensamiento crítico, de una manera u otra, se ha mantenido. Hoy en día, incluso la inteligencia artificial está siendo criticada, no tanto por lo que no puede hacer, sino por cómo maneja ciertos procesos. En el caso de  República Dominicana, hemos visto el impacto de la IA en la lectura de noticias del Canal 5. La primera vez que vi a esta presentadora robótica, la imagen era físicamente perfecta; su dicción y alocución impecables. Sin embargo, un detalle que quizás notaron es el uso de las manos, que parecía no haber sido completamente resuelto por los diseñadores. Esconde las manos cuando habla, lo cual es inusual, pues los presentadores de noticias, tanto hombres como mujeres, generalmente hacen uso de sus manos, ya sea leyendo en un teleprompter o en papel.

El manejo de las manos es uno de los desafíos más grandes en robótica, similar a los desafíos que enfrentan los pintores y dibujantes, ya que la mano es compleja en términos de terminaciones nerviosas y control motor. Recuerdo el trabajo que hicieron con el profesor Andrés Avelino; gestionar la anatomía de la mano fue seguramente el aspecto más difícil. En inteligencia artificial, manejar esto es casi imposible, al igual que los sensores en la parte maxilofacial, que no sólo manejan la mandíbula, sino también la expresión de los ojos y, hasta cierto punto, las orejas. Algunas personas pueden mover sus orejas como los perros, pero para la mayoría es un desafío, porque nunca lo practicamos.

Volviendo a mis estudios, fui influenciado por Georgi Plekhanov,  pensador que tuvo éxito tanto en arte como en historia, adoptando una interpretación materialista de la historia. Luego, me sumergí en «Historia y conciencia de clase», de Georg Lukács y profundicé en otros como Benedetto Croce y Antonio Labriola, quienes exploraron la historia desde una perspectiva materialista.

Me reencontré con mi pasión por la historia y exploré el pensamiento occidental contemporáneo, estudiando a figuras como Karl Popper y Karl Hempel, en la lógica de la investigación científica. También, me fascinó Mario Bunge, un físico matemático que se aventuró en el estudio de los procesos económicos críticos de los años 80 y 90.

Me interesé por teóricos norteamericanos como Robert K. Merton, marcado por filósofos e historiadores alemanes que dejaron una inigualable impronta en el pensamiento social. Uno de estos alemanes, Max Weber, analizó el capitalismo desde una perspectiva religiosa, sugiriendo que los protestantes eran menos comunitarios que los católicos. Aunque respeté las contribuciones de Weber, siempre filtré sus ideas a partir del materialismo histórico.

Finalmente, me adentré en la filosofía aplicada, particularmente en la condición de los trabajadores en Inglaterra, inspirado en los trabajos de Friedrich Engels, quien, a pesar de su amplia formación en sociología, filosofía, historia y política, nunca se concentró exclusivamente en un área, excepto en su colaboración con Marx. Esto me demostró cómo la filosofía además de teorizar, se vive y se aplica en la realidad social y económica. Engels, por ejemplo, permaneció en Alemania atendiendo sus negocios mientras sus intereses intelectuales se orientaban hacia la clase obrera. No obstante a que Marx era el filósofo, Engels contribuía materialmente, y siempre me resultó complejo entender cómo, siendo propietario de una empresa que explotaba a los trabajadores, podía al mismo tiempo ser considerado un «maestro de la clase obrera». Esta dicotomía sólo me parece explicable si la persona se aferra a un distinguido altruismo o una vocación social genuina.

Al releer el «Manifiesto comunista» durante su centenario, aprecié que la inquietud de Engels comenzó cuando era joven y aún no gestionaba los intereses familiares. Su colaboración con Marx fue tanto intelectual como material, apoyando a Marx en momentos de extrema pobreza, lo que evitó que este muriera de hambre, aunque no pudo evitar la tragedia en su familia debido a enfermedades y falta de recursos.

Lo más destacado del trabajo independiente de Engels, aparte de sus entregas con Marx, fue «La dialéctica de la naturaleza». Engels decía: «Sólo conozco una ciencia, la historia», pero no se refería únicamente a la historia política, económica o social, sino a la historia como un proceso natural y social del pensamiento, donde todo es cambio, evolución y transformación.

La historia, según Engels, no abarca simplemente lo político, lo económico y lo social; también engloba lo biótico y la vida en todas sus formas, lo que justifica por qué a los museos de ciencias naturales a menudo se les conoce como museos de historia natural. Esta visión holística era esencial cuando se estudiaban procesos específicos, ya que permitía una comprensión más acabada de la interconexión de todos los renglones de la vida.

Esta perspectiva me inclinó a reflexionar sobre la interacción entre causalidad y casualidad, especialmente al estudiar eventos como la revuelta de abril en la República Dominicana. Aunque comúnmente referida como una revolución, en realidad fue más una rebelión armada sin las consecuencias estructurales de un cambio revolucionario. Los factores que llevaron a esta situación incluyen el golpe de estado a Juan Bosch y la persistencia de una mentalidad autoritaria heredada de Trujillo en los estamentos militares y la clase dominante.

Este análisis de la revuelta de abril ilustra cómo los factores históricos y las mentalidades dominantes pueden influir en los eventos políticos y sociales, y cómo la filosofía está llamada a ayudar entender estos procesos complejos. Engels y Marx únicamente no teorizaron sobre estos temas; también vivieron y trabajaron en medio de ellos, demostrando que la filosofía es, en efecto, una herramienta vital para analizar y comprender las realidades que nos rodean. Partiendo de esta idea, profundicé en los poderes fácticos para manejar la filosofía detrás del buen gobierno o la manipulación de las masas. Nicolás Maquiavelo, considerado el fundador de la ciencia política, abordó estos temas en su obra «El Príncipe», que ha sido guía para muchos gobernantes. Aunque Maquiavelo es conocido por su filosofía política, su enfoque sugiere una filosofía no escrita, pero presente en la mentalidad y en las acciones de los poderes fácticos que históricamente se han apoyado en las fuerzas armadas para ejecutar golpes de estado.

Estos elementos de lo casual y lo causal se estudian mejor a través de una visión holística de los procesos que se manifiestan en cada evento histórico, que son hitos dentro de un continuo histórico, social, político y cultural. Están interconectados, ya que lo político arrastra lo cultural y viceversa; lo económico también interviene en ambos. Es importante incluir la religión como un núcleo poderoso, aunque no suficientemente estudiado, que entra en estos procesos.

Recientemente, el Archivo General de la Nación publicó un estudio sobre las contradicciones entre Trujillo y la iglesia durante la década de los 60, destacando la preponderancia filosófica de la Carta Pastoral escrita en enero de 1960, que se leyó en todas las iglesias católicas del país. Esta carta, redactada principalmente por Monseñor Juan Pepín, demandaba a Trujillo cesar las agresiones y los crímenes, evidenciando la implicación de la iglesia en asuntos políticos de la época.

Además, la relación entre el Estado dominicano y el Vaticano ha sido complicada. La iglesia Católica, más que una entidad religiosa, es un estado con intereses económicos fuertes, como su participación en la Fiat, que no sólo produce automóviles, sino además material bélico. En tiempos pasados, la Fiat suministraba tanques y aviones a Sudáfrica, demostrando la complicidad de la iglesia en contextos políticos y económicos internacionales.

El Papa actual enfrenta desafíos innegables, incluyendo la oposición de miembros de la iglesia en España y Francia. Los esfuerzos del Papa por reformar la iglesia, especialmente en asuntos tan sensibles como la pederastia, demuestran su compromiso con cambios impostergables. Existe la esperanza de que algún día se permita a los religiosos formar familias, lo que podría ser un paso decisivo en la resolución de muchos de los problemas actuales de la iglesia. Esta posibilidad plantea un cambio radical en la tradición eclesiástica y podría ayudar a mitigar algunas de las controversias y los desafíos que enfrenta el catolicismo hoy en día.

La cuestión de la indemnización, que abarca desde sacerdotes hasta obispos, y que en países como México ha sido particularmente resonante, refleja la magnitud de los escándalos que han sacudido a la iglesia. Estos casos subrayan la necesidad de una reforma amplia y una mayor transparencia dentro de la institución.

Bueno, todas estas preocupaciones son producto de esa formación heterodoxa y crítica de la que fui parte y que me ha permitido analizar y cuestionar la lógica histórica y el reflejo de estos procesos en el conocimiento histórico. A lo largo de mi formación, criticaba la noción de que la historia debe escribirse exactamente como ocurre, ya que está sujeta a múltiples determinaciones y no siempre sigue un curso lineal.

Al estudiar la democracia y cómo fue interrumpida en mi país, vi que aunque la trayectoria se truncó, no significa que los procesos democráticos hayan muerto; simplemente tomaron otras direcciones, como los vectores que suman para dar una resultante. Esta visión me ha ayudado a valorar los estallidos de contradicción y complementariedad entre lo causal y lo casual.

En conclusión, mi estudio de la filosofía no se centró nada más en la teoría; también exploré cómo se manifiesta en acciones concretas y eventos históricos, proporcionándome una perspectiva más rica y comprensiva de los procesos sociales, políticos y culturales que forman nuestra realidad.

En el ámbito internacional, sigue siendo tema de estudio el avance de los talibanes en Afganistán y la aparición de grupos aún más fanáticos, que demuestran la aplicación de la teoría del caos en la política, similar al movimiento browniano en física donde el incremento de la temperatura acelera las partículas, causando choques en todas direcciones. Esta analogía revela cómo el desorden político y social se intensifica con la escalada de tensiones.

La complejidad de estos conflictos, donde las intervenciones militares han complicado aún más el panorama, subraya la interacción de lo causal y lo casual en la historia. La presencia recurrente de fuerzas armadas en intentos de golpes o intervenciones refuerza cómo la historia no es lineal, sino un entrelazado de múltiples determinantes y trayectorias que se cruzan y desvían, requiriendo un análisis que aspire a capturar esa resultante compleja de procesos, hasta los truncados.

Este entramado de causas y efectos, examinado a través de una lupa holística, es crucial para entender la dinámica entre lo político, lo cultural y lo económico, donde cada uno arrastra y es arrastrado por los otros. Además, la presencia de la religión en la política, como en la relación de Trujillo con la iglesia en los 60, ilustra cómo los factores religiosos pueden jugar roles decisivos en los estamentos políticos.

La posibilidad de una intervención militar en Haití, apoyada por fuerzas internacionales como las kenianas, ejemplifica cómo las soluciones a los problemas son a menudo buscadas en medidas extremas, que aunque bienintencionadas, pueden llevar a resultados desastrosos si no se manejan con cuidado. Esta situación destaca la importancia de entender las raíces históricas, culturales y políticas de los conflictos para gestionar las intervenciones de manera efectiva y ética.

Por eso, la filosofía no sólo es relevante para los teóricos o académicos; su aplicación práctica se extiende a otros profesionales. Reitero el caso de la medicina, donde los médicos enfrentan la dialéctica de la vida y la muerte, y deben adherirse a la ética como guía en su práctica diaria. Esta discusión resalta cómo la filosofía permea diversas aristas de la vida y cómo, mediante su estudio, podemos aspirar a administrar mejor las dificultades del mundo que nos rodea. Constantemente, menciono el caso de un muchacho que me encontré en la universidad, Francisco Contín, estudia sonología, mostrando también  cómo las artes y las ciencias sociales a menudo se entrecruzan con la filosofía. Este encuentro subraya la relevancia de la filosofía en la educación y en la vida profesional, especialmente en campos que requieren una atención particular de los contextos humanísticos.

La filosofía no se fundamenta en teorías abstractas; por igual se centra en acciones y eventos concretos que tejen la historia social y política. En mi seminario de 1977, abordé las obras de Plekhanov y Gramsci, explorando cómo sus teorías podrían aplicarse para entender mejor los movimientos sociales y políticos contemporáneos. Este enfoque me permitió reflexionar sobre la figura del intelectual orgánico y su papel en la sociedad, una idea central en el trabajo de Gramsci.

Además, el estudio de figuras como Rosa Luxemburgo, aunque inicialmente fue desalentador al descubrir ciertos ángulos de su pensamiento, eventualmente me llevó a una comprensión más matizada de su contribución a la teoría socialista. Este tipo de análisis es fundamental en la filosofía, permitiendo una evaluación continua de las teorías a la luz de nuevas evidencias y corrientes.

En la filosofía se encuentran herramientas para entender la dialéctica de eventos históricos, como la revuelta de abril, y cómo estos se conectan con fuerzas culturales, sociales y económicas más amplias. Más distantes para nosotros, los enfrentamientos entre talibanes y otros grupos extremistas en Afganistán, vistos desde un horizonte geopolítico que abarca tanto causas inmediatas como históricas y culturales. Es que, la filosofía ofrece una lente que nos permite ver los  movimientos de la historia, las interacciones cotidianas y las decisiones políticas que establecen la trama de nuestras vidas colectivas. Al integrar esta disciplina en el análisis de eventos y decisiones contemporáneas, podemos aspirar a soluciones más  efectivas a los desafíos globales.

Bien, en ese mismo orden, cuando comencé a trabajar en San Francisco, después de ganar un concurso en sociología, el salario era modesto, $262.50, y requería viajar dos días a la semana. Más tarde, competí y gané un concurso en filosofía junto a Moreno Ceballo, con quien formé una gran colaboración. Los dos ingresamos juntos al campo de la filosofía y, posteriormente, él también se aventuró en sociología. Aunque Moreno era médico y psiquiatra de formación, su  interés por la filosofía y la sociología ilustra cómo las disciplinas pueden equipararse mutuamente.

Esta interacción se hizo evidente en nuestra experiencia en el movimiento estudiantil Fragua, que se fortaleció después de la muerte de Trujillo. Los desafíos que experimentamos en esa época, incluidos enfrentamientos armados y debates ideológicos, mostraron cómo la filosofía política puede aplicarse a situaciones reales. Por ejemplo, las confrontaciones entre grupos estudiantiles armados y la policía, que a veces usaba gases lacrimógenos contra nosotros, destacando la dinámica de poder y resistencia.

Durante esos años, la relación con otros estudiantes y profesionales, algunos que traían enfoques agudos desde sus disciplinas, como la medicina y la ingeniería, enriqueció nuestros argumentos sobre otras ideas filosóficas y sociales. Estos encuentros nos ayudaron a aplicar conceptos filosóficos a problemas concretos, como la lucha estudiantil por derechos y reconocimiento, que a menudo culminaba en intensas movilizaciones hacia el Parque Independencia.

Además, en aquel entonces, el aprendizaje de la filosofía no se limitaba al ámbito académico, permeaba estrategias y acciones en las calles. Está el caso de los estudiantes «comer candela», que mostraban un coraje y una determinación que evidenciaban las enseñanzas de la resistencia y la lucha directa, principios que podemos rastrear en teorías filosóficas sobre poder y autoridad. Es que la filosofía no sólo preparara para debatir ideas en un salón de clases, sino también para encarar complicaciones reales de la vida. Su aplicabilidad visibiliza su valor intrínseco.

Ahora bien, los debates son buenos, de ahí se forjan luchas y resistencias. Hubo una época destacada a nivel académico, en ingeniería, por ejemplo, no era raro que los profesores discutieran apasionadamente sobre teorías específicas, incluido el decano, cuya inclinación pacífica nunca comprendí. Este decano, junto con otro profesor que más tarde fue rector de INTEC, de apellido judío; y Pedro Delgado Malagón discutían acaloradamente. En una ocasión, me quedé hasta medianoche oyendo estos debates. Aunque no entendía las fórmulas de alta matemática, el espectáculo era fascinante. El profesor Pedro Delgado Malagón, además de ser un prominente pianista y poeta, poseía un gran dominio de las matemáticas.

Estos intelectuales, en su fervor, a menudo se quedaban en camiseta debido al calor, especialmente durante conferencias en las que se prohibía la entrada para seguir abordando requerimientos de política universitaria. Estos enfrentamientos verbales frecuentemente se dirigían hacia temas histórico-políticos, como en el caso de Francisco Enríquez (Chito Enríquez) y Cordero Michel, ambos con un pasado en la guerrilla de Escambray, Cuba. Chito, que había vivido en Cuba durante mucho tiempo, tenía un dominio escénico que llenaba las salas sin necesidad de invitación, capturando la atención de todos los presentes.

Durante aquellos tiempos, cuando la universidad era presa de la radicalización y el estrangulamiento económico, comenzamos en los departamentos de filosofía y sociología con un salario que representaba el 70 por ciento del total, dejando el restante como deuda pendiente. Sin embargo, con el cambio de gobierno en 1978 y el incremento del presupuesto universitario, recibí un cheque inesperadamente bueno, lo que me permitió la compra de un coche nuevo. Esta anécdota ilustra la pasión académica de la época y, por supuesto, las dificultades económicas y los cambios significativos en la administración de la UASD. A pesar de los retrasos, la universidad siempre cumplía con su compromiso de pago.

Más allá de esto, la rutina académica continuaba. Yo seguía impartiendo clases de filosofía e historia y dirigía los seminarios de investigación y tesis, que anteriormente estaban a cargo de Darío Solano. De estos seminarios, emergieron figuras como Quique Lora y Selma, quien se especializó en antropología física. También, se graduó una experta en criminalidad y pandillas, hija de la profesora Ana García, cuyo nombre no recuerdo en este momento.

Del primer grupo del seminario de apología surgieron profesionales brillantes: el actual director de un departamento en el Archivo General de la Nación, Aquiles Castro; una estudiante que trabajaba con Juan Bolívar Díaz y que fue mencionada en el noticiero «Uno más Uno»; y Rafael Toribio, quien luego fue rector de INTEC. Algunos se convirtieron en excelentes antropólogos, aunque otros enfrentaron dificultades con sus tesis por la propiedad del tema. Ahí recuerdo, el conflicto entre una arquitecta y una secretaria de historia. Propuse una solución salomónica, que cada una trabajara un aspecto diferente del tema, ya que había material suficiente para varias tesis. Sin embargo, no lograron ponerse de acuerdo, mostrando cómo en el mundo de la ciencia, especialmente en humanidades, surgen confusiones innecesarias por la pertenencia de ideas.

En la historia del psicoanálisis se presentaron problemas similares, como el de Freud con su discípulo más aventajado sobre la psicología de los sueños. Freud, a pesar de no haber escrito o hablado públicamente sobre estas cuestiones, afirmaba haberlas pensado  primero. Bueno, que tal la naturaleza egocéntrica del maestro. Esto llevó a la separación de su discípulo, quien, frustrado por no ser psicoanalizado por Freud y sintiéndose menospreciado, acabó suicidándose. Su nombre era Richard Tausk.

Estos son ejemplos que, retrospectivamente, parecen innecesarios. Aquí también hemos tenido situaciones conflictivas entre intelectuales, derivadas del celo de pensamientos: la protagonizada por Juan Isidro Grullón y Juan Bosch durante la década de los 60, originada por una polémica sobre la oligarquía, pero que era en realidad un problema personal. Según rumores, el disgusto se intensificó por la relación de ambos con Julia de Burgos. Se dice que Juan Isidro Grullón tenía intenciones matrimoniales con ella, lo cual causó descontento en su familia tradicionalista, mientras que Juan Bosch actuaba como su protector. Este rol protector generó ira, afectando la amistad y, eventualmente, sus posiciones intelectuales, políticas y sociales.

Aunque Juan Bosch y Juan Isidro Grullón tenían marcadas diferencias, uno de los amigos más cercanos de Bosch de las generaciones jóvenes era León David, hijo de Juan Isidro Grullón. Estas son las contradicciones de la vida, que a menudo son difíciles de comprender. A pesar de todo, la figura de Juan Isidro Grullón sigue siendo extraordinaria y merece ser reexaminada, especialmente porque su apoyo al golpe militar de 1963 fue interpretado como una acción por rencores personales con Juan Bosch, más que por diferencias políticas e ideológicas. La polémica continuó con el proyecto de la presa de Tavera, que benefició a una compañía inglesa, mientras que, paradójicamente, General Electric, estadounidense, mostró interés competitivo. Estas contradicciones nos dicen que, incluso entidades poderosas, como estas dos empresas, no están exentas de fallos y transgresiones, lo que recuerda el adagio de que detrás de cada gran fortuna suele haber un crimen. Siempre han tenido sus pecados.

Uno de los consorcios más prestigiosos en Estados Unidos en el transporte de valores, conocido en sus inicios en el siglo XIX y comienzos del XX, era la principal auspiciadora de los asaltos a trenes que trasladaban valores para el pago del ejército y empleados públicos a nivel federal. Esta compañía, que se conocía como Fargo, es hoy una entidad altamente respetable.

Volviendo a Juan Isidro Jiménez Grullón, sus aportes han sido sustanciales y me fascina uno de sus trabajos cuando era profesor en la Universidad de Mérida, en Venezuela. Quizás, uno de los más polémicos: «El mito espurio de los tres padres de la patria», que cuando se publicaba en periódicos incluía el término «espurio», pero al ser recogido en libro, modificó el título a «El mito de los padres de la patria», exceptuando a Duarte. Esto le acarreó numerosos inconvenientes, entre ellos, con el profesor de historia José Aníbal Sánchez. Creo que él sufría de Alzheimer, pues hacía cosas que no se correspondían con su investidura. Al final de sus días, portaba una libreta recogiendo firmas para ser reconocido como profesor meritísimo, aunque no sé si lo logró, ya que sus hijos lo internaron en un hogar de ancianos.

La controversia y antipatía con Juan Isidro Jiménez Grullón fueron notables. Entre sus contemporáneos estaba Pedro Troncoso Sánchez, presidente de la Academia de Ciencias; y uno de los polemistas junto con Lugo Lobatón. La disputa duraba semanas con idas y venidas de argumentos y refutaciones. Al final, Lobatón se rindió, pues Juan Isidro Jiménez Grullón no cedía; era extremadamente prolífico y podía escribir cantidad de cuartillas en una noche. Su insistencia por desacreditar a los otros dos padres de la patria no fue bien recibida por muchos, porque una vez que un mito se asume como realidad, es bien difícil desmontarlo. Para él, era más fácil destacar inicialmente las cualidades de Duarte y Sánchez, pero posteriormente empezaron a emerger sus aspectos negativos. Se criticaba a Sánchez por haber servido a Pedro Santana como secretario y a Mella por su rol en la matrícula de Segovia y su comisión para llevar documentos a España. Se mencionaba también que Duarte había huido y se había refugiado, lo que provocaba dudas entre el pueblo sobre estos líderes. Surgía la pregunta: ¿nos quedaríamos sin padre de la patria?

En este contexto, un hombre muy inteligente y sagaz, a quien llamaremos Lil, supo cuándo detener el deterioro de estos símbolos nacionales y, casi por decreto, afirmó que los tres: Duarte, Sánchez y Mella, eran los padres de la patria. Posteriormente, esta idea fue elevada al nivel de un Cristo de la libertad por Balaguer, haciendo casi imposible derribar tal imagen. Se hizo un esfuerzo considerable para presentar a Duarte casi como un santo, negando  que tuviera descendientes, aunque tuvo relaciones y descendencia conocida.

Las discusiones sobre estos temas se detuvieron por ser más prudente evitarlas, ya que cualquier intento de desmitificación requeriría reconstruir la historia. Sin embargo, para Juan Isidro Jiménez Grullón, Duarte era merecidamente el padre de la patria. Cada uno tuvo su cuota de sacrificio y, como todos, los tres cometieron errores.

Esta narrativa recrea un poco la historia de Jesucristo y la mujer adúltera, cuando los fariseos quisieron apedrearla, Jesús desafió a quien estuviera libre de pecado a lanzar la primera piedra. Dueño de una sabiduría inalcanzable y aunque se trate de un mito o una realidad, esta historia encierra una filosofía de vida preponderante. Jesús, conocido como rabino por sus seguidores, era un maestro en las decisiones que tomaba, incluyendo los relatos de milagros.

Y retomo el legado de Juan Isidro Jiménez Grullón, especialmente en filosofía y sociología, aunque también hizo contribuciones en ciencia política con su trabajo sobre la falsa izquierda. Este trabajo, pertinente a tres departamentos académicos, es un documento esencial para el estudio de los procesos políticos dominicanos. Nuestra izquierda, en realidad, se desarrolló no desde los proletarios, sino desde los pequeños burgueses, como indica la formación de muchos de nuestros revolucionarios, quienes provenían de colegios como La Salle y Muñoz, instituciones educativas de la burguesía. De ahí que quienes estudiaron en esos lugares pertenecieran a la pequeña burguesía, y fueron precisamente ellos los que más se radicalizaron. Durante la era de Trujillo y más adelante con Balaguer, bien difícil de asumir posiciones de liderazgo, Andrúval se convirtió en el líder máximo del movimiento estudiantil de izquierda. Los de mente más cerrada no podían aceptar que alguien con ideas comunistas estuviera al frente, y fue uno de los fundadores de la Federación de Estudiantes Dominicanos.

Los más conservadores crearon su propio grupo, el Bloque Universitario Cristiano, debido a que el comunismo era visto como disociador. Esta idea caló hondo entre los estudiantes, y quienes simpatizaban con la derecha se unieron al BUC, mientras que los de inclinaciones izquierdistas se agruparon en Fragua. En la Federación dominaban ambos grupos, reconocidos por sus talentos.

Este desarrollo del movimiento estudiantil, sin embargo, no ha sido suficientemente estudiado. José Ureña y Fernando Peña lo intentaron desde la perspectiva de los partidos políticos y las divisiones internas, como las que ocurrieron entre el 14 de Junio, el MPD y el PSP, de los cuales surgieron numerosos subgrupos. Quírico Valdés, uno de los fundadores del PSP y padre de Guadalupe Valdés, fue una de esas figuras reconocidas, a quien tuve el placer de conocer.

Hay mucho por hacer en el estudio del pensamiento filosófico dominicano, una tarea abarcadora. Me viene a la memoria, un hombre mayor, de unos 60 años, muy dedicado, que estudiaba filosofía en los tiempos de Cristo Rey, aunque no recuerdo su nombre. Se dedicó a investigar sobre Andrés López de Medrano, considerado uno de los primeros filósofos dominicanos, quien terminó siendo casi puertorriqueño.

Concluyendo, he tenido una vida académica enriquecedora y he trabajado con gente excepcional: Arvelo, Mármol, Luis Rafael Morla y Julio Minaya, una generación privilegiada. Ariosto Rojas, de sociología, también formó parte de un equipo formidable. Después vinieron otros profesionales, hay uno que ahora es agricultor y posee una finca de aguacates y café. Es por la zona de la Colonia, camino a Los Cacaos, ¿verdad? Él es un emprendedor de primera línea y siempre se inclinó por el lado práctico, colaborando con aquel movimiento evangélico que asistía a escuelas e iglesias, un colectivo con fuerte presencia social en las comunidades. Él dedicó mucho tiempo a proyectos relacionados con la vivienda y otros temas de asistencia. Una persona solidaria.

Dr. Alejandro Arvelo

Maestro Jesús, estoy agradecido por su tiempo y por la riqueza de esta intervención. Es un placer verlo tan vital y lúcido, manejando con excelente orden sus pensamientos y memoria. Esta ha sido una conversación digna de recordarse, tal como lo desea habitualmente el profesor Eulogio Silverio.

Usualmente, estos encuentros los cierra el director Silverio, por lo que dejaremos que él tenga la última palabra para culminar nuestra sesión.

Prof. Eulogio Silverio

¡Ah, bueno! Caramba, es igual como recordaba sus clases, profesor. Cuando usted habla de un tema, uno tiene la sensación de estar viendo lo que describe, porque lo maneja con tanto detalle y profundidad que uno se queda con la boca abierta, maravillado. Recuerdo una vez que mencionó en filosofía cómo se fabricaba el caramelo, con tal precisión que pensé: «¿Será que él sabe de caramelos, perfumes, esencias y todas esas cosas?» Quedamos realmente enamorados de su docencia y de su conocimiento. No sé si recuerda ese momento, estábamos Dustin y yo.

Pues bien, primero agradecerle en mi calidad de director de la Escuela de Filosofía, por haber sacado tiempo para compartir con nosotros. Esta entrevista será un documento para la historia, más que para el presente. Siempre he comentado que cuando llegué a la dirección buscaba ver lo qué había sobre nuestros profesores, porque tengo la visión, y ya no es sólo una visión, sino una realidad, de que nuestra escuela es grande por la calidad de los docentes que tiene, no por su tamaño. Creo que eso queda evidenciado hoy a través de su presencia y testimonio de vida.

El segundo punto, profesor, es que estamos solicitando a nuestros docentes que colaboren con la revista de la escuela, «La Barca de Teseo». Usted tiene un material inmenso para entregarnos en cualquier aspecto que desee, un artículo por cada número.

El tercero, es que si podría comprometerse a analizar uno de los diálogos de Platón, el que prefiera, en su momento; no tiene que ser inmediatamente, pues este programa va a durar como dos años. Además, para 2025, la Escuela de Filosofía realizará el Sexto Congreso Dominicano de Filosofía. En esta ocasión, haremos un esfuerzo por ver qué se ha pensado sobre filosofía pero en español, ya sea la discusión de si hay una filosofía dominicana o en República Dominicana, o una filosofía en lengua española, explorando nuestra identidad.

Finalmente, me siento más que orgulloso de que usted sea parte de la Escuela de Filosofía y que, de hecho, la escuela se hace grande con nombres como el suyo. Cuando se dice Jesús Tellerías, por lo menos nosotros no pensamos en el sociólogo, sino en un filósofo de los pies a la cabeza. Muchas gracias.

Doctor Jesús Tellerías

Gracias a ustedes.