Régis Debray

Régis Debray

¿Qué es lo que hace correr en su inconsciente al militante, al comprometido, al consejero? La pasión amorosa, de acuerdo con Tristán e Isolda, se comienza a conocer bien.

La pasión política, la libido del poder, eso que San Agustín llamaba la libido dominandi, es el gran rechazo de nuestra época, el verdadero continente negro. El sexo, me atrevo a decir, se terminó, todo el mundo habla de esto, Freud hizo el trabajo. La pasión por el poder, el inconsciente del poder, es todavía muy oscuro, todos debemos meternos en eso, intentar comprender, bajar a nuestros subterráneos -los más nauseabundos y los más absurdos para desmitificar este gran tabú, el último que nos queda.

Este es el proceso que he seguido en mi libro: un trabajo sobre la ilusión política. Entre la autocrítica y la investigación.

Un esfuerzo para hacer de la vida una herramienta de comprensión manejada por desconocidos y en la cual ellos puedan reconocerse.

Es un esfuerzo metódico, que permite escapar el sentimiento desesperante del fracaso, de la pérdida de tiempo y energías que uno siente cuando llega a los 50 años, cuando uno mira el camino recorrido […]. 

Yo no tengo ningún rechazo moralista o anarquista a las lógicas del poder. 

Simplemente son lógicas irreductiblemente diferentes. Un hombre político obedece siempre a la lógica de las fuerzas; un intelectual a la lógica de las ideas. Estas pueden juntarse transitoriamente, pero ésta coincidencia sólo perdura, me parece, algunos meses, o a lo más algunos años. Pasado el momento de la gracia, cada una debe seguir su camino. Lo peor es disfrazar en una sola lógica de fuerzas y oportunidades, la correspondiente a un régimen político que tiende a perdurar […].

El riesgo es que puede uno no traicionarse y abdicar a su propia vocación, que es el servicio a la verdad, para permanecer fiel al jefe o al régimen. Si un intelectual prefiere mantenerse fiel a su ética, deberá<<traicionar»> políticamente. La independencia es dura de vivir, pero es nuestra tabla de salvación […]

Con la mediología, que es el estudio de los procesos, agentes y vectores de la transmisión cultural, yo me inscribo plenamente en esta corriente o contracorriente. El problema de esta disciplina muy nueva, es justamente la relación técnica/cultural. El Intelectual trabaja y, por otra parte, el ciudadano se compromete. Puede ser el mismo individuo, pero el ciudadano no tiene derecho de reclamar su notoriedad profesional para imponer su elección. Yo me comprometí contra el tratado de Maastricht, contra la Guerra del Golfo, contra la arrogancia imperialista de Estados Unidos que quería extender su legislación interna al conjunto del mundo, y en favor de la salvaguarda de los valores republicanos frente al neoliberalismo, pero eso es al margen de mi trabajo filosófico y de mediólogo.

Yo no juzgo el valor literario o teórico de una obra en función de las opiniones políticas de su autor, yo quiero que hagan lo mismo conmigo. En Francia, reconozcámoslo, es un punto superado. En los círculos de escritores y de investigadores, respeto mutuo atraviesa las marcas de izquierda: nosotros no votamos de la misma forma, pero somos amigos personales. La pequeña ventaja […] de los períodos de calma histórica o de repliegue de las aguas mitológicas, como aquellas que nosotros atravesamos en este momento en esta parte del mundo, es la libre circulación de las ideas.


Régis Debray: El Che es un hermoso mito; Entrevista concedida el 10 de octubre de 1996 en París. Publi cada por HOY, Santo Domingo 5/XI/ 1996, pág.5.