Prof. Alfonso González*

Dentro de la tradición filosófica occidental, el planteamiento acerca del origen y naturaleza de los universales tuvo su primera exposición sistemática en la gnoseología de Platón. Según Platón, los universales no son construcciones mentales obtenidas de las abstracciones elaboradas por el entendimiento en su accionar acerca del mundo exterior; sino que los universales, en su opinión, son realidades auténticas, con existencia independiente de la mente humana e, incluso, en última instancia, las únicas reales

Ello significa, pues, que Platón no concibe lo universal como objeto lógico, sino como objeto real y, por tanto, en el proceso del conocimiento aparece como dato, como punto de partida, y no como resultado del proceso del pensar. Pero Platón, como sabemos, fiel a su concepción metafísica, sitúa el dato de lo universal no en el mundo físico exterior, sino en un mundo ideal suprasensible.

Como consecuencia de esta posición, Platón arriba a la concepción dualista de la existencia de dos fuentes de conocimiento, en la que lo racional toma como base el dato lo universal abstracto, ya listo y formado en el mundo suprasensible; en tanto que el conocimiento sensible toma como premisa lo singular y lo particular, tal y como aparece en el mundo físico exterior.

En el período de la Edad Media, el tema de los universales fue objeto de enconados debates en el propio seno de la Escolástica, pero dichas controversias estuvieron marcadas por el idealismo predominante en esa etapa de la historia.

En la tradición de corte empirista y materialista, está fuertemente arraigado el criterio de que lo universal es un producto o resultado del proceso del pensar, y en esta dirección se concibe lo universal como el final de un proceso de mediación, en el cual el pensamiento logra separar, aislar y abstraer de los objetos singulares, las propiedades comunes contenidas en ellos. Se da por supuesto que los objetos singulares y particulares son los únicos que tienen el carácter de existencia por sí mismo.

Esta reflexión nos conduce a la pregunta de si es posible construir un realismo de los universales de factura no idealista. Según nuestro criterio, es posible; pero para lograrlo hay que suponer que una parte de la realidad exterior al pensamiento existe en forma universalizada. Esto último haría posible plantear que lo universal se representa como dato inicial dentro del proceso del conocimiento.

Para comenzar, tenemos que precisar determinadas diferencias que se establecen entre los órdenes o niveles de la realidad exterior. Como sabemos, dicha realidad está constituída por tres órdenes: la naturaleza inorgánica, la naturaleza orgánica y la sociedad. En esta dirección, lo primero que haremos será analizar cómo operan y se articulan en dichos órdenes las categorías de lo singular, lo particular y lo universal.

LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL EN LA NATURALEZA INORGÁNICA

En el reino de la naturaleza muerta, lo universal adquiere un predominio cuasi-absoluto. Observamos que en ella se manifiesta un orden previsible, constante, uniforme y reiterable. Este orden, como es natural, sólo es posible porque los hechos que en él se suceden se hallan sometidos a leyes universales, que actúan con férrea necesidad, razón por la cual se tornan imposibles de violar.

En el mundo no humano, lo singular aparece subordinado a lo universal, en condiciones normales.

Lo singular se manifiesta como elemento componente de una totalidad o clase determinada, aparece como fragmento o parte de una estructura, de ahí que resulte insignificante destacar la individualidad y autonomía, por ejemplo, de un átomo, de una molécula, etc. Cuando lo singular se evidencia operando de manera autónoma en la naturaleza, casi siempre asume el carácter de lo azaroso, lo inusitado, lo maravilloso. En este sentido, lo singular representa el hecho subversivo que quebranta transitoriamente el orden establecido en ella. Al no encajar dentro de la legalidad imperante, el hecho inusitado se torna extraño, misterioso; de ahí que se muestre en objeto de interés de la curiosidad intelectual del hombre, lo que convierte automáticamente en un dato o problema dentro de los cánones que rigen la investigación científica.

En el caso de que nos traslademos al campo de la Lógica, notaríamos la dificultad de establecer una relación de lo universal y lo singular cuando tratamos de formar enunciados en los cuales el sujeto es designado por los objetos de la naturaleza. Por ejemplo, si construimos el juicio: «el oro es un metal», al analizar dicho juicio percibimos que en el mismo se establece una relación entre dos universales, ya que tanto el sujeto «oro», así como el predicado concepto «metal» son ambos universales, diferenciando a uno del otro el grado de extensión, lo que permite establecer una relación de subordinación e inclusión entre ellos.

Podríamos también afirmar que en dicho juicio se ha determinado una relación entre un universal-particular y un universal que lo contiene:

El oro es un metal universal-particular universal.

A nuestro entender, la relación de lo singular y lo universal sólo se construye cuando el sujeto es designado por un concepto que se refiera a un individuo humano:

Sócrates es hombre singular universal

LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL

EN EL MUNDO DE LA NATURALEZA ORGÁNICA

En el reino de la vida se mantiene la supremacía de lo universal, sólo que en ella lo singular comienza a manifestarse con cierta autonomía e independencia. Lo individual se expresa bajo la forma del organismo. Este se caracteriza por la presencia dentro de él de elementos propios y particulares, que no vienen fijados necesariamente por los lineamientos trazados por la especie. Dentro de esta última se nota una gran cantidad de elementos diferenciables dentro de los miembros que la componen.

LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL EN EL REINO HUMANO

En el ámbito humano, la articulación entre lo singular y lo universal adquiere características diferentes, ya que la misma se representa no solo como una relación de subordinación del todo con las partes, sino que, paralela a ella, se plantea una nueva modalidad en la que lo individual opera con plena capacidad y libertad bajo la forma de lo concreto y lo personal. Esto permite definir al hombre de dos maneras. Una de ellas es la forma tradicional con la que definimos a los objetos, y que consiste en subordinar lo particular dentro de un particular mayor que lo contiene; así, podemos afirmar que el hombre es un animal pensante. En la misma, nos dirigimos a un hombre universal abstracto, en el que están ausentes los rasgos distintivos del hombre viviente, concreto, que posee una personalidad intransferible, irreproducible y, por tanto, indefinible dentro de estos términos.

Para definir a ese ser sujeto, se hace necesario construir un discurso que resuma el conjunto de experiencias y situaciones vividas por él. Particularmente, creemos que el lenguaje artístico es un intento de respuesta en esta dirección.

En su accionar histórico, el hombre se inscribe simultáneamente dentro de estos dos órdenes: todo sujeto aparece situado como miembro de una clase o grupo determinado voluntariamente o asignado por las circunstancias históricas o naturales. Ejemplo: José es hombre, ingeniero, dominicano, etc. Pero, a la vez, observamos que dicho sujeto exhibe una individualidad personal, irreductible, irrepetible y con una vivencia histórica intransferible.

Esta dualidad la presenta el hombre no solo como sujeto y protagonista, sino que se evidencia además en todas las cosas en las que él interviene y en todo lo que, directa o indirectamente, produce; ya sea el lenguaje, el dinero, el Estado, el amor, la historia, etc. Cuando examinamos cada uno de estos productos, percibimos de inmediato la presencia en ellos de una dimensión privada, vivida, pero conjuntamente notamos en ella una cara abstracta, impersonal, pública y universal. Esta última dimensión es más fácilmente comprensible dentro de los parámetros del lenguaje discursivo, propio del pensamiento racional abstracto. Sin embargo, la forma en que se articula lo singular con lo universal en estos productos particulares elaborados por los hombres será tema de próximas reflexiones.


*Lic. en Filosofía, Profesor de Lógica, Teoría del Conocimiento e storia de la Filosofía en el Centro
Universitario del Suroeste (Curno), UASD.