PRESENTACIÓN

 

El Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con el coauspicio del Centro Cultural Español, pone a disposición de los filósofos, y en general de los amantes de la alta cultura académica, la totalidad de las ponencias, así como la relatoría de los momentos más brillantes acontecidos en el transcurso del Primer Congreso Dominicano de Filosofía.

 

Desde la fundación de la República a mediados del siglo XIX el pensamiento dominicano no se había manifestado con la voluntad y la calidad con que lo hizo en aquellos días memorables de principios de febrero el año 1999, cuando los filósofos por iniciativa propia se dieron cita para hacer un balance del material de ideas existente en el país, diagnosticar el presente de la filosofía y avistar las tareas del porvenir.

 

Aquello fue grandioso, al tiempo que constituyó una singularidad en los anales de la historia del pensamiento nacional. La calidad de las ponencias, la apertura en los debates y la proyección social del evento hablan de la dimensión y de la importancia de la tarea cumplida.

 

Este congreso, el primero de la historia republicana, de ahí su singularidad, tiene un carácter fundacional, por cuanto a partir de él, los filósofos deberán asumir la gran responsabilidad de reunirse cada tres años, hacer el balance pertinente y reorientar las tareas de la filosofía en la República Dominicana.

 

El Departamento de Filosofía tiene como norte la creación de una escuela de pensamiento. Para imprimirle impulso a este propósito supremo, se hace necesario darle cumplimiento a las tareas dejadas pendientes por las generaciones anteriores. En este sentido creamos la revista Academia, como un órgano teórico a través del cual los pensadores expusieran sus ideas. Asimismo, fue justamente dentro de esta perspectiva de escuela, que un grupo de académicos amantes de la filosofía decidió colocar sobre sus

 

hombros el compromiso de organizar el Primer Congreso Dominicano de Filosofia.

 

Es cierto que vivimos en un país donde las utopías culturales son difíciles de concretizar; pero esta circunstancia no justifica ni da derecho a que nos crucemos de brazos, sobre todo en una época donde el embotamiento espiritual y el desinterés por los asuntos teóricos causan estragos en todos los segmentos de la sociedad dominicana.

 

Los dominicanos debemos pensar con cabeza propia, jamás permitir tranquilamente, que otros lo hagan por nosotros. De la conciencia que tengamos de los problemas nacionales e internacionales dependerá en gran medida el futuro dominicano. El pragmatismo, el cientificismo y el tecnicismo, se han revelado incapaces de orientarnos y conducirnos a puerto seguro en un mundo, que por más que pinte pajaritos en el aire, marcha de manera acelerada hacia la conformación de dos polos opuestos: el de la riqueza y el de la pobreza.

 

Pero también vivimos unas circunstancias donde el individualismo y la desconfianza se reafirman una y otra vez, como manifestaciones peculiares de la existencia concreta de las personas. En una sociedad mordida por estos virus tan negativos, los intereses generales entran necesariamente en una fase de franca decadencia. Y esto, de por sí, aunque no existiera ningún otro problema, es más que suficiente para que nos preocupemos, respecto al futuro de la nación dominicana.

 

Frente al peligro que constituye para un grupo humano no tener pensadores que atisben su realidad, el Primer Congreso Dominicano de Filosofía fue una voz de alerta. Alerta, frente a la crisis de identidad; frente al debilitamiento de la espiritualidad y la subjetividad del pueblo dominicano; alerta, frente a la crisis de los ideales colectivos y de los valores universales.

 

Al poner en circulación la totalidad de los materiales producidos por el congreso, hacemos una contribución

 

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MEMORIAS

 

significativa, en la línea de llevar comprensión y claridad, al ámbito de la cultura espiritual del pueblo dominicano. Sin embargo, no es la Escuela de Filosofía, sino el lector atento, quien con su espíritu crítico, colocará estas memorias en el lugar que les corresponde.

 

Finalmente, sólo resta dar las gracias a todos los expositores y participantes en esa extraordinaria jornada del espíritu, por haber atendido con tanto entusiasmo al llamado que le hizo el Departamento de Filosofía.

 

Al hacerlo así, se erigieron en los protagonistas principales de este acontecimiento de la historia espiritual de la nación dominicana.

 

Muchas gracias, también, al doctor Eugenio Trías, intelectual de relieve de la sociedad española contemporánea, que con dos disertaciones de una gran calidad (Ética y condición humana y Los laberintos de las estéticas), inauguró y clausuró, respectivamente, el Primer Congreso Dominicano de Filosofía.

 

Rafael Morla

 Director Ejecutivo 

del Primer Congreso Dominicano de Filosofía.