EDITORIAL
El quehacer filosófico es una de las ocupaciones más antiguas de los humanos. Así como la Universidad Primada de América, y al igual que cualquiera de las religiones históricas conocidas, puede mantener una posición de preeminencia en el ambiente espiritual de nuestro tiempo, simplemente dedicándose o rememorando para recrear su pasado.
Sin embargo, ninguna otra área del saber humano ofrece un panorama tan dinámico, variado y multilateral como la Filosofía. Oleadas de escuelas y filósofos se han sucedido a través de los siglos, con sus inseparables secuelas y subsistemas de pensamiento, la formación de nuevos conceptos o categorías, su relicario de cuestionamientos e incertidumbres, y su cúmulo de intuiciones políticas y científicas. El pensamiento creativo es inseparable de la forma filosófica de conocer el mundo. La naturaleza humana, estructuralmente cambiante e incontenible, acaba por derruir o desvanecer los sucesivos intentos de explicación del cosmos (orden de cualquier tipo) y de la realidad interior de los seres humanos. El hombre, en su radical transformación, impregna todo lo que toca.