«No azucéis al íbero que va en mi con sus ásperas, hirsutas pasiones contra el blondo germano, meditativo y sentimental, que alienta en la zona crepuscular de mi alma. Yo aspiro a poner paz entre mis hombres interiores y los empujo hacia una colaboración»

 

«MEDITACIONES DEL QUIJOTE»

 

Lo primero que debemos afirmar es que existen claras diferencias entre un italiano y un alemán; o entre un dominicano y un argentino o un haitiano. Aunque todos ellos pertenezcan al género humano, son diferentes entre sí. Estas diferencias no son primariamente raciales ni lingüísticas; son diferencias de Psicología social. A estas peculiaridades nacionales italianidad o dominicanidad. Son particularidades que se han ido decantando en el curso de la historia de cada pueblo. Ese conjunto de caracteres étnicos y culturales: lengua, costumbre, prejuicios, creencias religiosas, modos de producción, sentimentalidad, manera artísticas, forma el perfil de una sociedad y la define o identifica.

 

IDENTIDAD-DEFINICIÓN Y ANÁLISIS

 

Identidad, sin embargo, es una palabra engañosa. El principio de identidad- en la lógica tradicionalprocede de Grecia. Parménides de Elea, unos 500 años antes de Cristo, lo formuló así: «lo que es, es».

 

Para los griegos las realidades materiales eran «substancias», esto es, «entes» inmutables, fijos, permanentes. Substancia es aquello que subyace tras lo aparente y que es eterno. Las esencias platónicas son imperturbables, no cambian, son siempre idénticas.

 

El principio de identidad, aplicado a la matemáticas, a la geometría, ha sido fecundo en el pensamiento de Occidente. Pero si se aplica a las humanidades, a las disciplinas cuyo centro es el hombre-como es el caso

 

  1. Ortega y Gasset

 

de la sociología, de la historia, de la política-no rinde ningún servicio intelectual y carece de valor.

 

No es posible con un concepto rígido y fijo apresar un objeto que fluye. El hombre es una entidad cambiante, mudadiza, que se desarrolla y transforma en el tiempo, en el curso de la historia.

 

Podemos decir de un lado común a dos triángulos que AB es idéntico a AB porque la geometría es una ciencia que trata objetos o figuras ideales. El hombre, en cambio, no puede estudiarse desde una «antropología eleática».

 

El hombre español, por ejemplo, es celta y también ibero; pero ha sido modificado por los romanos, por los moros, por los judíos, por los visigodos. Un español del siglo XVI, de la «edad conflictiva», como dice Américo Castro, con la herencia de los reyes católicos, de la lucha contra los árabes, de la expulsión de los judíos, no es igual- no es idéntico- que un español falangista de la época del dictador Francisco Franco. La identidad no es fija sino cambiante, con diversos acentos, con caras o facetas de cada época, como un poliedro que oscila a la luz de la historia.

 

HOMBRES DE DOS PISOS

 

La celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América ha provocado muchas polémicas acerca dela identidad de los pueblos americanos, compuestos por una mezcla de razas y una superposición de culturas. Se habla de raíces, generalmente de raíces étnicas, como si fueran

 

* Director del periódico El Siglo. Es un sólido pensador dominicano, ha publicado varias obras, entre ellas, Un ciclón en una botella.

 

elementos sueltos de la identidad de los pueblos de América. Pero las sociedades americanas están compuestas por hombres y mujeres de dos pisos, de varios niveles o estratos culturales. Negros y blancos ambos extranjeros en América-mezclados con quechuas, guaraníes, taínos, náhuatles, etc., han producido nuestras sociedades mestizas, mulatas, «trihíbridas».

 

Y la mezcla étnica ha ido acompañada de la fusión cultural.

 

La superposición de capas culturales en la historia de los pueblos es tan frecuente como evidente en las excavaciones arqueológicas.

 

Una lengua neolatina o romance, la lengua española, se extendió por muchas regiones de América, donde coexiste con otras lenguas aborígenes. Esta lengua es ya un ingrediente fundamental de la cultura americana contemporánea. Las guerras por la independencia política de España produjeron en nuestros pueblos una corriente matricida, de odio a la madre patria. Odiamos a España y hablamos su lengua y la enriquecemos. Los poemas de Rubén Darío y las novelas de García Márquez son creaciones culturales de América expresadas en lengua española.

 

CULTURA Y RAZA

 

¿Somos negros o somos blancos? ¿Pertenecemos a la cultura negra o a la cultura blanca? ¿Somos indios taínos? ¿Cuántos elementos de la cultura taína subsisten en la convivencia social de los dominicanos, además del cazabe?

 

Nuestras instituciones políticas pretenden ser occidentales.

 

Nuestros próceres fundaron repúblicas con gobiernos que se definen como democráticos y representativos. El ordenamiento constitucional de la República Dominicana establece tres poderes del Estado.

 

Nuestra organización económica, monetaria, administrativa, industrial aspira a seguir modelos occidentales. Nuestro sistema educativo sigue las pautas de pedagogos europeos. Nuestro arte pictórico también refleja las corrientes estéticas y escuelas europeas: impresionismo, cubismo, surrealismo, expresionismo. Oswaldo Guayasamín, pintor ecuatoriano de origen quechua y defensor de la cultura precolombina, puede ser definido en su arte como resultado del cubismo y

 

del expresionismo, dos escuelas europeas.

 

En la música es igual: no usamos de la primitiva escala pentatónica, propia de los pueblos asiáticos y americanos, nuestros compositores populares y cultos hacen música occidental, en el mejor de los casos con motivos negros o con residuos de música indígena, pero orquestada a la manera europea.

 

El «perico ripiao», el conjunto musical típico del pueblo dominicano: tambora, güiro y acordeón muestra en los mismos instrumentos esa superposición de elementos culturales. La tambora es africana, el güiro es taíno y el acordeón es un instrumento que parece nos llegó de Alemania.

 

El merengue tiene melodía hispánica y acompañamiento africano. Podemos españolizarnos o africanizarnos, más o menos, según las circunstancias sociales, políticas, económicas, demográficas, migratorias, de intercambio; y también podemos norteamericanizarnos a través del cine de masas, de las modas de vestir, de la exclusivista televisión por cable O del financiamiento internacional de la educación.

 

Que una sociedad absorba o rechace un elemento u otro de la cultura universal recibidos a través de medios de comunicación cada vez más abarcadores es algo que ocurre todos los días, en un contínuo proceso de filtración osmótica o de defensa colectiva o de adaptación social.

 

Un negro puro del Africa árabe puede pertenecer a la cultura musulmana y no a la cultura propiamente africana. El negro puro, sin mezcla de sangre de otra raza, islamizado o cristianizado, se conduce con arreglo a su cultura y no a su raza. Su conducta está condicionada por la cultura y no por caracteres biológicos. En otro texto y para otro propósito he utilizado las distinciones: negro biológico- lengua, historia, costumbres y negro biológico-piel, morfología, ángulo facial-.

 

El hombre no está hecho; siempre se está haciendo. Los hombres todos, en su constitución interna y en su relación o conjugación con el medio, son el eterno gerundio. Los filósofos existencialistas contemporáneos afirman que el hombre es un puro apetito de llegar a ser, que está siempre en camino hacia su realización en A o en B, lo cual puede frustrarse o cumplirse.

 

Así, los pueblos en su conjunto; cada uno está adscrito a sus propias posibilidades de desarrollo histórico, a un pentagrama donde toca su música

 

colectiva. Dominicanos, haitianos y cubanos han ido desenvolviéndose en la historia como una masa de harina bajo la presión de las manos de sus líderes y maestros; o bajo el peso de las botas de los soldados de naciones opresoras imperiales. Una pocas veces ciertas clases sociales, solas en colaboración con otras, lograron imprimir su sello en la historia.

 

PERSONALIDAD FRACTURADA

 

Las potencias imperiales que disputaron por el control económico de las Antillas y, en general, de las tierras y gentes del Nuevo Mundo, sometieron a los indígenas e importaron negros esclavos. A ambos grupos se les mantuvo, durante la época colonial, en una situación de minusvalía social. La política discriminatoria y las actitudes racistas de los colonizadores no necesitan ser documentadas. El racismo colonial es racismo antinegro. Hemos heredado la opinión de que los negros son «ordinarios», «Teos», «brutos», «incapaces». Entre dominicanos se oye decir con frecuencia: «maldito negro», y quien lo dice puede ser negro o casi negro.

 

La descolonización produce el fenómeno contrario. En Haití, el sentimiento antifrancés que movilizó la rebelión de esclavos, se vuclve señaladamente antiblanco. A nuestra Guerra de Restauración también se le llama «la guerra contra los blancos». La distinguimos así de la guerra contra los «franceses negros», esto es, contra los haitianos. También los dominicanos decimos: «estas son cosas de los blancos», este tipo «se las da de blanco» o «cree que es blanco»; o «quiere vivir como los blancos».

 

El resultado final es una personalidad fracturada. Pendulamos entre dos distancias o polos; en algunas ocasiones despreciamos a los negros; en otras, odiamos a los blancos; un poco después nos identificamos con los blancos y queremos sentirnos blancos y luego afirmamos airadamente la negritud.

 

Por eso he puesto el epígrafe con la cita de Ortega al frente de estas notas. Tenemos una guerra civil en el corazón. A causa de esa personalidad esquizoide el hombre dominicano disipa o anula gran parte de su energía nerviosa.

 

Mostramos orgullosos nuestros abuelos blancos; ocultamos los ascendientes negros. Se ha difundido mucho el poema folklórico cubano titulado: ¿Y tu abuela dónde está? Cuando bailamos desearíamos ser

 

negros; y cuando estudiamos o investigamos quisiéramos ser blancos.

 

CAMINOS CERRADOS Y ACEPTACIÓN PLENA

 

La guerra civil que llevamos en el corazón la podríamos trasladar a la sociedad, e impedir así la integración, la cohesión el acuerdo, de grupos y clases en una nación en plenitud.

 

En el Perú, el celebérrimo Abimael Guzmán, jefe del grupo terrorista Sendero Luminoso, exige a los miembros de su organización que aprendan el quechua. Al aprender esta lengua precolombina, les parece a los senderistas que afirman lo autóctono y rechazan la ideología imperialista implícita en la lengua española. en el idioma de los conquistadores, colonizadores, explotadores de los indígenas de América. Abimael Guzmán es un antiguo profesor de filosofía que desde hace una década mantiene una guerrilla terrorista que ha costado 26,000 vidas. Su reciente captura y prisión no ha servido para que concluya esta carnicería.

 

El coronel Manuel Tumba Ortega, i ponsable de la captura de Guzmán, fue asesinado en represalia hace poco tiempo; y los guerrilleros senderistas continúan realizando actos terroristas en protesta por esa prisión.

 

A la llegada de los españoles la lengua quechua no se escribía; solo se hablaba. Quicre decir que el quechua no tiene grafía propia. Se escribe actualmente con las letras del alfabeto latino que trajeron los conquistadores. Abimael Guzmán está obligado a escribir el quechua con letras latinas. Guzmán profesa la idcología marxista, una teoría alemana, esto es, extranjera, blanca, importada. Los actos terroristas que organizan Sendero Luminoso sc cometen con dinamita, un explosivo inventado por un europeo.

 

Estos contrasentidos o paradojas no son visibles para los fanáticos que pelean esta Guerra Civil, que es, tanto un problema político y económico como un asunto de cultura no asimilada.

 

Finalmente, para que los peruanos puedan resolver sus problemas sociales y económicos necesitan de técnicas industriales occidentales, que no podrán adquirir a través del quechua sinó de otras lenguas, cultas y occidentales.

 

El Japón, en virtud de la occidentalización de su aparato productivo, es ahora un creador oriental de

 

técnicas industriales occidentales. La cultura científica y técnica se universaliza.

 

El camino escogido por Sendero Luminoso es una vía muerta que parte de la no aceptación de las realidades culturales e históricas que caracterizan las sociedades americanas de hoy. Somos civilización derivadas, no «originarias» tal la China y la India. Así como la civilización romana procede de la cultura griega, la civilización norteamericana es prolongación de la cultura europea.

 

Romanos y norteamericanos, desde luego, han creado notas propias que añadieron a la cultura recibida. Podría ocurrir lo mismo, a la larga, en los pueblos de hispanoamérica, que ahora son únicamente consumidores de productos intelectuales importados.

 

Queremos librarnos de las visiones «eurocéntricas» componiendo pedantescas disertaciones acerca de la alineación, entendida esta a la manera de la vieja escuela de Francfort. Pero desdeñamos ejemplos inmediatos, directos, salidos de nuestras sociedades antillanas birraciales. En el siglo pasado, el costumbrista cubano Cirilo Villaverde escribió la novela Cecilia Valdés. Esta novela sirvió para el libreto de una zarzuela del maestro Gonzalo Roig, conocido músico cubano. Cecilia Valdés es una mulata atractiva quien se llama a sí misma «la alegría de vivir». Su enamorado, Leonardo de. Gamboa, hijo de un aristócrata, la deja para casarse con Isabel de Ilincheta, joven blanca y de «buena sociedad». A Leonardo le gusta Cecilia, la mulata; pero para casarse prefiere a una mujer blanca, de su clase social, a quien no ama. Su padre había tenido igual conducta con la madre de Cecilia. Ambas mujeres terminan reunidas en un convento, donde crían al hijo de Leonardo. Se trata de una novela romántica que describe prejuicios coloniales, discriminación racial, injusticias sociales. Pero nos revela que tener un sistema de estimaciones partido o dual no es privativo de la sociedad dominicana.

 

Sendero Luminoso es un movimiento que recorre un camino cerrado, inútil, autodestructivo. Ese camino podría ser sustituido por la aceptación plena de nuestra bipolaridad racial y cultural, como lo ha sugerido Jorge Amado, el novelista brasileño, al referirse a la ola de racismo que hoy sacude a Europa.

 

Los cubanos, los brasileños, los peruanos, los haitianos y los dominicanos, necesitan, para cada una de sus, sociedades, nuevas proposiciones de comprensión histórica; requieren de nuevos instrumentos intelectuales para superar esas visiones

 

esquizoides, que no remedian las viejas injusticias coloniales ni tampoco las recientes «injusticias republicanas».

 

VECINOS QUE SE MIRAN SIN ENTENDERSE

 

A los haitianos, una sociedad producto de una sublevación de esclavos negros, los definen tres cosas: el odio anti-francés, que es también anti-blanco; la lengua creole y la religión voudu. En la sociedad dominicana, la sucesiva mezcla entre mulatos del Siglo XVII éramos una sociedad principalmente de mulatos; y los gobernadores españoles se vieron obligados a dar cargos públicos a los mulatos. Y esta decisión forzada sirvió para atenuar nuestros prejuicios raciales. Los dominicanos del Siglo XVII eran criollos, hijos de los hijos que los colonizadores procrearon con indias o con negras. En cada familia dominicana hay un arcoiris racial o escala de colores: negros, blancos, mulatos en diversas gradaciones. Por eso nunca hemos tenido las guerras raciales entre negros y mulatos que ha sufrido la sociedad haitiana. La bandera nacional haitiana simboliza sangre y negritud. A pesar de esta actitud radical no han podido disminuir la pobreza ni desarrollar sus instituciones políticas.

 

Los dominicanos están definidos por la lengua española, por una religión sincrética, compuesta de cristianismo colonial, de voudu haitiano desvaído y de espiritismo europeo; y por la heterogeneidad racial. En Santo Domingo, durante la época colonial, se construyeron templos, hospitales, palacios, se establecieron universidades, lo cual no ocurrió en la parte oeste de la isla, que fue una finca con plantaciones y explotación de mano de obra esclava.

 

Allí no hubo una colonia en el sentido amplio del término, o sea, un lugar donde los colonos transplantan el estilo de sus edificaciones, sus creencias religiosas, su cocina, sus instituciones púbicas, sus centros de enseñanza; donde traen los vicios y las virtudes, las excelencias y las limitaciones de la sociedad original. Esta es una diferencia fundamental entre Haití y Santo Domingo. Una finca con plantaciones no es lo mismo que una ciudad como la que trazó y edificó el torvo gobernador Ovando.

 

La identidad dominicana está en tránsito: contra un fondo hispánico y negro, contradictorio y traumático, recibimos el viento de la cultura universal, de la conexión

 

y la interdependencia. La interdependencia es una fuerza que conduce a la disolución del aislamiento. Y eso podría ayudarnos a asimilar y a digerir los valores contrapuestos o esquizoides que nos han caracterizado hasta ahora.

 

Los dominicanos necesitamos de una explicación histórica de la que se derive una teoría de lo nacional y, a la vez, un programa de acción colectiva que borre del corazón la guerra civil. Que empuje nuestros hombres interiores el negro y el blanco hacia una colaboración.