No fueron los dominicos los primeros hombres que bajo el hábito monacal llegaron a la Española. Les precedieron los frailes franciscanos. Con ellos sí llegó a América la vieja disputa filosófica – teológica de los siglos medios. Sustentaban los franciscanos, entre otras tesis, la negación de que Dios pudiera ser conocido por la razón, válida tan sólo para captar el orden natural; pues el sentimiento y la intuición mística era el medio para elevarse a lo sobrenatural. Proclamaban, siguiendo a San Buenaventura y a San Agustín, la primacía de la voluntad sobre la inteligencia. 

A todo esto y otras tesis, la antítesis estaba representada por la Orden de los dominicos. 

De adoctrinar a los nativos y descendientes en la fe de Jesucristo y justificar las nacientes instituciones hispánicas en América, nos evidencia que a la colonia se les ofrecía -se le imponía- una nueva visión del mundo, una filosofía inoculada a través de la educación fundamentalmente regida por la Teología cristiana. Así fue acordado: «determinasteis… someter a Nos – dice el Papa Alejandro VI a los Reyes Católicos en la Bula de donación de 1493- las tierras e islas… sus habitantes y moradores y reducirlos, con el socorro de la divina providencia, a la fe católica…». De modo pues, que desde el inicio de la colonización se sentaron los fundamentos de lo que sería la cosmovisión de los habitantes de la isla.

La disparidad entre ambas órdenes religiosas incluiría aquí en América la situación creada por el Sermón de Adviento (1511).

Los hijos de San Agustín abrieron la enseñanza escolar en 1505 -habían llegado tres años antes en el colegio que fundó Fray Hernán Suárez en el Convento franciscano de la ciudad de Santo Domingo.

 

En el orden académico, la enseñanza de la filosofía en Santo Domingo aparece íntimamente ligada al Estudio General establecido por los dominicos que, como quedó dicho, se convertiría en la primera edad.

En el orden académico, la enseñanza de la filosofía en Santo Domingo aparece íntimamente ligada al Estudio General establecido por los dominicos que, como quedó dicho, se convertiría en la primera Universidad de América.

El primer Curso de Teología tomista fue dictado en dicho Estudio General en 1532 por el docto fraile Tomás de San Martín. El discurso teológico fue trasladado de la metrópolis a la colonia con arreglos indiscutibles a la rancia sentencia medieval «philosophia».

Cf. Boletín Episteme No. 14 (1998) 4-6

La presencia franciscana primero y la dominica después, con la finalidad expresa esta ancilla theologiae» (la Filosofía es la esclava de la Teología), expresión que denunciaba la razón de ser, la función de la Filosofía, según el pensar escolástico. Fundada la Universidad seis años después, ésta inició su funcionamiento con cuatros facultades: Artes (que incluía la Filosofía), Teología, Derecho y Medicina.

Durante ese siglo XVI, todos los catedráticos fueron religiosos de la Orden de predicadores. La Universidad estuvo en un Convento primero, y luego en un edificio anexo al mismo, en la calle así denominada «calle del Convento» (hoy «Padre Billini»).

 

Según la reglamentación interna, para optar por el grado de Bachiller en Teología, debía poseer primero el grado de Bachiller en Artes, excepto los religiosos. La graduación en Artes implicaba defender, contraponer dialécticamente los argumentos a favor y en contra de una et Non (Sí y No).

Una de Lógica Una de Metafísica Una de Física Una sobre la generación (de las cosas) Una sobre el Alma (= Psicología)

Todo esto suponía que el aspirante debía ceñirse muy bien a la doctrina tomista.

La Summa Theologica de Santo Tomás sustituiría el libro IV de las sentencias, de Pedro Lombardo, el notable teólogo italiano que había sido discípulo en el siglo XII de Pedro Abelardo, creador de la metodología o forma de disputa escolástica.