La filosofía debe hacerse política «práctica», para continuar siendo filosofía; «fuente» para la teoría de la unidad de teoría y práctica. Gramsci

 

El presente trabajo no pretende más que llamar la atención acerca de que todavía nuestra historiografía tradicional no ha sido capaz de descubrir objetivamente lo que consideramos es la esencia del duartismo. La rutina de descubrir pura y simple los hechos cronológicos más importantes que conforman la vida del patricio no nos ha proporcionado la rica fuente filosófica contenida en la fecunda actividad práctica del precursor de la Trinitaria.

 

No se ha hecho todavía un riguroso enfoque filosófico al estudio del «fenómeno» Duarte. No hay una concepción duartiana original expresada en un sistema racional y lógico de conceptos; lo que hay es una praxis; una vida consecuente desde el principio hasta el final. Es por eso que no podría hacer una reflexión seria acerca de esta vida ejemplar sin antes establecer una conceptualización de lo que es la «filosofía de la praxis».

 

El punto de partida correcto para abordar a Duarte es la personalidad de Sócrates. Este no escribió nada munca, por lo que en sentido tradicional no parecía un filósofo. Conscientemente el rompió con la filosofía especulativa tradicional. Su filosofía está contenida en su vida responsable y coherente. La filosofia del autor de la mayéutica es el rompimiento dialéctico con la «filosofía de los filósofos». La práctica socrática fue esencialmente política, por tal razón el eonsideraba que «después de la filosofía la política es la actividad más noble». La relación entre la filosofía de los filósofos y la de los no filósofos (filosofía de la praxis. R. B) está asegurada por la «política», escribió Gramsci, quien tiene una importante reflexión acerca de la filosofía de la

 

praxis. La filosofía de la praxis es inmanente a las cosas sobre las cuales filosofamos. De la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida, he aquí el proceso realista.

 

La filosofía debe hacerse «política», «práctica» para continuar siendo filosofía. «Fuente para unidad de teoría y práctica». Todas estas reflexiones de Gramsci acerca de la «filosofía de la praxis» o de la «filosofía de la práctica’ encajan con la manera socrática de hacer filosofía. La esencia de la filosofía del gran maestro de Platón es la armonía absoluta entre su vida práctica y sus enseñanzas: vivió fielmente de acuerdo a su discurso.

 

El desarrollo de la vida de Juan Pablo Duarte no sólo va tejiendo una peculiar filosofía, sino, que dialecticamente se va involucrando en su actuación revolucionaria. El valor de la práctica como demiurgo en Duarte encaja dentro del criterio Marxista. En su tesis sobre Fewerbach; Carlos Marx plantea que «la coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria»3. Puede ser que el alto grado de valoración de la práctica por parte del padre de nuestra patria haya sido alcanzado por este de manera espontánea y no consciente como es el caso del marxismo; sin embargo está ahí como realidad. Hay que descartar toda posibilidad de que Juan Pablo Duarte conociera el marxismo por aquellos tiempos de ajetreos revolucionarios tanto por la geografía como por el tiempo; en esa época si existía el marxismo era embrionariamente. Sin embargo, pareciera que nuestro

 

  • Dr. en filosofía. Egresado de la Universidad Lomonosov, Moscú. Catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

dominicano ilustre conoció una fuente semejante a la marxista, ya que «la filosofía marxista, en su nexo privilegiado con la política, aparecerá como un conjunto de tesis para una ciencia de la práctica política».

 

La filosofía duartiana surge en nexo privilegio con la práctica política; su originalidad es indiscutible, ya que no se le puede encuadrar con ninguna corriente o escuela filosóficas conocidas para la época. Pero como es una filosofía realista de la «praxis» y consecuente puede no estar en contradicción con lo esencial de la filosofía marxista. En cuanto al pensamiento socrático, se ha podido establecer que no es casual la semejanza extraordinaria del duartismo con este. Es conocido que en su adolescencia Duarte tuvo como profesor de filosofía y derecho romano al sabio Juan Vicente Moscoso, a quien todos lo llamaban el Sócrates dominicano. De manera, que la filosofía del padre de la mayéutica en aquella época precaria de nuestra historia era bien conocida y Duarte la estudió entonces, posiblemente junto a otros jóvenes. Dice Guido Despradel de Juan Pablo Duarte que fue un héroe, apostol, soñador y artífice, que poseyó de los incorruptibles varones de Atenas la virtud;…»5. El interés de Juan Pablo Duarte por el conocimiento filosófico no deja lugar a duda. Según José Gabriel García, es fama que durante los años que tuvo de permanencia en Barcelona, el joven Duarte aprendió la lengua latina; dió con marcado provecho un curso de filosofía…»6. Al igual que Sócrates, consideraba nuestro patricio que la filosofía como madre de toda virtud, está en primer plano respecto a los demás saberes. «La política no es una especulación, afirmaba él, es la ciencia mas pura, la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias humanas»7. Duarte fue un hombre orientó reflexivo, de ahí su gran vocación filosófica siempre su actividad política revolucionaria. Su apego a la historia y a la práctica lo hacen un político fuera de serie y quiezas porque se adelantó a su época, fue tan poco comprendido por su generación. Un día le dijo a su compañero y amigo Serra: «nada hacemos querido amigo, con estar excitando al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerlo servir para un fin positivo, práctico y trascendental». Su criterio de la práctica como «demiurgo» hacía que en él todo encontrara un sentido útil para la causa. Su militancia masónica no consistió en un simple refugio espiritual, sino que su disciplina la utilizó en la misma constitución de la Trinitaria. Duarte fue un genio práctico». Su práctica fue de alto calibre, no fue ciega y desordenada, y dirigida racional y que

 

objetivamente de manera optimista, hacia el objetivo definido que era la independencia de la República Dominicana del poder haitiano o de cualquier otro. La

 

experiencia histórica siempre fue objeto de reflexión en él, para llevar hacia adelante sus planes políticos, en ese sentido decía que «la historia nos cnseña que un pueblo resuelto a ejercer los derechos que le son inmanentes nunca los ha obtenido mendigándolos; los ha conquistado luchando, como lo hizo el pueblo de Roma bajo Tarquino; como el de América del Norte en 1776; como el pueblo del París en 1789, y como los pueblos del continente sudamericano»¹0. Un político con ese tipo de criterio está a la altura de cualquier político revolucionario del siglo XX. Indiscutiblemente, que quien hizo consciente el proceso revolucionario por la independencia fue Duarte. Lo que dice al respecto Pebro Henríquez Ureña respalda nuestra tesis «la primera independencia dice él, fue sin duda alguna la de Núñez de Cáceres; no claramente concebida, tal vez, pero independencia al fin. La de 1844 fue consciente y definida en los fundadores; pero no para todo el pueblo, ni aun para cierto grupo dirigente. Libertarse de los haitianos era justo, era lo natural: ¿Pero comprendía todo el pueblo que debíamos ser absolutamente independientes?…». Y nosotros formulamos la siguiente pregunta: ¿Quién dirigió ese proceso político, tan esencialmente consciente? La respuesta es obvia, el genio de Duarte. Casi todos nuestros historiadores de manera ligera y simplista han enmarcado a este hombre de vida práctica y coherente dentro del romanticismo. «Fue a estudiar a Europa y allí fue influenciado por el romanticismo», dicen. Tal punto de vista hay que revisarlo, ya que creemos que las ideas duartianas están por encima de cualquier corriente o escuela del pensamiento sobre todo de la visión romántica de la vida y sus fenómenos. Al explicar los orígenes del romanticismo, F. Garrido Pollardo, explica que «su germen se asocia al vocablo «romanesques». Esta expresión, sinónimo de «noveleros, fantasiosos», la empleaban peyorativamente los franceses contra los escritores de España, como una manera de combatir la influencia de una literatura cuyos héroes dominados por las pasiones se mueven a través del espacio «¹2. El Romanticismo tiene como punto de partida una reacción en contra de la razón; Juan Jacobo Rouseau (1712-1778) publicó Las confesiones, en donde expresa lo siguiente: «He abandonado la razón y he consultado la naturaleza…». Cuando los franceses incorporaron en el diccionario de la Academia en 1798, su definición fue la de «un lugar o paisaje que recuerda a la

dominicano ilustre conoció una fuente semejante a la marxista, ya que «la filosofía marxista, en su nexo privilegiado con la política, aparecerá como un conjunto de tesis para una ciencia de la práctica política».

 

La filosofía duartiana surge en nexo privilegio con la práctica política; su originalidad es indiscutible, ya que no se le puede encuadrar con ninguna corriente o escuela filosóficas conocidas para la época. Pero como es una filosofía realista de la «praxis» y consecuente puede no estar en contradicción con lo esencial de la filosofía marxista. En cuanto al pensamiento socrático, se ha podido establecer que no es casual la semejanza extraordinaria del duartismo con este. Es conocido que en su adolescencia Duarte tuvo como profesor de filosofía y derecho romano al sabio Juan Vicente Moscoso, a quien todos lo llamaban el Sócrates dominicano. De manera, que la filosofía del padre de la mayéutica en aquella época precaria de nuestra historia era bien conocida y Duarte la estudió entonces, posiblemente junto a otros jóvenes. Dice Guido Despradel de Juan Pablo Duarte que fue un héroe, apostol, soñador y artífice, que poseyó de los incorruptibles varones de Atenas la virtud;…»5. El interés de Juan Pablo Duarte por el conocimiento filosófico no deja lugar a duda. Según José Gabriel García, es fama que durante los años que tuvo de permanencia en Barcelona, el joven Duarte aprendió la lengua latina; dió con marcado provecho un curso de filosofía…»6. Al igual que Sócrates, consideraba nuestro patricio que la filosofía como madre de toda virtud, está en primer plano respecto a los demás saberes. «La política no es una especulación, afirmaba él, es la ciencia mas pura, la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias humanas»7. Duarte fue un hombre orientó reflexivo, de ahí su gran vocación filosófica siempre su actividad política revolucionaria. Su apego a la historia y a la práctica lo hacen un político fuera de serie y quiezas porque se adelantó a su época, fue tan poco comprendido por su generación. Un día le dijo a su compañero y amigo Serra: «nada hacemos querido amigo, con estar excitando al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerlo servir para un fin positivo, práctico y trascendental». Su criterio de la práctica como «demiurgo» hacía que en él todo encontrara un sentido útil para la causa. Su militancia masónica no consistió en un simple refugio espiritual, sino que su disciplina la utilizó en la misma constitución de la Trinitaria. Duarte fue un genio práctico». Su práctica fue de alto calibre, no fue ciega y desordenada, y dirigida racional y que

 

objetivamente de manera optimista, hacia el objetivo definido que era la independencia de la República Dominicana del poder haitiano o de cualquier otro. La

 

experiencia histórica siempre fue objeto de reflexión en él, para llevar hacia adelante sus planes políticos, en ese sentido decía que «la historia nos cnseña que un pueblo resuelto a ejercer los derechos que le son inmanentes nunca los ha obtenido mendigándolos; los ha conquistado luchando, como lo hizo el pueblo de Roma bajo Tarquino; como el de América del Norte en 1776; como el pueblo del París en 1789, y como los pueblos del continente sudamericano»¹0. Un político con ese tipo de criterio está a la altura de cualquier político revolucionario del siglo XX. Indiscutiblemente, que quien hizo consciente el proceso revolucionario por la independencia fue Duarte. Lo que dice al respecto Pebro Henríquez Ureña respalda nuestra tesis «la primera independencia dice él, fue sin duda alguna la de Núñez de Cáceres; no claramente concebida, tal vez, pero independencia al fin. La de 1844 fue consciente y definida en los fundadores; pero no para todo el pueblo, ni aun para cierto grupo dirigente. Libertarse de los haitianos era justo, era lo natural: ¿Pero comprendía todo el pueblo que debíamos ser absolutamente independientes?…». Y nosotros formulamos la siguiente pregunta: ¿Quién dirigió ese proceso político, tan esencialmente consciente? La respuesta es obvia, el genio de Duarte. Casi todos nuestros historiadores de manera ligera y simplista han enmarcado a este hombre de vida práctica y coherente dentro del romanticismo. «Fue a estudiar a Europa y allí fue influenciado por el romanticismo», dicen. Tal punto de vista hay que revisarlo, ya que creemos que las ideas duartianas están por encima de cualquier corriente o escuela del pensamiento sobre todo de la visión romántica de la vida y sus fenómenos. Al explicar los orígenes del romanticismo, F. Garrido Pollardo, explica que «su germen se asocia al vocablo «romanesques». Esta expresión, sinónimo de «noveleros, fantasiosos», la empleaban peyorativamente los franceses contra los escritores de España, como una manera de combatir la influencia de una literatura cuyos héroes dominados por las pasiones se mueven a través del espacio «¹2. El Romanticismo tiene como punto de partida una reacción en contra de la razón; Juan Jacobo Rouseau (1712-1778) publicó Las confesiones, en donde expresa lo siguiente: «He abandonado la razón y he consultado la naturaleza…». Cuando los franceses incorporaron en el diccionario de la Academia en 1798, su definición fue la de «un lugar o paisaje que recuerda a la

imaginación las descripciones de poemas y novelas». El alto nivel de conciencia reflejado por Juan Pablo Duarte en toda su vida revolucionaria nos dice que fue un hombre profundamente apegado a la razón expresada en la combinación dialéctica del pasado, del presente y del futuro en sus reflexiones y acciones.

 

En su política se mantuvo siempre por encima de toda bajeza y pequeñeces humanas, por eso fue tan ético y tan poco pragmático, lo que hizo imposible que él se entendiera tanto con sus adversarios y muchas veces con sus compañeros de lucha, por eso concebía la política como una de las profesiones más nobles y humanas, y él conscientemente quería ser paradigma para los políticos dominicanos no sólo de su generación, sino también de las generaciones venideras. Así que Duarte estuvo por encima de todo romanticismo, de todo liberalismo y de todo nacionalismo europeos. Por ejemplo se ha dicho siempre que «una visión de la realidad sociopolítica y cultural enfrentada por Duarte durante sus años de estudios en Europa (1828-1832) refiere tanto el desarrollo de la doctrina en boga (liberalismo, nacionalismo, romanticismo…) como a las el ciudadano común asumía para el logro fórmulas que de la independencia…». Todas las doctrinas políticofilosóficas mencionadas más arriba son limitadas y estrechas, muchas veces irracionales, voluntaristas y en la mayoría de los casos elitistas, racistas y oportunistas. Ninguna de estas cualidades están presentes en la ideología y la práctica duartianas.

 

Juan Pablo Duarte no fue un fanático místico como se ha querido dejar establecido, él de manera correcta, ubicándonos en su época, utilizó la religión como un medio, como un instrumento. Su religiosidad no fue absoluta, era relativa y condicionada; sus límites fronterizos eran la ética y la moral, en tal sentido decía: «La religión predominante sería sin duda la católica y apostólica, pero sin perjuicio de la libertad de conciencia y con tolerancia de cultos y de asociación no contrarios a la moral pública y a la caridad evangélica»¹4. El humanismo y la razón van de las manos, y el precursor de La Trinitaria nunca los perdió de vista. El término filantropía incluido en su proyecto de constitución tiene para él un significado muy especial, no el de hacer obras de caridad, sino el de respeto al ser humano, a su vida; humanizar las relaciones sociales. Sus principios, sus ideas y la causa de la independencia estaban por encima de cualquier tipo de interés. Refiriéndose a la vida sentimental del patricio, Pedro Troncoso Sánchez dice, que «la absoluta entrega de éste al ideal de patria libre apenas

 

en dejó margen al cultivo de ese otro género de entrega sentimental de la que sólo hay escasísimas huellas» La pulcritud de la filosofía duartiana, esencialmente humana no alberga ningún tipo de sentimiento mezquino. No han faltado personas calumniosas contra, acusándolo de racista, queriendo decir que él luchó por independizar la República del dominio haitiano, porque estos son «negros africanos», sin embargo como Duarte fue un pensador de amplia visión, se encargó de insistir en que su lucha no era solamente en contra del poder haitiano. Y sobre estos últimos sentía un gran respeto y simpatía por su historia, él decía que «un pueblo como el haitiano, que había luchado heroicamente para ser libre, no podía continuar sojuzgando a otro pueblo que también

tenía derecho a su libertad»16. La ausencia de racismo en Duarte se manifiesta en el siguiente verso escrito por él:

 

«Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados, la patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos».

 

Los calumniadores de nuestro padre de la patria, que lógicamente son los mismos que siempre han querido vender nuestra República Dominicana al mejor postor, han existido siempre y existen actualmente. Pero la vida y la obra del patricio siempre han sido una fuente infinita de ideas e inspiración para derrotarlos. Fueron muchísimas las provocaciones que le hicieron, pero siempre recibieron los ambiciosos, los que sólo pensaban en sus intereses personales, respuestas socráticas de parte de aquel ilustre dominicano. En el año de 1844, el 24 de diciembre llega Juan Pablo Duarte deportado a Saint-Thomas. «Llegué a Saint-Thomas y me encontré rodeado de consejeros», dice, ironicamente en sus notas autobiográficas. unos le dijeron que si pasaba a Haití seguramen le serían facilitados suficientes recursos para vengarse de Santana y Bobadilla. Otros le insinuaron aprovechar el disgusto de España ante el deseo de ambos gobernantes de ceder a Francia la bahía de Samaná y convertir al país en protectorado francés, para pedir auxilios a la antigua metrópoli con el fin de derrocarlos y formar un gobierno favorable a estrechar vínculos con la península. A estas propuestas les dio Duarte la negativa y el desprecio, no podía esperarse otra cosa de parte de un hombre tan íntegro, con una filosofía y una ética comparada solamente a la de Sócrates, donde pensamiento y práctica armonizan de manera absoluta; y esta actitud tan ejemplarizadora fue reiterativa y constante en Juan

Pablo Duarte. Esta fue la filosofía que catapultó a Sócrates hacia la eternidad, un paradigma para todas las épocas y toda la humanidad. En lo interior de la práctica duartiana hay un tesoro filosófico infinito y solamente la filosofía puede rescatarlo. El enfoque narrativo, descriptivo hasta ahora ha sido incapaz de hacerlo. Lo esencial en el líder de los trinitarios fue lo humano; nunca perdió de vista al hombre en su lucha. El objeto de la historia es esencialmente el hombre. Mejor dicho los hombres. A su vez la historia la hacen los hombres; pero al mismo tiempo éstos son resultado de la historia. La filosofía que contiene ese principio está acorde con la lógica de la razón histórica y como tal no es filosofía relativa, efímera, etc. sino una filosofía de calidad socrática. Como dijo desde la tribuna de la Asamblea General Febrerista, un Trinitario: «Compatriotas: él fuc la razón, nosotros la fe; él la idea, nosotros la palabra; él la cabeza, nosotros los brazos; él el maestro, nosotros sus discípulos; él edificó, nosotros propagamos; él fue Duarte, nosotros los duartianos»¹7. Federico Henríquez y Carvajal, desde su posición de maestro, periodista, poeta, escritor y tribuno, se mantuvo presentando el modelo de Duarte a la juventud y es el autor de la letra del himno a Duarte, compuesto por el maestro José de Jesús Ravelo en 1913, para honrar el primer centenario del nacimiento del padre de la patria. Desgraciadamente las generaciones presentes no conocen la esencia de este Gran Trinitario, ya que en escuelas y universidades lo han sacado prácticamente de los programas, con el ingrediente negativo de que en las escuelas nuestras de hoy no hay capacidad para su comprensión y justa valoración.

 

La filosofía y la ética de Duarte se manifestaron de manera concentrada en algunos episodios a los cuales tuvo que darles salida socrática. Sócrates se tomó la Cicuta para no romper la coherencia de su vida. Así mismo si el patricio dominicano hubiese aceptado ciertas ofertas, sus enseñanzas y principios hubieran perdido su esencia y valor. En la capital venezolana se encontraba Duarte, cuando se consumó la anexión de su querida y cara patria a España. Entonces recibió proposiciones para que se acercara al representante de España y se mostrara dispuesto a prestar sus servicios a la reina Isabel II, en la certeza de que se le nombraría capitán general de la recuperada provincia. Así lo consigna el prócer en las notas autobiográficas que copia Rosa Duarte en sus crónicas. Según su testimonio, se le manifestó que si él expresaba su complacencia por el retorno de la soberanía española a Santo Domingo cesaría la oposición de los dominicanos al nuevo

 

régimen, su patria scría próspera y feliz y tanto él como sus hermanos saldrían del estado de privaciones en que se encontraban. La respuesta de Juan Pablo Duarte no se hizo esperar, sin duda enmarcada dentro de su ética, coherente con su prédica y su vida: «Los sufrimientos de mis queridos hermanos me eran harto sensible, pero mucho más doloroso me era ver que el fruto de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, era la pérdida de la independencia de esa patria tan cara a mi corazón y por cuya tranquilidad gustoso me inmolara, por lo que en lugar de aceptar el pan de la degradación, acepté con júbilo la copa de Cicuta que sabía me aguardaba el día que mis conciudadanos consideraran que mis servicios no les cran necesarios. «A mi me bastaba ver libre, feliz e independiente mi ínsula, y me dispuse a coadyuvar con todos mis esfuerzos a la redención de la patria»18. Esta fue una respuesta conscientemente socrática, ya que él habla de «accptar con júbilo la copa de cicuta…». A partir de este hecho la filosofía duartiana se clevó más y su luz se hizo más fuerte y clara. Esta filosofía anidada en la conciencia de los héroes de la restauración dirigió hasta la victoria al pueblo dominicano en contra de los anexionistas. Una filosofía de ese calibre tiene una fuerza transformadora, increiblemente fecunda.

 

Respetar las leyes y las reglas de juego democrático que él mismo había propuesto y defendido de manera intransigente. Cuando el 11 de julio de 1844 recibió una proclama escrita del pueblo de Puerto Plata, nombrándolo Presidente de la República, éste como es obvio no aceptó dicho nombramiento, ya que se haría al margen de la legalidad establecida, para él el camino a ocupar tan alta investidura eran las urnas. Su respuesta por escrito al pueblo de Puerto Plata fue filosófica, profundamente ética, a lo socrático: «sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho aún exonerado del mando que quereis que obtenga; pero sed justos lo primero, si quereis ser felices. Ese es el primer deber del hombre…»¹9. Duarte estaba consciente de que trabajaba no sólo para las generacio… de entonces sino, y sobre todo para las geraciones futuras, su filosofía sería siempre el guardián eterno de la República. Su orientación consciente hacia la filosofía desde su temprana juventud lo llevó hasta las alturas socráticas, que, sin lugar a duda, conoció a profundidad; pero su estimación por la filosofía en sentido generál no fue casual, sino que descubrió las funciones transformadoras y orientadoras de este conocimiento que surgió en la antigüedad como luz que deshace las tinieblas. Por eso la impresión que causó en el joven

trinitario la llegada al país procedente del Perú del hispanófilo Gaspar Hernández. Lo que o que atrajo a Duarte hacia éste personaje que en términos ideológicos era su antítesis, fue la profesión de filósofo de Doctor en Filosofía. «He sabido que usted es doctor en filosofía y teología y un veterano profesor de humanidades… Doy lecciones a un grupo de jóvenes amigos y anualmente recibo libros de Barcelona, que leemos y comentamos en grupo y que les facilito a mis alumnos y compañeros. Es necesario iluminarles las consciencias a los dominicanos y especialmente a la nueva generación. Muchos en su ignorancia no tienen una idea clara de la condición penosa y vergonzosa en que ue viven. Hay que educarlos para la libertad, para el bien, para la dignidad… La juventud dominicana más despierta tiene hambre de luz y de saber. Usted la puede saciar, reverendo Padre. Yo le puedo reunir un grupo de discípulos llamados a ser en el mañana los redentores y dirigentes de este pucblo». Se formó el grupo de estudio pero bajo la vigilancia de Duarte el cual terminó la misión de evitar cualquier contaminación de los participantes por parte del profersor colonialista. A Duarte le interesa sacarle provecho filosófico al Padre Hernández solamente eso. se

 

que Juan Pablo Duarte y Diez fue ante todo un filósofo que nos ha legado una filosofía de las mejores, de las sirven pa transformar de manera fecunda la para realidad. La filosofía del padre de la patria tiene un ingrediente ético equiparable solamente a la del gran maestro de Platón, es un filosofía imperecedera, fuente infinita para la buena acción y la vida ejemplar. En este sentido su filosofía es una filosofía de la praxis. Una filosofía viva, dinámica y transformadora. Armoniza con

el criterio marxista de la práctica; porque Duarte fue un revolucionario: el lema de su causa fue: «.. en Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser indenpendiente de cualquier nación extranjera o se hunde la isla». Es igual que decir «Patria o muerte». La fe en el pueblo, la fe en el futuro de su patria, el optimismo es la esencia de la filosofía que emana de la «praxis» duartiana.

 

NOTAS:

 

1.-Christine Buci. Glucksmann, Gramsci y el Estado. Siglo ventiuno, México, 1979. Pág. 438. 2.- Ibid. Pág. 422, end nour h.

 

3.- Rafael Morla. Filosofía para iniciados. Impresora Valdez, C. x A., Sto. Dgo., Pág. 159. bes ob care and 4-Christine

 

. 5.-Guido Despradel y Batista. Duarte y Aportes de la Familia Duarte Dicz a la Independencia Dominicana. 1981. Pág. 4.

 

Buci. Glucksmann. Obra citada. Pág. 4236.- García, José Gabriel. Juan Pablo Duarte.

 

7.- Troncoso Sánchez, Pedro. Vida de Juan Pablo Duarte. Ed. Taller. Sto. Dgo., 1980. Pág. 63. 8.- Ibid

 

. Pág. 65. 9.- Ibid. Pág. 159.

 

10.- Una Carta Histórica: de Pedro Henríquez Ureña sobre la Novela Dominicana. Coloquio – sábado 15 de abril de 1988.

 

11.-Garrido Pollardo, F. Ed. Labor, S. A. Barcelona. 1968.

 

  1. Danilo de los Santos. Juan Pablo Duarte y la fuerza liberadora del Romanticismo. El Caribe, 22 de febrero de 1997. Pág. 12. Suplemento. Caribe, 22 de febre 250 13.- Pedro Troncoso Sánchez. Obra citada. Pág. 192. 14.- Ibid. Pág. 52. 24

 

15.- Ibid. Pág. 63

 

16.-F. H. Carvajal. Duarte, próceres, héroes, mártires de la independencia Ed. Taller. Sto. Dgo. 1987. Pág. 112. E 17.- Pedro Troncoso Sánchez. Obra citada. Pág. 391. 18.- Ibid. 325.