INTRODUCCIÓN

Contando con los escasos recursos que nos ofrece la bibliografía duartiana, en lo que a la filosofía de Duarte se refiere, y con la exigua documentación disponible, respeto al Padre de la Patria, hemos escrito el presente ensayo que a nuestro juicio constituye lo que llamamos la filosofía de Duarte, el cual se funda en las doctrinas filosóficas que aparecen en sus escritos, de manera implícita o explícita.

 

LA FILOSOFÍA DE DUARTE

 

Todo hombre, como pensador, tiene de manera, implícita o explícita, una doctrina o un conjunto de principios que le sirven de fundamento y orientación a su vida y a su persona, los cuales constituyen su filosofía personal.

 

Es en ese sentido, que podemos decir que Duarte tuvo su filosofía, ya que poseyó un conjunto de principios y doctrinas que le dieron sentido, orientación y fundamento a su vida y su obra.

 

Vetilio Alfau Durán al publicar el «Ideario de Duarte» nos dio a conocer el pensamiento del Apóstol, pero éste sin la filosofía que le sirve de fundamento y orientación, está incompleto.

 

Ante esa situación nos decidimos a estudiar el pensamiento de Duarte con el fin de hallar la filosofía del mismo y creemos haberlo hallado, como podrá apreciarlo el lector.

 

Antes de seguir adelante, debemos aclarar que a pesar de que Duarte no es el autor original de muchos de los principios o doctrinas que emplea, los

 

consideramos como duartianos, por haber formado parte de su filosofía personal.

 

Como los principios de la filosofía de Duarte son de diversos géneros, los hemos clasificado en cinco grupos que hemos denominado: generales, políticos, políticos, patrióticos, religiosos y morales.

 

PRINCIPIOS GENERALES

 

La creencia en su liderazgo histórico. La idea de ayudar a los demás, orientándolos, nació en Duarte a muy temprana edad, como lo revela su vida familiar y su vida juvenil.

 

En el primer caso, se convierte muy joven en el líder de su familia, sin ser el primogénito, y en el segundo, el director de la escuela formada por alumnos que eran casi todos de su misma edad y más tarde ocurre lo mismo al fundar La Trinitaria.

 

Al andar el tiempo, la vocación lideral de Duarte crece y la creencia en su liderazgo nacional se convierte en el eje de su vida y Duarte se transforma en su líder social, patriótico, político y militar.

 

A todo lo anterior podemos añadir que como Duarte era providencialista es muy posible que se considerara elegido por la providencia para ser un líder de su familia, y de su pueblo, ya que pensaba que en el acontecer de la historia «todo era providencial».

 

El amor al progreso. Duarte, desde muy temprana edad, dio muestras de amar el progreso, no sólo en el aspecto personal, sino también en el familiar y quiso con la ayuda del trabajo y del estudio, adquirir una

 

  • Dr. en Filosofia, ha impartido cátedras en nuestra universidad por más de cuatro décadas. Presidente-fundador de Instituto Duartiano, del cual funge actualmente como asesor. Es el autor más prolijo de la literatura referida a Juan Pablo Duarte.

preparación comercial que le permitiera darle un adelanto al negocio ferretero de la familia, cuando asumiera la dirección de éste.

 

Y no sólo se limitó a lo anterior, sino que se empeño, ¡con la ayuda de la escuela que fundara en la Atarazana en sacar a sus compañeros del atraso! educativo en que se hallaban sumidos.m

 

El hecho de que luchara por hacernos libres de Haití y de que nos convirtiéramos en una nación con una democracia liberal, demuestra que también quería el progreso para todos los dominicanos.

 

El romanticismo. Esta doctrina, de naturaleza compleja o ecléctica, se distingue, entre otras cosas por su lirismo, su individualismo y el predominio de la sensibilidad sobre la razón.

 

El romanticismo en lo patriótico se distinguió por su exaltación sentimental del heroísmo, del sacrificio, de la grandeza y la sangre derramada por las más nobles causas.

 

En lo político, veía a la política no sólo como el arte de gobernar, sino como el de convencer y de entusiasmar, y bajo su influencia la política recurre al poder del verbo y se transforma en un género literario.

 

Y, por último, se distingue en, manifestar piedad por los humildes y por los pueblos esclavizados así como por su interés por los problemas sociales.

 

Cuando Duarte hizo su primer viaje a Europa, en plena adolescencia, conoce al romanticismo, que entonces se hallaba de moda en el viejo mundo, y se lo asimiló de tal modo, que se convirtió en una de las doctrinas rectoras de su vida.

 

Cuando se examina la vida y la obra de Duarte son muchas las pruebas de su romanticismo que aparecen en ellas.

 

Ejemplo de lo que decimos se aprecia en el sentido religioso y romántico del juramento trinitario y la firma del mismo con la sangre de los trinitarios, en un momento de gran exaltación patriótica.

 

Así como el uso del jasmín de Malabar o filoria, por los seguidores de Duarte, flor de color blanco, de contextura delicada y de suave perfume. 1

 

Prueba su romanticismo su firme creencia en el providencialismo histórico, que es una doctrina romántica que ve en la historia un orden o un plan providencial.

 

Su nacionalismo vehemente, su propensión a lo sentimental y generoso. Su imaginación mítica, que lo lleva a comparar ciertos pasajes de su vida con la pasión de Cristo. Su cálido y vivo sentimiento de la amistad. Su amor a la soledad. El conflicto con la relidad. La exaltación de sus luchas y sus pensamientos, etc.orem

 

PRINCIPIOS POLÍTICOS

 

El respecto a la Ley o el legalismo institucional. Para Duarte la Ley, salvo las restricciones del derecho, debe ser conservadora y protectora de la vida, la libertad, el honor y las propiedades del individuo, y como cree que es la regla a la cual deben acomodar sus actos tanto los gobernados como los gobernantes, considera que debe ser respetada, para que pueda reinar el derecho, la justicia, la fraternidad y la concordia.fox.or

 

En su proyecto de constitución, Duarte asegura que la Ley es la que da al gobernante el derecho de mandar e impone al gobernador la obligación de obedecer y que por lo contrario, toda autoridad no constituida con arreglo a la Ley es ilegal y por tanto no tiene derecho alguno a gobernar ni está en la obligación de obedecerla.

 

La antioligarquía. De acuerdo con el pensamiento de Duarte, «la nación dominicana no es ni puede ser jamás….el patrimonio de familia ni persona alguna, propia ni mucho menos extraña».

 

Y en la carta que le envió a Félix María Delmonte en el 1865 le apena y le indigna que Santana pudiera disponer a su antojo, por espacio de más de veinte años, «del honor, de la vida y de las propiedades del pueblo».

 

Esto último nos parece una protesta del Padre de 2017 10 la Patria contra el poder oligárquico de Santana.

 

El liberalismo. El liberalismo es una doctrina que defiende los derechos innatos del hombre frente al Estado y exige que éste proteja las libertades humanas y propugna por la separación de la Iglesia del Estado.

 

El liberalismo de Duarte no fue una copia. del que conociera en el extranjero. El apóstol cr u propia doctrina liberal. Por eso su liberalismo es republicano, masónico, católico, anticolonialista y anti-imperalista.

 

No fue Duarte nuestro primer liberal, porque antes de él lo fue Núñez de Cáceres, pero si creemos que ha sido entre nosotros, el más grande de nuestros, liberales. Patiek Shtab sob ob robu gosse af

 

La democracia liberal. Duarte fuc partidario de la democracia liberal y de que la misma fuera por su Estado que tuviera cuatro poderes: municipal,

legislativo, ejecutivo y judicial.

 

Y en su proyecto de constitución establece que el gobierno de la nación dominicana «deberá ser siempre y ante todo, propio y jamás ni nunca de imposición extraña, bien sea ésta directa, indirecta, próxima o remotamente; es y deberá ser siempre popular, en cuarto a su origen, electivo, en cuarto al modo de organizarlo, representativo, en cuanto al sistema, republicano, en su esencia y responsable, en cuanto a sus actos».

 

El anticolonialismo. Duarte fue un anticolonialista en el sentido de ser opuesto a la práctica política de ciertas naciones que se dedican a crear colonias o a convertir en colonias a pueblos que no lo son.

 

Por eso confirmando lo anterior dice: «en Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo, dominicano, logrando siempre por medio de sus intrigas y sórditos manejos adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto de cómo es en realidad. Esa fracción, o mejor diremos, esa facción, es y será siempre todo, menos dominicana. Así se la ve en nuestra historia, representante de todo partido antinacional y enemigo nato, por tanto, de todas nuestras revoluciones. Y si no, véase ministeriales en tiempos de Boyer y luego rivieristas, y aún no había sido el 27 de Febrero, cuando se le vio proteccionistas franceses y más tarde anexionistas americanos y después españoles.»

 

El nacionalismo. El nacionalismo es una doctrina que exalta la personalidad de un país y aboga por su independencia, cuando alcanza su madurez política.

 

Nada expresa mejor el pensamiento nacionalista de Duarte que la siguiente cita, extraída de los Apuntes de Serra para la historia de los trinitarios:

 

«Entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión. Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que recogiendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo como los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor: pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, lo habrán hecho sólo para sellar la afrenta de que en

 

premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarle la mano? No más humillación. ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana, por qué han de estar los dominicanos sometidos, a la Francia, ya a España, ya a los mismos haitianos, ¿sin pensar en constituirse como los demás? No, mil veces! No más dominación! Viva la República Dominicana!».

 

El anti-imperialismo. El imperialismo consiste en la intervención de un Estado en los asuntos internos de otro. Dicha intervención puede ser política, económica, cultural etc.

 

Duarte es el más grande y el más tenaz de nuestro anti-imperialista. Luchó contra el imperialismo haitiano, el francés, y el español y el yanki.

 

Era opuesto a toda clase de imperialismo. Por eso dice refiriéndose al gobierno que debía tener el pueblo dominicano, que «deberá ser siempre y ante todo propio y jamás ni nunca de imposición extraña, bien sea ésta directa, indirecta, próxima o remota….»

 

Luego añade: «…. no es de esperarse que yo deje de protestar y conmigo todo buen dominicano cual protesto y protestaré siempre…. contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y a cercenar nuestro territorio o cualquier de los derechos del pueblo dominicano».

 

Y, por último, proclama que «nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla».

 

Sus ideas masónicas. Duarte fue masón y en el estudio de su doctrina y de su vida se notan las influencias morales, sociales, patrióticas y políticas de la Masonería.

 

Duarte actúa en su vida política como un verdadero masón como lo demuestra la condición masónica de La Trinitaria, que tenía en común con las logias masónicas las siguientes cosas: 1°). La diversidad de sus miembros, que eran civiles, militares, blancos, negros, mulatos etc. 2°). La vinculación de sus miembros mediante un juramento religioso. 3º). su condición secreta. 4º). El uso de tocamientos, señas etc., para reconocerse entre sí. Y 5°). Un alto ideal patriótico, liberal y democrático.

 

Y en su enseñanza también se nota la huella masónica, como lo demuestran sus prédicas acerca de la concordia social, el amor al progreso, la fraternidad

multirracial, el amor al trabajo, la justicia social, el amor a la patria, la tolerancia religiosa, el amor a la libertad y el alto valor atribuido a la política.

 

El valor político de la juventud. Duarte se dio cuenta de que para realizar su obra patriótica y política necesitaba contar con la juventud, porque ésta ama las innovaciones, aspira al progreso y le agrada romper con las ataduras del pasado.

 

Como a los 18 años, que sería la edad que Duarte tendría a su regreso al país, de su primer viaje a Europa, no se piensa como persona vieja o madura ni se tiene mucha fe en ser entendido o secundado por los mayores, Duarte se dirigió a la juventud del país y contó con ella para realizar su patriótico empresa, y con un grupo de jóvenes, fundó la escuela de la Atarazana, donde actuó como maestro de los que al andar del tiempo serían próceres.

 

La juventud de su época lo entendió y le prestó su apoyo y con la ayuda de un grupo escogido, fundó La Trinitaria, que habría de ser la progenitora de La Filantrópica y la Sociedad Dramática, también compuesta por jóvenes entusiastas.

 

Duarte nunca dudo del valor político de la juventud ni de sus deseos de superación y progreso. Y en su carta a José Gabriel García, en el 1869, la exhorta de este modo: «Seguid, jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de muestra independencia nacional, únicas garantía de las libertades patrias».

 

PRINCIPIOS PATRIÓTICOS

 

El amor a la Patria. El amor a la Patria es uno de los principios fundamentales de la filosofía de Duarte.

 

Duarte quiso a la patria con amor invariable, con entrega total y con el absoluto empleo de beneficiarla en todo lo posible.

 

Ese amor por la Patria hizo que sacrificara en provecho de ella, el sosiego, la fortuna, la salud, y la vida apacible, con el más absoluto desinterés.

 

Confirma lo anterior en Duarte, su entrega total a la Patria, hasta el extremo de identificarse con ella. Llegando a declarar que su pensamiento, su alma y él totalmente, no le pertenecían porque su carísima patria absorbía su mente, llenaba su corazón y sólo vivía para ella.

Su declaración de que por desesperada que fuera la causa de su patria, siempre sería para él la causa del honor y siempre estaría dispuesto a honrar su enseña con su sangre, reafirma lo dicho en el párrafo precedente.

 

Y, por último, las persecuciones, cárceles, ingratitudes, desprecios, destierros, miserias y abandonos que tuvo que soportar por su labor patriótica, prueban sin lugar a dudas, lo dicho anteriormente.

 

El trabajo por la patria. Este principio es uno de los fundamentales de la filosofía duartiana, porque Duarte fue siempre un hombre de trabajo y por su condición masónica adquirió un alto concepto del mismo.

 

Pero le añadió al patriotismo el amor al trabajo. Los unificó y llegó a la conclusión de que debía trabajarse por y para la Patria, ya que el hacer tal cosa equivalía a trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos.

 

Y nos exhortaba a trabajar sin descanso. Sin perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios.

 

La fe en el pueblo. Duarte tuvo una fe absoluta en el pueblo dominicano y en su destino.

 

Siempre tuvo confianza en el amor a la libertad del pueblo dominicano, al que consideraba que era «heroico hasta el sufrimiento y digno de mejor suerte». ….

 

Y su gran fe en éste es lo que explica su labor en beneficio del pueblo dominicano, porque sin ella no hubiera hecho tal cosa.

 

PRINCIPIOS RELIGIOSOS

 

El Principio Divino de las naciones. Duarte, en su proyecto de constitución reconoce a Dios como el «Supremo Autor, árbitro y regulador de la naciones».

 

Estos no nos sorprende porque como se recordará, el juramento trinitario se hacía «en el nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente….» y el lema de la República tiene como uno de sus principios a Dios.

 

De lo anterior se desprende que para Duarte, Dios formaba parte de su obra patriótica y política de manera principal en el sentido de considerarlo como el fundamento de la misma.

 

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El providencialismo histórico. Duarte fue un fiel creyente del providencialismo histórico el cual según el diccionario de filosofía de Nicola Abbgrano, es la doctrina que ve en la historia un orden o plan providencial. El origen de esta doctrina se remonta a San Agustín.

 

A Duarte le complacía hallar similitudes y concordancias entre los acontecimiento históricos y la carta que le envía a Félix María Delmonte, el 2 de Mayo del 1865, es una buena prueba de lo decimos. que

 

El sentido religioso de la vida. Duarte, sin caer en el fanatismo, tuvo un amplio sentido religioso de la vida, como lo demuestran los principios religiosos que guiaron su existencia.

 

En los apuntes de Rosa Duarte señala las semejanzas que existen entre ciertos episodios de su tragedia política con determinados sucesos de la pasión de Cristo, como lo demuestra este pasaje que citamos: «Por eso os amo, os he amado siempre, porque vosotros los dignos hijos de la Patria no tan sólo nos acompañasteis en la Calle de la Amargura sino que supisteis y sufristeis con nosotros hasta llegar al Calvario».

 

Parece que su religiosidad se acentuó con su desgracia política y él mismo nos confiesa, en los mencionados Apuntes, que en el 1845, en Venezuela, conoció al Padre San Gerví, con el cual estudió historia sagrada y éste «quería, dice el propio Duarte, que me dedicara a la Iglesia, pero por los asuntos de mi patria que esperaba concluir, me impedían tomar estado».

 

PRINCIPIOS MORALES

 

El moralismo político. Duarte era un hombre de una alta moral que lo indujo a pensar que la Política no era una especulación sino «la Ciencia más pura, la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles».

 

Y fiel a este principio, actuó siempre en política del modo más noble y más digno. Por pensar de ese modo le repugnaban las actuaciones inmorales de muchos políticos de su tiempo y tiene para ellos expresiones muy duras.

 

La concordia social. Duarte en el curso de su vida pública siempre abogó por la unión de los dominicanos y jamás quiso ser motivo de discordia entre ellos y

 

muchas veces hizo sacrificios personales, para conseguir o preservar la unión.

 

Esto se puso en evidencia en su alocuición a los puertoplateños, a los que les pide que sean unidos, para que apaguen la tea de la discordia.

 

En sus sacrificios en aras de la unión de los dominicanos en el 1844 y en el 1864. y en su declaración de haber sido siempre motivo de amor entre los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo ni manzana de discordia (carta a Espaillat en el 1864).

 

La fraternidad multirracial. La fraternidad racial nos induce a amar fraternalmente a los hombres de nuestras mismas razas, pero Duarte consciente de la condición multirracial de nuestro pueblo y de los demás pueblos antillanos, se muestra partidario de la fraternidad multirracial y declaró que «los blancos, los morenos, los cobrizos y los cruzados le mostraran al mundo que eran hermanos.

 

Apoya esta doctrina de Duarte, su poesía intitulada «el Criollo», de donde procede esta cita.

 

Su aceptación de Sánchez entre los trinitarios y su amistad fraternal con los hermanos Puello.

 

Y, por último, el significado de nuestra bandera, atribuída a Duarte, que según los historiadores simboliza la unión de todas las razas por lo vínculos del cristianismo.

 

La justicia social. Duarte, como cualquiera de nosotros, sabía que la justicia es la virtud que nos impulsa a darle a cada cual lo que en derecho pertenece, pero para él es algo tan importante que la considera como el primer deber del hombre y el fundamento de la felicidad social.

 

Confirma lo anterior, su concepción de la justicia expuesta en su alocución a los puertoplateños.

 

Su declaración de que la nación dominicana no es ni puede ser jamás patrimonio de familia ni persona alguna, propia ni mucho menos extraña, como lo expresa en su proyecto de constitución indignación ante el hecho de que Santana pudiera disponer a su antojo, por espacio de más de veinte años, «del honor, de la vida y de las propiedades de los mejores servidores del pueblo» (carta a Félix su María Delmonte, en el 1865).