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Sociólogo, filósofo, etnólogo, académico e investigador
Jesús Tellerías Castillo nació en Santo Domingo, República Dominicana. Hijo de padres de intensa vocación laboral. Su madre, enfermera; y su padre, mecánico de tractores de la reconocida marca Caterpillar y tractorista en el Centro Rio Haina y en el Banco Agrícola, cuando esta entidad prestaba asistencia de rotura de tierra a los campesinos y a los constructores de la vía férrea del Central Romana.
Desde pequeño, sintió inclinación por los estudios y aunque “no sabía para que servían”, se aferró a ellos con ahínco y dedicación, formando, a lo largo de su vida, una completa carta de presentación no sólo en el ámbito profesional, sino también en la consecución de procesos históricos, políticos, sociales, educativos y culturales del país.
Estudios:
-Maestría en Historia, Summa cum laude, Universidad Patricio Lumumba (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
-Especialización en estudios históricos y etnológicos.
-Filosofía de la Ciencia y Filosofía de la Tecnología.
Carrera profesional:
-Profesor de Filosofía de la Ciencia y Filosofía de la Tecnología, además de metodología a nivel de grado y posgrado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
-Formador de la generación del 80 en el campo filosófico.
-Participación en movimientos estudiantiles y comités universitarios, incluyendo el comité Julio Antonio Mella, vinculado al partido comunista.
-Experiencia laboral en la Unión Soviética y colaboraciones internacionales.
Lecturas y referencias:
Ahora bien, a pesar de que este curriculum destaca su amplia formación en el ámbito de las humanidades, durante el bachillerato en Ciencias Físicas y Naturales pretendía estudiar medicina veterinaria, posiblemente motivado por su amor y entrega a la crianza de perros de raza, como el pastor belga y el pastor alemán.
Ese mismo apego que siente por los animales, se refleja en su pasión por la lectura. De joven, leía de todo, convirtiéndose en un lector cada vez más ávido y necesitado y en un conversador natural y espontáneo.
Comenzó con el libro de alfabetización “Fellito y Tatica” y con ejemplares de periódicos de segunda mano, sintiendo curiosidad por una columna que no comprendía en ese momento: “Efeméride Dominicana”, escrita por Pedro Vergés Vidal, padre del también escritor Pedro Vergés, autor de la famosa novela “Sólo cenizas hallarás”. Aunque no conocía el significado del término efemeride, le atraía como eran contados relatos y eventos de nuestra historia.
Su fervor por la historia, lo llevó también a descubrir los aportes de Juan Isidro Jiménez Grullón, escritos cuando se desempeñaba como profesor en la Universidad de Mérida, Venezuela, sobre todo los relacionados con “El mito de los padres de la patria”. Con la cronología de “argumentos y refutaciones” entre Juan Isidro Jiménez Grullón y otros intelectuales de la época, se enamoró del debate, de la confrontación, del decir exquisito, que aún conserva como características relevantes de su carácter y personalidad.
Luego se adentró en las obras de Luís Pérez Espino, de la colección Sembrador, pasando a Amado Nervo, Rubén Darío, Juana Borrero, José de la Luz y Caballero y Fernando de L., a partir de los cuales logró no sólo una formación respetable, sino una gran apertura de pensamiento.
Esta apertura de pensamiento, lo condujo a alimentar la idea de trasladarse al extranjero para continuar con los estudios. Mediante el comité Julio Antonio Mella, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), vinculado al partido comunista, conoció a varios becarios que le ofrecieron la anhelada oportunidad, entre ellos: Beatriz C, hermana de Roberto C; Carlos Gonzalez Teeda, hermano de El Mante; que se encontraba estudiando en Polonia.
Sintió que le abrieron la puerta al cielo, pero con el agravante de que todo el que quisiera estudiar en los países del Pacto de Varsovia necesitaba un permiso de entrada, lo que en principio fue rechazado por su madre, más allá de su mentalidad abierta, alegando una larga separación en una era sin internet.
Durante los casi ocho años que estuvo en la URSS, los intentos de comunicación con familiares y amigos fueron infructuosos. Las llamadas se hacían vía Estados Unidos y las cartas debían enviarse mediante terceros países. Un amigo las recibía en Nueva York, las colocaba en sobres más grandes y las despachaba. Sin embargo, siempre existía la sospecha de que fuesen vigiladas por la CIA o el FBI, pues todo lo que procedía de la “Cortina de Hierro” era minuciosamente examinado.
En la URSS, tuvo que adaptarse a un sistema sumamente riguroso, tanto en disciplina como en conocimiento. Desde el principio, se encontró con asignaturas como geometría analítica y óptica; y las conocidas como economía, historia, lógica, entre otras, eran completamente distintas a lo que le habían enseñado en el país.
El primer año, las clases resultaron abrumadoras y desafiantes. Dictada a velocidad y completamente en ruso, lo único que se enseñaba en español era historia, impartida por españoles refugiados tras la primera guerra civil durante la República Española.
Aunque todo era en ruso, a la “milla de Cristo”, Tellerías Castillo siempre ha ponderado la parte positiva del sistema, debido a que obligaba a los estudiantes a validar el rigor, el orden y la puntualidad como tabla de salvación. Recuerda que al salir de la universidad iba al comedor, almorzaba y después se dirigía al laboratorio de lingüística. Allí pasaba entre cuatro y cinco horas con unos auriculares haciendo ejercicios de pronunciación, captando nuevos conceptos y estructuras gramaticales.
Algunos sonidos los dominaba con facilidad, pues provienen del latín, pero hay otros que no existen en la lengua española, como uno que parece un 61, que no es ni i, ni o, ni u; así como la, que suena raña. Algo tremendo, complicado, lo que hacía que pronunciar correctamente implicara un esfuerzo sobrehumano.
Hubo momentos en que pensó abandonar. Resultaba un aprendizaje forzoso, rápido y con cosas diferentes todos los días. El alfabeto no es lo típico, al menos, no para los estudiantes de esta región. Es una derivación del griego, sin preposiciones, con siete casos de declinación. Un idioma muy exacto y específico. Sin embargo, al final, esta exactitud le sirvió para una mejor utilización del lenguaje y a ser más preciso hasta con el español.
Sorteando los inconvenientes del idioma; y con los más altos honores, cumplió con los requisitos universitarios, en un grupo sumamente reducido, 15 estudiantes, lo que le permitió conocerlo a todos por nombre, apellido y procedencia: árabes, japoneses, pero la mayoría provenía de Africa y Asia, de países como Laos, Camboya, Sri Lanka y Pakistán. A través de este crisol de nacionalidades, pudo descifrar mejor el conflicto entre paquistaníes e hindúes, heredado de la división religiosa y étnica dejada por los ingleses tras la independencia. División que tanto ha influido en sus convivencias sociales.
Ante las tensiones étnicas y religiosas, generalmente en el comedor, los sentaban con gente de la misma región, pero los de la India y Pakistán no se colocaban en la misma mesa y se evitaban bajo toda circunstancia.
Influencias:
Además de los autores arriba mencionados: Luís Pérez Espino, Amado Nervo, Rubén Darío, Juana Borrero, José de la Luz y Caballero, Fernando de L, Tellerías Castillo ha sido profundamente influenciado por Georgi Plekhanov, Benedetto Croce y Antonio Labriola, quienes exploraron la historia desde una perspectiva materialista.
También, ha tomado préstamo del enfoque gramsciano no sólo para el abordaje de seminarios, debates y discusiones, sino también como herramienta aplicable para la creación y el sostenimiento de grupos políticos contemporáneos. Piensa que sus ideas siguen siendo una pieza útil al momento de articular la figura del intelectual orgánico y su papel en la sociedad.
Asimismo, su oportuno interés por la historia lo ha mantenido pendiente del pensamiento occidental, adentrándose constantemente en la lógica de la investigación científica de Karl Popper y Karl Hempel y otros nuevos autores.
Otro investigador que siempre lo ha acompañado en sus rutinas exploratorias es Mario Bunge, un físico matemático que se aventuró en el estudio de los procesos económicos críticos de los años 80 y 90.
Igualmente, a menudo vuelve la mirada hacia la Historia y conciencia de clase, de Georg Lukács, obra que proporcionó a la corriente marxista una summa filosófica decisiva, rechazando las tendencias científicas y dogmaticas nacidas en el seno del marxismo, reabriendo así el debate cultural europeo e internacional.
Claro, de igual forma, busca respuestas en teóricos norteamericanos, especialmente en Robert K. Merton, estudioso de filósofos e historiadores alemanes que dejaron una impronta insuperable en el pensamiento social, sin perder de vista los trabajos nacientes.
Aunque, por supuesto, desde sus años de luchas en los grupos estudiantiles ya venía aferrado a ese compromiso político y pensamiento social, mediante las contribuciones de Marx Weber, quien analizó el capitalismo a través de una perspectiva religiosa, sugiriendo que los protestantes eran menos comunitarios que los católicos. No obstante que respeta la mirada de Weber, la filtra por el tamiz del materialismo histórico.
Pero, sobre todo, aún sigue con detenimiento las prácticas de Friedrich Engels, quien a pesar de su vasta formación en sociología, filosofía, historia y política, no se concentró exclusivamente en un área, excepto en su colaboración con Marx, demostrando que la filosofía además de teorizar, se vive y se aplica en la realidad, en el entorno circundante. Engels permaneció en Alemania atendiendo sus negocios, mientras que sus preocupaciones intelectuales se orientaban hacia la clase obrera. Marx era el filósofo, Engels contribuía materialmente; y aunque siempre le pareció complejo entender cómo, siendo propietario de una empresa que explotaba a los trabajadores, podía, al mismo tiempo, ser considerado un “maestro de la clase obrera”.
Para el eterno revolucionario, esta dicotomía sólo resulta explicable si la persona se sujeta a un distinguido altruismo o a una intención social genuina. Intención que, a lo largo de sus luchas, ha motorizado como su preocupación vital: el desarrollo colectivo de esta sociedad.
Intereses:
Durante su dilatada carrera como sociólogo, filósofo, académico e investigador, Tellerías Castillo ha mostrado interés por la exploración de temas y problemáticas donde las corrientes teóricas y los movimientos prácticos se conjugan como un todo, interactúan en un mismo campo de acción.
Considera, al igual que la mayoría de los pensadores que lo han influenciado, que las teorías se defienden en el terreno y las prácticas se forjan de las ideas.
Entre estos intereses e investigaciones figuran:
-Adaptación al rigor educativo y adquisición del idioma ruso.
-Estudios en historia de la ciencia, historia de las ciudades y de las civilizaciones a través de las religiones.
-Conocimiento profundo en religiones cristianas e islámicas; y análisis crítico de las contradicciones religiosas.
– Exploraciones y reflexiones sobre el desarrollo urbano, tanto a nivel nacional como local.
-Observaciones sobre las condiciones naturales del suelo, como elementos constitutivos del carácter, temperamento y personalidad de las personas, de acuerdo a su región de origen y/o procedencia.
-Investigación sobre la historia de la tecnología, y el impacto de figuras históricas en la sociedad.
– Participación en movimientos estudiantiles, luchas, enfrentamientos ideológicos y debates sobre filosofía política y social.
-Compromiso con la educación filosófica y su aplicación en la comprensión de procesos históricos y sociales.
Publicaciones:
-Obra dispersa en ensayos y artículos publicados en revistas y periódicos.
-Trabajo hacia la compilación de sus escritos.
Premios y reconocimientos:
-Summa cum laude maestría en historia.
-Reconocimiento por su pensamiento crítico y contribuciones a la formación filosófica.