ASPECTOS GENERALES

La filosofía es la creación más elevada de la humanidad y es fácil hablar de ella. La tarea se complica aún más cuando nos proponemos exponer las ideas de un filósofo prácticamente desconocido en su propio país. No es exagerado decir que Andrés Avelino García Solano, quien nació el 13 de diciembre de 1899 en la ciudad de Montecristi y murió el 18 de marzo de 1974, fue un filósofo de tales dimensiones que reduce nuestra insularidad, y aún no lo conocemos bien.

Andrés Avelino, debido a la diversidad de áreas de conocimiento que abordó, la profundidad, prolijidad y creatividad demostrada en cada una, es uno de los más grandes pensadores que ha producido la República Dominicana. Fue un creador en poesía y un teórico del arte, un filósofo que dominó diversas áreas como la Teoría del Conocimiento, la Metafísica, la Lógica, la Ética, la Filosofía de la Ciencia, etc. Era físico y matemático de profesión y tenía un gran conocimiento de la Historia de la Filosofía desde la antigüedad hasta el siglo 20. En él se produjo el salto del mito-poesía al logos y dominó plena y conscientemente las esferas del sentimiento y la razón. También supo distinguir los planos científico y filosófico.

Su vida se desarrolló en uno de los períodos históricos más difíciles: todo el proceso de inestabilidad económica, política y social que vivió el país tras el fin de la dictadura de Ulises Heureax y el inicio de las primeras décadas de este siglo. Sabemos que la sociedad dominicana sufrió guerras civiles -lideradas por señores de la guerra-, dictaduras y una intervención militar que sentaría las bases para la tiranía más cruel y larga de nuestra historia, la dictadura de Rafael Trujillo. En este ambiente, comenzó como un revolucionario en el arte, siendo un miembro activo del movimiento posmodernista. Avelino dice: «Por ejemplo, siempre tenemos a nuestro pueblo en guerra, primero, una guerra de señores de la guerra, provocada por pequeñas ambiciones personales; Más tarde, una guerra de ideales políticos, y hoy, ¡el regalo más hermoso y glamoroso de nuestras generaciones! La doble y gran guerra del arte y la libertad de la patria (1)».

Casi toda su vida ejerció el magisterio y fue docente de generaciones. Precisamente en las aulas de esta universidad impartió múltiples asignaturas. Es un ejemplo de trabajo y perseverancia, puesto que a pesar de las vicisitudes y el poco desarrollo del país, nunca dejó de ser un creador en el amplio sentido de la palabra.

Entre sus obras tenemos: Metafísica Categorial (1940), Esencia y Existencia del Ser y la Nada (1944), Una Letra a Maritain (1945); El Problema Antinómico de la Fundamentación de una Lógica Pura -su obra principal y el segundo libro de lógica escrito en el país (1951)-; La filosofía del conocimiento (1950); Los Problemas Antinómicos de la Esencia de lo Ético (1971); y otros libros y ensayos de carácter filosófico. Asimismo, dejó una importante obra poética que abarca desde su primer libro Fantaseos (1921) hasta los poemas inéditos de los últimos años de su vida. También dejó un Manual de Física, entre otras cosas.

Para abordar a un pensador con estas cualidades, es necesario hacerlo lo más liberado posible de toda clase de prejuicios. Estudiarlo exige elegir un camino entre los múltiples que existen en filosofía. En este caso, estudiamos la obra de nuestro filósofo metafísico idealista desde ella misma.

FILOSOFÍA, CIENCIA Y FILOSOFÍA DE LO ÉTICO

Para adentrarnos en la exposición de la Filosofía de lo Ético en Andrés Avelino, debemos resolver algunas interrogantes, como ¿qué es la Filosofía para Andrés Avelino? y ¿qué diferencia existe entre Ciencia de lo ético y Filosofía de lo ético?

La Filosofía para Andrés Avelino es «una discusión problemática sobre los pensamientos antinómicamente problemáticos que suscitan acerca de los objetos científicos y sobre las realidades sustanciales de todo género (2)».

Los objetos filosóficos son meros pensamientos antinómicamente problemáticos sobre los objetos ónticos sustanciales (3). Es decir, la Filosofía estudia las esencias de los pensamientos, pero desde un punto de vista antinómico y problemático. La Filosofía es, entonces, para él, como para Pitágoras: amor a la sabiduría, «anhelo de un ser que no se posee y que además el verdadero filósofo vislumbra que es de imposible posesión definitiva (4)».

El conocer y poseer intelectualmente sus objetos es propio de la ciencia: los objetos de estas son ónticos materiales, mientras que los objetos de la Filosofía son ónticos esenciales.

Estamos frente a un filósofo esencialista que se inscribe en la tradición de la Filosofía metafísica idealista occidental, la cual parte de los griegos, pasa por la Edad Media y llega hasta el siglo XX.

Precisamente en su Filosofía de lo Ético, Andrés Avelino persigue un filosofar problematizado, pero al mismo tiempo presenta un sistema categorial.

«Un sistema categorial de pensamientos -dice el filósofo- es un todo armónico, ordenado lógicamente, en el que nada desentona ni es contradictorio, pero que es antinómico y contradictorio con otro sistema que sea diferente de aquel (6)».

Y para reafirmar, sigue diciendo: «Todo sistema categorial de pensamiento, sea metafísico o filosófico, es un todo cerrado en el que todo es verdadero, siempre que se realice con su propio sistema de categorías, esto es, siempre que no se rechace ni una sola de sus categorías ()».

La filosofía de lo ético para Avelino consiste en problematizar acerca de los valores o esencias jerarquizadas; sin embargo, dicho problematizar debe ser sistemático. La Filosofía de lo Ético debe preceder a la ciencia de lo ético.

Su filosofía de lo moral se fundamenta en la intuición pura y espiritual. Es decir, su ética se desarrolla en el plano de lo absolutamente filosófico: su objeto, su puesto y método no existen; Sólo existe la intuición pura.

La Filosofía de lo Ético de Andrés Avelino no busca lo ético en la realidad histórica real, sino en lo absoluto y a priorístico, en los valores. «La ética se presenta entonces como una pieza de una filosofía especulativa, es decir, construida al margen de la ciencia y de la vida real (8)».

En su concepción filosófica, la ética se fundamenta en lo absoluto, en el bien supremo, Dios. De ahí que la Filosofía de lo Ético busca las esencias jerarquizadas de los valores. Son los valores lo que dan sentido a la investigación de lo ético.

La ética como ciencia que estudia el comportamiento humano moral de forma sistemática, racional y objetiva, no tiene lugar en el pensamiento de Avelino. La ética para él no es una ciencia práctica, pues «una ética como ciencia teórica que investigue los objetos morales, no puede ser ciencia que dé preceptos y normas (9)».

CRÍTICA A LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DE LOS CLÁSICOS

La Filosofía de lo Ético desarrollada por Avelino parte de una crítica rigurosa a las concepciones filosóficas de Aristóteles, Immanuel Kant, Max Scheler, Nicolai Hartmann y otras como las de Jean-Paul Sartre y Martin Heidegger.

En ese orden, rechaza, siguiendo a Kant, la ética de Aristóteles por ser una ética de lo material. Dice el filósofo Avelino: «Las éticas de los bienes prekantianas, desde Aristóteles hasta el utilitarismo, el naturalismo y el evolucionismo moderno, son éticas científicas en las que está ya supuesto lo moral […] (10)».

En el caso de la Ética de Kant, la rechaza por considerar que su formalismo conduce también a una ética material, en la que el Bien Supremo, Dios, queda anulado. «La ética kantiana —dice Avelino— se opone a toda ética de bienes y fines y sustenta una ética formal.

Discute así el problema de la esencia de lo moral, pero lo hace de un modo tan dogmático, con una evidencia tan absoluta de que la esencia de lo moral son principios a priori, que tal ética tampoco puede ser considerada como una ética en sentido estricto (11)».

Para Avelino, el formalismo ético de Kant es igual a ateísmo, ya que se fundamenta en la libertad absoluta, la autonomía ética del hombre, lo que significa el derrocamiento de Dios.

En la ética kantiana, las normas morales deben ser universales y válidas para todo sujeto humano, independientemente de su condición histórica. En Immanuel Kant, se da una separación y contraposición entre materia y forma. La primera está constituida por los datos sensibles y es a posteriori; la segunda es a priori y es una síntesis organizadora que tiene una función activa, representada por el entendimiento.

La crítica de Avelino a Kant está relacionada con la crítica que el fenomenólogo Max Scheler le hace en su ética material al formalismo kantiano. Scheler entiende los valores como a priori autónomos y como condición de la aspiración hacia la posesión de los bienes. Para él, el valor es trascendente, no existe en sí, pero se expresa en la singularidad material del hecho.

«[…] Existen los bienes, obras o cosas, pero su presencia expone o traspone un mundo de valores, sin los cuales no podríamos apreciarlos como tales bienes (12)».

El argumento de Scheler es de carácter antropológico, para él los valores determinan las posibilidades de la situación humana y ofrecen las condiciones para que la libertad sea un hecho.

Aunque Andrés Avelino parte de la crítica de Scheler al formalismo ético de Kant, también hace un esfuerzo para diferenciarse de Scheler.

Nos dice que «Max Scheler, en su ética personalista, opone al pensamiento formalista kantiano el pensamiento antinómico que concibe lo moral como cualidades materiales de valor ( ómico

Avelino se diferencia también de Scheler, pues su ética no comparte la idea de los valores como esencias materiales. Para él, los valores son esencias puras jerarquizadas, son trascendentes y no tienen ninguna relación con los elementos ónticos materiales. De ahí que busca «[…] una ética genuinamente filosófica en el sentido absoluto (14)». Dicha Filosofía de lo Ético lo conduce al valor supremo, Dios. En el caso de su crítica a Nicolai Hartmann, considera que este «concibe el valor como esencias ideales y a la manera platónica (15)». Y como su ética se centra en los valores como esencias jerarquizadas, también se aparta de Hartmann dado que el esencialismo de Hartmann conduce a una ciencia de lo ético, no a una Filosofía Pura de los Valores.

Para Avelino, la mayoría de las éticas son híbridas, mezcla de Ciencia y Filosofía. Y él, como hemos explicado, se propone una Filosofía de lo moral en el sentido puro y absoluto.

Toda crítica de Avelino lo conduce a un idealismo absoluto: «Esta vida moderna, atea, arreligiosa y amoral es una consecuencia deplorable de tal filosofía (16)». Es decir, las concepciones filosóficas de Kant, Scheler, Hartmann y otros filósofos contemporáneos como Sartre y Heidegger son los responsables de la crisis de valores en el mundo actual. Aquí puede aplicarse la crítica que Karl Marx y Friedrich Engels hacen en la Ideología alemana al pensamiento idealista

La preocupación fundamental en Avelino es la búsqueda de una ética religiosa, en la cual el bien supremo es igual a Dios. Para él, «la relación entre el bien supremo, los bienes particulares y los valores constituyen esa conexión entre ética y religión (17)». Dios es el enlace óntico entre la religión y la ética.

VALORES Y BIENES

Ahora bien, ¿qué son los valores y los bienes? ¿Qué relación existe entre valores y bienes? Los bienes son cosas y situaciones empíricas reales. Pertenecen al orden de lo material y de lo histórico concreto.

Los valores son cualidades o esencias a priori y participados o encarnados en dichos bienes.

Los valores, en este sentido metafísico idealista, son autónomos y son la condición para la posesión de los bienes.

La relación entre valores y bienes, Avelino la entiende como una relación de dependencia de los segundos respecto a los primeros. Es decir, su tesis es que los valores determinan los bienes. Dice: «No parece que los valores puedan depender de los bienes particulares, ya que estos son productos de aquello (18)».

Avelino considera que «[…] si los valores dependen de los bienes, la aniquilación de un mundo de bien conllevaría la destrucción de los valores relacionados con ese mundo de bienes. Los valores variarían en función de las variaciones y contingencias de ese mundo de bienes. Tendríamos un relativismo ético en el que ni Scheler ni Kant han querido caer (19)».

El filósofo entiende que es un problema antinómico decidir si es posible que los valores dependan de bienes particulares: el Estado, la cultura, la Iglesia; pero para él, es ineludible que los valores dependan de un bien supremo, es decir, de Dios.

Su argumento es que la dependencia de los valores del Bien Supremo, Dios, es una dependencia que conlleva menos consecuencias antinómicas, ya que, como el bien supremo no es contingente, no sufre variaciones de ninguna especie y los valores pueden depender de él sin sufrir menoscabo en su carácter de realidades permanentes, eternas e invariables (20)».

El empeño de Avelino es buscar lo absoluto, y lo absoluto para él es Dios, Bien Supremo, realidad espiritual trascendente, inmutable, eterna e infinita.

Evidentemente, la metafísica idealista occidental, desde Parménides, Pitágoras y Platón hasta San Agustín, los modernos y contemporáneos, está presente en este pensamiento.

Entonces, Avelino niega que los valores puedan depender de los bienes particulares. Para él, es lo contrario: los bienes particulares son productos de los valores. Dice: «Cuando intuimos, preferimos y cumplimos con el sentido de determinados valores, realizamos los bienes». Por ejemplo, el cumplimiento del sentido de los valores religiosos cristianos nos da como bien la Iglesia Cristiana; al cumplir con los valores de la justicia y el orden, nos da el Estado.

Para Avelino, la relación entre bienes y valores se da en el siguiente orden: Bien Supremo – valores – fines.

El razonamiento lógico es el siguiente:

  1. El Bien Supremo no es contingente.
  2. No sufre variaciones de ninguna especie.
  3. Por tanto, los valores pueden depender de él sin sufrir modificaciones.

Los bienes particulares, para Avelino, necesitan de los valores para pasar de la no-existencia a la existencia. «Los valores existen por la necesidad de crear o realizar bienes». Los bienes son el soporte material que permite el cumplimiento de los valores. «Los bienes —dice Avelino— exigen los valores tanto para su realización como para su mantenimiento, su evolución y su perfeccionamiento; pero ese mantenimiento, evolución y perfeccionamiento de los bienes, no transforma ni modifica los valores, ni en su estructura, ni en su sentido, ni en su importancia (22)».

La razón de la existencia de los valores se materializa en la relación con los bienes. Así, «Dios, supremo valor y Bien Supremo, siente la necesidad de la creación del mundo y de los valores que encierra (23)».

En Dios se expresan valores y bienes. Pero, «los valores existen como realidades ideales, como esencias jerarquizadas, distintas de las realidades sensibles en las que se materializan (24)».

En Avelino es una constante la negación de toda realidad material, sensible. Por eso, para él «la existencia entre los bienes y los valores, no es una exigencia empírica, óntica, real sensible […] (25)».

Estamos frente a una metafísica de los valores éticos; es decir, el tratamiento que el filósofo dominicano da a lo ético es puramente filosófico. Siguiendo sus ideas en torno a la relación entre el valor y las cosas sensibles, encontramos que para él es inconcebible que lo «agradable-sensible» sea una cualidad del valor mismo. Es decir, los valores no son cualidades inmanentes de los objetos materiales o de las cosas, sino objetos ideales, valientes y trascendentes.

Nos dice: «Sin duda, el sabor agradable de una manzana o de una piña es valioso para el hombre. Percibimos ese sabor agradable de esas frutas, sólo cuando nos ponemos en un determinado contacto material muy conocido con esas frutas. Pero es antinómicamente problemático afirmar por ello que esas frutas poseen esos valores como cualidades materiales que les pertenecen ónticamente (26)».

Estamos frente a una postura platónica: para percibir lo agradable, es necesario ponerse frente al objeto; pero «el sabor agradable» y «el valor de lo agradable» no están en la materialidad del objeto, sino en lo trascendente, esto es, en la idea de lo agradable. «[…] Las diversas y múltiples vivencias de la agradabilidad —dice Avelino— que sentimos cuando paladeamos una fruta, se reducen en último término a que decimos simplemente: esta fruta es agradable, pero de ningún modo podemos comunicarnos las vivencias deliciosas pormenorizadas de cada una de las infinitas sensaciones vividas al saborear una fruta (27)». Esta idea nos recuerda la tercera premisa del sofista Gorgias, quien dice: «Si algo existe y puede ser conocido, no puede comunicarse a otro». Es decir, si es que la fruta posee el valor de lo agradable como cualidad material que le pertenece ónticamente (idea que rechaza Avelino), dicho valor sólo puede ser vivido subjetivamente.

El filósofo se pregunta: ¿cómo podríamos reconocer, o mejor aún, aprehender el valor agradable que intuimos cuando saboreamos la fruta si a priori no conocemos ese valor de lo agradable?

Su respuesta es que el valor de lo agradable solo se intuye como una relación entre dos esencias ideales jerarquizadas, como por ejemplo, entre la esencia ideal de lo agradable de una fruta y la esencia ideal de lo desagradable de otra fruta […] (28)».

Para Avelino, el valor es un ente autónomo, con su propia estructura. Por tanto, «el ser valente no puede ser inmanente a las cosas (29)». El valor trasciende a las cosas, «solo tiene relación con las cosas (30)».

La intuición para Avelino no es la intuición eidética intelectual de Husserl ni es la intuición material de Scheler, sino una intuición espiritual. La de él es una intuición de lo metafísico, de lo trascendente.

CATEGORÍAS

Las categorías centrales en el pensamiento ético de Avelino son valor, bien, bien supremo, esencia jerarquizada, polaridad, emoción, intuición o mirada espiritual del contenido.

Particularmente, las categorías esencia jerarquizada y polaridad son fundamentales para entender la Filosofía de lo Ético de Avelino. Esto se debe a que dichas categorías son características fundamentales del valor.

La jerarquía denota un orden, que según la concepción metafísica idealista de Avelino, «una cosa no es valiosa sino en relación con otra, comparada con otra en el orden jerárquico en el que están vinculadas. Por ejemplo, la piedra preciosa es valiosa no solo por su propia existencia, sino también por la del mármol, de la piedra caliza y el guijarro, etc. (31)».

Su tesis es que dicha jerarquía de los entes es una creación de Dios. Esta idea la encontramos también en la escolástica y, particularmente, en Santo Tomás de Aquino, para quien el universo constituye una jerarquía que llega desde Dios. Su tesis es que «si no hubiera una jerarquía entre los seres humanos y entre sus acciones, no podríamos aprehender las esencias jerarquizadas de las conductas de los hombres (32)».

La categoría de polaridad expresa la contradicción existente entre los entes. Por ejemplo, dice Avelino: «Existe una piedra preciosa porque existe una piedra no preciosa». La categoría de polaridad genera, a su vez, las categorías de preferencia y rechazo.

LA FILOSOFÍA DE LO ÉTICO COMO ÉTICA: SUS CONSECUENCIAS

La Filosofía de lo Ético conduce a Avelino a una ética cristiana, en la cual las ideas de preferencia y rechazo desempeñan una función fundamental. Puesto que la ética teológica cristiana sustenta como Bien: la conformidad con la voluntad de Dios y como Mal, la oposición a esa voluntad.

En ese orden de razonamiento, el filósofo dominicano niega la afirmación de Hartmann, para quien la ética cristiana es un «egoísmo del más allá (33)».

«Para Hartmann -argumenta Avelino- el eudemonismo cristiano encierra un sentido de individualidad que se advierte en que el hombre ama al prójimo en este mundo con objeto de alcanzar su bienaventuranza eterna, al trabajar por la salvación de su alma (34)».

Avelino considera que toda actividad tiene como finalidad el logro de algo, «si no sería una actividad sin sentido (35)».

Para reforzar su argumento, distingue lo individual de lo universal. Lo primero es lo material y lo segundo, lo espiritual. El egoísmo es individual, material, mientras que lo espiritual es igual a lo universal.

«El altruismo materialista de lo social, aspira, dice, al bien material del otro porque le produce un placer, una fruición interior: al trabajar por obtenerlo (36)».

Estos razonamientos lo conducen a una concepción ideológica anticomunista: «Una ética social materialista -dice- como la del socialismo moderno, si es verdadero egoísmo del más acá (37)». Y, por otro lado, además, lo conducen a una crítica a la Ciencia y a la Técnica contemporánea.

«La materia -dice Avelino- solo acomoda lo material. Este desarrollo exagerado de la ciencia y la técnica en la vida moderna, que solo ha impulsado lo material, ha logrado sin duda un amplio beneficio para la materia, pero a la vez un maleficio para lo espiritual […] (38)».

En su crítica de los valores de la era de la Ciencia y la Tecnología, plantea una idea que podría servirnos en el momento actual para reflexionar lo que está ocurriendo en el campo de la cultura, sobre todo en el caso concreto de nuestro país, donde el modelo de desarrollo casi impuesto por la división internacional del trabajo, nos está obligando a una reforma de la educación, a todos los niveles, que tiende a la formación de recursos humanos única y exclusivamente en el aspecto técnico medio. Es decir, nosotros como nación no necesitamos humanistas y científicos sociales, solo necesitamos fuerza de trabajo calificada para suplir la demanda del mercado laboral.

En su crítica de los valores de la era de la Ciencia y la Tecnología, plantea una idea que podría servirnos en el momento actual para reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el campo de la cultura, sobre todo en el caso concreto de nuestro país, donde el modelo de desarrollo casi impuesto por la división internacional del trabajo nos está obligando a una reforma de la educación, a todos los niveles, que tiende a la formación de recursos humanos única y exclusivamente en el aspecto técnico medio. Es decir, nosotros como nación no necesitamos humanistas y científicos sociales, solo necesitamos fuerza de trabajo calificada para suplir la demanda del mercado laboral.

Por ello, es aprovechable para nuestras generaciones la crítica del filósofo Andrés Avelino al tecnicismo en su forma vulgar. Nos dice: «La cultura espiritual está desvalorizada. Solo impera y se impone el técnico forjador de bienes materiales (39)».

Es importante señalar que la filosofía de lo ético de Andrés Avelino está dirigida contra todo positivismo. Por tanto, se entiende su anti-hostosianismo y su coincidencia con la ideología imperante durante la tiranía de Rafael Trujillo. En la respuesta a la encuesta de El Caribe, acerca de la influencia de Eugenio María de Hostos en la cultura dominicana, dice: «Todo positivismo, materialismo, misticismo científico existencialista, socialismo, comunismo, es materialismo. Hablo sin ambages. Soy antimaterialista y he combatido el materialismo en todas las formas antes dichas […]. Soy cristiano católico y amo entrañablemente mi ancestro y mi cultura hispánica […] (40)». Tanto el anti positivismo como el catolicismo y el hispanismo fueron elementos ideológicos fundamentales que caracterizaron el pensamiento de los intelectuales orgánicos del trujillismo.

Para finalizar, la idea antinómica de materia y espíritu, de bien y del mal, como dos aspectos sintetizados en el ser humano, condujo al filósofo Avelino a una conclusión pesimista.

Dice que «<la humanidad es antinómicamente metafísica y por tanto medularmente dogmática: se aferra rabiosamente a lo que cree que es la verdad [su verdad, A.V.), pero no ha llegado a ser filosófica, a ser genuinamente reflexiva, culta; a ver que los problemas humanos, sociales y políticos son problemas antinómicos de los cuales no podemos tener una seguridad absoluta de la evidencia de su solución (41)»>.


RECOMIENDA

1.-CÉSPEDES, Diógenes; Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el siglo XX; Editora Universitaria-UASD, Santo Domingo, 1985, página 55.

2.-AVELINO, Andrés; «Filosofía del Conocimiento», Anales de la USD, Ciudad Trujillo, 1947, pág.22.

3.-AVELINO, Ibidem, p.21.

4.-Opera vide, página 22.

5.- CORDERO, Armando; Panorama de la Filosofía en Santo Domingo [tomo II]; Editora La Nación, Santo Domingo, 1962, página 79.

6.- AVELINO, Andrés; Los problemas antinómicos de la esencia de lo ético; Editora Universitaria-UASD, Santo Domingo, 1971, pág. 135.

7.- AVELINO, Loc. cit., p. 136. 8.- SÁNCHEZ Vásquez, Adolfo; Ética; Editora Universitaria-UASD, Santo Domingo, 1984, pág. 14.

9.- AVELINO, Andrés; Los problemas.

10.- AVELINO, Ibidem, págs. 8-9. … pág. 46

11.- Loc. cit., página 9.

12.- CAMAS, Victoria [comp]; Historia de la Ética [volumen III]; Editorial Crítica, Barcelona, 1989, página 315.

13.- AVELINO, Andrés; Los problemas. Página 10.

14.- AVELINO, Andrés; Opera vide, página 10.

… 15.- Ibídem.

16.- Loc. cit., p. 21.

17.- Ibídem, pág. 22 millones

18.- Ibídem, pág. 33.

19.- Ibídem.

20.- Ibídem, pág. 34.

21.- Ibídem, pág. 32.

22.- Ibídem, pág. 34.

23.- Ibídem, págs. 34-35.

24.- Ibídem, pág. 35.

25.- Ibídem, pág. 39.

26.- Ibídem, pág. 40.

27.- Ibídem.

28.- Ibídem.

29.- Ibídem.

30.- Ibídem.

31.- Ibídem, pág. 147.

32.- Ibídem.

33.- Ibídem, pág. 81.

34.- Ibídem.

35.- Ibídem.

36.- Ibídem.

37.- Ibídem, pág. 82.

38.- Ibídem, pág. 83.

39.- Ibídem.

40.- Citado de La Influencia de Hostos en la cultura dominicana; Editora del Caribe, Ciudad Trujillo 1956, página 32.

41.- Ibídem, pág.