Por: Julio Acosta

CONTEXTO FILOSÓFICO:

Para contextualizar este tema, se establece la siguiente premisa: «La devoción casi absolutista en la fe de los mitos del tecnicismo ha socavado los fundamentos de la Historia». El contexto filosófico subyacente se basa en la crítica marxista clásica en relación con el análisis de los fenómenos económico-políticos. La desnaturalización en la estructura social del ser humano se origina en leyes economicistas, que, de manera implícita, encubren un dañino individualismo que degrada la esencia del género humano. Este proceso degradante ha llevado a la humanidad a una exasperación eufemísticamente etiquetada con neologismos globalizantes de rápida aceptación universal; El término del péndulo oscila entre modernidad y postmodernidad.

Para contextualizar temáticamente, interpreto la premisa insertándola en el siguiente marco: Cuando las llamadas sociedades industriales disfrutan aparentemente de las riquezas generadas por sus estructuras productivas, la calidad de la Historia disminuye. Mientras tanto, cuando 2/3 de la población mundial están condenados a la exclusión, ya que las leyes capitalistas sostienen que esta población «no produce, no consume y no sirve para la economía», su discurso revela el fracaso de su Historia, la incapacidad de sobrevivir históricamente. A pesar de que los «industriales» han proclamado olímpicamente el fin de la Historia, no pueden negar la autoconstrucción del desencanto vital. No les queda otra alternativa que el auto-suicidio (parafraseando, se podría recurrir a la tesis de Albert Camus en su libro El Mito de Sísifo: planteamiento filosófico del suicidio en el hombre).

La idolatría como paradigma: En el tema que nos concierne, lo distintivo del paradigma radica en resaltar un sistema axiológico con intencionalidad selectiva. Tal caracterización conduce a la elección filosófica, y como resultado de esta opción, se llega a una concepción antropológica. El presente tópico busca vincular un conflicto inevitable de cierta índole filosófica ante la crisis originada por la economía divinizada: el monstruo del neoliberalismo.

Toda economía se fundamenta en un núcleo filosófico central; sin embargo, no todos los núcleos obedecen a la misma filosofía. Al abordar el monstruo aquí y ahora, es imperativo delinear y configurar su conflictiva cosmovisión: se trata de una ideología hegemónica cuya esencia filosófica es el Dios-mercado. Este fenómeno, modernizado, postmodernizado y mitológicamente sacralizado, repercute en todos los ámbitos de la estructura social. De manera cancerígena, ha invadido el planeta, el globo terráqueo. Posee una política fetichista, y su fetiche opera globalizando mercantilmente al mundo.

El conflicto que nos plantea representa un alto riesgo para la supervivencia histórica, ya que nos propone rendir culto sometiéndonos a esta condición: «Amen el progreso, no desprecien el desarrollo, mantengan los niveles de macroeconomía, olvídense de la microeconomía, nieguen al Estado; conviértanse en oferta y demanda. Sepan que podrán hacer todo esto libremente en las capillas del MERCOSUR y MERCONORTE; pues, al integrarse por bloques regionales, serán consagrados en los templos del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)». El credo neoliberal está extendiendo su santuario catedralicio a lo largo y ancho del continente americano con el TLC (Tratado de Libre Comercio). Esta tesis gravemente mortal propone transformar las relaciones humanas en relaciones mercantiles, con un epicentro filosófico que sostiene: «Entre ustedes, solo véndanse y cómprense».

A esta imparable fuerza de la pseudosalud mercantilizada, acuden ávidos y sedientos nuestros países de América Latina y el Caribe. Este becerro dorado, paradigma de la idolatría, es la idolatría misma.

La eticidad como ideología de resistencia: La base estructural que demarca el empobrecimiento del 80% de la población mundial requiere como trasfondo un planteamiento ético obligatorio. El sistema económico neoliberal es intrínsecamente perverso. Este sistema establece que el 83% de la riqueza mundial se encuentra en manos del millardo de personas más ricas, mientras que el 1.4% pertenece a los mil millones en la base [informe 1992 del Programa para el Desarrollo Humano de la Organización de las Naciones Unidas].

Por otra parte, el informe del Banco Mundial de 1996 señala que la brecha entre ricos y pobres, incluyendo la gran contradicción de los mayores niveles de crecimiento económico actuales, se está haciendo cada vez más abismal. Entre los cálculos del Banco Mundial se admite de manera inescrupulosa que el 31% de las exportaciones de productos manufacturados del Sur está sometido a barreras ajenas a las tarifas, en comparación con el 18% en el caso del Norte.

Este panorama mundial se configura en un modelo ético que no contempla ninguna filosofía de eticidad social. Deliberadamente, se determina el destino del mundo en el marco que prefiero denominar «ética del proceso privatizante y reprivatizador». La concepción antropológica que prefigura este sistema ético postula que la autoregulación en la aplicación de las leyes del libre mercado -el libre comercio- en todas las esferas de la sociedad está determinada por la competitividad. ¿Y quiénes controlan las estructuras de la competencia? ¿Es posible reconstruir históricamente un Estado deteriorante en el que las transnacionales convierten a muchos países del Sur en la letrina tóxica del mundo?

El tutelaje en la tan nombrada internacionalización de la economía ejercido por el Banco Mundial y el FMI bajo la todopoderosa filosofía neoliberal: ¿estarían dispuestos -este diabólico tutelaje- a inaugurar el tercer milenio firmando el acta de defunción para el costo social de la Deuda Externa de aquellos que se han endeudado eternamente con el Sur? El Sur facultativamente deja al Norte este planteamiento no menos ético que los anteriores: ¿quién le debe a quién?

La respuesta virtual a esta última cuestión, también global, se inscribe en el marco de los principios universales de justicia y equidad. Bajo la exigencia también globalizante, neoaxiológica, de la ética radicalmente filosófica, es necesario eliminar las desigualdades, discriminaciones y exclusiones sociales. Dado que la política neoliberal ha optado por declararse incapaz de afrontar los desafíos que encara el mundo actual, tanto para los excluidos del Sur como del Norte, no podemos soslayar la siguiente realidad ética: «Es inconcebible que quienes menos pueden reajustarse a los cambios acelerados del monstruo tengan que seguir cargando con el peso mayor de la transformación económica y social de nuestro mundo».

Tanto el Sur geográfico del planeta Tierra como los «sures» de las entrañas geográficas del Norte, confrontativamente, se encuentran frente a esta alternativa autoliberadora: la construcción ética de su proyecto económico. Este sueño prefigura la otra globalidad, potencialmente más mundial que la globalidad de la bestia sacra del mercado. Su credo inconfundible es la utopía como futuro de la Historia, y su filosofía incontrolablemente esencial es la eticidad como ideología de la resistencia.

3 TESIS ANTINEOLIBERALES: ERRADIQUEN LOS DIOSES MERCANTILES Y OPTEN POR LA «FILOSOFÍA DE LA SOLIDARIDAD».

Ya en los umbrales del tercer milenio, invitados compulsivamente a tomar asiento en el tren de la recta perfectamente rectilínea (no nos hagamos ilusiones: cuando usted toma asiento difícilmente se desacomoda), nos enfrentamos a una opción de naturaleza filosófica: «No tenemos más alternativa, si queremos decidir autolibérrimamente no morir, que construir una nueva historia en este doble movimiento radicalmente filosófico: socavando la tumba de los dioses del mercado y cultivando la solidaridad desde los ojos de los pobres. Entonces podremos rezar así: ‘Vida nuestra que está entre nosotras y nosotros, sea tu porvenir justo, sea tu trayectoria justa. Nunca toleres las tentaciones e indolentemente entierra la intrascendencia histórica secularmente peligrosa de la utopía neoliberal…'»