ELSA SAINT-AMAND VALLEJO

ELSA SAINT-AMAND VALLEJO

La dicotomía realidad-fantasía ha sido abordada en múltiples ocasiones a lo largo de la historia del pensamiento occidental. Los criterios de evaluación han inquietado a las mentes más avanzadas, que han centrado su atención, como en el caso de Espinoza, en el orden y la conexión de las secuencias de sensaciones, estableciendo en ocasiones un paralelismo entre dicho orden y los estatutos lógicos.

La sensibilidad poética de Díaz Carela, en su obra Fantasía Terrenal, adopta un enfoque contemporáneo basado en un principio de naturaleza metafísico-trascendental, que podemos considerar paralelo al Principio Esperanza, elaborado intelectualmente por Ernest Bloch en la segunda mitad de nuestro siglo.

El Principio Fantasía representa la conciencia de una necesidad poética y creativa que va más allá del vacío de una expresión artística sin significado. Surge de la necesidad de reconocimiento y se narra desde la perspectiva de un poeta latinoamericano consciente de su carencia, que habla de gigantes espirituales y los presenta envueltos en la naturaleza americana, sutilmente tratada por el espíritu hispánico pre-capitalista.

Fantasía Terrenal, de Cecilio Díaz Carela, es una obra refrescante y repleta de aromas naturales que transportan al lector a los misterios de la Antropología. En ella, observamos una conciencia creativa para la cual el significado es fundamental.

La soledad de la individualidad contemporánea se manifiesta en la obra en la medida en que el poeta la experimenta, revelando que no está tan asimilada como para confundirse con su propia subjetividad. Surge cierta valentía sobria y se presenta como capaz de trascender el tormento expresado por la incapacidad de experimentar sensaciones, amenazante desde una cultura que se percibe como ajena en la mente pura del poeta latinoamericano, sumergida en el torbellino de la sensibilidad atormentada.

La asociación de la expresión artística espacio-temporal con la «nada» destaca la relevancia metafísica del Principio Fantasía, que Díaz Carela presenta como el origen poético de nuevas formas de vida aún no exploradas, y más merecedoras de la aventura antropológica que el poeta observa con respeto y empatía.

Una conciencia contemporánea sobre la temporalidad y una visión vinculada a los desarrollos más recientes de la filosofía en relación con el presente, extraído del tiempo y concebido como eternidad, se vislumbra en la obra de Díaz Carela como una promesa de llevar al lector, a través del juego, a las manifestaciones más innovadoras del pensamiento occidental.

El tiempo, como discurso contemporáneo y contexto de la vida en nuestros días, se manifiesta en la consciencia del poeta como aceleración. Surge una creciente relación antropológica con todo el sistema de vida que enmarca, y para aceptarlo, Cecilio afirma que se requiere de fuerzas. Quizás, solo en nuestros días y a lo largo de la historia humana, se necesita un despliegue de energía para dejarse llevar por la inercia.

El poeta se compadece de la naturaleza en una conciencia que trasciende la preocupación por las deficiencias sociológicas. Se inquieta por la subyugación burguesa de los entornos naturales, cimiento ancestral de su sensibilidad latifundista, que conoce las virtudes de una tierra como la dominicana cuando se fertiliza por el esfuerzo amoroso del hombre potencial.

Me agrada constatar que en Cecilio las incertidumbres propias de un hombre descontextualizado sociológicamente, como el de finales de siglo, no han sido tan interiorizadas como para ser toleradas y pasadas por alto. En él, la creación fantástica se contrapone a la incertidumbre, y las coordenadas de dicha creatividad se determinan en el sueño lúcido que ya aparece en Bloch como concretamente mediado.

Díaz Carela establece la fuerza creadora presente en la fantasía del hombre rodeado por una expresión artística en la que no puede reconocerse. Desde el punto de vista estético, legitima la fuerza poética de la fantasía como un espacio intangible para la generación de un hábitat más digno para la especie que reflexiona sobre sí misma. Ante este lugar digno, Cecilio no cede y lo considera partiendo desde la crucifixión de un presente oscuro vivido como una muerte por las percepciones sensibles del poeta, el sentido originador de la fantasía radica precisamente en la carencia de sentido. Para mí, resulta muy refrescante encontrar en el espíritu de Díaz Carela una cosecha que esperaba desde que aprendí a apreciar lo dominicano.

Él es un indicativo de lo que podemos producir como cultura occidental pre-capitalista, sembrada en razas diversas con elementos de las más variadas incidencias históricas desde el corazón del Caribe. Su sensibilidad intelectual, que se conecta en Fantasía Terrenal con lo más exquisito y refinado del pensamiento occidental, contradice las subvaloraciones hechas apresuradamente acerca de nuestro futuro como cultura con características propias. Cecilio Díaz Carela enfatiza las particularidades del principio creador, subjetivo y trascendental que denomina «Fantasía» y lo arraiga en la tierra. No se desliga del compromiso de la mediación. Asume el presente oscuro de la especie humana y extrae de él las raíces del árbol del futuro.

Sin embargo, en toda la obra Fantasía Terrenal, resurge una inconformidad bien dirigida hacia la sugerencia de futuros mejores. Caracteriza al Principio Fantasía como no vanidoso, habla de la exterioridad de la mente tecnologizada de nuestros días, moraliza de manera abstracta, como debe hacerlo el hombre del capitalismo, y se declara en búsqueda de la autoconsciencia. ¿Qué más podemos pedir?

En nuestros días de enajenación, con un enfoque económico abstracto en las coordenadas culturales, no encontramos en Europa, que fue hasta el siglo XIX la cuna de la conciencia, destellos de luz como los que abundan en el poeta latinoamericano que vive a través de Cecilio Díaz Carela.

El Principio Fantasía, impregnado de futuro y contextualizado en el presente, nos habla ya de resultados prematuros, de premoniciones poéticas sugestivas de realidades mejores.

Las creaciones poéticas que recomendamos especialmente al lector son: El Hombre que Pelea y Reza, por la riqueza de su ritmo, la transparencia y sonoridad con que se enriquece el contexto al ser un poema latinoamericano que presenta elementos culturales variados e integrados en una consciencia crítica.

Si deseas aprender a amar en una época de mediocridad y enriquecerte con tesoros asimilables, busca el poema mencionado, en el que se examina al hombre a través de la sensibilidad psicológica de Cecilio Díaz Carela, sin juzgarlo, amando por encima de las asperezas, tal como Rousseau valoraba la inocencia humana originaria.

También en el Jardín de Sueños encontramos un mayor contenido filosófico, sugerencias de futuro, utopía arraigada en la tierra, justificación del sueño en el contexto, honestidad pre-capitalista y valerosa energía para romper barreras.

El Camino es un poema fascinante que aportaría sentido incluso a la mente enajenada del hombre pasivo, que desconoce, y no por culpa suya, los matices de creatividad que se albergan en su capacidad imaginativa.

El poeta reflexiona sobre la transitoriedad de la especie y la evolución de la consciencia. Se apresura a señalar las virtudes generadoras y creativas del lenguaje. Esperanzas y sueños surgen del poema cristalino como principios creadores, y la necesidad de transformar las condiciones externas se evidencia una vez más desde lo más profundo de una subjetividad tan inconforme que se sienta dignamente en el hábitat de la Poesía.