INTRODUCCIÓN

La posmodernidad como problema se ha tornado un mapamundis, ya son tantos los textos que hacen mención del problema, ya son tantos los autores que se han dedicado a dilucidar la problemática y tantas las propuestas o aristas que proponen y aportan a la redefinición de la situación en que nuestra existencia se encuentra hoy.

Pero la pregunta que todavía permanece en el interno de la cuestión y los plantamientos que versan sobre el problema lo es en términos históricos y situacionales, sc. vive en una cultura «difcrente» o en una época distinta?, claro está que, la intención de la pregunta no está basada en asuntos cronológicos, es decir, en lo que viene después y se distingue del tiempo que antecede al «ahora» de nuestra humanidad.

Precisamente lo que indica o quiere indicar el prefijo «post» de posmoderno es tanto una «despedida» del fundamento (a lo Vattimo) o idea de fun-, damentación -y todo lo que dicho concepto comporta si se le liga a la relación metafísica-modernidad-y (como lo pienso) a una desorientación y desintegración, tanto de la concepción del mundo de la modernidad, como de sus andamiajes categoriales, en función de las vicisitudes de la existencia de una humanidad que pretendía acercarse al modelo asimilado en el ámbito de lo social propuesto por Platón.

De las «islas» que, al observar el mapamundis de la posmodernidad con la intención de «cartografiarla», nos topamos con las propuestas del «pensamiento débil» de Vattimo, y de lo que catalogamos como una de sus

tantas premisas en su idea de «ablandamiento» de las estructuras metafísicas; el «integracionismo», del filósofo español José Ferrater Mora. En el transcurso de nuestro debate mitigaremos a estas dos formas sin la intención de rechazar otras de igual importancia. Con el fin de abrir un camino posible en la investigación de estos horizontes visualizar más de cerca los juegos que ponen en marcha nuestra situación y pensar de hoy. y

EL MAPAMUNDI DE LA POSMODERNIDAD: CARTOGRAFÍA DE UN PENSAMIENTO SITUACIONAL

1- En todo el recorrido existencial de nacimiento y muerte, la humanidad de occidente siempre ha tenido la preocupación por redefinir su situación, de ahí que, clabore proyectos para ubicarse en el mundo. No se trata de la búsqueda de una identidad abstracta, sino de una definición de los límites. Por eso la elaboración de una filosofía de la historia que dé con las respuestas a las preguntas sobre los chances y vicisitudes que acompañan al hombre, y de buscar nuevas respuestas a nuevos acontecimientos.

Fueron Nietzsche y, más tarde, Heidegger los que intentaron pensar una consumación del ser en virtud y relación del proceso de la historia de occidente como complimiento de la metafísica. A esto se le denomina: mirar la historia como proceso del nihilismo y mirar al nihilismo como «procedencia» de la misma lu ia de la metafísica del ser.

Los resultados son, una filosofía del agotamiento que implica un ensayo sobre las transmutaciones de todos los valores, pero desde la óptica del envío de la tradición. Y una filosofía que narra la historia del fin de la filosofía de la historia.

 

Nietzsche mostró que los valores cosechados por la metafísica tradicional y moderna pierde y han perdido centro absoluto.

 

Frente a esta espectativa surge el «pensamiento débil» de Vattimo (y otros) que pretende dar respuesta a este mensaje o envío de la tradición en un momento al que se considera posmoderno o posmetafísico, término contradictorio, que se emplea de manera efímera para expresar la situación en que nos encontramos. Y que intenta reconstruir un nuevo tipo de racionalidad, lejos de los caracteres metafísicos, fundacionales y perentorios, para acercarse más al debilitamiento de los significados, a lo difuso y lo cercano, al juego indefinido y variado de la interpretación, a lo humano demasiado humano.

 

No por razones simplemente teoréticas (aquello es lo falso, esto lo verdadero) sino más bien prácticas o «ético-políticas». El pensamiento metafísico de la modernidad (pensamiento fuerte) es un pensamiento finalmente «se muestra enemigo de la libertad y la que historicidad del existir» (Vattimo). Así lo contemplaron Nietzche y Heidegger, como también una variedad de pensadores contemporáneos.

 

El pensamiento débil, nace en 1970 en relación con la crisis de las ideología revolucionarias. Sobre ésto Vattimo ha confesado: «El pensamiento débil se desarrolló en estos años como un esfuerzo por imaginar una posibilidad de transformación social desde el interior del capitalismo tardo-moderno, de acuerdo con la idea de esos movimientos de liberación internos a la sociedad capitalista que no implican como condición de realización la toma de poder en el sentido clásico leninista. Hay una posibilidad de emancipación que aprovecha las oportunidades concretas de trans-¹ formación (…) en vez de continuar mitificando una hipotética toma del poder.»(¹)

 

2- A nuestro juicio, la posmodernidad como falta de valor absoluto es la concienca de que el mundo tardomoderno no puede interpretarse ya de manera metafísica. Entonces, ¿qué ha pasado con la visión metafísica que fundó la modernidad tras la experiencia nihilista de la historia de occidente. Se ha consumido por la ciencia-técnica misma y por los procesos de racionalización de lo social.

 

Si la modernidad se caracteriza por una racionalidad rígida que pretende fundar un único valor de las cosas, es decir un «mundo verdadero», ella misma se quiebra a favor de la incalculabilidad de las informaciones e interpretaciones sobre las mismas, y la construcción de diversos discursos científicos que hablan de objetos extraños a la cotidianidad.

 

Pero también la historia como proceso real y unitario queda diseminada en pluralidades de historias, gracias también a la estrecha relación que mantenemos con los mass medias y su capacidad de ordenar y transmitir información que no sabemos realmente donde son obtenidas, haciendo desaparecer a nuestra vista el referente de la misma.

 

La posmodernidad a nuestro modo de ver, no sólo es reescritura como picnsa Lyotard, sino también, identificación de las tensiones que fueron y son producidas por la modernidad, y sobre todo del realce y descubrimiento de las paradojas que son y fucron enmascaradas por la intención de desplegar la idea de fundamento de la metafísica. La posmodernidad (adaptando una frase de Mardones) puede entenderse como el notario que levanta acta de estas paradojas y rajaduras de la Modernidad.

 

Pero tampoco la posmodernidad pretende cancelar, sin más, la concepción de la Razón, la historia, la sociedad, sino despontenciar el carácter absoluto que pretenden dichas concepciones. No se trata de algo mecánico, «si quitamos el funcionamiento absoluto, instantáneamente se esfuma su pretensión eternizadora», sino de dar a conocer cuáles han sido los valores que promovieron tales concepciones. De que tales valores en que han sido estructuradas estas concepciones (pienso en Nietzsche) son interpretaciones hoy, son solamente valores humanos, que nos han llegado por un largo camino: las viscitudes de los grupos, de los individuos que se comprenden uno al otro y a su vez se comprometen. (2)

 

Si la posmodernidad ha de ser una revolución cultural, dicha revolución tiene que entenderse (para liberarla de ambigüedades) en cambios y desestabilización de paradigmas en el sentido kuhniano, de poner en cuestión las estructuras de la modernidad. Sólo asi quizás, se pueda entender la frase: «La Ruptura de la Posmodernidad».

 

Desde aquí, la actitu postmoderna podría definirse como la comprensión e interpretación del hallazgo del debilitamiento del andamiaje y sistemática

 

con que se levantó el «sentido» de la vida, encubierta a su vez en instituciones que hicieron el papel de reconstructoras de tal «sentido». En torno a esto se clasificaron funciones lingüísticas (como p.c., el sistema de categorías de Kant) para regir la experiencia vital.

 

En la modernidad (lejos de generalizaciones) la compresión del mundo es llevada a cabo bajo el modelo de la racionalidad reguladora que se aplica para la transformación de la realidad. ¿Cuál es el paisaje que se configura en el ethos y psique del hombre occidental. La construcción de un mundo inteligible empezado hace siglos por Platón, pero desde el ámbito de los social, interpretado como orden absoluto y lugar en donde se establece objetivamente el progreso y la superación de lo viejo por lo nuevo.

 

La desacralización o «profanidad» del mundo acontecida en las esferas de valor deviene en la fe de los dictados de la razón y la construcción de reglas para la existencia de estas esferas. Estas reglas se originan a partir de la búsqueda de una fundamentación «en sí misma». Promoviendo así la subjetividad o el poder del sujeto, vector que va de la «iniciativa personal» a la objetividad de la misma. Estas reglas es lo que busca Kant p.e., en su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.

 

3- Una premisa del pensamiento débil de Vattimo, o como prefieron decirlo, de la tradición en que se mueve Vattimo, la tenemos en el filósofo español José Ferrater Mora. Ferater Mora escribió varios ensayos que ponen de manifiesto estas perspectivas (3) pero que aún no han sido escuchadas por nosotros con la atención debida. El ensayo que retomamos como «exempla» se titula Indagaciones sobre El Lenguaje y su primera publicación data del 1970.

 

En la primera parte de éste (¹, pag, 11 sgtes., dice:

 

a-«Al plantear y dilucidar cuestiones no puedo, en tanto que filósofo, prescindir de armar conceptos. (…)los conceptos que armo no tienen por objeto servir de andamiajes para una estructura cognoscitiva de la que se pueda enunciar que es verdadera o falsa, demostrable o indemostrable, probable o implausible. Pero entonces, ¿no será mi análisis filosófico una pura vaciedad? Con la excusa de que no tiene alcance cognoscitivo o, en otra esfera, no sienta normas para la acción humana, ¿no me habré colocado tan fuera y aparte de todo que no pueda, literalemente, decir nada».

 

Aquí encontramos los mismos rasgos «debilistas»,

 

tal y como lo propone El Pensamiento Débil en que sus puntos principales pueden sintetizarse de manera siguiente:

 

  • No se admite una fundamentación única, última y normativa.

 

  • El reconocimiento de la crisis de la razón implicando con ello la del sujeto metafísico monocentrado capaz de regentar un orden preestablecido para dar sentido y fe del sistema.

 

  • Llevar hasta lo «último» la experiencia del olvido del ser fuerte, el anuncio nietzscheano de la «muerte de Dios» y el «final de la metafísica».

 

  • El desencanto como postura frente a teorías políticas emancipatorias y la asunción del nihilismo en forma de chance positivo para la reducción de la violencia y la angustia metafísica. Esto se supone que` ha de hacernos mirar de una forma nueva y más amistosa a todo el mundo de las apariencias, de los procesos discursivos y de las formas simbólicas, y a verlos como ámbitos de una posible experiencia del (5) ser

 

Todo esto expresado, por supuesto, en forma paradójica y ambivalente, pero rico en posibilidades de pensar nuestro arrojamiento fuera de la norma reguladora y de la idea metafísica de fundamentación.

 

En términos generales, el pensamiento débil se opone al programa de investigación que parte de los primeros principios y al esquema metafísico-historicista. A esto podemos enlazar otros enunciados de F. Mora extraído del citado ensayo:

 

b- «Más que decirnos cómo es, o podría ser el mundo, los modos de ver filosóficos ponen en entredicho todos los modos de ver el mundo. Se ha dicho que la tarea de la filosofía no es resolver problemas, sino disolverlos. Sería más adecuado decir que no es instituir estructuras conceptuales, antes ablandar (mediante análisis conceptual, que otra vía no hay) las ya existentes.» (Ob. cit, pág. 12)

 

Aquí queda casi resumido tanto la tarea o función del pensar en nuestra actualidad una vez perdidos los fundamentos metafísicos, como los presupuestos básicos de la posmodernidad en filosofía, sólo con la variante, variante no pensada por Mora, de que dicho análisis conceptual empleado para ablandar las estructuras existentes es la hermenéutica, que aligera la realidad en tanto ella insiste en el carácter interpretativo

de la misma, pero que también se torna en «una vía para volver a hallar el ser entendido como huella, como recuerdo: un ser consumido y debilitado… y sólo por ello digno de atención» (6).

 

Esta hermenéutica se compromete con su vocación nihilista, es decir, su reconocimiento de que sólo ella es interpretación de interpretaciones, rememoradora de monumentos y hurgadora de «archivos» que han transcurrido en la tradición.

 

En otro párrafo significativo y que amplía lo dicho, es decir aumenta la capacidad teórica y argumentativa de la posmodernidad en filosofía, reza así:

 

«no olvido que ciertas operaciones filosóficas tienen un aire asaz dogmático. Así ocurre cuando se toman decisiones «de principios», y específicamente cuando se adopta un «compromiso ontológico», o un «criterio de compromiso ontológico». Sin embargo, ni siquiera en estos casos se trata de elegir un patrón supuestamente absoluto en virtud del cual se enjuicien inapelablemente todos los modos de ver y de decir. (…). Los «principios» (o supuestos) sólo son dignos de mantenerse si se está dispuesto a hurgar constantemente en ellos. Ninguna «decisión», ningún «supuesto», ninguna «creencia» puede ser en filosofía asunto definitivo; lo dentro de un determinado marco conceptual ejerce el papel de principio o de supuesto, deja de serlo dentro de otro marco». (Op. Cit; p. 13) que

 

Lo que precisamente se reconoce aquí son dos de las características más notorias de la posmodernidad: primero, el reconocimiento de la finitud discursiva, siempre en relación con la finitud de la existencia, y segundo, el juego variado y diverso de los contextos siempre en relación con la historicidad de la tradición.

 

Precisamente el juego variado es lo que posibilita que los distintos discursos permanezcan abiertos en otros horizontes de contenidos en tiempos y espacios diferentes. Las asignaciones de significados, la rehabilitación de los monumentos y los archivos son extensiones de las perspectivas del proyecto que el «serahí» es.

 

Ciertamente se mantiene un vínculo con la metafísica, pero vínculo rememorante, de un querer recuperarse siempre de una enfermedad pero que siempre se mantiene. Ferrater Mora nos avisa de esto sin pensar directa y expresamente en Heidegger y haciéndolo antes, cronológicamente, que Vattimo:

 

d- «En esta coyuntura pueden irrumpir nociones o

 

supuestos «metafísicos». Pero estos pierden su aire de especulación gratuita -y hasta su carácter «metafísico». cuando con las perspectivas de referencias se aspira sólo a hacer ver, o ver mejor, desde algún nuevo punto de vista, lo mismo que ya se conocía. Las perspectivas resultantes pueden ser muy variadas, pero ello no es ningún argumento contra ellas; es una de las pocas razones que pueden ofrecerse para seguir admitiéndolas como «hipótesis de trabajo». (Op. Cit; p. 15)

Tiempos más tarde (13 años después exactamente) Rovatti y Vattimo interpretaban sin darse cuenta, estas figuraciones de Mora, es decir las llamadas «perspectivas resultantes»: «Por tanto, la expresión «pensamiento débil» constituye, sin ninguna duda, una metáfora y una cierta paradoja. Se trata de una manera de hablar provisional, e incluso, tal vez, contradictoria, pero que señala un camino, una dirección posible: un sendero que se separa del que sigue la razón dominio – traducida y camuflajada de mil modos diversos-, pero sabiendo al mismo tiempo que un adiós definitivo a esa razón es absolutamente imposible. Una senda, por consiguiente, que una y otra vez habrá de alejarse de los caminos trillados de la razón.» (Op. Cit; p. 16).

¿Pero qué sucede cuando nos despedimos de la metafísica, de la modernidad, de la razón-dominio capaz de excluir la diferencia o campos posibles de la acción y creación? Mora nos contesta:

e- «En ausencia de patrones, esquemas, modelos, sistemas e hilos conductores supuestamente definitivos, el filósofo tiene la impresión de estar navegando a la deriva o de estar metido en un laberinto. Pronto descubre que, apenas se vislumbra una salida del laberinto, ya está metido hasta el cogollo en otro, que no hay idea filosófica que, a poco de servirse de ella, no empieza a deslustrarse; que, desde el mismo instante en que alcanza una posición, ya está flanqueado; que aunque hay muchos argumentos en filosofía, ninguno constituye prueba; que no parece haber, en suma, donde agarrarse.» (Op. Cit; p.15).

Asistimos entonces a la época en que la verdad no subsiste y el fundamento ya no obra (Vattimo), pero sobre todo, a la anulación y desarticulación del derrick «metafísico- esencialista» o la voluntad de sistema.

El estar navegando a la deriva o estar metido en laberinto nos conduce a varias formulaciones:

I- El horizonte en el cual nos movemos siempre es en el horizonte de la maraña de los mensajes

transmitidos por la tradición, dados a nosotros a través del lenguaje, o para decirlo mejor, de los distintos juegos lingüísticos. Juegos «contaminados» de significaciones variadas interrumpiéndose entre sí.

El tejido texto, deviene en la reconstrucción de un «horizonte de experiencia» para el intérprete. «De modo que no es un acto de la subjetividad el que inaugura la comprensión, sino que esta se produce en virtud de una apropiación (Aneignung) de un mundo que se da en el lenguaje.» Porque ese mundo es leído construido por el lenguaje mismo. y (7)

2- Con la metáfora «maraña» y «laberinto» se nos hace difícil pensar ya en la idea de la transparencia. Los significados no se dan desde la experiencia y razón pura representadas por un reino de los fines o mundo suprasensible, sino que acontecen, son el resultado de un proceso indefinido de interpretaciones. No podemos salirnos del lenguaje que nos envía la tradición la a que estamos ligados, como se sale de un edificio o el cine. Todo intento de fundamentación fuera, se desvanece, porque estamos sumergidos en los aconteceres de estos mensajes, estamos en el laberinto del lenguaje. 

El hecho, de «que no hay idea filosófica que, a poco de servirse de ella, no empieze a deslustrarse», es una exigencia que brota del pensar el ser en su carácter debilitado. De tales ideas son de «carácter efímero» pero sobre todo de que son «trans-misiones». Al poner que de manifiesto el carácter de «des-lustración» en el momento de la exposición de ideas, se está evocando a la «des-fundamentación»: no hay hechos cternos, no hay verdades eternas (Nietzsche). No hay significados trascendentes al hombre; él es una posibilidad. Es la vivencia de la pérdida de toda clase de determinaciones del mundo suprasencible platónico-kantiano.

 

NOTAS:

 

1- Herrera, José María; Lasaga, José, «Gianni Vattimo, filósofo de la secularización». En Revista de Occidente (104), 1989, pp. 115-132. (Entrevista). Nosostros particularmente nos preguntamos, ¿está será la vía que tomará o está tomando occidente?.

 

2- Para una visión más clara sobre este asunto vease el libro de F. Nietzsche, Humano Demasiado Humano, Editora Edaf, Madrid, 1987.

 

3- Mora señaló una vez, a propósito de la pérdida fundamentadora y de la reducción monótona lo siguiente: «La ganancia así obtenida es concluyente: no cabe abandonar la pluralidad» no conlleva necesariamente que no quepa integrarlas, o que todo esfuerzo en este sentido sea fútil. Integrar no equivale, en efecto, a reducir las perspectivas a una sola supuestamente privilegiada; consiste más bien en establecer la base donde las diversas perspectivas, incluyendo las que parecen mutuamente hostiles, puedan convivir, aunque sea en tensión y no en plácida pero insulsa armonía. Con ello pueden convivir asimismo, y acaso del mismo modo, algunas orientaciones filosóficas que pudieron pcer irreconciliables.

 

Semejante integración es, por lo demás una de mis principales finalidades, y la razón por la cual me he aventurado a dar a mi propio pensar filosófico el nombre de «integracionismo». (Pp. 57. sn) En El Ser y El Sentido, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid 1967.

 

4- Esta primera parte se titula, «Cuestiones Lingüísticas», págs, 9-28.

 

5-Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti. El pensamiento Débil, Catedra, Madrid, 1990, pág. 14.

 

6- Op. Cit; pág. 15.

 

7- Meca, Sánchez Diego; La Historia de la Filosofia como Hermenéutica. Universidad Nacional de Educación a distancia- Madrid, 1996. P. 164-165.