Doctor Iván Grullón Fernández, Decano de la Facultad de Humanidades, Señores representantes del Gobierno Español, Doctor Eugenio Trías, Doctora Rosa Elena Pérez de la Cruz, catedrática de UNAM, Juan José Jimenes Sabater, embajador dominicano en la Argentina, Señores expositores, distinguidos académicos que nos enaltecen con su presencia, público en general.

 

Estamos reunidos hoy 3 de febrero del año 1999, justo a la víspera de un nuevo siglo y un nuevo milenio, para dar formal apertura al Primer Congreso Dominicano de Filosofía, circunstancia ésta que constituye un acontecimiento sin precedentes en toda la historia de la República.

 

Esto así, porque es la primera vez, que en nombre de la filosofía, una parte significativa de los pensadores dominicanos se dan cita, con el objetivo de hacer un balance de las ideas literarias históricas, políticas, sociales y filosóficas, elaboradas en el transcurso del devenir existencial de la nación dominicana. Asimismo, se busca diagnosticar el estado actual de la cuestión filosófica y proyectar sus tareas de cara al nuevo milenio.

 

BALANCE Y UTOPIA constituyen los dos conceptos que identifican la presente fiesta del espíritu.

 

Para llegar a la celebración de este magno acontecimiento de la cultura nacional, fue necesario el esfuerzo, la dedicación y la laboriosidad de varias generaciones de pensadores nacionales, que desde el siglo pasado y hasta la década del 70, en la presente centuria, elaboraron las ideas, las tesis, las teorías, que en este Primer Congreso Dominicano de Filosofía scrán objeto de debate, de reflexión y de diálogo. A ellos, los tenemos en el recuerdo, al tiempo que nos inclinamos reverentemente ante sus respectivas memorias. Aprovechamos la ocasión para hacer mención de tres figuras del pensamiento y la filosofía dominicana, son ellas: Andrés Avelino, Juan I. Jimenes Grullón y Armando Cordero.

 

El Primer Congreso Dominicano de Filosofia: Balance y Utopía, se lleva a cabo en circunstancias específicas caracterizadas por la construcción y desconstrucción cada vez más violenta de valores y disvalores, por el predominio hipertrofiado del tecnicismo, del irracionalismo, en fin, por la caída de los grandes ideales humanos. Maliciosamente después del derrumbe del muro de Berlín se proclamó la muerte de la utopía, lo cual se ha proyectado ante la conciencia de la humanidad como la pérdida de toda esperanza.

 

La necesidad de filosofar se expresa, con más fuerza en los momentos de crisis y caída de la humanidad, cuando semejante a los tiempos actuales se produce un divorcio entre el mundo material y el mundo espiritual, cuando la vida presente por más riquezas materiales que se poscan; no llena plenamente, y se traduce ante la subjetividad de los humanos, como angustia existencial, por un lado, y desesperanza ante lo porvenir, por el otro.

 

La filosofía desde su nacimiento no ha hecho más que llevar comprensión y claridad al mundo. A través de ella se aclaran los principios, los objetivos que fundamentan y le dan sentido a la existencia social. Pero no sólo ello, al preocuparse la filosofía por el destino, plantea propuestas utópicas encaminadas a superar el drama de los hombres y mujeres del presente.

 

La razón filosofante, nos ayuda a situarnos correctamente en la totalidad del universo ¿Tiene la República Dominicana alguna posibilidad, en medio de la falta de consciencia filosófica existente en el país, de salir airosa, al relacionarse con los demás, en el contexto de la globalización, sin resolver preguntas esenciales, como aquellas de qué somos y qué queremos ser? Entonces fortalecer, tomar consciencia de la identidad, específicamente dominicana, es prioritario, en la encrucijada histórica presente. El dominicano del momento, particularmente la última generación, por efecto del consumismo globalizante, y del mal ejemplo

 

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de las generaciones precedentes, llamadas a servir de modelo, se aleja cada vez más de sus metas nacionales. En consecuencia, viene degenerando en un devorador de materia orgánica, en un consumista empedermido que huye de la e la trascendencia, de po los los fundamentos de la vida, de los para refugiarse en la inmediatez de su «estar ahí».

 

El humano, y como parte de este concepto, el dominicano, es un proyecto. En su realización la razón desempeña un papel vital. Bochenski dice que «la filosofía es una de las potencias espiritualés mayores

 

que nos preservan de sumirnos en la barbarie y nos ayudan a seguir siendo hombres y a serlo cada vez en mayor grado».

Para reafirmarnos como humanidad, para preguntarnos por el sentido de la existencia, y para trascender la inmediatez de la vida, es que la escuela de Filosofía de la UASD, se colocó sobre sus hombros, la realización de esta tarea, ya de por sí histórica, llamada PRIMER CONGRESO DOMINICANO DE FILOSOFIA: BALANCE Y UTOPIA.

Lic. Rafael Morla