Hay tres elementos o ingredientes conjugados en la configuración de la cultura del siglo XVI en Santo Domingo: lo taíno, lo africano, lo hispano. La influencia entre sí no es equivalente.

El taíno: es el autóctono, el nativo. Limitado en términos culturales.

Emplea técnica de cultivo agrícola primitiva. Su organización institucional es rudimentaria. Es convertido en esclavo. Su creencia religiosa fue politeísta, fetichista, talismánica, animista y totémica. Su grado de evolución le permitió ser presa fácil, ser asimilado y exterminado. Sin embargo, dejó su huella racial y cultural en la dominante etnia hispánica.

El africano: es primitivo; igualmente limitado en términos de desarrollo cultural. Es transportado a América como mano de obra esclava. Su vida se desarrolla entre la mina y la plantación. Trajo consigo sus creencias, sus costumbres, su música, su lenguaje.

El ingrediente africano que dará incorporado en la lengua, en la etnia y otros aspectos de la cotidianidad: bailes, comida…

El hispano: de los elementos o ingredientes componentes, es el hispánico el que reviste mayor importancia por su fuerza avasalladora. Posee una superioridad cultural que define y modela actitudes. El español logra imponer su forma de vida, su lengua, sus creencias, sus instituciones, su cosmovisión.

La pregunta sobre qué es la filosofía ha sido y es tarea de cada uno de los pensadores dedicados a esa actividad humana. Partimos del entendido de que es una inquietud intelectual, inquietud buscadora de una racionalidad última; preocupación del ser humano por explicarse a sí mismo y al mundo como totalidad. Esa explicación es cónsona con cada época y cada pueblo. Las corrientes de pensamiento derivan de esa explicación. Atañe a estos trabajos desentrañar los hechos que permitan la comprensión de la cosmovisión o espíritu de la época.

La presente edición de este Boletín, así como las siguientes -15,16,17 y 18- están destinadas a presentar las inquietudes filosóficas en República Dominicana.

ANECDOTARIO

El filósofo griego Aristipo, discípulo de Sócrates y fundador de la Escuela cirenaica, iba embarcado a Corinto. Sobrevino una tempestad, y no fue capaz de disimular el miedo que sentía.

Otro de los pasajeros, al observarlo, le dijo:

-Nosotros, pobres ignorantes, no tenemos miedo; en cambio, tú, filósofo, tiemblas.

-Ello se debe -contestó el filósofo- a que tenemos una vida distinta que conservar.

CONFERENCIANTE

En la Academia de Jurisprudencia, de Madrid, una vez un orador, bastante pesado, estuvo pronunciando un discurso sobre filosofía.

Después de vagar durante un par de horas por los espacios imaginarios, comenzó su resumen diciendo:

-¿Queréis saber mi opinión sobre los filósofos? Pues os la diré en dos palabras. Si Sócrates me llamase a sus lecciones, acudiría; si Platón me llamase a sus lecciones, acudiría también; si Krause me llamase…me callaría.

-¡Krause te llama! -vociferó uno desde los últimos bancos. Y allí se acabó el discurso.