Lusitania Martínez*

 

PRELIMINAR SOBRE RELIGIÓN

 

El estudio de Palma Sola revela, entre otras cosas, que en términos de religiosidad, la mentalidad del período trujillista, estaba signada por la confrontación del catolicismo oficial versus religiosidad popular que para la época, equivalía a Hispanidad versus Africanidad, tensión entre opuestos que pudo situar a lo haitiano como una falsa pero ideal salida de la concepción africanofóbica.

 

DESARROLLO

 

La ideología religiosa dominante en la época de Trujillo era el Catolicismo, lo que permitió que la Iglesia Católica se convirtiera en el instrumento principal de reforzamiento de la legitimidad del régimen (Wipfler y Moya Pons: 1980 y 1973) y que el cristianismo fuera consustancial con una noción de nacionalidad estimuladora del racismo.

 

Por otro lado, el clero no solamente era escaso sino también de procedencia extranjera, dos factores que elitizaron el catolicismo y obstaculizaron la difusión de los servicios religiosos institucionales y el contacto y la comprensión con la religiosidad popular profesada por muchos negros/as, gentes pobres. Pero desde antes de Trujillo, la ideología racista se perfiló dominante hasta que en 1954, el relacionamiento Estado-Iglesia se consumó con el llamado Concordato, no sin antes intercambiar dólares por lealtades tan vergonzantes como la que justificó en 1957, de parte de los jesuitas, la matanza de haitianos del año de 1937 (26,000,000 milloncs, parece que fue el precio del silencio eclesial ante tan horrendo hecho).

 

Este preliminar es importante para entender los procesos abiertos en el país en la persecusión o discriminación de lo negro en general y de lo africano en particular y, de paso, entender el apoyo a lo hispano vale decir a lo blanco y lo católico, en la actualidad vigentes aunque contextualizados.

 

El endiosamiento de Trujillo por un lado, elitismo del clero dominicano por el otro, provocó y consintió la separación entre lo católico de la cúspide y los humildes cristianos del pueblo, los cuales, distantes de un aburguesado catolicismo activo entre blancos y ricos, iban profundizando desde años atrás una identidad cultural distinta y muy cerca de sus antepasados pobres y negros.

 

Identificados hispanidad y catolicismo, lo nacional de paso implicaba rechazo de lo popular de parte de la Iglesia Institucional, por tanto rechazo de los ritos africanos de hecho prohibidos por Trujillo en 1934 (antes prohibidos en 1862 y 1878 cuando se prohibió el baile de palos) Recordemos el planteamiento de Monseñor Pepén: «…nuestra nacionalidad termina donde las iglesias protestantes y el voudu comiezan».

 

Nos encontramos por tanto, en un período histórico en el cual se evidencia una clara complicidad entre lo religioso y lo racial que tensa la problemática de lo nacional respecto a la identidad cultural, conceptualizando categóricamente a las prácticas de los dominados como una práctica «inmoral, salvaje, deshonesta», etc.

 

Tanto la práctica liborista de principio de siglo como la realizada en la época de Trujillo antes y durante el movimiento de Palma Sola, escenificadas las dos por

 

* Escritora, ensayista. Catedrática del Departamento de Filosofia de la UASD. Coordinadora de la Maestría en Metodología de las Ciencias de dicha unidad académica. Es autora de los libros Palma Sola, opresión y esperanza (1991) y Actitudes femeninas frente a los oficios no tradicionales (1994), así como de una gran cantidad de ensayos y artículos de opinión.

una mayoría de campesinos/as negros/as, son vistas como religión falsa, superchería vulgar, inmoralidad, salvajismo, etc. ya que no se adecuaban a los rasgos de las prácticas elitistas de la clase dominante

Todo ello conformó en la época, dos tipos de religiones, una institucional católica y otra católica popular, provocando una ruptura en la comunidad de los fieles (Gramsci) que dividió a la religión en los grupos «intelectuales» y los de «almas sencillas» causando lo que se denomina «erosión de la legitimidad» (Murkerjee P.) de la Iglesia Católica Institucional.

 

De este modo lo que sería la religiosidad popular se asimilaría a una práctica diferente de la de los grupos urbanos y educados de la llamada «Gran Tradición», compuesta de campesinos pobres y negros, en este caso, pertenecientes a la «Pequeña Tradición» (Mukherjee). Pero las malas lealtades no son consistentes y desde 1958, en crisis el régimen, éste no encuentra apoyo en la Iglesia provocando que en 1960 apareciera la Carta Pastoral cuestionándolo, lo que efectúa concomitantemente la deslegitimización del Clero Católico en el gobierno y la vida pública.

 

En este momento de crisis del estado y de la iglesia institucional y crisis entre ellos (a su vez, ruptura de los lazos entre gobernantes y gobernados) según Mukherjee, la religión, de estabilizadora se transforma en fuerza de cambio revolucionario, y en ese momento propicio emerje la religiosidad popular como ocurrió en el caso de Palma Sola. Misterios, números, animismos, posesiones, toques de palos, adivinaciones, salves, procesiones, banderas, cruces, curanderías y otras manifestaciones se tradujo en un lenguaje simbólico de revolución frente al lenguaje religioso oficial.

 

En el contenido de la religiosidad popular de la época de Trujillo, hay una presencia relevante de lo africano, a más de lo hispánico y lo indígena, éste último aspecto relevante en la religiosidad popular dominicana de la zona suroeste. La presencia de lo negro no tiene que proceder necesariamente de Haití; puede provenir de Haití, Africa y de nuestra identidad propia. Es lo que explica que estemos de acuerdo en que no debe hablarse de forma definitiva y tajante de la existencia de un vudou dominicano y que de existir algo parecido (negro) pudiera ser, presencia negra y recreada de Africa, y hasta recreación de lo negro de Haití, a lo interno de la religiosidad autóctona criolla de la región suroeste. La expresión «voudu dominicano» a todas luces es un contrasentido a ser demostrado con seriedad; es afirmar algo sin lógica de forma apriorística, sin investigación

 

comparada entre lo religioso haitiano y dominicano, como si todo lo negro nuestro fucra haitiano, salida airosa -como ya dijimos desde el inicio- del régimen y sus intelectuales orgánicos para huir de lo africano. Lecturas y conversaciones sobre la opinión de Fradique y otros/as antropólogos/as en estos asuntos, me han hecho concluir que si el voudu nuestro es dominicano entonces debe llamarse liborismo; y así la cuestión cambia radicalmente. La propia June Rosenberg nos habla de recreación y no de imitación de lo africano haitianizado.

 

Aunque están las emigraciones, los braceros, la fuga de haitianos a nuestro país en el siglo XVIII, gobiernos haitianos que marcaron la vida nacional, convivencia fuerte en la frontera, etc., existen muchos argumentos para fortalecer mi posición. En República Dominicana, siglo XVI, llegan los esclavos (se habla de 1492, 1501, en que existen negros «ladinos»; en 1533 existen 20,000 esclavos negros hasta la cesación de la trata de negros en el siglo XVIII). Y existe solidaridad entre negros e indígenas, lo que refuerza la identidad; los ‘ negros nuestros vienen de una región diferente a la de los de Haití); en Haití lo negro africano, conformador del voudu que es un sincretismo de tiempo primario producto de la cultura europea francesa con la cultura africana, llega después en el siglo XVII, asentándose en una base francesa católica y no española como en nuestro caso, nuestro voudu es diferente al haitiano según han confirmado nuestros/as investigadores en innumerables aspectos que no podemos plantear aquí y definitivamente, son ellos/as mismos/as, los que han hablado de la necesidad urgente de una investigación comparada. El sincretismo secundario de la religiosidad o la magia dominicana contiene yuxtapuestos, lo negro africano, lo negro haitiano, lo europeo, más lo indígena; eso hay que descomponerlo para detectar culturalmente lo propio y lo ajeno, lo creado y lo recreado de cada uno de sus rasgos, desde un método etnográfico comparativo que hasta el sol de hoy no se ha desarrollado en el sentido expuesto.

 

IDEAS DE GENERO EN LA ÉPOCA DE TRUJILLO

 

En el contexto internacional, las ideas de género dominantes para la época de Trujillo, correspondían al feminismo sufragista y al de los partidos y sindicatos de izquierda.

 

En República Dominicana los conceptos sobre el rol de la mujer, a finales del siglo XIX hasta mediados

 

del XX, estuvieron determinados principalmente por Hostos que llegó al país en 1880, se ausentó en 1888 y de nuevo regresó a principios del siglo pasado. El racionalismo y antiescolasticismo del positivismo de Hostos influyó en los intelectuales, los cuales se adhirieron a la idea de rebasar la barbarie a través de la educación, inclusive entre las mujeres. Junto al pensamiento de Hostos se formularon otros planteamientos ideológicos de tipo liberal y conservador, y sin embargo no se ha realizado un trabajo sobre la visión que ellos escondían acerca de la mujer, en autores como Bonó, Chapusseaux, Sánchez Lustrino, Peña Batlle, José Ramón López, etc.

 

En 1925 llega Abigail Mejía al país.

 

El positivismo es muy importante y en la

 

intelectualidad dominicana seguía pautando la ensenanza y los ideales de superación para todas las personas, sin discrimen Pero la subordinación de la mujer se mantenía en pié; aumentaron las escuelas, las mujeres ingresaban a ellas, sin embargo; aun en desventaja respecto a los varones; el esquema de pensamiento de Hostos era aún limitado: el hogar y la maternidad ocupaban el primer lugar junto al saber que dignificaría a la mujer para magnificar a la familia a través de la educación. Las tesis de principios de Siglo de las maestras normales nos hablan de que mujer es equivalente a madre y concebirla al margen de la maternidad es hereje y egoísta. Aunque se favorecían los derechos a adquirir conocimientos, la mujer debía hacerlo «conforme a su naturaleza». Existían dos tipos de mujeres: las que podían hacer el esfuerzo físicosicológico en ser intelectuales, lo que arrastraría problemas, y las que podían ser madres-esposas entrenadas en otro tipo de carrera suave, ya que en general, para la mujer el conocimiento le queda bien porque no es fuerte como el hombre. En definitiva incompatibilidad saber-maternidad, luego, obligatoriamente, la mejor carrera y más conveniente, es ser madre.

 

Entonces, el rol determinante es el de la maternidad, y el hogar el espacio principal. Desde principios de siglo XX hasta la madurez del Trujillismo, los intelectuales (César Nicolás Penson, Jaime Colson, otros) se adherían a este tipo de ideas, de tal manera, que de acuerdo a un filósofo de nuestro departamento, la familia (en la Dictadura) es el dispositivo de la ley, la moral, las reglas de la propiedad privada; es básico el aprendizaje de los roles de la maternidad para la mujer y la autoridad para el hombre, reforzados con la idea

 

de la patria otra madre, etc. En resumen, la fuente que fundamentaba visión masculina sobre las mujeres, era el positivismo (Hostos, Comte, Spencer). Esta ideología nos convence de la necesidad de un rol femenino como estabilizadora de la familia-hogar; luego la subordinación es convocada por necesidad social y fundamento natural, la moral por igual deviene argumentada biológicamente. Ya que la mujer tiene un cerebro más pequeño, la reproducción es su papel, su función es material no formal, pasiva no activa, relativa no absoluta, inmanente no trascendente. En el positivismo, como se lee, la mujer no es un ser concreto y autónomo, se justifica la doble moral y definitivamente la invisibilidad de la mujer en la vida de poder y en la inteligencia dignificadora, no se ha superado.

 

ORIGENES DEL MOVIMIENTO FEMINISTA DOMINICANO

 

En este contexto surgió la ACCION FEMINISTA DOMINICANA (AFD) y en ese contexto surgieron las primeras mujeres haciendo demanda de género bajo la Dictadura de Trujillo. La AFD fue fundada en 1931 y sus peticiones, orientaciones principios y finalidades estuvieron entonces acordes con los movimientos de la época en América Latina y el Caribe.

 

En su lema LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR se expresaban objetivos y principios relacionados con la aspiración de los movimientos feministas en otros lares, en cuanto a participar en el saber y en los procesos políticos, a través del voto y de la adhesión a los ideales patrióticos y la mejoría de las condiciones familiares. Su manifiesto fue coherente con las demandas de la época, tanto a nivel nacional como internacional: las condiciones sociales dominicanas sólo les permitían una actitud coherente con el sutragismo (conservador y liberal) que reinaba en el grupo, aunque algunas individualmente, como Abigaíl, tuvieran alcances teóricos feministas más de vanguardia.

 

En los primeros años de la agrupación la producción de material ideológico giraba alrededor de demandas fundamentadas en «las voces del progreso», tales como la instrucción femenina, el bienestar social, la infancia, el trabajo de la mujer; alrededor de la urgencia de que la mujer se emplee y no tenga que «depender de un marido al que no quiera». Esta era una posición de vanguardia, porque alertaba sobre la hipocresía del contrato matrimonial, casi siempre realizado por dinero y no por amor.

 

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Esas mujeres de vanguardia, decían-querían formar y formarse como personas que vivieran de sus ingresos, madres conscientes, mujeres morales, sanas y no dependientes de un marido, el cual administraba todos sus bienes. Querían «disposiciones igualitarias para las dos mitades de la humanidad». Esto es, igualdad de derechos que colocarían a la mujer «a la altura del cerebro y del corazón» como corresponde a un ser humano.

 

De manera que durante los primeros años de la AFD, las proposiciones de las mujeres dominicanas de entonces fueron francamente de vanguardia. La causa que aglutinaba a las mujeres en América Latina era la entrada a la educación y lo que traía como consecuencia, el voto y otros derechos de ciudadanía (Corriente ideológica alrededor del Derecho igualitario que funciona como Derecho Natural: ciudadanos/as con pleno derecho, al trabajo, a la educación, y optar por otros derechos civiles).

 

El movimiento recibió el apoyo de algunos intelectuales que concebían el rol de la mujer en los términos descritos. Intelectuales hostosianos que creían sinceramente en la educación femenina, en un período precedido por otro en el cual, la lectura y la escritura de parte de las mujeres, cran fuertemente cuestionadas. Se entendía que la instrucción femenina era perversa y opuesta a la estabilidad matrimonial. La fuerza de la mujer no bastaba para la reflexión, su naturaleza fisiológica era opuesta a la inteligencia, por lo que su destino es, «los deberes del hogar» en vez del ejercicio de las leyes, las peroratas, los discursos.

 

Las primeras feministas dominicanas en la fase inicial de la AFD escarbaban las raíces históricas de clase y cultura que les permitían sus condiciones materiales y personales. Aunque muchas de ellas eran «nariz pará», no cran del todo conscientes del carácter * de clase de la educación uptros procesos o no se atrevían a plantearlo por temor a la autoridad del trujillismo. Sin embargo, dedicaban tiempo a enseñar las obreras y sirvientas, trataban de aprender filosofía con Viriato Fiallo, una brecha para entender el mundo y su complejidad e interesarse por la mujer con seriedad y

 

definir sinceridad. Recibieron mucha presión social. Así como hoy se burlan de las feministas, entonces se burlaban de ellas. El grupo acordaba no contestar o estrategias para atraer a los hombres, con los que querían integrarse pacíficamente sin agresividad.

 

Las feministas de ayer no pueden ser juzgadas desde nuestros adelantos categoriales y prácticos. De algún modo rompieron con parcialidad, los papeles tradicionales definidos para el sexo femenino, presionando por un papel político en la esfera pública, buscando una nueva identidad, una actora social, potencial o realmente creadora de contrapoder, aunque fuera luego cooptado por la dictadura.

 

El movimiento feminista dominicano inicial representó una movilización política importante incluso hacia el futuro ya que se estructuró alrededor de intereses comunes de mujeres y no sólo de intereses de madres, esposas o asalariadas. Aunque dentro de ciertos contornos clasistas burgueses, cuestionaron con sus demandas la separación total que en la época de Trujillo se dió entre la esfera privada y pública. El movimiento feminista dominicano se resume en la demanda sufragista y en la concepción positivista que las llevaba a favorecer la educación y las capacidades políticas que eso arrastra, como el derecho a votar. Por ende y en general, salvando algunas diferencias, fue un movimiento que proponía para la mujer mayor espacio político-público a través de los derechos civiles, demanda que fue positivamente reforzada por grupos de mujeres, en 1946, en la época de creación del 14 de Junio con Minerva Mirabal y más tarde en el 1961 con la FEDERACIÓN DE MUJERES UNIVERSITARIAS.

 

BIBLIOGRAFIA:

 

La que contiene los libros siguientes de la autora de este trabajo:

 

1.- «Palma Sola, opresión y esperanza.Su geografia mística y social. Ediciones Cedee. 1991 .Editora Amigos del Hogar. Santo Domingo. República Dominicana.

 

2.- El ensayo «Abigail y el Movimiento Feminista Dominicano» publicado en un libro de compilación «Política, Identidad y Pensamiento Social en la República Dominicana. Siglos XIX y XX» Editorial Doce Calles. S. L. Madrid, España, 1999.