Eulogio Silverio

Eulogio Silverio

¿Estaría bien diseñar un nuevo tipo de seres humanos, sin enfermedades, envejecimiento, y capaz de aprender en segundos cualquier cosa? (implicaciones del transhumanismo)

La afirmación no es una provocación, sino una realidad ineludible: el Estado carece de la capacidad efectiva para regular el progreso del transhumanismo y las nuevas tecnologías, así como su potencial uso. Este fenómeno ya está en marcha; no es una cuestión de si el Estado interviene o no, son procesos que ya están en curso y que continuarán desarrollándose, independientemente de nuestras preferencias personales. 

De hecho, mi preocupación radica en que nuestra generación podría morir sin tener la oportunidad de beneficiarse de las tecnologías emergentes que prometen mejoras significativas.

En lo que respecta a la disparidad socioeconómica entre los acaudalados y los desfavorecidos, esta ha sido una constante a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que se está debatiendo en la actualidad trasciende la mera existencia de dicha disparidad.

En el contexto contemporáneo, un individuo adinerado y uno de escasos recursos podrían, paradójicamente, tener la misma esperanza de vida. Incluso, no sería inusual que un individuo acaudalado falleciera antes que uno de menores recursos. En este sentido, se podría argumentar que existe una cierta igualdad relativa en términos de longevidad. La riqueza no garantiza necesariamente una vida más prolongada; aunque puede proporcionar los medios para un estilo de vida más saludable, también puede conducir a comportamientos de riesgo, como la conducción temeraria, que pueden resultar en una muerte prematura.

El planteamiento contemporáneo sugiere que aquellos con recursos financieros suficientes podrían, en un futuro cercano, liberarse de las limitaciones biológicas que actualmente nos encadenan. Este es un concepto radical en su totalidad. Ni Edwin ni William se atrevieron a expresar que lo que subyace en todo esto, no es la simple mejora de nuestra especie, sino la emergencia de una especie completamente nueva. 

Tanto el transhumanismo, como el posthumanismo, en esencia, lo que se proponen es la creación de una nueva especie.

Quizás ustedes habrán visto la película de los X-Men; lo que se presenta en la pantalla como ficción, podría muy pronto convertirse en realidad. Aunque las películas son obras de ficción, a veces presagian acontecimientos que aún desconocemos. Tomemos, por ejemplo, el caso de Raven Darkhölme, la mujer que cambia de color en esta ficción. Hoy en día, con los avances en la tecnología de edición genética, CRISPR-Cas9 esto se ha vuelto completamente factible.

Edwin mencionó el caso que involucra al científico chino He Jiankui, quien llevó a cabo la edición genética de embriones humanos, dando lugar al nacimiento de gemelas mediante fertilización in vitro. Posteriormente, se reveló la existencia de una tercera niña. 

Los progenitores de estas niñas, portadores del VIH, donaron el material genético. Jiankui procedió a alterar genéticamente a las niñas, eliminando la sección del genoma susceptible al ataque del virus del VIH. Como consecuencia, estas niñas poseen una inmunidad innata al VIH. Sin embargo, lo que no se divulgó inicialmente fueron las complicaciones adicionales que surgieron. A pesar de su inmunidad al VIH, las niñas enfrentan serios problemas de salud.

En el ámbito del transhumanismo, la modificación genética plantea una serie de dilemas éticos de extrema importancia. A pesar de que la edición genética se efectúa en un individuo, las generaciones futuras también serán portadoras de dicha modificación, pues ellas modifican en la esencia del código genético de la especie. Estas niñas, si bien continúan siendo humanas, albergan elementos que son ajenos a nuestra especie.

Edwin abordó con notoria elocuencia el asunto de la dignidad y la esencia humana. Independientemente de que ninguno de los dos profesamos una religión, resulta imprescindible admitir que la idea de la dignidad humana tiene su mayor fundamento en la creencia de que Dios adoptó la forma humana.

Conforme a la doctrina cristiana, Dios no tomó la forma de un ángel ni de otra entidad, sino que se encarnó como ser humano, sentando así las bases de la dignidad humana desde el prisma cristiano. Por supuesto, desde una visión materialista, la noción de dignidad humana adquiere una interpretación totalmente distinta.

Los religiosos, en este contexto, se plantean el siguiente cuestionamiento: ¿no podríamos estar desafiando la obra divina, al modificar genéticamente a los seres humanos, alterando así su base biológica, que está íntimamente ligada a la voluntad y sabiduría de Dios?

De acuerdo con las creencias cristianas, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, proporcionándole una naturaleza y un tiempo de vida predefinidos. Si recurrimos a las técnicas de modificación genética que la ciencia y la tecnología actuales nos ofrecen, ¿no estaríamos perturbando esa naturaleza humana? ¿No estaríamos, en efecto, engendrando una nueva especie? Son interrogantes que debemos considerar con mucha seriedad.

Quiero decirle a Edwin, que «No es que haya olvidado mi esquema, sino que usted ha modificado el mío al introducir temas que yo tenía previsto tratar. Así que, a la manera de un alumno perspicaz, estoy adoptando su esquema e incorporando algunos elementos».

Usted mencionó el caso de Calico, una empresa de Google creada con la finalidad específica de abordar un desafío: la muerte. En su declaración, sostienen: «No somos filósofos, somos ingenieros, y los ingenieros están formados para resolver problemas, no para teorizar. Para el filósofo, la muerte es una cuestión metafísica, pero el ingeniero simplemente percibe que las personas mueren y lo considera un problema». El ingeniero se pregunta: «¿Por qué los humanos solo viven hasta los 100 o 110 años, mientras que algunas tortugas pueden alcanzar los 300 años, y otras especies como la almeja negra, incluso más?». Debe haber algún factor que confiere esa longevidad a ciertas especies, algo que impide que los humanos vivan más tiempo.

Esa es la labor en la que se encuentra inmersa Calico. Una empresa que dispone de todos los recursos económicos del mundo, pero no es porque la gente de Google es altruista. Y aquí radica lo interesante del asunto, no es porque sean benévolos que deseen salvar a la humanidad, lo hacen porque son empresas con un gran potencial económico real. 

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El propósito de ciertas investigaciones científicas trasciende la mera preservación de la humanidad. Imaginemos, por un instante, que una compañía descubre cómo prolongar la vida humana tan solo unos pocos años más. El valor de tal entidad se elevaría de manera exponencial, llegando a niveles impensables, dado que las personas estarían dispuestas a invertir en tales avances. Nos encontraríamos, en efecto, en una dinámica de actualización continua, similar a la que experimentamos con nuestros dispositivos móviles.

De hecho, ya se han logrado avances notables en esta dirección. Hace algún tiempo, se consiguió duplicar la vida de un organismo muy simple llamado C. elegans, Cynthia Kenyon  informa que al deshabilitar parcialmente un solo gen, llamado daf-2, del C. elegans, el equipo de Calico logró duplicar la vida de estos gusanos.

Con el transcurrir del tiempo, se tiene la certeza de que se podrá decodificar los factores que permiten la longevidad en organismos más complejos, y eventualmente, aplicar esa tecnología a nuestra especie.

Para ampliar nuestro horizonte comprensivo de este proceso, a menudo me remito al libro de Yavar Jarari, “Homo Deus” que  considero esencial. En este texto, se analiza como la especie humana pasó del estado selvático a dominar la “naturaleza” hasta convertirse en creadores de nuevas especies y nuevas entidades, de «animales a dioses». Según esta visión, somos animales en el sentido biológico, pero estamos evolucionando para convertirnos en «dioses», es decir, creadores.

Este concepto de dioses no se refiere al dios creador tradicional, sino a la idea de que al igual que el Dios de la mitología Hebrea creó el mundo y la humanidad, el hombre también se ha convertido en un creador. Este papel creativo se manifiesta en la manipulación del ADN, tanto en animales humanos, no humanos y en las plantas, generando numerosas mejoras.

El autor sugiere que en unos 100 años podríamos ver la aparición de un «ser de nueva creación», un ser tecnológico. Este ser no estaría basado en carbono, como nosotros, sino en silicio y electricidad. Esto implicaría un ser similar a un teléfono móvil, capaz de ser mejorado y actualizado a un ritmo increíblemente acelerado.

En el futuro, según esta visión, podríamos ser capaces de descargar nuestra conciencia en un dispositivo. Este es también el objetivo que persigue Elon Musk con Neuralink, cuyo objetivo es desarrollar interfaces cerebro-máquina, es decir, dispositivos que conecten el cerebro humano con la inteligencia artificial y la tecnología.

Este tipo de compañías tienen recursos económicos prácticamente ilimitados, y cuando invierten en algo, es porque ven verdaderas posibilidades de éxito. 

Para concluir, diré que si estos avances modifican la llamada «dignidad humana», es un debate en el que prefiero no entrar ahora. No veo sentido en oponerse a lo inevitable. No existe ningún Estado capaz de controlar todo el desarrollo científico y tecnológico en el mundo. Incluso, años atrás, alguien se planteó la idea de hacer un trasplantes de cabeza, como en ningún Estado está permitida esta práctica en humanos, para evadir todas estas leyes tenían proyectado realizar en aguas internacionales.

Lo que sí lamento, es no poder ver personalmente todas estas ventajas futuras debido a mi edad, pero también estoy convencido de que la humanidad, tal y como la conocemos, está mutando frente a nosotros. 

Muchas gracias.