La narrativa aborda la complejidad de la pobreza a través de la historia de dos personajes: una joven conocida simplemente como «Negrita» y un hombre llamado Pedro Juan. Pedro Juan es un barquero que ayuda a las personas a cruzar el río Osama, conectando ambas orillas mediante lo que se conoce como «el puente flotante». En tiempos anteriores, este cruce se realizaba en pequeñas embarcaciones a remo.
Negrita trabajaba en una casa de familia en la Zona Colonial. Un día, se encontró sin el dinero necesario para pagar el cruce del río. Con cierta timidez, le pidió a Pedro Juan que la cruzara con la promesa de pagarle más tarde. Este gesto inicial de confianza desencadenó una relación que eventualmente se convirtió en un amor genuino.
Sin embargo, la sombra de la pobreza se cernía sobre ellos. A pesar de mudarse juntos, las circunstancias económicas se volvieron cada vez más difíciles. Negrita, condicionada por su situación, nunca gastaba el dinero que Pedro Juan le dejaba para las necesidades del hogar a menos que él se lo indicara explícitamente. Cuando las cosas se complicaron, ella minimizaba su hambre y malestar para no hacerlo sentir culpable por su incapacidad para proveer.
La situación alcanzó un punto crítico cuando Negrita enfermó gravemente. A pesar de su dolor, insistía en que estaba bien, consciente de que Pedro Juan no tenía los recursos para su tratamiento. Finalmente, Negrita falleció, víctima de la pobreza, el hambre y la falta de atención médica.
Después de su muerte, Pedro Juan cayó en una espiral de decadencia y alcoholismo. La aparición de embarcaciones a motor en el río hizo que su oficio de barquero se volviera obsoleto, exacerbando su ya precaria situación económica. Finalmente, fue hallado ahogado en el río, con los ojos teñidos de amarillo.
Esta historia ofrece múltiples reflexiones sobre la vida y, en particular, sobre la pobreza, un tema que considero crucial y sobre el cual estoy trabajando actualmente.