Prof. Edickson Minaya

La filosofía como reflexión propia del hombre es un saber que nos ofrece un entendimiento de él en su mundo, pero entendimiento que no es pasivo receptor de todas las opiniones y de todo lo que se establece en la sociedad, sino más bien, entendimiento crítico que posibilita a esa sociedad vivir cuestionándose sobre su hacer siempre en relación y en función del otro. Pero, ¿qué es en sí misma la filosofía?

Etimológicamente la palabra dice, amor a la sabiduría. ¿Cómo podemos entenderla nosotros a partir de lo que hemos dicho anteriormente? Como el amor a la sabiduría también. Pero la sabiduría no en tanto brota de un individuo capacitado o inteligente, sino, -sabiduría que se esconde en su mundo, en sus prácticas cotidianas y en los discursos que comunica. La filosofía, en cuanto es un saber que nos ofrece, como dijimos, un entendimiento crítico del hombre en su mundo, es también un cuestionamiento sobre y acerca del sentido.

Por ejemplo, ¿tiene sentido ir a la universidad? ¿Por qué? ¿Se justifica lo que yo hago o lo que digo si empleo (x) medio? ¿Dónde me encuentro? ¿Por qué es necesario convivir con los demás? Por eso, la filosofía es ese discurso que enriquece nuestro mundo en la medida en que tiende a acercar nuestra vida a las cuestiones más fundamentales con que se enfrenta o tropieza la existencia: la vida, la muerte, el saber especializado, la historia, lo divino, etc. Interrogantes que no pueden ser respondidas desde la biología, la física, la química, la contabilidad, la economía, la informática y la mercadotecnia.

Bajo este aspecto puede hablarse muy bien, de que la filosofía rediseña el modo de mirar el mundo y de contemplar la vida. Articula la visión de nosotros mismos mostrando la continuidad de la experiencia en sus prácticas a lo largo de su recorrido histórico.

La filosofía como reflexión y disciplina de conocimiento, más que responder con exactitud a estas preguntas que se formula el hombre insertado en su mundo, lo que hace es dotar de sentido a tales interrogantes y pone en cuestión la manera en que contestamos y nos enfrentamos a ellas.

Por eso, más que descubrir cosas o encontrar una verdad absoluta que funcione como ley general aplicada, la filosofía nos muestra el horizonte en el cual buscamos y construimos estas respuestas, ya sea desde distintos campos del saber o desde la experiencia cotidiana.

Una de las tantas tareas de la filosofía, en nuestra opinión, consiste en ofrecer interpretaciones del mundo que involucra desde ya, como hemos puntualizado, al hombre y su quehacer, pero esta vez, en un ámbito propiamente situado, con la exigencia de fondo de una época determinada. Al hacer esto, la filosofía nos arrastra hacia zonas de total reconocimiento: de aquellas cosas que pasan desapercibidas tanto para nosotros, como también para las ciencias. La filosofía devuelve reflexivo ese «algo» que es de nosotros y está en nosotros, pero que olvidamos cuando, individual y colectivamente, queremos cerrarnos al juego de la vida.

Así, el hombre queda representado por la filosofía, que intenta examinar y comprender los puntos esenciales de su mundo, tan complejo, tornándose comunicable y asequible. Si la filosofía puede tornar comunicable y asequible el mundo en que vive el hombre, significa entonces, que también, puede hacernos comprender el significado y la naturaleza de las complejidades de su situación, para que esta comprensión se convierta en mediación para enriquecer nuestro horizonte.

En estos tiempos, donde la vida corre muy deprisa y es ahogada por la alta tecnología, la filosofía también tiene la tarea de tornar esta época y las venideras en una nueva época de reflexión, de posibilitar una idea alterna del hombre y su relación con las cosas de su mundo, no solo en el que vive actualmente; sino, en el que está por venir.

El filósofo es un cazador de todo lo que decimos y de aquello por lo que nos preocupamos.

Muchas veces poseemos el vicio de excedernos y sobrepasar las barreras que se colocan por naturaleza a nuestro alrededor. Una de las tareas que le compete a la filosofía como entendimiento crítico, es la captación y reconocimiento del límite que existe en nosotros.

Subrayemos: sólo captación y reconocimiento del límite, no posesión absoluta de él, y ni siquiera del saber.

¿Pero de qué sirve a la filosofía el reconocer el límite, este límite que nos pertenece? Precisamente rebajar la pretensión de nuestras prácticas frente a los demás. De nuestros abusos y de nuestra falta de escucha.

¿No significa todo ésto que la filosofía intenta leer el acontecer de nuestra situación, es decir, de aquella forma concreta de existencia humana en la historia? Puesto que vivimos en la diversidad del mundo y se nos escapa muchas veces por eso ciertos instantes de la singularidad, es que cabe hablar de ese ejercicio de lectura.

La filosofía llega a denunciar incluso, nuestra perplejidad y nuestros asombros.

No podemos arrojar a un lado tal denuncia, no podemos retirarnos de las cuestiones más a) Invitación a la reflexión detenida y situada. fundamentales de nuestras vidas. No podemos acusar como vano y carente de propiedad el discurso filosófico. No podemos incluso, dejar de referirnos a ella. ¿No te has preguntado por qué se le enseña en la universidad? ¿Por qué, en casi todos los libros científicos y hasta literarios se nombra un filósofo o cualquiera de las cuestiones que ellos han planteado? La filosofía ciertamente está en nosotros, así como, podría decirse, que están la ciencia, el arte y la religión.

La filosofía pues, desde un punto de vista, tanto académico como profesionalmente, pero también como reflexión propia del hombre, nos hace varias invitaciones:

  1. b) Invitación a la comprensión del hombre en su mundo.
  2. c) Invitación para acercarnos a los problemas fundamentales de la mortalidad.
  3. d) Invitación a interpretar la vida misma.
  4. e) Invitación a comprender nuestra relación con los saberes especializados.
  5. f) Invitación a interpretar nuestra época y sus días extraños.
  6. g) Invitación definitivamente a pensar.