Sería un atrevimiento de mi parte evaluar los discursos de mis colegas; al contrario, lo que puedo decir es que encuentro en todos ellos una amplísima gama de nuevas preguntas y un esbozo de desafíos que dejan claro que la filosofía tiene mucho que decir. 

Qué bueno que esta nueva cohorte, por decirlo de alguna manera, viene con todos esos cuestionamientos. Yo pensaba y comentaba al inicio con algunos aquí que es hora de que la filosofía no baje la cabeza frente al reto del utilitarismo y de las competencias. La filosofía puede ser también una herramienta para analizar eso sin negar la validez que tiene la educación por competencias o los aspectos de competitividad, aunque no me gusta ese término, pero sí, la formación especializada, la formación técnica, todo eso es válido. 

La filosofía no puede venir a negar eso; lo que debe hacer es estudiarlo, dimensionarlo, colocarlo en su justa dimensión.

Todos hablaron de la complejidad de la sociedad, que no es homogénea, tiene demandas, y quien contrata profesionales quiere que sepan lo que hacen, que tengan una experticia. Pero hay otros que requieren que haya capacidad para entender los procesos más allá de la experticia. Entonces, la filosofía ayuda en todo eso y tiene el reto de enfrentarse con la realidad, no agachar la cabeza, no dejarse apabullar, pero tampoco competir con el experto. Esa no es la función de la filosofía; no es competir con el experto, sino entrelazarse con él, debatir con él, pero no competir necesariamente, aunque sí dejar claro para la sociedad los límites y la validez de ese conocimiento experto.

Me solidarizo con lo que dijo el profesor Arvelo. Creo que este tipo de evento es inédito y lo felicito, lo destaco porque tiene la posibilidad de, además de esa acogida, hacer relevante el proceso de selección de nuevos profesionales, de nuevos profesores en la Escuela de Filosofía, y también, obviamente, esa diversidad. 

Por un tiempo, cuando yo entré, realmente había una tendencia a un pensamiento homogéneo y hubo personas que, por la procedencia de su formación, fueron discriminadas o rechazadas por su forma de pensar o por su procedencia de casa de estudios, lo cual fue muy lamentable porque la filosofía tampoco puede darse el lujo de discriminar formas diferentes de pensar. Creo que sería mutilar la filosofía.

Por último, quiero destacar que tampoco se le puede poner límite a la filosofía, ponerle rejas. El pensamiento filosófico florece donde quiera; florece incluso en el pantano, floreció en medio de la escolástica, en medio del dogmatismo del campo socialista donde yo me formé, y floreció. Las preguntas que nos hacíamos allí, a pesar de las limitaciones, se abrieron camino. Entonces, tener siempre claro eso: a la filosofía no se le puede poner límite de ningún tipo porque es un pensamiento que florece. Usted puede limitar un conocimiento experto, lo pueden encasillar, pero a la filosofía no es posible cuando es filosofía de verdad, que tiene esos elementos críticos que ustedes todos han señalado. No se le puede poner ninguna reja. 

Bienvenidos y valoro de nuevo esta hazaña del actual director de la Escuela de Filosofía.