Prof. Eulogio Silverio

Prof. Eulogio Silverio

Esta reflexión fue presentada en el marco del «V Congreso Dominicano de Filosofía», un evento que tuvo lugar del 14 al 17 de octubre de 2019 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

La reflexión se basa en la obra «Homo Deus» del pensador e historiador israelí Yuval Harari, cuyo título se puede traducir literalmente como «De animales a dioses». Harari ha creado un texto que resulta particularmente relevante para nuestro análisis. El panorama que el autor esboza, centrado en los avances y proyecciones de las nuevas tecnologías informáticas, como Big Data e Internet de las cosas, y su impacto potencial en el ámbito laboral, genera una inquietud considerable.

No es porque Harari articule estas ideas que resultan preocupantes, sino porque constituyen una realidad palpable en el mundo contemporáneo, objeto de reflexión en diversos sectores académicos, sociales, políticos y económicos. Además, estas tendencias están afectando y seguirán afectando a millones de trabajadores que, en los años venideros, perderán sus empleos debido a la informatización, automatización y robotización de la economía.

Aquellos que se mantienen al tanto de los avances en inteligencia artificial y la automatización de los procesos productivos, son conscientes de la creciente cantidad de trabajadores que están siendo desplazados por la irrupción de la llamada industria 4.0. Estos cambios están generando preocupaciones tangibles en diversos sectores. Nos enfrentamos a preguntas inquietantes: ¿Qué sucederá con las personas que son desplazadas de sus trabajos habituales? Históricamente, se ha argumentado que las nuevas tecnologías, aunque destruyen ciertos empleos, crean nuevas oportunidades laborales con mejor remuneración. Se ha sugerido que el problema podría resolverse reentrenando a los trabajadores desplazados para estos nuevos empleos.

Sin embargo, en esta ocasión, ¿estamos realmente frente a este escenario familiar o nos encontramos ante una situación completamente distinta? Según la mayoría de los expertos, no existe la más mínima posibilidad de que la mayoría de los trabajadores desplazados en esta ocasión puedan ser reentrenados para los nuevos empleos, ya que todos ellos exigen competencias de conocimiento de alta tecnología.

Se estima que en unas cinco décadas, todos los trabajos que son repetitivos desaparecerán. Sin embargo, no creo que este fenómeno afecte únicamente a los trabajos que son repetitivos. Incluso los trabajos que requieren una alta especialización también están amenazados. En esta lista podemos incluir a profesionales como contadores, periodistas, locutores, guionistas, abogados y profesores, entre otros.

En el preciso instante en que se celebra el “V Congreso Dominicano de Filosofía”, resulta imprescindible destacar que coexistimos en un mundo donde existen estudios de televisión permeados por la omnipresencia de la inteligencia artificial. Hay estudios en el que la totalidad de las cámaras son manejadas a distancia o mediante inteligencia artificial; donde los conductores de noticias son entidades digitales capaces de interactuar con los espectadores de manera directa, debatir sobre los tópicos más vigentes y responder a inquietudes presentadas a través de diversas aplicaciones. 

El hecho más fascinante es que, a ojos del público, estas entidades parecen indistinguibles de los humanos. Este simulacro de periodista no requiere de una intervención humana para acceder a la información; en su autonomía, es capaz de conectarse a múltiples fuentes de información, asimilar el contenido disponible y realizar la edición de manera independiente, manteniéndose en línea las veinticuatro horas del día.

Nos vemos entonces confrontados con una inquietante interrogante: ¿Cuántos operadores de cámara, locutores, redactores, diseñadores gráficos, editores han visto sus puestos de trabajo ser usurpados por estas emergentes tecnologías? Ante tal panorama, he decidido emprender una serie de estudios con el fin de determinar si los programas académicos ofrecidos por la Universidad Autónoma de Santo Domingo están diseñados para dar respuesta a las demandas de la Industria 4.0, también conocida como la Cuarta Revolución Industrial, caracterizada por la convergencia de tecnologías digitales, como la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, el análisis de datos y la robótica avanzada, que en los hechos están cambiando la forma en que las empresas operan y se relacionan con los clientes.

Desafortunadamente, la mentalidad prevalente entre los funcionarios académicos, así como entre gran parte de los académicos de países como el nuestro, tiende a mirar hacia otro lado, ignorando esta nueva realidad. Prevalece, entre nosotros, la creencia de que los cambios globales tomarán un largo tiempo en llegar hasta nosotros. Esa lógica pudo haber tenido algún fundamento en el pasado, sin embargo, los cambios generados en el presente podrían tardar apenas unos meses en llegar a nuestras costas.

La cruda realidad del entorno laboral actual es que lo que sucede en Japón también llegará aquí. Los empresarios, incluyendo los nuestros, lejos de ser ignorantes, siempre han buscado la reducción de costos, y uno de los costos que siempre han buscado eliminar de la ecuación es el de la mano de obra, incluyendo los derechos laborales y sociales relacionados. Así que, si surge una tecnología que permite reducir ese costo, inevitablemente, el empresariado dominicano la adoptará, tarde o temprano.

Harari nos informa que la generación de nuestros progenitores enfocó sus esfuerzos en transmitir a sus descendientes el conjunto de valores heredados de la tradición. Esta labor solía implicar proporcionarles sustento, protección y, en la medida de lo posible, educación formal. Sin embargo, nuestra generación dirigió su atención hacia la profesionalización de nuestros hijos, preparándolos para triunfar en un mundo que, en aquel entonces, no experimentaba cambios tan drásticos. 

No obstante, la generación actual se enfrenta a un desafío distinto: se requiere que aprendan rápidamente y, a la vez, que tengan la capacidad de desaprender, para poder adaptarse a la dinámica del mercado laboral contemporáneo. La humanidad que se está forjando en la actualidad difiere considerablemente de la que hemos conocido. Los grandes relatos metafísicos ya no ocupan un lugar preponderante.

Desde una perspectiva personal, considero que estos grandes metarrelatos poseen un valor incalculable y deberían funcionar como faros constantes que guíen nuestro desarrollo social. Sin embargo, es lamentable constatar que la humanidad emergente de hoy no se encuentra bajo la tutela de humanistas, sino de ingenieros.

Resulta notorio, e incluso preocupante, la tendencia manifiesta de los ingenieros a no sumergirse en las reflexiones que estamos planteando en este contexto. Dentro de su función tradicional como tecnólogos, los ingenieros se ocupan de identificar y resolver problemas. Sin embargo, en el entorno contemporáneo, la labor del ingeniero ha experimentado una transformación profunda, metamorfoseándose hasta convertirse en una especie de arquitecto social.

Al gestar tecnologías que resuenan e influyen en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales, estos profesionales, a su vez, están moldeando la humanidad actual y futura. Por ende, su papel ha trascendido los límites de la mera resolución técnica, abarcando también la configuración de las dinámicas humanas y sociales.

Diversos pensadores nos indican que estamos presenciando la cuarta revolución industrial, también conocida como la revolución 4.0. Esta etapa paradigmática incluye transformaciones significativas como la revolución de la ingeniería genética, el auge de los cíborgs y la revolución de la inteligencia artificial.

En la actualidad, la ingeniería genética ha alcanzado logros sorprendentes como la recombinación del ADN. Esto nos permite, entre otros aspectos, alterar ciertas características de un individuo o incluso trasladar cualidades de una especie a otra. Un ejemplo que ha captado la atención mundial es la creación de ratas, conejos y monos con un color verde fosforescente. Este fenómeno se ha logrado insertando la secuencia genética de la medusa que proporciona dicha característica, utilizando la técnica CRISPR. Esta última funciona como una «tijera molecular» que tiene la capacidad de cortar y editar el ADN en ubicaciones específicas, similarmente a cómo se edita un video.

Mediante el empleo de esta técnica de vanguardia, se ha logrado realizar la edición genética en células humanas, con el objetivo principal de corregir mutaciones genéticas responsables de enfermedades como la fibrosis quística y la anemia de células falciformes. Adicionalmente, esta misma técnica se ha utilizado en embriones humanos en etapas tempranas de desarrollo, con la finalidad de corregir mutaciones genéticas hereditarias y prevenir así la transmisión de enfermedades genéticas a futuras generaciones.

Resulta relevante resaltar el caso del biofísico chino, He Jiankui, quien se convirtió en pionero al crear los primeros bebés con genes modificados. No obstante, la aplicabilidad de esta técnica no se limita a la medicina, pues también se extiende a otros campos.

En el control de plagas, por ejemplo, se ha empleado la edición genética en mosquitos, vectores de enfermedades como la malaria, el dengue y el virus del Zika. El objetivo principal de este procedimiento es alterar genéticamente las poblaciones de mosquitos para reducir su capacidad de transmisión de enfermedades.

De igual manera, en el ámbito de la agricultura, esta técnica se utiliza para editar el genoma de las plantas. La finalidad de dicha edición genética es incrementar su resistencia a enfermedades, potenciar la productividad y mejorar la calidad de los alimentos que generan.

Se vislumbra con relativa facilidad que, en un futuro no muy lejano, cuando el desarrollo de tecnologías que permitan la mejora de nuestras capacidades cognitivas, la erradicación de enfermedades, mejoras estéticas y la prolongación de la vida, entre otras cosas, serán privilegios reservados para quienes poseen grandes fortunas. 

Esta perspectiva abre la posibilidad de que estas tecnologías generen divisiones, no solo económicas y sociales, como hasta ahora, sino también biológicas entre los ricos y los pobres.

Al leer a los autores que plantean estas ideas, uno puede creer que están exagerando. Sin embargo, al analizar los avances actuales en biotecnología, big data, inteligencia artificial, impresión tridimensional y otras tecnologías emergentes, es evidente que esto ya no es una mera especulación, sino un hecho social.

Otra revolución en curso es la de los cyborgs, la cual implica una integración entre elementos orgánicos e inorgánicos. Recientemente, se informó sobre la venta por quinientos millones de una empresa creada por unos jóvenes, que a través de dispositivos insertados en el cuerpo humano permiten controlar elementos como bombillas y televisores mediante una interfaz cerebro-máquina.

Además, estamos presenciando la revolución de la inteligencia artificial. Ya no sorprende escuchar sobre camiones autónomos que recorren hasta 40 mil kilómetros sin conductor, o vehículos que comparten carriles con los conductores humanos. El CEO de Uber sostiene que «la conducción totalmente autónoma se está convirtiendo rápidamente en parte de la vida cotidiana», y tras haber vendido Uber ATG, su división de desarrollo de vehículos autónomos, a Aurora Innovation (respaldada por Amazon y Sequoia Capital), decidió invertir otros 400 millones en Aurora y aliarse con Waymo, operando en ciudades como Phoenix, San Francisco y Los Ángeles.

Uber Driver

Se prevé que para 2050, el 40% de los empleos tradicionales se habrán perdido debido a la automatización de la economía y la robotización de los procesos industriales. Este fenómeno podría dar lugar a la llamada «clase de los inútiles», integrada por ex trabajadores cuyas habilidades ya no son requeridas por el sistema productivo. Este panorama plantea interrogantes cruciales: ¿Cómo enfrentará la sociedad este escenario? ¿Cómo se mantendrá a estas personas? ¿Emergerá un nuevo partido político compuesto por los «inútiles»? ¿Habrá nuevas revoluciones políticas impulsadas por la clase obrera?

Algunas sociedades están considerando la implementación de un «ingreso universal», una suma de dinero para aquellos cuya labor ya no es requerida. En Alemania, por ejemplo, se debate sobre un ingreso universal para los desempleados desplazados por la integración de las tecnologías en los procesos productivos. Este ingreso se financiaría a través de un impuesto que se impondrá a las máquinas por cada empleo que eliminen.

Este escenario anticipa un futuro donde, se estima que para 2025, el 91% de las personas estarán conectadas a internet, el 89% de los sensores estarán conectados a través del internet de las cosas, incluso hasta nuestra ropa podrá conectarse para monitorear nuestro estado de salud.

Concluyo dejando algunas preguntas  para reflexionar: ¿Qué sucederá en el mercado laboral cuando la inteligencia artificial supere a los humanos en la mayoría de las tareas? ¿Cuál será el impacto político y social de la aparición de esta nueva clase social de desempleados? ¿Cómo se regulará el impacto de la tecnología en la economía, la política y el ámbito militar? ¿Cómo evitará el gobierno quedarse sin ingresos si los trabajadores son reemplazados por máquinas? ¿Se les impondrá un impuesto a las máquinas por cada trabajador que reemplacen? Estas son algunas de las cuestiones que debemos considerar en este nuevo mundo que se está forjando.

 Muchas gracias.