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Biografía de José Luis Marmolejos Padilla

Educador, técnico docente y filósofo

José Luís Marmolejos Padilla nació, se crió y se desarrolló en el barrio Los Cocos, uno de los sectores más empobrecidos de la norteña provincia de Puerto Plata.

Su padre, José Marmolejos, sacristán; y su madre, una abnegada mujer que compartía los quehaceres del hogar con el cuidado de la iglesia Católica de la localidad, le impusieron, casi de manera compulsiva, la labor de monaguillo, por lo que se formó al amparo de los oficios religiosos.

De niño, fue catequista, guía de jóvenes, de patrullas, jefe de tropa y miembro del equipo de voleibol en el club Perpetuo Socorro, aunque sus mayores afanes estaban concentrados en las necesidades de la parroquia.

Estudios. Realizó los cursos primarios e intermedios en la escuela Antera Mota y en el colegio Hilda Basten. Luego pasó al plan reforma y en el cuarto de bachillerato se trasladó a la ciudad de Santiago, al Seminario Menor San Pío X. Prosiguió a un año prefilosófico, curso que estaba previsto a inaugurarse por primera vez en la República Dominicana, en la soledad seminarista, fuera de la gente.

En 1987, entró al Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino y, en 1991, tras cuatro años de estudios, regresó a su natal Los Cocos graduado de licenciado en filosofía, con deseos de enfrentar la vida, pero con pocas expectativas de qué camino seguir.   

Encaminado, como suele decir, un poco por el azar y otro tanto por la entereza de su madre y una de las religiosas, que estaban decididas a que no desperdiciara lo logrado, consiguió trabajo en uno de los colegios privados del lugar, impartiendo psicología, religión y filosofía.

Paralelamente, comenzó a trabajar en el Ministerio de Educación, como maestro en el liceo público y en el colegio San José, dirigido por las hermanas Sanchinas, en las áreas de lengua española y relaciones humanas. Mientras, estuvo cerca de 20 años formándose como técnico docente en el propio Ministerio de Educación.

Actualmente, desempeña la labor de coordinación de la Regional de Educación 11, en el Ministerio de Educación, en Puerto Plata; y forma parte del cuerpo docente de la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Influencias. Al recordar su infancia, añora a la profesora de primer grado Nereida Debier, pues desempeñaba su trabajo con amor, compasión y ternura, dejando en los estudiantes un amplio sentido de pertenencia y familiaridad. 

De igual forma, también en los primeros grados, guarda gratos recuerdos del profesor de literatura Leuy Santana, por la rigurosidad y el método que empleaba para evaluar que los alumnos habían hecho correctamente las tareas y para inducirlos por el mundo de la lectura, de manera fascinante, reflexiva y comprensiva. Incluso, bajo su tutela leyó por primera vez una obra completa y en serio: “La Araucana”, de Alonso de Ercilla y Zúñiga.

El método del maestro Santana, despertó, desde la infancia, en Marmolejos Padilla, un apego irrestricto por la rigurosidad, la seriedad y la reciedumbre. Además, de un amor incondicional por la lectura, específicamente literatura, así como el compromiso de inculcar en los jóvenes la vocación de leer, para desde allí despertar los sentidos y cultivar el alma.

En el terreno eclesiástico, destaca la figura de Monseñor Rafael Felipe, cariñosamente el Padre Fello, canónigo y rector del Seminario San Pio X,  Obispo de Barahona y, actualmente, Emérito. Aunque no era un filósofo en el significado académico de la palabra, se caracterizaba por una vida profunda, cargada de pureza, nobleza y sencillez, motivando a los que pasaban por sus manos a estimular el reconocimiento humano, el fortalecimiento espiritual y el amor por los demás. Repetía continuamente, colocando en una misma dimensión prédica y praxis: “Un cristiano no se construye primero, primero se construye el ser humano y, sobre ese andamiaje, se monta el cristiano”.

Ya en el plano filosófico, en términos tradicional de la palabra, sigue el pensamiento socrático, a pesar de que en el seminario había mucho más identificación con Platón y con la filosofía antigua, gracias a los sacerdotes jesuitas. Cree, al igual que Sócrates, aunque suene a cliché o postura política, que debemos centrarnos en el ser humano, en que éste sea justo y bueno, en el aquí y el ahora, ya que en el contexto griego podría variar. Está seguro de que todavía es una filosofía atrayente y rescatable. Está convencido de que hoy, más que nunca, tenemos que aprender a convivir con los demás, a valorar lo ético, la disciplina, el buen hacer ciudadano, desechando las ideas disruptivas que se dan hasta en el propia campo de la filosofía.

Lecturas. Bajo la quietud y la calma del seminario, leyó la biblia desde otras narrativas, desde otros ángulos. Pero no sólo se adentró en textos religiosos, leyó de todo, los clásicos, libros de historia, hasta lo que estaba prohibido, como “El amante secreto de Lady Chatterley”, entre otras publicaciones de carácter erótico.

 Descubrió a Gabriel García Márquez y percibió en él un anticlericalismo y una crítica cruel y mordaz hacia la iglesia y los sacerdotes. Las figuras sacerdotales que aparecen en sus obras a menudo se presentan de manera burlesca y, en otras ocasiones, ponderando la importancia que tenían en aquel entonces. Esa forma de articular su pensamiento se manifiesta indudablemente en la literatura, porque no hay literatura sin variedad de pensamientos.

Se enamoró de los cuentos de Juan Bosch y Juan Rulfo, los cuales recomienda a los jóvenes para anidar en ellos la conciencia social, las transformaciones que están llamados a hacer y situarlos en el entorno donde realmente se siente la marginalidad, la pobreza  y la indiferencia, que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen ahí, cada vez más fuertes y persistentes.  

Asimismo, les sugiere los cuentos de Edgar Allan Poe, para que aprecien ese carácter detectivesco, audaz, decidido,  despierto, siempre cargado de impaciencia, de búsqueda, de terror, de miedo, que, paradójicamente, tanto entusiasma y aporta a  la literatura.

Sin embargo, lo que más le apasiona es la poesía, pero no pretende, como Platón, tener preferencia por la poesía y la filosofía y dejarlo todo por la filosofía. Le gusta Rubén Darío, especialmente “Encanto de Vida” y “Lo fatal”. Así como Amado Nervo, “En el ocaso de mi Vida”, ya que son cantos poéticos que enfrentan al hombre con la realidad, con la muerte, con la despedida sin traumas, sin remordimientos, sin apegos, en paz, con agradecimiento, y que se vinculan tan bien con la filosofía. Claro está, respetando la tradición. 

Intereses. Debido a la experiencia negativa que vivió en su infancia de tener que repetir el primer grado por haber sido inscrito a mitad de año, como técnico docente del Ministerio de Educación, dedica buena parte de su tiempo a luchar para que los niños y adolescentes alcancen la escolaridad adecuada, socializando con los padres la importancia de ponerlos temprano en la escuela. Lucha que extiende al campus universitario, para asegurarse que los jóvenes completen sus periodos académicos sin contratiempos que los lleven a desertar, a abandonar la carrera, que al final se convierte en un grave problema para ellos y toda la sociedad. 

Desde sus intervenciones en iglesias y clubes, mantiene su compromiso con el dialogo, la charla y la formación de jóvenes en comunidades desfavorecidas, apartadas, donde a veces, por la misma condición de vulnerabilidad, falta no sólo el pan material, sino también el pan humano, social, educativo, cultural, deportivo y hasta espiritual.

Como docente de la Escuela de Filosofía de la UASD, intenta no sumarse a la obligatoriedad de la cátedra, al menos, no en el origen medieval del concepto, donde el profesor tiene la primera y la última palabra y, trabaja por la implementación de una concepción pedagógica, específicamente en las áreas de humanidades, donde se incentive la investigación, la lectura, la producción escrita, el análisis, la crítica, el acercamiento, el debate, la discusión. Donde fluya la cualidad de escuchar al otro: qué piensa, qué siente, cuáles son sus preocupaciones, frustraciones, vivencias, objetivos y metas. Una concepción pedagógica que centralice y apueste por el ser humano. Por algo, somos la Facultad de Humanidades.

Obviamente, Marmolejos Padilla se aferra a esta reivindicación del ser humano sobre la base de un estilo de vida sellado desde la niñez por valores como: la disciplina, la responsabilidad, la humildad, la empatía, la inclusión, la espiritualidad y el respeto al otro. A ese otro prójimo, igual, en esencia y presencia.