La tarea de enunciar la influencia trascendental de ciertos mentores puede resultar ardua; no obstante, comenzaré hablando de un profesor de primaria de apellido Trejos. Con su llegada a mi pequeño entorno rural, en apenas una semana, logró impulsarme del segundo al cuarto grado mediante exámenes de nivel, convenciendo a mi padre para que me inscribiera en la escuela del municipio. Le guardo una gratitud eterna, profesor Trejos.

Por otro lado, la profesora Gladis Martínez siempre tendrá un lugar especial en mi memoria, debido en gran medida a una corrección y un consejo que me dio al revisar un informe inicial que redacté sobre los modos de producción. Me anotó en el margen de aquel documento un mensaje que siempre atesoraré: ‘…mi hijo, es una lástima que una mente tan aguda cometa tantos errores ortográficos…Debes buscar la forma de rectificarlos’. Estas palabras resonaron en mí como un elogio encubierto y un reconocimiento del conocimiento que había adquirido a lo largo de incontables años de lectura autodidacta.

Finalmente, deseo mencionar a un profesor en particular, Tomás Novas, quien fue el primero en otorgarme el título de ‘profesor’, siendo yo su asistente de enseñanza. Esta denominación, en un primer momento, me provocó cierta incomodidad, pues sabía que aún me encontraba lejos de poder compararme con él, Morla, Arvelo o Luis Cruz, quienes son verdaderos maestros. No obstante, tuvo la gentileza de explicarme que ellos depositaban sus esperanzas en nosotros, los jóvenes: Dustin, Leonardo, Edickson y en mi persona.

Feliz día a todos los maestros y maestras, que con su labor, iluminan la vida y el camino del conocimiento de todos aquellos a quienes alcanzan sus enseñanzas.

Prof. Eulogio Silverio

Director

Escuela de Filosofía – UASD