Guillermo Diaz

Por: Guillermo Díaz, M.A.

«Educar, desarrollar por la educación las cualidades, secundar los esfuerzos de la naturaleza, preparar para su próximo destino al que ha de ser pueblo de esta sociedad, ése es el deber». (EMH).

Nacido en Río Caña, Mayagüez, Puerto Rico, el 11 de enero de 1839, fueron sus padres don Eugenio de Hostos Rodríguez y doña Hilaria Bonilla Citrón. Muere en Santo Domingo, República Dominicana, a la edad de 64 años.

En Hostos la historia conjugó la templanza del espíritu con el compromiso de hombre luchador por la independencia y la libertad de los pueblos antillanos y latinoamericanos. Ciudadano del mundo, cientista social, intelectual y político acabado, educador, con una práctica revolucionaria coherente que contrastaba con el pensamiento positivista.

Termina la instrucción primaria en el liceo de San Juan (1847). En 1862, con 23 años de edad, viaja a España para continuar sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, de Bilbao; al término de los mismos inicia y concluye sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid. Allí logra acercarse a las fuerzas más progresistas de la época. Figuras del mundo intelectual y político como Salmerón, Azcárate, Sans del Río y Castelar, entre una pléyade, impactan a Hostos. La influencia de Karl Krause en este luchador por la autodeterminación de las Antillas y Latinoamérica, tiene a don Julián Sans del Río como hilo conductor.

Los intelectuales que se oponían al régimen español integraron el movimiento krausista, para adversar los privilegios de la aristocracia, el ejército y la iglesia. Este espacio es propicio para que Hostos se acercara al pensamiento político, pedagógico y literario. Su compromiso político lo conduce a una alianza con los peninsulares que aspiran a romper con el antiguo régimen español. Sin embargo, la cruda realidad le hizo comprender que el honor español, preconizado por los liberales, estaba por encima de la libertad de las Antillas.

Hostos no sólo es independentista, es también abolicionista; así lo manifiesta en sus posiciones; no concibe la libertad de las Antillas mientras permaneciera la institución esclavista. Durante este período se fortaleció el movimiento abolicionista que encabezaron los puertorriqueños de la estatura de Ruiz Belvís, quien proclamara para la década del 70 del siglo XIX «en nombre de la honra y el porvenir de Puerto Rico, la abolición inmediata, radical y definitiva de la esclavitud». Por otro lado, estaba latente en la conciencia de los puertorriqueños la lucha que libraron Julio Vizcarrondo y el cubano Rafael María Labra, desde la Sociedad Abolicionista Española por la erradicación de la esclavitud; la que sirvió de acicate, profundizando la admiración mutua entre ambas antillas.

Dos acontecimientos históricos radicalizaron a este humanista y hombre de América: el «Grito de Lares», el 23 de septiembre de 1868, en Puerto Rico, y el «Grito de Yara», el 10 de octubre de 1868, en Cuba. Aunque estos acontecimientos se desarrollaron estando en España, desde ese litoral trabajó por la libertad de los presos políticos, actores de estas escaramuzas por la independencia, tanto de Puerto Rico como de Cuba.

La derrota momentánea unió a los patriotas y renovaron el compromiso de luchar hasta consumar la empresa que habían empezado. Sirvió de desafío, al punto que Martí planteó: «Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas».

Para 1871, América del Sur fue convertida en escenario propagandístico donde se articuló una de las campañas mejor logradas de la solidaridad por la independencia de las Antillas. A la cabeza de este esfuerzo estaba la Junta Revolucionaria Cubana, que designó a Eugenio María de Hostos delegado para Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, destinos que debía visitar para desarrollar los trabajos impuestos.

Hostos de América y del mundo, así como vivió intensamente, también escribió. Muestra de esta afirmación es la profusa producción intelectual. No quedó un aspecto importante, relacionado con el desarrollo del hombre, que no fuera motivo de preocupación y, por tanto, dedicación de tiempo, para la investigación: «Peregrinación de Bayoán», novela de contenido político-social. La escribió a los 23 años de edad, en Chile. 10 años más tarde escribe «El juicio crítico de Hamlet». En Nueva York escribe en 1874 «La América Ilustrada» y dirige el periódico «La Revolución». Para el año 1875 llega a Santo Domingo y se establece en Puerto Plata, dando inicio a una amistad que con el paso del tiempo profundizará en Betances, Luperón, Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, entre otros.

Los trabajos publicados por Hostos en el diario «Las dos Antillas» obedecían siempre a su ideal de unificación de las Antillas en la lucha contra la esclavitud y por la libertad. Este diario, víctima de la censura gubernamental, posteriormente fue convertido en el diario «Las tres Antillas», y fue su director este hombre de dimensiones inconmensurables. «Las tres Antillas» pasó a ser un periódico semanal dedicado exclusivamente a la lucha por la independencia antillana.

Una publicación (tipo folleto) que hiciera Hostos en este periódico titulada «Catecismo Democrático»,

fue motivo de grandes elogios por parte de José Martí, que al referirse a este en un artículo que publicó en el «Federalista», destaca la postura positiva y de principio respecto a la sabiduría y claridad con que Hostos conectaba los procesos independentistas de las dos islas. Hostos es elogiado nuevamente por José Martí en el único número de «La Patria Libre», publicado en 1869.

«El manifiesto de los puertorriqueños», escrito por Hostos en 1870, plantea el proceso indisoluble que deberían trillar las Antillas. Dice «el presente debe unirnos en la lucha como nos unirá el porvenir en el reposo, porque el pasado nos ha reunido en la esclavitud y porque la naturaleza nos ha ligado en límites comunes».

Hostos retorna a Nueva York en 1876 y en la gran urbe escribe uno de sus trabajos más conmovedores: «El retrato de Vicente Francisco Aguilera», prócer de la independencia de Cuba. La identificación con la lucha de las Antillas, especialmente de República Dominicana, Cuba y Puerto Rico, le ganó la confianza y respeto de los dirigentes del Partido Revolucionario Cubano, que dirigía José Martí. De ahí que fuera nombrado delegado de ese Partido.

José Martí no desperdicia oportunidad alguna para encomiar la inteligencia de los hombres y mujeres cubanos, dominicanos y puertorriqueños, que habitan estas tierras. En múltiples ocasiones cita, entre otros, a José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive, José María Heredia, Antonio Bachiller, Enrique José Varona, José Joaquín Palma, Alfredo Torroella, Antonio y Francisco Sellén, Ignacio Cervantes, Emilio Tejada, Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez, Mariana Grajales; también a dominicanos de la estatura de los hermanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña, Luperón, Duarte, Billini; los puertorriqueños Betances, Hostos, Ruiz Belvis, Baodorioty de Castro, Julio Vizcarrondo, Julián Acosta, Sotero Figueroa y otros tantos.

Hostos regresa a Santo Domingo en 1879, donde inicia su vida como educador, redactando ese mismo año la Ley de Escuelas Normales. Al año siguiente crea la Escuela Normal, convirtiéndose en su primer director. Las actividades de dirección las compartía con las cátedras de Derecho Constitucional, Internacional, Penal y de Economía Política. Los años que dedicó al magisterio en Santo Domingo lo consagran como escritor, práctica que le ayudó a sistematizar sus experiencias. Escritos como: «Los frutos de la Normal», «Comedias», «Manejos de Globos y Mapas», «Comentarios de Derecho Constitucional», «Prolegómeno de Sociología», «Tratado de Moral», «Tratado de Lógica», “Ciencia de la Pedagogía”, “Historia de la Pedagogía», «Geografía Política e Histórica», «Lecciones de Astronomía»,

marcaron un hito en la vida de este gigante. Cabe destacar que durante todo este tiempo fue columnista de varios periódicos y revistas americanas.

En 1889 viaja a Estados Unidos, integrado en comisión con los patriotas puertorriqueños Gandía y Henna, con el objetivo de hacer una exposición en Washington al Presidente William Mckinley sobre la devolución de la independencia y soberanía a Puerto Rico. La petición fue desestimada. Sin embargo, la Liga de Patriotas Puertorriqueños, que había acordado un plebiscito para que los ciudadanos de esa isla escogieran libre y democráticamente su destino, vieron frustradas sus aspiraciones. La figura política del plebiscito era un tanto desconocida, pero los patriotas puertorriqueños continuaron trabajando en esa dirección por entender que era el camino a seguir para lograr su independencia.

En el período 1890-1898, la producción literaria de Hostos llega al clímax con la publicación de «La reforma de la enseñanza del Derecho» (en colaboración), «La descentralización administrativa», «Los programas de Castellano», «Los programas de Historia y Geografía» y «La Geografía Evolutiva». Sus cátedras, dictadas oralmente a sus discípulos, eran magistrales. La profundidad con que aborda cada tema le ganó el respeto y admiración de sus discípulos y autoridades en los países donde ejerció el magisterio.

«Los Tiempos», «El Heraldo» y «La Patria», en Valparaíso; «La Libertad Electoral» y «La Ley», de Santiago, y «El Propagandista», de Caracas, fueron espacios donde publicó incontables trabajos.

Su lucha constante por la independencia de las Antillas no lo convierte en un ser humano resentido. Esta afirmación se demuestra cuando encontramos a un Hostos en medio de los trajines cotidianos escribiendo cuentos para sus hijos: «El barco de papel», «La primera oración», «La recaída», entre otros.

No se puede olvidar que desde el punto de vista filosófico, su pensamiento seguía los postulados del positivismo. Sin embargo, para ese entonces, esta corriente representaba un paso de avance en la lucha contra las ideas atrasadas. El positivismo como corriente filosófica resulta de dos preocupaciones: la pretendida organización de las ciencias y la reorganización de la sociedad apoyándose en la sociología. Estas preocupaciones fueron las coordenadas sobre las cuales se erigió su cuerpo teórico, que fuera sustentado por su representante más conspicuo: Auguste Comte.

en el marco de este corpus teórico; precisamente estas etapas o estadios por los que ha atravesado la humanidad se han definido como el estado teológico, el estado metafísico y el estado positivo. El primero trata de explicar el todo basado en deidades; el segundo explica el todo por fuerzas abstractas, y el tercero se atiene a la realidad de los hechos, a la ciencia.

Desde el punto de vista histórico-antropológico, los tres estadios se ubican cronológicamente del modo siguiente: el teológico, desde la aparición del hombre hasta el inicio del Renacimiento; el metafísico, desde el Renacimiento hasta el inicio de la Revolución Francesa; y el positivo, desde la Revolución Francesa en adelante.

La destemplanza moral y ética son parámetros en el discurso de la doble moral enarbolado por intelectuales, hombres y mujeres comunes de la sociedad del conocimiento y la información.

Termino con una de las cuestiones que a los pedagogos más impacta del trabajo de Hostos: dedicar tiempo a la conformación de sistemas de pedagogía, que según este prohombre del Caribe, América y el mundo, son «las opiniones racionales, fundadas, ordenadas y dispuestas en serie, por cuyo medio han creído los grandes maestros de la humanidad que se podía y debía interpretar el método seguido por la naturaleza y transmitir a otros el conocimiento de verdades generales y particulares».

Los dominicanos somos afortunados de compartir con este patriota, educador, sociólogo, filósofo, ensayista, periodista, intelectual de fuste, cientista social, este espacio territorial llamado las Antillas. Estaremos siempre agradecidos de que este hombre, que se eleva un poco más alto que el firmamento, escogiera a esta media isla para tomarla por morada, en vida en el receso eterno de esta forma de existencia

Antologías de Hostos:

1 Hostos, Eugenio-María de, Obras. Compilación y prólogo por Camila Henríquez Ureña, La Habana, Casa de las Américas, 1976.

2 Maldonado-Denis, Manuel: Eugenio María de Hostos, editorial siglo XXI, México, 1980.

3 Morales, Salvador: Ideología y Luchas Revolucionarias de José Martí, ediciones políticas, edit. De Ciencias Sociales, La Habana, 1984.