Mario Bunge*

EDUCAR PARA EL SIGLO XXI Creo que casi todos los educadores y la mayoría de los padres concuerdan con que la enseñanza, especialmente en los niveles primarios y secundarios, no contribuye a formar seres humanos capaces de afrontar la realidad. Veamos por qué la escuela contemporánea no suele cumplir su cometido, qué debiera reemplazarla y cómo podría efectuarse el cambio.

En unos casos, la enseñanza no cumple con su función por ser anticuada y, en particular, atrasada en noticias científicas y técnicas. En otros, porque las aulas están abarrotadas o carecen de material didáctico adecuado. A veces, los alumnos llegan a clase desnutridos o enfermos; otras, no asisten con regularidad, o pasan demasiado tiempo frente al televisor, o sus padres no los ayudan. Y casi siempre los maestros están sobrecargados de trabajo, reciben pagas inadecuadas (lo que les fuerza a tomar ocupaciones adicionales), o no tienen tiempo para ponerse al día con el avance de los conocimientos.

Comparemos los vicios de la educación actual con la educación necesaria para afrontar los cambios vertiginosos que, sin duda, traerá el siglo XXI. Llamaré «integral» a la educación por venir, ya que deberá contribuir a formar seres humanos plásticos y polifacéticos, capaces de renovarse constantemente para no quedarse atrás.

1.- Actualmente la educación sólo aprovecha a una minoría. La educación integral deberá ser universal.

2.- Actualmente la enseñanza está limitada al período de 6 a 18 años. El aprendizaje integral abarcará toda la vida.

3.- La educación actual es predominantemente libresca, pese a lo cual no inculca los hábitos de la lectura y de la escritura. La educación integral deberá ser teórico-práctica: deberá enseñar a cocinar

y a zurcir, a trabajar en el laboratorio y el taller, además de enseñar a leer, escribir y hacer cuentas. 4.- La educación actual es predominantemente memorista. La educación integral deberá enseñar principios generales, así como adiestrar en la búsqueda independiente de la información requerida en cada caso.

5.- La enseñanza actual es dogmática: enseña resultados sin cuestionarlos. La educación integral será crítica: estimulará a cuestionar y debatir sobre la base de los conocimientos necesarios para cuestionar y debatir racionalmente.

6.- La educación actual es aburrida, de modo que no puede competir con la televisión. Además, exige tanta pasividad como la televisión. La educación integral encausa la actividad natural del ser humano, estimulando la exploración y la invención.

7.- La educación actual llena el cerebro de conocimientos innecesarios, tales como nombres de ríos secos y de ciudades sin interés, así como fechas y lugares de masacres y otras infamias. La educación integral suministra información importante, suscita curiosidad y da los medios para satisfacerla.

8.- La educación actual es ya excesivamente enciclopédica, ya exageradamente especializada. La educación integral combina la generalidad con la especialidad, al confeccionar programas compuestos de unas pocas asignaturas nucleares obligatorias rodeadas de satélites optativos.

9.- La educación actual uniforma en la mediocridad, angustiando a los lerdos y hastiando a los talentosos. La educación integral reconoce la variedad de actividades e intereses, así como su Deseabilidad.

10.- La educación actual soslaya los problemas sociales y morales. La educación integral sensibiliza a los problemas sociales y morales, preparando ciudadanos responsables.

¿Qué hacer para reconstruir la escuela actual a fin de que forme gentes que construyan un siglo mejor que el nuestro? Creo que es preciso introducir tres grandes reformas escolares: social, cronológica y pedagógica. Me explicaré.

Reforma social; (a) la enseñanza pública preescolar, primaria y secundaria debiera ser universal y obligatoria, y, por lo tanto, gratuita; (b) la escuela pública debiera ofrecer desayunos a los alumnos que lo necesiten; (c) los docentes debieran recuperar el status social de que gozaban antes de la segunda guerra mundial, debieran disponer de tiempos para estudiar y debieran ganar por lo menos tanto como los guardianes del orden público. «Consigna: escolaridad universal de los 2 a los 18 años, y dignificación del magisterio».

Reforma cronológica: la educación formal debiera comenzar a los 2 años de edad y terminar entre los 18 y los 30. En adelante, el aprendizaje por cuenta propia debiera ser permanente. El cerebro que no se usa se atrofia, quien no usa un cerebro explorador no es empleable ni puede ser útil al prójimo. «Consigna: aprendizaje permanente y al día».

Reforma pedagógica: (a) los contenidos debieran estar al día y enmarcados en una visión moderna del mundo natural y social; (b) los métodos debieran dirigirse menos a la transmisión de conocimientos que al aprendizaje en grupo y por cuenta propia; c) La formación de los maestros debiera ser más sustantiva que metodológica: antes conocer, después enseñar. «Consigna: abajo el almacenamiento, arriba el descubrimiento».

Pasemos ahora a examinar brevemente algunos detalles. Empecemos por la formación del maestro. Para enseñar bien x hay que saber mucho más sobre x que sobre los métodos para enseñar x. O sea, los contenidos debieran primar sobre las técnicas.

La consecuencia práctica es obvia: la habilidad para enseñar debiera requerir un diploma universitario en una especialidad (por ejemplo, una licenciatura en matemáticas) más la aprobación de un par de asignaturas de pedagogía y didáctica y un semestre de prácticas de enseñanza.

La carrera del magisterio debiera ser prestigiosa, bien remunerada y al abrigo de cambios políticos. La maestra debiera volver a ser lo que fue en los tiempos en que la escuela podía más que la tele y la calle, o sea, una consejera de familia y una líder de su comunidad: un pilar de la sociedad.

Aspecto de la enseñanza que habría que ampliar o intensificar: el estudio de buenos libros de texto; trabajos prácticos en laboratorios y talleres; estimular la pregunta y el cuestionamiento; exigir más búsqueda bibliográfica; organizar debates en clase sobre problemas científicos (por ejemplo, evolución biológica), técnicas (por ejemplo, fuentes de energía), filosóficos (por ejemplo, papel de la Hipótes

Aspectos a reducir drásticamente o a eliminar: clases magistrales, memorización, apuntes de clase, medios audiovisuales y exámenes orales. Estos últimos debieran ser reemplazados por ensayos, proyectos, informes, presentaciones orales y participación en clase. El enorme esfuerzo de memorización que exige la preparación para el examen oral no deja sino fatiga y hartazgo. El informe o ensayo queda.

Lo que antecede debiera incorporarse a nuevos planes y programas de enseñanza. Pero sería un error creer que un mero cambio de plan o de programas bastaría. Lo que hay que cambiar radicalmente es la manera de aprender y de evaluar, así como de tratar al docente y al estudiante.

Los planes y programas debieran ser esquemáticos y flexibles en lugar de ser detallados y rígidos. No es deseable que todos enseñen y aprendan lo mismo. La diversidad de individuos y regiones es mucho más deseable que la uniformidad.

No hay que emular al ministro francés de Instrucción Pública que se jactaba de saber exactamente qué tema enseñaban todos los maestros del tercer grado de la República entre las 11:10 y las 12:00 del primer lunes hábil del mes de noviembre.

¿Cómo implantar las reformas sugeridas y por dónde empezar? Lo primero es diseñar la nueva política educativa, dando amplia participación en su discusión a docentes, estudiantes, padres y funcionarios (pero no a sociedades que defienden intereses especiales). Segundo paso: elaboración de un plan para poner en práctica la nueva política. Tercer paso: proceder a la reforma.

Puesto que no habría recursos humanos ni financieros para implantar la reforma de golpe y doquiera, se podría empezar por establecer centros didácticos de excelencia. Estos serían escuelas piloto dirigidas por maestras competentes, jóvenes y entusiastas, asistidas por inspectoras, así como por comisiones mixtas de maestras y padres. Hay que confiar que, con el tiempo, las demás escuelas copiarían y perfeccionarían estos modelos.

En resolución: todo está cambiando rápidamente excepto las escuelas. Es hora de reformarlas para que formen personas capaces de afrontar los enormes cambios (muchos de ellos catastróficos) que se avecinan. El siglo XXI se está gestando en las escuelas y, a menos que éstas mejoren, será un siglo aún peor que el que está terminando con pena y sin gloria.


  • Filósofo argentino. Epistemólogo: cultiva el análisis de la lógica de la ciencia.