Para el doctor Alejandro Arvelo, la Lógica de Andrés López de Medrano, que fue el primer texto de filosofía publicado por la Capitanía General Española en la parte occidental de la isla española en 1814

Dice Aristóteles que la verdad de la vida no reside en recibir honores, sino en merecerlos. Y cuando uno escucha a William, que tiene una imaginación tan fértil; hablar de tantas cosas, que uno llega a pensar que hay otro expositor. 

Les voy a pedir que me permitan hacer un par de alusiones históricas.

El 21 de enero de 1791, pasó un acontecimiento señero en la isla. Ustedes saben que la denominada guerra de la Convención entre Francia y España estallaría dos años después, pero en los años anteriores era frecuente, desde mediados del decenio de 1780, que los franceses hicieran incursiones en la parte española de la isla. Pero ese 21 de enero de 1791, días antes, las tropas asentadas en la parte española de la isla penetraron el territorio que hoy está reservado a la República de Haití, llegando hasta la sabana de la Limonade, cerca de Puerto Príncipe, y allí infligieron una derrota significativa a las tropas de los colonos franceses. Incluso murió el comandante de las fuerzas francesas. 

Entonces, hubo muchísimas bajas, más de cuatrocientas. Aconteció que fueron gentes de todas partes del país, del Cibao, del Este, del Sur, que formaron parte de ese ejército ad hoc. Entre los que procedían del Este, no hubo ni una sola baja. Hubo bajas del Sur, del Cibao, de Santo Domingo, pero no del Este. Los milicianos se lo atribuyeron al hecho de que habían cargado consigo un retrato de la Virgen de la Altagracia. De ahí lo del 21 de enero. Un año después, se coronaba la Virgen de la Altagracia como patrona del pueblo dominicano.

En 1793, estalló la guerra de la Convención entre Francia y España. Entonces, los franceses ocuparon buena parte del Norte de España, lo que son las provincias vascongadas, que le llaman el País Vasco, y buena parte de Cataluña. Los españoles y los franceses llegaron a un acuerdo formidable. Voy a leerles una nota de un texto que tengo aquí para que vean el contenido del convenio. “Mediante el Tratado de Basilea, las negociaciones entre Manuel Godoy y las del Marqués 0000000000 que  permitieron que España recupera las provincias más afectadas del País Vasco y Cataluña, que se encontraban ya en poder de las tropas francesas, a cambio de su posesión de la parte oriental de la isla de Santo Domingo. 

Pero no solo eso, esto es lo bueno: “además, 150 caballos, igual número de yeguas, 100 carneros y mil ovejas”. Ese fue el intercambio. Probablemente, esto tiene que ver con la demostración de fuerza de la Batalla de la Limonade. Entonces, fue cedida esta parte de la isla a Francia.

Entre 1795 y 1800, poco antes de 1795, circuló de manera profusa en la parte Este, sobre todo en la zona de Montecristi, una octavilla, que en realidad es un quinteto que se atribuye al padre Morales. Seguro muchos de los presentes han escuchado esa octavilla que dice: «Ayer nací español, en la mañana fui francés, en la tarde etiope fui, hoy me dicen que soy inglés. No sé qué será de mí». De alguna manera, esta estrofa expresa el estado de tedio y angustia al mismo tiempo de unas gentes que iban de mano en mano. Ya saben que en 1802, los haitianos, que habían hecho su independencia en 1801, se alistaron para reclamar esta parte de la isla y de hecho, las primeras incursiones de los ejércitos del Oeste fueron entre 1802 y 1804. 

Entonces, ese quinteto del padre Morales de alguna manera expresa ese no saber qué soy. A propósito de la Barca de Teseo, de que me hablaba hace un momentito el profesor Silverio, ¿cuál era la entidad de este grupo de personas que vivían aquí y que de alguna manera ya sentían que su destino estaba ligado al destino de estas tierras, pero que no tenían claro cuál era su horizonte de posibilidad como conglomerado, como agrupación.

Para que vean cómo conecta esto con la batalla de la Limonada, se había establecido en el país un señor llamado José Bloquers, que era francés pero que había batallado en las Guerras de Independencia de Estados Unidos. Ustedes saben que la independencia de Estados Unidos fue en 1776, estamos hablando de una época cercana. 

Entonces, él era impresor y, con un dinero que le regalaron después de la guerra, vino a caer aquí. Se conserva el primer impreso realizado en la parte Este de la isla de Santo Domingo, fechado en 1800, y dice al pie: «En Santo Domingo en la imprenta de Andrés José Bloquers». ¿Por qué traigo esto a colación? Porque he querido hacer ese brevísimo recorrido por esos años. Apenas tenemos cuatro años en este caso; ya estamos en 1800. Ese primer impreso que se produce en la República Dominicana es la novena para implorar la protección de María Santísima por medio de su imagen de la Altagracia. Recuerden que la Virgen de la Altagracia protegió de ser heridos a los milicianos del Este. Pues ahora, alguien aquí solicita que se imprima esa novena para que sea rezada en todas las comarcas.

En la primera parte, dice que había dos advocaciones en realidad que se adoraban de la Virgen María: la vocación de la Virgen del Amparo y la del Altagracia.

La virgen del Amparo para que sus devotos deben pedírselo a la señora ante su imagen venerada en la iglesia de Santa Bárbara, y la Virgen de la Altagracia para los vecinos de Higüey sean participantes, por medio de este obsequio, de la plenitud de gracia con que enriqueció a su madre el Hijo de Dios. 

Pero lo más interesante es lo que dice al inicio de la página tres de esta novena. Dice: «No dudo que al compás de los reverentes cultos se continuarán los favores, porque ya habíamos recibido un gran favor el 21 de enero de 1791. Se continuarán los favores y beneficios que confiesan debidos a María los dominicanos”. Dominicanos en 1800, y está hablando de la gente de Santo Domingo y de la gente de Higüey, ¿qué nos dice esto?

Hay una suerte de teoría de las referencias. Cuando una palabra aparece y, de alguna manera, invoca e interpela. ¿Por qué se habla de dominicanos en la novena que es de 1800?, ¿No nos querrá decir eso que ya para 1800, es decir, entre el Tratado de Basilea de 1795 y 1800, la quinteta del Padre Morales, ya comienza a sentirse por todos esos azares históricos que vive esta comunidad, comienza a aparecer un tipo humano en el horizonte vital que no existía antes? Un grupo de personas que ahora sí ya no se sienten ni etíopes, ni ingleses, ni franceses, pero que ya comienzan a saber qué son: son dominicanos, de alguna manera, o se llaman dominicanos. 

Claro, la dominicanidad no es un tema de llamarse, es un tema de identidad, de mentalidad. Por eso viene otra vez a cuento lo de la Barca de Teseo, de la que hablaba hace unos minutos el profesor Silverio. Y esto conecta precisamente con el tema de la lógica de Andrés López de Medrano. 

Voy a manejar la edición que hizo el Dr. Julio Minaya, porque he vuelto a leerla para tener una lectura fresca. 

Este texto, colegas, de Andrés López de Medrano, está fechado en 1814 y publicado por la imprenta de la Capitanía General bajo los auspicios del Padre Valera, que era el Arzobispo de la parte Este. Este texto se titula «Lógica», pero también tiene un subtítulo: «Elementos de Filosofía Moderna, destinados al uso de la juventud dominicana». ¿Cómo dominicana, si Juan Pablo Duarte nace en 1813?, o sea, tenía un año y había sido bautizado precisamente en la iglesia de Santa Bárbara, donde recordamos que se adoraba una advocación que era la de la Virgen del Amparo.

Ahora sí, estamos hablando de lo mismo, pero sobre otras bases. Quizás no solo esa novena, sino este texto de filosofía, es un texto de lógica, ya nos está sugiriendo que hay una irrupción en la historia de un nuevo tipo humano. Ese que preconizaba, en tonos negativos, la quinteta del padre Morales. Ahora sí se habla claramente de una juventud dominicana. ¿Qué quiere decir eso? Que hay una apuesta por el porvenir. Con solo ese subtítulo, hay una apuesta por el porvenir, porque eso es lo que significa ser joven: tener una causa por la cual luchar.

Así que, hasta los que tenemos mucha juventud acumulada, como el profesor Francisco Acosta y yo, podemos ser, en cierto sentido jóvenes también, si identificamos una razón de vivir. 

Yo quiero, de una buena vez, adelantarles una hipótesis, un planteamiento para este encuentro. En realidad, este es el primer tomo de un proyecto más amplio, pero se quedó ahí. Podríamos ver históricamente qué pasó a partir de 1814, el periodo de la España boba.

Y de paso, les voy a adelantar las únicas dos cosas que quiero decirles esta tarde, todo lo demás es aditamento. Primero, quiero sostener, porque es una tesis socorrida entre los lectores de López de Medrano, que sostiene que López de Medrano es un epígono de su tiempo, y que es un autor sensualista. Les leeré apenas uno o dos párrafos para que esto sea un diálogo. Es un banquete al modo del simposio platónico. Una segunda hipótesis que manejaré y que también trataré de sustentar es que tampoco es un demócrata, ni un nacionalista, ni el fundador del primer partido dominicano.

No quisiera decir los autores, pero he publicado un libro que presentó el profesor Dustin Muñoz hace cuatro años, donde sí están los autores, como debe ser, y los textos mencionados por su nombre. ¿Quiénes han leído y comentado a Andrés López de Medrano? Rosa Elena Pérez de la Cruz, Roberto Cassá, Juan Francisco Sánchez, Rafael Morla, ahí están trabajados. Pero antes, quería detenerme en ese problemón de que este texto es un avance de un proyecto más amplio. Si uno toma, por ejemplo, al inicio, el parágrafo 2, él define la filosofía y dice que es la ciencia de las cosas humanas y divinas cognoscibles por la luz natural. Dice que se divide en cuatro partes: la primera, la filosofía racional o lógica; la segunda, la metafísica o filosofía transnacional, que se ocupa del tema del ser y muy específicamente del tema de Dios; luego, la filosofía natural o física; y finalmente, la filosofía de lo moral o ética. 

Aunque el libro se titula «Elementos de Filosofía Moderna para Uso de la Juventud Dominicana», él no llega a desarrollar todos los elementos, sino que se queda con el primero. Por eso le pone «Lógica», como si fuese un primer tomo. La idea mía es motivar básicamente a que leamos este texto, porque tiene muchísima vigencia todavía y creo que ahí va una lección para nosotros, todos aprendices de pensadores, aspirantes a filósofos, algunos ya filósofos.

Claro, para aquellos de nosotros que estamos en ciernes, este libro creo que tiene, de alguna manera, una callada invitación. Primero, para pegarle a la luna hay que apuntarle al sol; tenemos que escribir de manera sintética, de manera que lo que escribamos no se muera con nosotros, sino que nos sobreviva. Todavía hoy se puede leer, se puede usar perfectamente para un curso de lógica clásica, con la ventaja de que, además de la lógica formal aristotélica, incluye muchos otros elementos que no son parte del plan de estudios de la lógica formal o aristotélica o clásica, como es el tema de la teoría del error, la inclusión del método como una de las operaciones del pensamiento, como uno de los factores por medio de los cuales se piensa. Incluye el método e incluye la argumentación, que eso nunca pasa cuando recibimos cursos de lógica formal.

Entonces, léanlo; es un texto de 26 páginas, la edición del Dr. Julio Minaya, que está en formato media carta, tiene 26 páginas y se lee en unas horas, verdad, porque es un texto de filosofía y sabemos que la filosofía es sintética, que en un aforismo puede caber el cosmos. Entonces, no se puede festinar la lectura de la filosofía.

Yo creo que, aparte de la síntesis y de la permanencia en el tiempo, López de Medrano nos enseña un poco a ser sistemáticos y eso es completamente actual. Eso es para siempre, es para hoy y para mañana. 

El texto tiene cuatro partes, y la primera parte trata acerca de las ideas, que como él llama a los conceptos. La segunda parte, y me voy a detener un momentito de una vez en el tema de las ideas, para comenzar a orillar la hipótesis de que no es un sensualista radical como lo han presentado sus lectores. 

El primero que lo hace es Armando Cordero en su Historia de la filosofía dominicana. Después eso lo ha repetido mucha gente, pero ustedes saben la costumbre que tenemos de no leernos entre nosotros. No nos leemos; todo el mundo va hablando por ahí de él, creo que es el más etiquetado pero pocas veces leído. 

Uno se da cuenta si una persona ha leído un pensador o no, en los corrillos, desde los tiempos que yo estudiaba y, miren, estamos hablando de buen tiempo, ya saben que el arcoíris era blanco y negro, no existía la fotografía a color todavía, ni los celulares.

Yo recuerdo como ahora cuando anunciaron el Fax, que fue un anuncio con este director de la Orquesta Carlos Piantini. Nada de eso existía. Desde entonces tuve un primer acercamiento. Y escuchaba que decían, es un epígono de Condillac. Bueno, pues lo leía a él y volvía a leer a Condillac y ocurre que no, que no llegué a la misma conclusión. Eso no quiere decir que yo tenga razón, sino que ahí está la invitación, porque eso es parte de la gracia de nuestra disciplina, que nos interpela. 

Pues bueno, ha aparecido un señor ahora que dice que no, que no es un sensualista radical, sino un empirista, que es distinto. El sensualista remite a las sensaciones, toda forma de conocimiento es,  “nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos”, y ese no es el caso de Andrés López de Medrano. 

Lo que él remite, y no de manera absoluta, lo vamos a ver dentro de un momentito, son las ideas. Las ideas son la materia del primer capítulo de la primera parte. Pero ya cuando entra en la segunda parte, que trata acerca del conocimiento, tiene una sección con tres capítulos, trata del conocimiento. Nota el matiz: no titula la primera parte «del conocimiento». No, la segunda, donde se ocupa de la proposición. Es decir, de los juicios y de la teoría del error. 

Entonces, ¿qué quiere decir que él está asumiendo la posición aristotélica de que en el concepto, en las ideas, no hay conocimiento, y que el conocimiento proviene de la relación entre dos o más conceptos, lo que constituye el juicio, algo que no debemos confundir con la proposición.

 En la tercera parte, él se ocupa también de tres capítulos sobre el raciocinio, incluyendo la argumentación, lo cual es una novedad. Se ocupa también del error, de las fuentes del error, un tema que casi nunca trabajamos en lógica formal, y de los sofismas. No es tan abundante como podríamos encontrar hoy; se dice que hay más de cien sofismas. Aristóteles en «Refutaciones Sofísticas» creo que recoge unos doce o trece. Para mí, esto es una novedad.

En la cuarta parte de la lógica, se dedica al método, tanto al método analítico como al sintético, y se ocupa también del arte de leer, de la hermenéutica, lo que es una novedad. Estamos hablando de 1814. En el método también se ocupa del arte crítico.

Esa es, en resumen, la descripción formal del texto. Ahora paso a la sugerencia de que no es sensualista sino empirista, y me voy a permitir brevísimamente leer dos parágrafos para apoyar esa posible tesis. En el parágrafo 11, dice: «La idea es la mera representación en la mente de algún objeto y se origina de la siguiente manera». Para que vean cuál es el motivo de la presunta tesis del presunto sensualismo de López de Medrano, dice: «Tan pronto como nos ponemos en contacto con los cuerpos que nos rodean, sentimos una impresión a la que siguen las ideas que formamos de los mismos, individuales y singulares. Iniciada la adolescencia, cuando ya disponemos libremente de las facultades del alma, combinamos de mil maneras las ideas adquiridas inmediatamente a través de los sentidos, las unimos, las separamos y las fingimos». 

¿Qué quiere decir eso? Que no todo lo que pasa en la mente está ligado de manera directa, unívoca y unidireccional a las sensaciones. La mente, el entendimiento, también hace lo suyo. Aún en el plano de las ideas, que ya hemos visto que para él es una mera representación, esa mera representación luego pasa al entendimiento, que las combina, las une, las separa y las imagina. Entonces, eso no es sensualismo radical, eso es empirismo.

¿Cuál es la cuestión? Porque a veces tendemos a pensar que el sensualismo cabe cabalmente en el empirismo. Pero no es así. El sensualismo es una suerte de empirismo radical que hace depender de las sensaciones todo tipo de conocimiento, toda operación, toda imagen. Pero aquí hemos visto que no es así en el parágrafo 11; la mente también tiene un papel activo que nos recuerda al entendimiento agente de Aristóteles.

Así mismo, les voy a leer ahora dos parágrafos más para que veamos ese rol activo que desempeña la mente frente al testimonio de los sentidos. Dice además en el parágrafo cinco: «Goza el alma de otra facultad mediante la cual se advierte como perceptora de sí misma». Es decir, ya no la mente como contenido, sino la mente como proceso, la mente como asiento de la facultad de pensar. 

Uno piensa naturalmente en Descartes, reflexionando sobre sí mismo, haciendo del pensamiento su propio objeto de meditación, y preguntándose qué cosa es el ser, si es una sustancia que piensa o simplemente una sustancia. Además de esta facultad de sentir, el alma goza de otra mediante la cual se percibe como perceptora de sí misma, y que se llama conciencia. A esta le sigue la atención, con la cual el ingenio alcanza prestancia. Es una acción de la mente que hace tan vívidas las ideas percibidas que llena toda la capacidad mental. 

Si la mente compara una idea con otra y entiende que mutuamente convienen o repugnan, al instante las une o separa. Cuando une, afirma; y cuando separa, niega. Ahí reside el juicio o la operación segunda de la mente. O sea, la operación segunda de la mente ya no pende necesariamente de las sensaciones, es ya un efecto de la mente. El empirismo no niega que exista la mente ni que la mente juegue un papel; pone como punto de referencia por excelencia la experiencia.

En el caso del racionalismo, tampoco se niega la experiencia; no es que el valor de verdad último del conocimiento descanse en la razón y niegue la experiencia. De hecho, ¿cómo descubre Descartes la geometría analítica? Él lo describe en el «Discurso del Método»: estando en Alemania al servicio del Duque de Otranto, metido en un cuartito pequeño, con una estufa mirando al techo, se le ocurrió dividirlo en cuadrantes. De ahí descubrió elementos de la trigonometría que conforman la geometría analítica elemental.

Para concluir con el tema de que no era sensualista, ya que estamos terminando, lo que importa es que haya un banquete, no un monólogo. En el parágrafo 6, López de Medrano dice que nuestros conocimientos están contenidos en los juicios. El conocimiento está contenido en el juicio, no en las ideas ni en el concepto, porque el juicio es relación. Esa es la posición de Aristóteles. A veces, la mente intuye inmediatamente el contenido sin sensaciones. No estamos hablando de la intuición eidética fenomenológica, sino de intuir el contenido, como cuando una madre dice: «Dios mío, siento que le ha pasado algo a mi hijo». Otras veces, la mente deduce de la contemplación múltiple de ideas. Para poner esto de manifiesto, se usa el raciocinio. Así, las sensaciones quedan limitadas al ámbito de las ideas. 

Así pues, racionamos porque no vemos claramente la conveniencia o repugnancia de las ideas entre sí y racionando, las comparamos unas con otras, de las cuales se deduce: he aquí el discurso o tercera operación de la mente, mediante la cual de un juicio ya conocido deducimos otro incluido en aquel. O sea, el juicio que da origen a la proposición y el raciocinio que, según él, da origen a la argumentación, ya no están directamente relacionados con las sensaciones. Ahí lo dejo para quienes quieran profundizar. 

Se ha dicho, han dicho los colegas que han trabajado en López de Medrano, una y otra vez, que López de Medrano es eso, está ubicado con páginas y libros. Han dicho que López de Medrano es el fundador del primer partido político dominicano, que era un demócrata consagrado, que tomó parte en la independencia efímera y que era compañero de José Núñez de Cáceres. Yo tengo que agradecerle a Julio un nuevo acercamiento que propició en los años 2016-17 a la obra de López de Medrano, porque me dio la oportunidad de retomar no ya la lógica, sino la ópera, lo que se conserva de él, que no es mucho. 

No es mucho, está recogido en este volumen de Julio Genaro Campillo Pérez, que publicó la Academia Dominicana de la Historia en 1999. Ahí están su manifiesto de 1820, un trabajo de investigación que hizo sobre la llaguita, una enfermedad que se desató en Puerto Rico por el consumo de carne de res en estado de putrefacción. Están los proloquios, una serie de artículos y notas necrológicas que él publicó en Puerto Rico.

Ahora bien, mi sugerencia es que López de Medrano es un patriota, pero no es un patriota nacionalista, lo que parece una contradicción, una paradoja, porque él, lo mismo que José Núñez de Cáceres, Bolívar, Martí y que Hostos, veían una patria extensa. Para López de Medrano, la patria, cuando habla de patria, recuerden que está hablando un criollo, el hijo de español nacido aquí, que se siente identificado con este espacio. Ese es un poco el espíritu de la proclama de 1820, que vamos a ver dentro de un ratito en un par de frases. Casi para concluir, la patria es la tierra de los padres, la tierra donde yacen los restos mortales de nuestros padres. Una cosa es ser nacionalista y otra cosa es ser criollo. El criollo se identifica, pero del criollismo no se sigue el nacionalismo. 

Para López de Medrano, la patria, su patria, fue siempre la patria grande, y eso no varía en toda su obra. Por ejemplo, al inicio de los «Elementos de Filosofía Moderna», él dice: «Dichosa la patria si ve florecer tales hijos y feliz, muy feliz yo, si distinguido con tanto honor y seguro de tanta gloria, puedo enseñar y asentar la moderna filosofía apoyándola en solidísimos experimentos«. Y para terminar su introducción, que es importante como beta de su pensamiento, porque lo vamos a ver luego más adelante, seis años después y luego de esos seis años, once años después, hasta 1831 que da a conocer su último trabajo, dice: «Rindan finalmente vuestros más justos tributos de agradecimiento al magnánimo mecenas, ilustrísimo arzobispo Pedro Valera, que vela siempre por vosotros y por vuestros adelantos». Esa unión entre esa patria grande y la religión es en él indisoluble. 

Cuando él habla de patria, está hablando de la misma patria que menciona Simón Bolívar, que es la patria grande americana, o como Martí, que por patria entiende nuestra América desde el Río Bravo hasta la Patagonia. No, esa patria es el Imperio español, eso es lo que él llama patria. Naturalmente, en esa idea de patria, en ese imaginario, aparece vinculado de manera estrecha su Majestad el Rey, la Constitución de Cádiz y la Iglesia Católica. O sea, eso no tiene nada que ver ni con democracia ni compartido, ni con la defensa de los intereses generales de la parte española de la isla de Santo Domingo. 

En José Núñez de Cáceres sí vamos a encontrar esa noción de patria, que sin embargo siente la necesidad de unirse al proyecto bolivariano, pero no como adláteres, sino como igual, como ese sueño de la Sociedad de Naciones y la Organización de Estados Americanos, un sueño donde se supone que cada país es exactamente igual en deberes y derechos al otro. Esa era la idea de Bolívar, y esa es la idea a la que se adhirió José Núñez de Cáceres.

Sería bueno un día hablar de José Núñez de Cáceres, porque es un personaje interesantísimo, un pensador político, portador de una filosofía política, autor del primer texto constitucional de la República Dominicana, que es el acta constitutiva de la República del Santo Domingo Español. Ahí están los derechos, los deberes, la separación de poderes. Es una verdadera Constitución que no llegó a ser ratificada, porque duró del primero de diciembre de 1821 al 9 de febrero de 1822, no hubo tiempo de nada, pero ahí están incluso el poder ejecutivo, el poder legislativo, y la distribución por zonas de las comandancias militares.

Y bien, López de Medrano, en ese primer texto que se conserva de él, trata los esclavos como cosas, no protesta, lo ve como una institución natural, nada de extrañar para la época porque ya sabemos que el propio Bolívar no abolió la esclavitud, sino que liberó a sus esclavos, lo mismo que hizo Núñez de Cáceres aquí. Y no lo dice él ni lo dice un historiador dominicano, sino un historiador haitiano de la época, quien conoció a Dessalines y a Petión, y estuvo al tanto del contexto de su época, es autor de nueve tomos de historia de Haití. 

En su informe de 1819, saluda una decisión del Rey que reabre el comercio de esclavos, que había estado prohibido. Lo saluda diciendo que le da gracias a Su Majestad Católica, recordando la unión entre política y autoridad religiosa. Agradece a Su Majestad Católica por el fomento en estos dominios de la agricultura y del comercio de negros, mostrando así su apoyo a la esclavitud. Más adelante menciona por su nombre a los dueños de los esclavos en Puerto Rico, pero a los esclavos los trata como si no tuvieran nombres, eran considerados cosas, como un mueble, como los aperos de labranza o una vaca. Esto está reflejado en las obras de López de Medrano.

Creo que no se habla mal si se estudia amorosamente a los pensadores y se hacen las necesarias rectificaciones interpretativas. Por ejemplo, en 1820, en su proclama sobre las elecciones parroquiales de 1820, protestó. Pero protesta porque la Constitución de Cádiz, que fue una reacción a la imposición del Estatuto de Bayona por José Bonaparte, no reconoce el derecho de ciudadanía sino de vecindad. Los habitantes de estos territorios españoles, que eran españoles, sabían que solo se les reconocía como vecinos. Mientras que en Francia, la Constitución de 1793 sí hablaba de los derechos de los ciudadanos, aunque estos no se extendían a las colonias. 

En la Constitución de Cádiz, a la que se opusieron algunos de baja nobleza, se reconocía el voto para cargos de segunda importancia, similar a la libertad de imprenta también establecida en dicha Constitución.

Voy a leerles brevemente dos textos para apoyar esto de que él no era demócrata, sino monárquico, y que todo lo que hacía estaba fundamentado en la Constitución de Cádiz. En su proclama sobre las elecciones parroquiales de 1820, publicada y circulada en la Ciudad de Santo Domingo, que en esa época no tendría más de 12.000 o 13.000 personas, dice: «Ya es tiempo de no modelar nuestros procedimientos por los de los anticonstitucionales, que por fortuna no son abundantes y que quizás serán los autores de las calumnias refutadas contra quienes me dirijo.

Sean quienes sean, aquellos que se reconocen como realistas, si se enorgullecen de ello, que no contradigan ese apodo con su implicancia de serlo y no ejecutar ciegamente las órdenes del Rey. 

Ejecutar ciegamente las órdenes del Rey no es democracia, se llama monarquismo, está claro. Deberían reconocer que, si son tan adeptos y leales servidores, deberían estar electrificados con la Constitución. 

Claro que sí, porque es una constitución monárquica para reponer a Fernando VII en el poder una vez terminada la dominación francesa en España. No deben entibiar el ardor patriótico de todo buen español. Observen ustedes a qué le llama patria, López de Medrano. Es a España, no a Santo Domingo. Y más adelante en el mismo texto, dice: «Sí, amados compatriotas, hijos siempre de Colón, vosotros que por las proezas y desdichas de las pasadas vicisitudes habéis eternizado vuestro nombre en los anales de la fama y en los pastos de la historia. 

Se refiere a qué nación: a la nación española y a sus colonias. «Que tenéis un señalado lugar en el orden nacional por la índole que os caracteriza, y que habéis soportado con resignación maravillosa tantos desastres y calamidades de que os hubiera salvado la Constitución». ¿Cuál Constitución? La Constitución de Cádiz. Y finalmente, para terminar con ese discurso sobre el monarquismo y la unión entre lo religioso y lo político en López de Medrano, les voy a leer un fragmento de los proloquios políticos de regocijo que él hace para saludar al gobernador de Puerto Rico, Don Miguel de la Torre, en 1831, después de haberse ido del país en 1820. Voy a contar en qué condiciones él se va y también voy a cerrar leyéndoles un fragmento de una carta de Núñez de Cáceres, para que vean en qué condiciones también Núñez de Cáceres sale del país. 

Dice él que Don Miguel de la Torre ha conducido a Puerto Rico al cenit de la gloria que la realza y que nunca había alcanzado. Pero no es menos cierto que el excelentísimo e ilustrísimo señor Gutiérrez, el arzobispo de Puerto Rico, auxilió la obra en lo que ha sido de su incumbencia. Y es sabido que sin la moral y la religión no hay leyes, no hay sociedad, no hay bienestar político. 

observan cómo aparece ligado el elemento político al elemento moral y religioso, es una constante en el pensamiento de López de Medrano. Dice más adelante que muchos hacendados se habían descuidado en instruir a sus siervos en los rudimentos de la religión, privándoles de la regeneración en el ser espiritual. Su eminencia ilustrísima, el arzobispo, aplica sus esfuerzos y todos quedan alistados en las milicias del cristianismo. «Para ser mejores esclavos», ¿se necesita hablar más claro? 

Finalmente, dice en el mismo texto, los apodícticos de 1831: «Todo por ellos, por el gobernador y por su eminencia ilustrísima. Ha cambiado de aspecto, todo presenta la más hermosa perspectiva, todo encierra un más venturoso porvenir, y ya lo palpamos como con las manos, más cuidado en los padres, más docilidad en los hijos, más equidad de los magnates, más puntualidad en los domésticos, más buena fe en los contratos, más desvelo por el bien público, más inclinación al trabajo, más reverencia a la nación. ¿A qué nación se refiere? 

A la nación española, de la que Puerto Rico era una provincia. Más reverencia a la nación, más amor a la metrópoli, más arraigado el fervor a la religión y más concentrados los sentimientos de fidelidad a nuestro monarca, de adhesión a sus inviolables derechos monárquicos, no es democrático, no lo fue.

Ahora, él plantea la necesidad de que se tome en cuenta el mérito. Cuando toma posesión como gobernador, como presidente de la nueva realidad, Núñez de Cáceres tiene una confrontación con él en el Cabildo. Y cuando entran los haitianos el 9 de febrero de 1822, unos meses más tarde, el 6 de junio de 1822, se va a abrir la clase en la Universidad de Santo Domingo. En su discurso de bienvenida, lo que dice sobre la dominación haitiana es de antología, mencionando la maravilla y la utopía de toda la historia occidental. Sin embargo, unos meses más tarde, la universidad fue cerrada por las autoridades haitianas. Él se fue disfrazado a Puerto Rico, donde fue arrestado por llegar con un pasaporte falsificado de Martinica.

Nunca volvió a mencionar a la República Dominicana, ni hay una sola línea suya que se refiera a la independencia efímera. Murió en 1856 sin aludir al movimiento de los trinitarios ni a la independencia. Nunca regresó, nunca mencionó a Bolívar ni a Martí, lo que él llama en la lógica «silencio negativo», una de las fuentes del conocimiento. 

Jamás volvió a interesarse por los destinos de estos lares. Pongo muy en duda que fuera nacionalista. Patriota sí, pero su patria no era dominicana, era la patria grande, como la de José Núñez de Cáceres.

Dejemos esa carta para otra oportunidad. 

Muchísimas gracias. 

Así que el que quiera hacer alguna pregunta, este es el momento. 

La primera pregunta: usted habla de que López de Medrano no es sensitivo, usted decía senxualidad. ¿Qué subyace detrás de esa etiqueta que se le quiere poner al otro? ¿Qué se busca con querer decir que es ser solipsista? 

¿Por qué, entonces, a qué se refiere cuando dice “a la juventud dominicana”? ¿Qué es lo que entiende por dominicano? ¿Qué hay en esa dedicatoria?

¿En qué corriente de pensamiento ubica usted a López de Medrano?

Bueno, yo creo que su corriente de pensamiento es ecléctica, que es como decir ninguna corriente y todas. Lo importante, claro, radica siempre en la mezcla, en la síntesis que se hace, porque no hay tradición sin ruptura. 

Precisamente la suma de las rupturas que se van dando en una tradición es lo que produce esa tradición. Pero viceversa, tampoco hay tradición sin ruptura. O sea, para que haya tradición tiene que haber ruptura y para que haya rupturas tiene que haber una tradición, porque frente a quién uno rompe, como decía aquí. La filosofía tiene la particular característica de que se hace sobre las ruinas de los demás, pero las ruinas se producen de dos maneras: o pulverizándola o integrándola.

Cuando usted integra un pensador, por ejemplo, lo vemos quizás más claro en el arte. La Piedad era algo común durante la Edad Media hasta que llegó Miguel Ángel. 

Llegó Miguel Ángel e hizo una Piedad y se acabaron las piedadades. Ya todas las demás son impías, impiadosas, porque integró todo lo que había que integrar e hizo obra nueva. Hizo una obra hasta tal punto perfecta, hasta tal punto integradora de lo anterior, que ya nadie hizo más piedadades hasta donde uno sepa. 

Pero antes era común que se hicieran, como los nacimientos ahora que por donde quiera aparece uno. Hasta que aparezca un Miguel Ángel, en filosofía pasa igual. Usted puede superar su tradición integrándola, eso es lo que hace Hegel, por ejemplo. Integró tanto la tradición inmediata, la mediata y la distante, que él mismo se apreciaba. Una vez le preguntaron, no sé si fue Hegel, si él reconocía alguna afinidad entre su filosofía y la filosofía cristiana, y dijo: “No, no hay ni un solo aforismo de Cristo que no esté integrado en mi filosofía”, algo tan lejano. 

Un materialista con un idealista absoluto. Pues sí, es una manera de superar, integrar, beberse de tal manera la tradición que usted la integra y la lleva a un nuevo estadio. Otra manera es la de pulverizarla. Es parte de la naturaleza de la filosofía.

Ahora tenemos una dificultad, a propósito del primer planteamiento que hacía el colega William, que es la discontinuidad en la historia del pensamiento filosófico dominicano. Por eso me parece un acierto de primera importancia esta decisión que ha anunciado el maestro William de hacer unos cuantos banquetes para pensarnos y conocernos y motivarnos a leernos a nosotros mismos, porque los dominicanos no nos leemos entre sí. O sea, usted publica un libro de lógica y luego viene Andrés Avelino, por ejemplo, que es una gente que nosotros adoramos, Andrés Avelino hijo o Andrés Avelino padre, y escribe otra lógica, pero para nada hace alusión a la lógica de López de Medrano, que ya se conocía. 

Avelino padre murió en 74 y él publicó sus prolegómenos a una lógica pura. Para nada se habla de esto, y ya la había publicado Juan Francisco Sánchez en 1952. Dice que «cuando muere un gran filósofo, nace otro». Entonces, lo mismo con Andrés Avelino hijo, publicó una lógica en dos tomos, ni dialoga con la lógica de su padre ni con la de López de Medrano.

Nuestro pensamiento es un pensamiento sin objeto. No hay tradición porque no hay diálogo, y para que haya ruptura tiene que haber diálogo y para que haya continuidad tiene que haber diálogo. Sencillamente nos ignoramos. Creo que hasta llegar a la generación 80 de filosofía, hemos vuelto las vislumbres del alma hacia nuestro pasado filosófico. 

Ahora, a propósito, la Escuela de Filosofía, en la persona del señor director y su equipo, han convocado precisamente una olimpiada en torno a la cuestión de si hay o no hay un pensamiento filosófico dominicano, si tiene sentido hablar de filosofía dominicana, o si es dominicano todo lo que escribe alguien que es dominicano, o si se requieren otras características para que sea dominicano el pensamiento que piensan los dominicanos desde la perspectiva del saber filosófico, desde la tradición filosófica occidental.