Se entiende el concepto de postmodernidad como la superación de los supuestos éticos, políticos y económicos en los que se fundó la modernidad ilustrada: Justicia, Igualdad y Fraternidad.
El concepto es desarrollado en los países altamente industrializados que han logrado, en el plano sociolaboral, las oportunidades para que el ciudadano medio, integrado a las actividades productivas, asuma como un hecho la realización de los supuestos ilustrados de: Justicia, Igualdad y Fraternidad.
La postmodernidad ha cambiado el significado de los supuestos ilustrados que perseguían el fundamento racional universal del ser humano y los refiere sólo al contexto de la comunidad sociolingüística que comparte el lenguaje, cultura, costumbres, nacionalidad, religión o convenio histórico de intereses comunes.
Justicia no posee un significado universal en sí al cual recurrir como modelo ideal consensuado; sino que cada sujeto moral o jurídico construye su ideal.
Igualdad se reconoce sólo entre los iguales miembros de la comunidad, obviando al elemento extraño a la misma.
Solidaridad es auxilio al más débil dentro de la comunidad, sin que constituya una ley moral o jurídica. Cada sujeto asume en la comunidad moral estos supuestos, en proporción a la comprensión de su realidad existencial comunicativa. El hombre postmoderno asume el mundo desde el presente, sin valores trascendentales exteriores a él; es un todo completo que construye y destruye a voluntad el mundo de su dominio.
La postmodernidad es la visión cambiada sobre la humanidad y sus saberes; hija mayor del capitalismo, que creó un mundo sin trascendencias exteriores a las que se generan en las relaciones comerciales en función de la oferta y la demanda, siendo este el elemento decididor de los tipos de saberes que deben producirse en los centros de estudios superiores, mecanismos habilitados para transmitir los conocimientos del sistema social establecido.
El saber es la mercancía más valiosa en la industria de una sociedad globalizada en sus mercados y culturas de consumo; resultando un imperativo la transferencia de saberes de una nación desarrollada a una más pequeña con menor desarrollo en su industria, ya que esto le garantiza consumidores de calidad y poder adquisitivo.
El saber es el mecanismo que permite al hombre participar con niveles adecuados al momento de su desarrollo y realidad dada. Constituye hoy el único camino posible para los países subdesarrollados participar con éxito dentro de un conjunto de naciones y culturas diferentes sin enajenarse en sus valores autóctonos.
Las universidades del mundo subdesarrollado deben servir a sus comunidades locales, un saber que conecte al sujeto económicamente activo al sistema productivo y lo coloque en capacidad de ser un ente listo para resolver los problemas técnicos de producción, productividad y flexibilidad al que lo enfrenta la industria en un mercado global.
Estos elementos se constituyen en el único criterio de verdad posible para el saber producido en los centros de investigación y transmisión de conocimiento del mundo postindustrial. Toda verdad es probada en el grado de aplicabilidad y funcionalidad en la industria y el comercio; resultando inútil cualquier otra forma de saber que trascienda esta finalidad. En consecuencia, el saber que demanda el mundo subdesarrollado de sus centros universitarios es aquel que le permita comprender y enfrentar la complejidad de los procesos mundiales y su cuasi irreversibilidad aparente.
La transferencia tecnológica y reingeniería, así como el adiestramiento de recursos humanos, son tareas impostergables; debemos producir con mayor calidad, menor costo y más flexibilidad en el producto final. La garantía de todo este proceso es responsabilidad de las universidades, por ser comisionadas para formar los recursos humanos cualificados, expertos en los saberes de la industria de hoy: telemática, informática, cibernética, matemática, lingüística, lógica, marketing, alta gerencia de servicios y aprovechamiento de recursos.
Insistir en programas emancipadores es un desconocimiento absoluto de la realidad de los procesos históricos que vive el mundo regentado por occidente; desconocimiento que, más que defender la soberanía de los pueblos, constituye una trampa mortal a largo plazo; ya que la historia enseña que solo el conocimiento real de las cosas y su aplicación a los procesos históricos y socioeconómicos garantizan el estatus logrado en una sociedad determinada.
Las universidades deben servir a sus pueblos respectivos, saberes ágiles, acordes con esta realidad, que los haga sujetos en el mundo de los decididores económicos y políticos del nuevo orden mundial.
PAPEL DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO DOMINGO ANTE LA GLOBALIZACIÓN DE LOS MERCADOS Y LOS SABERES
El problema de los saberes en nuestro país se complejiza doblemente ante la inminente llegada de fuerzas exteriores con una gran tradición productiva, sin los problemas estructurales propios de nuestro subdesarrollo que atribuye la baja productividad de nuestros saberes a causas exteriores, sin valorar profundamente cuál ha sido la capacidad de autogestión de recursos y de dominio técnico en las áreas de saber donde podemos ser más productivos.
El 2005 es la fecha en que se abrirán las fronteras aduanales de nuestro país al mercado mundial, sus capitales, productos y saberes. Este acontecimiento podría traducirse como caos para la producción nacional si no contamos con instituciones ágiles que preparen las mentalidades del cambio. La UASD tiene que jugar un papel protagónico, abriendo el debate a nivel nacional encaminado a superar las contradicciones internas y externas que nos impiden marchar juntos hacia la formación de las instituciones capaces de entender los cambios que se producen en el mundo de hoy. Borrar la mentalidad pesimista de este pueblo es tarea de la UASD, dado que aún posee la moral y los recursos humanos para realizarlo.