Por: Elianne García

Sí, buenas tardes.

Mi nombre es Elianne García, y mi incursión en la carrera de filosofía fue de una manera un tanto cómica. Siempre supe que quería dedicarme a la enseñanza, porque el placer que me generaba transmitir un conocimiento a otra persona era increíble. Decía que eso era una realización personal, y lo sabía desde que tenía ocho años.

Yo pensaba: «Voy a ser maestra», pero también me preguntaba: «¿En qué voy a ser maestra?»

No se trataba simplemente de enseñar por enseñar, sino de enseñar algo que me apasionara.

En un principio, iba a estudiar idiomas, porque mis maestros siempre me decían que era buena en eso.

Los profesores siempre quieren llevarte por su línea, en lugar de permitirte descubrir la tuya propia, así que cada uno me tiraba hacia su área. Pero me di cuenta de que no podía transmitir el tipo de conocimiento que quería dar enseñando idiomas. Me gustaba sentarme a hablar con los alumnos, ver qué piensan, discutir temas, fomentar el pensamiento crítico y que me contradigan. Desafortunadamente, el currículum de enseñanza de idiomas no me permitía hacer eso.

Entonces, cuando estaba en cuarto de bachillerato, a los 17 años, decidir que iba a estudiar filosofía fue un poco chocante. Cuando me gradué, me pregunté: «¿Qué voy a hacer con mi vida?» Me gradué sin tener algo asegurado, lamentablemente. No era como si al año siguiente simplemente pudiera continuar con mis estudios; tenía que elegir un rumbo. Entonces, entré en una crisis preguntándome: «¿Qué voy a hacer con mi vida? Quiero ser maestra, pero ¿qué voy a estudiar?»

Estábamos en medio de la pandemia y, como tengo un sistema inmunológico bastante débil, pensaba que cualquier gripe podría ser fatal para mí. Así que no sabía qué iba a hacer con mi vida si lograba sobrevivir. Me la pasaba viendo series todo el día, ya que no tenía nada más que hacer. Fue entonces cuando descubrí la filosofía a través de una serie animada: Avatar. Me resultó interesante cómo el protagonista mantenía su esencia mientras cumplía con su deber ante el mundo. Descubrí el taoísmo, y el taoísmo me llevó a la filosofía.

Cuando descubrí la filosofía, me pareció fascinante y cambió mi vida. Pensé que al entrar en la carrera, complementaría lo que ya creía saber, pero me encontré con una realidad diferente: tuve que desaprender para volver a aprender. La filosofía destruyó lo que era, pero a la vez lo mejoró. En un principio, era una persona bastante prepotente. Me encantaba discutir, pero no para llegar a un punto, sino simplemente por discutir. Podía ganar fácilmente un argumento usando palabras persuasivas, incluso si la otra persona tenía razón. Lo que la filosofía hizo por mí fue enseñarme a callar y ser paciente.

No todo lo que sabes debe ser comunicado, y poco a poco, la filosofía fue cambiando eso en mí, llevándome a otro nivel de realización personal. Pero cuando decidí estudiar filosofía y se lo comuniqué a las personas de mi entorno, la reacción fue bastante negativa. Parecía que cada uno intentaba poner obstáculos en mi camino.

Incluso el día que llevé mis documentos a la universidad, ocurrió algo aquí mismo en este salón. El hombre que me atendió me preguntó qué iba a estudiar y, emocionada, le respondí «filosofía». Su respuesta fue desalentadora: «¿Qué estás haciendo con tu vida? ¿Cuántos años tienes? Vas a desperdiciar tu potencial». Abrió mi carpeta y dijo: «Mira esas notas, podrías ser doctora». Le respondí que no quería ser doctora y que tenía claro lo que quería hacer, por eso nunca desistí.

Esa situación generó inseguridad en mí, porque el juicio de los demás te afecta. Pero decidí continuar y no me he arrepentido, ya que cada día que paso en la carrera y cada vez que aprendo un poco más, me doy cuenta de que elegí la carrera correcta. También me doy cuenta de que cuanto más aprendo, más consciente soy de lo mucho que me falta por aprender. Cada semestre, comparo lo que sé con lo que sabía anteriormente y me sorprendo al ver cuánto he avanzado, pero también reconozco lo mucho que aún me falta por conocer.

Como se suele decir, daría todo lo que conozco por conocer todo lo que no sé, y aquí sigo en mi camino.