Edickson Minaya

Edickson Minaya

Todo saber remite en definitiva a una comunidad humana concreta e históricamente determinada. De hecho, los saberes su razón de ser en este ámbito.

Ningún conocimiento se construye fuera de ese inmenso bosque al que se le llama sociedad. Por lo tanto, no podemos ver a la filosofía como separada totalmente de nosotros, así como es imposible concebir al arte, la religión, la ciencia y hasta los video juegos fuera de nosotros, de cada individuo dotado de capacidades intelectuales o no.

Cualquier ser humano se ve implicado en la filosofía como reflexión que nos acerca al mundo. Cualquier ser humano se ve tocado por ella, pues la filosofía es ese saber que dota de sentido ciertas preguntas que nos hacemos: ¿qué es la vida?, ¿qué es el conocimiento?, ¿en qué consiste la existencia?

Por eso la sociedad (en términos generales) exige de la filosofía, puesto que la sociedad está compuesta de seres humanos que necesitan de una interpretación crítica de su entorno, en donde nosotros sepamos de qué forma nos movemos en ella y qué prácticas ejecutamos. Así como la ciencia, el arte y la religión rinden un beneficio a la sociedad, también la filosofía lo ofrece.

Pero beneficio no entendido en el sentido de dejar bienestar económico o bienestar material, sino beneficio entendido como elemento que enriquece el horizonte cultural y espiritual del ser humano. He aquí la utilidad de la filosofía.

Pero la filosofía, en tanto que es un saber propio del ser humano, exige de una sociedad que la escuche, que le preste atención devota como a cualquier otro conocimiento.

¿Es posible una sociedad sin filosofía? ¿Acaso nos podemos imaginar una sociedad sin arte, sin ciencia, sin religión, sin literatura?

Una aproximación leve a la historia de la filosofía nos muestra que ella ha posibilitado el cuestionamiento de los seres humanos en el territorio social. El discurso filosófico revive nuestras experiencias cotidianas, tales como el acto de conocer, de hablar, de problematizar, de crear, con las vicisitudes que se imponen en nuestro entorno.

Pero si decimos que la filosofía está insertada en la vida, la historia, la sociedad, también ha de sostenerse que la vida, la historia y la sociedad la configuran y moldean como expresión de una época.

La filosofía jamás puede ni deber ser excluida de la sociedad, puesto que la sociedad se excluiría a sí misma. La filosofía de ninguna forma puede ser negada al individuo, puesto que esto implica también otra forma de exclusión: la de entenderse y entender lo que hace frente a los demás.

Ya Platón, en su antigua Grecia, veía la necesidad de la filosofía para la sociedad. Aquella debería ser, según el mismo Platón, la que guiara la educación de las actuaciones no sólo de los ciudadanos, sino también de los gobernantes y de aquellos interesados en dedicarse a la vida política y pública.

Sólo el ser humano puede filosofar mientras permanece abierto a las cosas que produce su sociedad y puede leerlas con cierto tacto comprensivo e interpretativo, como si intentara leer una obra de arte dentro de una galería, una película o un video musical. Lo que se aprehendería aquí, sería un tiempo histórico poseído de cierta sabiduría sujeta al tránsito del ambiente. La filosofía hace perceptible estos parciales logros del saber humano poniendo en juego las limitaciones que afectan su tarea.

En cada momento histórico de una sociedad, se establecen una serie de problemáticas que tienden incluso a caracterizarla y diferenciarla de otras. La filosofía no permanece al margen de estas necesidades y promueve una reflexión detenida y atenta de cada una de ellas. Esto indica que la filosofía hace el intento de posibilitar el entendimiento de nuestra actualidad, de las acciones humanas.

Entonces, el discurso filosófico no es un conocimiento de difícil acceso y consistente en un lenguaje estéril, sino que en él está depositado un horizonte que alude a las experiencias que se realizan y se intercambian en la vida diaria trayendo consigo a su vez, la presencia de la sociedad.

Observar el lugar del ser humano en esta presencia quiere decir que, la filosofía muestra una discusión crítica: abriendo nuevos espacios de luz para arrojarla hacia el no entendimiento de las cosas.

¿Es posible vivir en el mundo sin entenderlo?

¿Es posible vivir con los demás sin entenderse?

¿Es posible vivir conforme solo a lo que se establece en nuestra sociedad?

¿Puede contentarse el ser humano con la respuesta «yo no entiendo el mundo»? Si así fuera ¿qué sería de nosotros?

El mundo, la sociedad y los humanos no son tal como lo vemos. Ellos necesitan pensarse, meditarse e interpretarse. Pero no por esto debemos decir que el conocimiento que se obtiene sea equivalente tener un control sobre ellos, sino que lo obtenido son cuestiones y discursos que nos impulsan a modificar las situaciones y hasta la posibilidad de modificarlos.

El que se busque razones no significa que lo que se encontrará sea la verdad, sobre todo, sino verdades; múltiples respuestas a preguntas reales. El que esto se logre depende en gran parte de la apertura que le demos a la existencia y en otra, a los esfuerzos por hacer soportable al menos, nuestra sociedad.

¿Qué se ganaría con enseñar filosofía en la universidad y en bachillerato? Se puede responder con otras preguntas: ¿qué se ganaría con enseñar ciencias, literatura, matemáticas, deportes, etc.? ¿Te das cuenta de que todas poseen igual importancia para nuestra sociedad y para cada uno?

El ser humano tiene necesidad de enseñar lo que sabe porque quiere vivir. El ser humano tiene necesidad de aprender porque también quiere vivir. Por ello opina sobre el mundo, y correr la noticia, es decir, divulga su aprendizaje y sus prácticas en sentido general.

Bajo este aspecto, la filosofía divulga al individuo: les recuerda el hecho de vivir, de estar y de dirigirse a algún sitio.

Puesto que, al nacer lo que encontramos es un orden ya establecido por aquellos que nos anteceden, la oportunidad de vivir consiste en comprender este orden, y tratar de cambiarlo es tarea del individuo mismo. Por eso, él no puede vivir ajeno a lo que pasa y a lo que lo mueve a ejecutar determinada acción.

La filosofía espera por cada uno, por aquellos que, específicamente, quieren incorporarse al entendimiento y por aquellos que no se aferran a todas las opiniones que se promueven.

El ser humano no puede vivir sin interrogantes y sin respuestas, pero tampoco, sin un saber que los conduzca a buscarlas.