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Filósofo y profesor

Diógenes Saviñón nació en Santo Domingo, Distrito Nacional, el 17 de junio de 1960, aunque su partida oficial de nacimiento data del de 5 de julio del mismo año, lo que le permite celebrar su cumpleaños dos veces: uno para dar continuidad a la estadía biológica y otro para estar en concordancia con la ley.

Son sus padres, los señores Diógenes Darío Saviñón, oficial de la Fuerza Aérea Dominicana; y Evangelina Suárez, ama de casa, oriunda del municipio Sabana de la Mar, donde el pequeño vivió apenas un año y del que tiene vagos recuerdos. Sólo que usaba dos trenzas.

Sus recuerdos, más bien, se remontan a 1963, con un hecho político que cobraría importancia para él mucho después: el derrocamiento del presidente Juan Bosch.

Estudios. Realizó los cursos básicos en el sector de Villa Juana, en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, ubicado entre las calles Mauricio Báez y Moca, a tres o cuatro cuadras de su casa. Completó la primaria en el ensanche Quisqueya, en tres colegios distintos: el Patronato San José, el Aurora Tabares Beliar y el Don Bosco. 

Luego ingresó al liceo de Peritos, donde volcó su atención hacia la política y comenzó a tomar conciencia de lo que estaba sucediendo: el país sitiado por un régimen no democrático, represiones contra los jóvenes y escaso espacio para la oposición, injusticias que, conjuntamente con el impulso de un primo, lo llevaron a involucrarse decididamente en los movimientos de izquierda y las actividades partidistas.

A través de su primo, fue conectado con un dirigente estudiantil de la Organización de Estados Americanos (OEA), para que lo reclutara para un grupo denominado Fuerza Juvenil por el Socialismo, apéndice del PSD. Aunque entró al grupo armado de curiosidad, su decepción fue inmediata, pues no era lo que esperaba. No obstante, su primo, que sabía que le gustaba dibujar, le dejó en la casa cartulinas, creyones y una nota que decía “Balaguer asesino”, para que hiciera una ilustración. Pero cuando la estaba colocando en el mural del FJ, justo a la entrada del liceo, se encontró con compañeros y profesores, especialmente una que conocía a su familia desde Sabana de la Mar, quien en seguidas lo encaró: “Dudo que sus padres sepan que está haciendo estas cosas. Usted ahora es comunista y le va a ir muy mal”.

A pesar de las amenazas y desilusionado con el marxismo, después de terminar el bachillerato, fue contactado por los hermanos Rubén y Darío Corona, altamente conocidos en el ámbito político, para que participara en una reunión con los miembros del FJS, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde le comunicaron que el partido comunista, en su calidad de dirigente experimentado, le había asignado la misión de repetir el bachillerato para desarrollar el movimiento, con dos opciones: Boca Chica o Manoguayabo, ambos cerca de ingenios azucareros. 

El joven Saviñón se negó rotundamente, alegando que sus padres no lo permitirían y porque corría 1978, año convulso para el país. Además de que ya había ingresado al recién formado Partido de la Libración Dominicana (PLD) y estaba decido a matricularse en la UASD, donde no sólo se graduó de licenciado en Filosofía, sino que comenzó a trabajar, ocupando hasta ahora varias funciones, en la Facultad de Ciencias Jurídicas, como administrador de los terrenos de la universidad; y en el Decanato de la Facultad de Humanidades. Actualmente, está asignado a la Unidad de Registro, como encargado de las investiduras y forma parte del cuerpo de profesores ayudantes en la propia Escuela de Filosofía.

Influencias. Además de su primo, que lo introdujo en el ir y venir de los movimientos políticos, Saviñón fue notablemente influenciado por la elocuencia, la emotividad y la determinación del profesor Narciso González, quien asistió como invitado al liceo para dictar una conferencia sobre la Revolución de Abril, hecho que de por sí ya lo había marcado de niño, cuando tuvo que lidiar en el agitado barrio de Villa Juana con detonaciones de bombas, disparos, jóvenes corriendo para protegerse, cuerpos masacrados en las calles y madres atravesadas por la impotencia y el dolor.

En la universidad, quedó gratamente sorprendido al conocer profesores a los que leía en revistas y suplementos literarios y a los que rendía reverencia y admiración, figuras como el poeta Pedro Mir, por lo que se esforzaba por asistir religiosamente a sus clases, conferencias, tertulias y seguir con sobrada atención todo lo que decía; así como Lusitania Martínez, Darío Solano, Miguel Sáez, Avelino, Luis Cruz y la italiana Vanna Yanni, con quien aún conserva una amistad que traspasa el tiempo y con la que tuvo la oportunidad de participar en varios talleres filosóficos sobre José Carlos Mariátegui y el marxismo en los años 80.

Pero, sin lugar a dudas, su más reconocida influencia viene del profesor Juan Boch, ya que adquiría todos sus libros, comprándolos y leyéndolos a pocos días del lanzamiento,  apreciando, a partir de sus ideas, una perspectiva distinta del marxismo, muy diferente a la de los manuales soviéticos. 

Este nivel de influencia, se intensificó cuando entró a trabajar con el destacado político como parte de su escolta personal. Saviñón describe esta época como un estallido de conocimientos y acción, pues mientras estudiaba filosofía en la UASD estaba en contacto directo con un hombre de su estatura intelectual, a la vez que reivindicaba su militancia activa, ya que para ese entonces era miembro del PLD y participaba en el cogobierno universitario, además de formar parte del sindicato de empleados y de la cooperativa de la misma universidad.

Al aceptar trabajar con Bosch, lo hizo bajo el estereotipo de que era un hombre reservado, frío y distante, por lo que se cuidaba hasta de reírse cuando hacia algún chiste, no fuese una trampa para desnudar su personalidad. Sin embargo, con el tiempo comprendió que existía una diferencia abismal entre lo que se decía y la realidad. 

Enseguida, se dio cuenta que Don Juan poseía un sentido del humor agudo y delicado. Le gustaba hablar, conocer a los que tenía cerca. Constantemente lo indagaba sobre su trabajo en la universidad, respuestas que utilizaba como método para contrastar información. Una vez le preguntó: ¿Qué dicen de mí en la UASD?, sorprendido y un poco asustado, Saviñón le contestó: “Dicen que eso de la clase gobernante y la clase dominada son invenciones suyas”. El sonrió, tomó un libro detrás de su escritorio, lo abrió y le pidió que leyera lo subrayado. Era un texto sobre la clase políticamente dominante y la clase económicamente dominante, una variación en la terminología, pero el mismo concepto. 

El libro era El Anti-Dühring, de Engels. No se detuvo, continuó con las preguntas, ¿usted conoce el autor? “Sí, amigo de Marx”, contestó, esta vez rió más fuerte, y señaló: “¿Van a argumentar que Engels no era marxista? Son marxistas de oído, no estudian”.

Cuando se enteró que pertenecía a la carrera de filosofía, le sugirió estudiar latín y griego; y lo instó a investigar por qué estas asignaturas habían sido eliminadas del pensum. Luego de hacer las indagaciones le respondió: “Dicen que son lenguas muertas”. Esta vez no lo tomó con humor y con mucha sapiencia indicó: “Como te dije en Francia, no estudias filosofía, estudias historia de la filosofía, ¿acaso vas a leer a Platón y a Aristóteles en griego y a Cicerón en latín? Por eso, hay que dejarlas ahí, son lenguas muertas, no evolucionan. De hecho, como no evolucionan son más fáciles de comprender. Además, el latín es la lengua de la ciencia, todas las especies están escritas en esa lengua. Vaya idea tuvieron al eliminarlas. Vaya idea”, repitió un tanto molesto.

Incluso, descubrió que guardaba textos didácticos de latín y griego de cuando cursaba la primaria y el bachillerato, ya que en la educación dominicana de esa época se impartían como parte del curriculum y con grado nivelado de obligatoriedad, no como  cursos optativos.

Pero, según Saviñón, Bosch no sólo se preocupaba por temas educativos, le daba mucha importancia a los oficios prácticos. Se sorprendió que en una ocasión el carro presentó problemas con el motor de arranque y bromeó: “No vamos a tirarlo”. Al cuestionarlo sobre cómo lo harían, dijo: “Vamos a empujarlo un poco hacia atrás”. 

En otro momento, que volvieron a tener dificultad con el carro, los instruyó: “Denle una vuelta completa a la llanta, luego empujen hacia delante hasta que complete la vuelta y entonces intenten arrancar”. No obstante a que todos miraban incrédulos, el automóvil arrancó. Años más tarde, Saviñón entendió su acierto, al leer en un libro sobre su vida, que había encargado el entonces administrador del Banco de Reservas, Vicente Bengoa, que cuando vivía en Chile se ganaba la vida reparando baterías e incluso había diseñado un dispositivo para cargarlas. Además, su hermano Pepito Bosch era escultor y mecánico y, al parecer, lo dotó de algunas habilidades para arreglar artefactos.

Aunque parezca paradójico, Saviñón percibía a Bosch como un hombre práctico. Solía levantarse a las 5 de la mañana y dedicaba tiempo para sí mismo, hasta las 8:00 am. Si estaba trabajando en alguna publicación escribía en ese espacio. Después recibía a las personas con o sin cita. Desayunaba antes que se acumulara la gente y la regla era retirar los utensilios desde que terminara de desayunar, sino lo hacía él mismo, pues no toleraba distracciones, sobre todo, al momento de escribir o atender asuntos del partido. 

Saviñón cuenta que una vez mientras fregaba se le acercó y lo detuvo: “Usted lo está haciendo mal, ¿cómo se puede fregar mal? Insistió en que se debía enjuagar bien el estropajo, para quitarle todo el exceso de jabón y lograr mejor brillo e higiene. Así, también, el jabón duraba más”,  mientras lo miraba detenidamente  pudo observar que era muy alto y esbelto. 

Asegura que además de preocuparse por esos detalles prácticos, Bosch estaba pendiente de la salud física y emocional de quienes lo rodeaban. Le gustaba ayudar y servir. Recuerda que un día, para su sorpresa, él mismo le sirvió el desayuno. Y en ocasiones, llevaba chocolate con pan a los guardias de seguridad. Era dueño de una humildad refrescante, que contrastaba con la arrogancia de otros miembros del partido que estaban por debajo de su envergadura política e intelectual.  

Al pasar el tiempo, Saviñón define a Don Juan como un ser próximo, pero complejo. Un ejemplo de disciplina, determinación, equilibrio, servicio y buen hacer. Un escritor prolífico, que supo conectar sus escritos con la realidad. Un político eficaz, estudiado y admirado por líderes determinantes a nivel mundial. Incluso, todavía le resulta llamativa una premonición que hiciera Fidel Castro el primero de mayo de 1965, en un discurso en la Plaza de la Revolución, donde destacó la situación dominicana, demostrando su conocimiento del profesor Bosch, a quien había conocido en la época de estudiante universitario y ponderando su relevancia en la política regional. En ese entonces, a Fidel le interesaba ver cómo los acontecimientos que se estaban dando en el área afectarían su visión del mundo, especialmente después de que el “imperio” impidiera que se realizara algo democráticamente con argumentos insostenibles. Estaba atento a cuáles serían sus acciones y comportamiento ante hechos tan bochornosos.

Con respecto a esta premonición, está convencido que después de las elecciones de 1966 y a lo largo del exilio, Bosch se convirtió en un marxista confeso y práctico, que durante esta amarga travesía, se alejó para conocer mejor los postulados de Marx y Engels y no a sus intérpretes. Y esto, de acuerdo a sus investigaciones, se evidencia en las observaciones que hacia cuando leía, ya que usaba los libros para ponderar o contradecir ideas. Definitivamente, estas notas pudiesen significar publicaciones muy reveladoras, que ayudarían a seguidores y detractores a entender los registros de su pensamiento y la armadura real de su personalidad política e ideológica.

Por su cercanía y admiración, Saviñón podría pasar días recreando experiencias vividas con Don Juan, a quien siempre atesorará como un hombre excepcional. Un escritor referencial, ampliamente citado por otros escritores. Un líder desprendido que luchó hasta el desgarro por este país. Un dominicano de talla mundial que valoró y defendió con intensidad cada pueblo de América, como bien lo recoge el libro compilatorio, publicado por el entonces presidente ecuatoriano Rafael Correa, titulado precisamente “Nuestra América”. 

Lecturas. Desde temprana edad, en Saviñón la lectura ha tenido un sentido de búsqueda. De necesidad inquietante por entenderse y entender su entorno.

Como ilustrador en ciernes, comenzó leyendo “comics” o “paquitos”, como se conocen en República Dominicana. Iba de sector en sector, entre vacas, alambres de púas, caminos de tierra y piedras, para comprarlos o intercambiarlos con sus amiguitos, mientras esperaba pacientemente los que venían encartados los domingos en los suplementos del periódico El Caribe: Doña Terme Bunda, El Doctor Merengue, Daniel el Travieso, Educando a Papá y la Pequeña Lulú.

En plena adolescencia, alimentaba sus preocupaciones políticas con textos de Stalin sobre tácticas y estrategias, que aunque no los comprendía por su complicado idioma y “jergas”, los devoraba con ansias, como niño que devora una barra de chocolate. Prosiguió con enciclopedias, la Ilíada, la Odisea, Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván; El Hombre Mediocre, de José Ingenieros; La Teoría de las Especies, de Darwin; Platón y Aristóteles, fijando sus primeros pasos por el andar filosófico, que terminaría siendo su trayecto definitivo.

En sus inicios universitarios, se encontró con El Diccionario Filosófico, de Rosental y Afan; poesías de don Pedro Mir; novelas, cuentos y artículos de Juan Bosch; Critica de la Razón Pura, de Immanuel Kant; Fenomenología del Espíritu, de Hegel; obras de Freud; Siete ensayos sobre la realidad peruana y Defensa del Marxismo, hasta completar todas las publicaciones de José Carlos Mariátegui; Educación y Luchas de Clases, de Aníbal de Ponce; y el recorrido completo por los libros de José Ingenieros, que ya conocía desde la adolescencia.

Como profesor de filosofía, sigue descubriendo cosas nuevas en Platón, Aristóteles, Sócrates, Heráclito y Diógenes, el Cínico, al que asocia con muchos de sus colegas y a quien cita constantemente reivindicando un tanto el humor inteligente, ingenioso y audaz que, sin lugar a dudas, aprendió de su líder y maestro, el profesor Juan Bosch.

Intereses. Aunque con menos inclinación hacia la política-partidista, Saviñón aún permanece hurgando en teorías que tengan un enfoque integrador sobre marxismo, cultura, economía y referencias mitológicas, que le permita abrirse a otras perspectivas políticas y filosóficas.

Asimismo, siente una profunda atracción académica por la interdisciplinariedad, término que escuchó por primera vez en 1998, en un libro en francés, y que al traducirlo pudo comprender que las disciplinas que tienen como centro el quehacer humano, no deben estudiarse separadas, no pueden avanzar, sino confluyen como ramas de un mismo tronco.

De igual forma, ha propuesto en múltiples ocasiones la creación de un instituto de estudios haitianos, nuestro vecino y socio más importante y, por consiguiente, tiene mucho que decirnos. Haití es una fuente real de investigación, como lo han demostrado México, Chile, Ecuador, algunos países de Europa, Canadá y Estados Unidos.

Pero no sólo ve necesaria la creación de un instituto de estudios haitianos, le preocupa que la UASD no posea un instituto que aborde exclusivamente la realidad dominicana, para desde allí aportar a la solución de los graves problemas que, por lo visto, son históricos y permanentes. El reto no es nada más producir conocimientos, sino también asegurarse de que lo producido se visibilice y tenga injerencias en la sociedad.

Cree fielmente en la validación de la ética filosófica como eje transversal de todas las demás carreras, ya que muchos profesionales afirman tener su propia ética, pero lo que evidencian es una terrible confusión entre ética, normativas y reglamentos. No entienden que la ética es la savia vital de vida.

Apuesta por el regreso de la filosofía al bachillerato, un cambio impulsado por organizaciones internacionales que pensaban que al quitarla fomentarían el estudio de áreas técnicas y evitarían contaminar a los jóvenes con ideas filosóficas, alejándolos, entonces, hasta de las ciencias sociales. Parece que en el diseño del ciudadano del futuro, el Estado dominicano no contempla que la gente piense y actué con autonomía.

Saviñón aspira y trabaja porque tanto la UASD como el gobierno realicen una verdadera ingeniería social, avanzar en planos físicos, de infraestructuras, pero también en planos éticos, morales, pues existe la impresión colectiva de que todo lo que hemos logrado hasta ahora va rumbo a desmoronarse. Definitivamente, nuestros males son más urgentes y peligrosos de lo que vemos a simple vista. De lo que se percibe en la cotidianidad envolvente.