Bosquejo Biográfico

Observador perspicaz y autodidacta por excelencia, Pedro Fco. Bonó ingresa al mundo de los vivos el de octubre de 1828 en la ciudad de Santiago de los Caballeros.

Contaba tan sólo 20 años cuando publica El Montero (1), novela de tipo realista que recrea brillantemente estampas vivas del universo dominicano de finales del siglo pasado.

Desde 1851 ocupa cargos importantes dada su doble condición de abogado y político; Fiscal en Santiago, diputado, senador, ministro de instrucción pública, …

Fue ideólogo sobresaliente de la Revolución Liberal Cibaeña de 1857 contra el Baecismo. Víctima de Pedro Santana, vivió exiliado en Estados Unidos, tiempo que emplea en el estudio de las instituciones de aquel país.

Hacia 1863 es designado Ministro de Guerra del gobierno de la Restauración.

Ese mismo año obtiene los tres primeros grados de la Masonería. Como efecto de la gesta restauradora, su casa, biblioteca y estableciminto comercial fueron reducidos a cenizas. Desde 1864 pasa a residir en San Francisco de Macorís donde ejerce como Notario Público, regidor, comerciante.

En el año 1875 inicia gira por Europa, la cual le lleva a conocer: Francia, Holanda, Alemania, Inglaterra. Hacia 1881 inicia la publicación de su ensayo Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas, excelente análisis sociológico que lo ha consagrado como el Padre de la Sociología Dominicana.

Para 1884 acusa recibo de una correspondencia enviada por Eugenio Ma. de Hostos, quien le caracteriza como persona «tan recomendada por su noble actitud moral y por el recto alcance de su entendimiento» (2)

El 14 de septiembre de 1906, en un olvidado rincón del nordeste del país, termina sus días el dominicano más ilustre de la segunda mitad del siglo XIX.

Bonó como Filósofo

¿Cabe hablarse de Bonó como filósofo?

En nuestros círculos académicos, Bonó es conocido fundamentalmente por sus aportes al estudio de la sociedad dominicana, distinguiéndosele mere merecidamente con el título de Primer Sociólogo Dominicano. En un mismo sentido, su gran admirador Emilio Rodríguez Demorizi lo considera el Primer Economista Dominicano. Así las cosas, ¿queda algo para la filosofía, después de entregar a las ciencias sociales, toda la porción que le corresponde del legado intelectual de Bonó.?

Para Juan Isidro Jiménez Grullón el fuerte de Bonó se centra en la política y la sociología. Mi tesis es que las observaciones y reflexiones hechas por Bonó en torno a nuestra formación socio-económica, son hijas de una visión mucho más profunda y globalizante: la filosófica. En cierta ocasión, luego de haberse reiterado una petición para que aceptara la nominación presidencial por el Partido Azul, Bonó argumentó como sigue: «No quiero ser presidente porque veo lo que muchos no ven» (3) Hasta hoy, que sepamos, ¿quién ha definido como filósofo a Bonó? Nadie, con excepción de Bonó mismo: «..tengo claro juicio, no lo niego, pero es en la forma filosófica…» (4). Estando en Alemania notifica a su hermana: «…como buen filósofo fui a ver la residencia del Rey Filósofo» (5).

¿Se corresponden con la realidad estas autoapreciaciones de Bonó?

Los niveles de inserción que Bonó logró al penetrar en la realidad dominicana, contaron con la participación de tres perspectivas teóricas: la economía clásica, el positivismo y el liberalismo político. Los conceptos y categorías de tales vertientes fueron empleados por Bonó con eficacia y flexibilidad admirables. Pero si nuestro acucioso analista llegaba ‘a ver lo que otros no veían’, no fue tan sólo por lo antes referido, sino porque supo situarse en el ángulo desde el cual la mirada humana abarca el más amplio espectro: el enfoque filosófico.

En efecto, asumiendo los puntos de vista particulares de diversas ciencias sociales, Bonó logra articular un discurso que da cuenta de los entresijos y contradicciones más esenciales de nuestra formación económico-social. Baste señalar la estrategia de análisis seguida por Bonó al examinar el Trabajo Dominicano: «Como la cosa tiene relaciones infinitas con causas remotas y al parecer distintas que lo alientan y lo desalientan, la misma materia me obliga a entrar en el dominio de la legislación, de la política, de las opiniones, referirme a la historia, abarcando, puede decirse, todas las partes que constituyen la sociedad, pues de otra manera podría tratar cumplidamente el asunto de mis meditaciones» (6).

Esa capacidad de análisis, que no pierde de vista el más mínimo de los detalles, que capta y toma en cuenta la más abstracta de las relaciones esenciales entre los diversos elementos del todo investigado, proporcionó a Bonó una admirable visión de conjunto. Fue esta capacidad de abstracción y de síntesis lo que le distinguió del resto de los dominicanos de su tiempo.

En realidad, no basta ser sociólogo, ni tampoco economista: es Japón imprescindible la condición de filósofo para lograr semejante empresa.

Bonó rechaza las apreciaciones superficiales en torno a los principales problemas de la nación, aduciendo que, «la opinión por lo regular se fija en la superficie», pero «no en el fondo de las cosas».

no La Filosofía es para Bonó esa vía que da al intelecto la facultad de adentrarse en la interioridad misma de las problemáticas; pero ésta lamentablemente no asiste a tantos escritores de talento que se detienen en «cuestiones de detalles insignificantes.., mientras que las frías meditaciones que sugiere la ciencia de observación filosófica no entra en la manera general de tratar nuestras cosas» (7).

A Bonó, pues, le asistió una manera muy particular «de tratar nuestras cosas”, al añadir a la observación científica, la observación filosófica.

La filosofía, según la opinión de Bonó, servirá al hombre también para reanudar el esfuerzo racional que, detenido en los angostos surcos del campo 4 científico, requiere de amplias avenidas que permitan la más amplia capacidad de miras. Por eso advierte:

«Todo un pueblo no puede ser loco a la vez y cuando como tal aparece en la escena del mundo deben buscarse en esferas superiores las causas de su aparente locura y allí de seguro el filósofo, el pensador, encontrará las causas verdaderas que justifican los hechos por inconexos y extraños que aparezcan» (8).

Le asiste razón a Juan Isidro Jiménez Grullón cuando señala que Bonó conservó siempre su independencia de criterio, lo que le permitió adentrarse en nuestras realidades con una visión propia» (9). Por tal motivo, al momento de asumir una perspectiva metodológica, brota la sospecha: «Yo desconfió mucho de las ideas en boga cuando son teorías sacadas por analogía de otros países; porque aunque sea verdad que hay leyes económicas, no sucede lo mismo respecto a las producciones de la tierra.

Igual tratamiento dispensó al positivismo. Y al entrar en este tema debemos hacer un alto para señalar que no es Hostos el primer pensador que emplea las herramientas positivistas en la explicación de los fenómenos sociales dominicanos.

Bonó es «el primer pensador que acusó rasgos definitivamente positivistas en sus planteamientos» (10). Lo cual viene a constituir un curioso fenómeno, cuanto que no hemos encontrado ningún indicio que pueda dar cuenta de alguna relación directa o indirecta de Bonó con los fundadores del Positivismo.

Por lo demás, parte de los trabajos de Bonó se redactaron años antes de la llegada de

Hostos al país, hacia 1875. Tal es el caso de Apuntes para los cuatro Ministerios de la República (1857), opúsculo donde se aprecia el uso del aparato categorial positivista.

A Bonó es a quien le cabe el mérito de haber preparado el ambiente intelectual que acogería al positivismo hostosiano. todos tenemos contraída una cierta deuda con Bonó: Hostos está en primera fila.

Cuando Hostos propugnó en el país por la regeneración social del dominicano, tomando como punto de partida la acción educativa, ya hacía años que Bonó la había planteado. Tal afán reformista debía empezar por “conocernos a nosotros mismos», para luego «estudiar las reformas posibles» que harían realidad un «orden más sensato». La importancia del proceso educativo en las transformaciones que debían llevarse a cabo, aparece esbozado en la motivación al Plan Educativo entregado al presidente Cabral y Báez cuando fue su Ministro de Instrucción Pública.

Eugenio María de Hostos Interesantes son, por otra parte, las reflexiones vertidas por Bonó al enjuiciar:

-Las causas de la falta de patriotismo de muchos dominicanos.

-La falsa concepción del trabajo manual como algo vil y del trabajo

intelectual como lo noble.

-Las causas de las violencias en el seno de la sociedad dominicana.

-Las causas de las explosiones del proletariado en Europa.

-La crítica a la falsa noción de progreso ostentada por los defensores del

capitalismo monopólico presente en la Nación. (11)

-El valor del pueblo dominicano y de sus clases trabajadoras.

Estas y otras condiciones que faltarían por referir, convirtieron a Pedro Fco. Bonó en el «intelectual orgánico» de la clase social dominante que tomó sobre sí la hazaña restauradora. Tal clase burguesa, incipiente y débil, no reunía el conjunto de premisas materiales necesarias para viabilizar el proyecto de Desarrollo Nacional enarbolado por Bonó. Y, como siempre, los son como él serán forjadores de sueños, constructores de utopías.

El torrente devastador que significó el inicio de este siglo XX, nos dejó en la orfandad respecto de nuestros dos padres intelectuales: Hostos (1903) y Bonó (1906). Ambos vivieron a cierta distancia, como para no molestarse. Tan sólo un intercambio de cartas, con elogios de sobra. Hoy, mientras tanto, estamos nosotros como nunca atisbando el porvenir, presagiando utopías entre las nebulosas de un siglo que se muere, necesitando urgentemente volver a nuestros progenitores para así tener la sensación de no poder ser arrastrados por la corriente brutal del XXI que se acerca.

BIBLIOGRAFIA

1) Colección Pensamiento Dominicano, Vol.41, Edit. del Caribe, Santo Domingo, 1968.

2) RODRIGUEZ DEMORIZI, Emilio, Papeles de Pedro F. Bonó, Academia Dominicana

de la Historia, Vol. XVII, Gráficas M. Pareja, Barcelona, 2da. ed., 1980, 47

3) Ibid., 545

4) Ibid., 480

5) Se refiere a Guillermo I, rey de Prusia en 1861 y emperador alemán entre 1871 y 1888. 6) Ibid., 230

7) Ibid., 287

8) Ibid., 231.

9) JIMENEZ GRULLON, Juan Isidro, Sociología Política Dominicana I, Edit. taller, Santo Domingo, 1976, 333.

10) Enciclopedia Dominicana T.I, Publicaciones Reunidas, S.A., España, 2da. ed., 1978, 272.

11) Este aspecto aparece bien examinado por Raymundo González: «Bonó, un intelectual de los pobres», Rev. Estudios Sociales, Núm. 60, 1985, 65-67.