El célebre escultor y arquitecto Policleto de Sición, rival de Fidias, comenzó al mismo tiempo dos estatuas iguales, pero en una trabajaba públicamente, mientras que de la otra nadie tenía noticias. Tratándose de la primera, atendía todos los consejos y observaciones que le hacían los críticos; para la otra se dejaba llevar exclusivamente de los dictados de su genio creador.
Terminadas las dos estatuas, las expuso juntamente, y las censuras fueron unánimes respecto a la primera y unánimes también los elogios para la segunda.
Atenienses -dijo Policleto-, la estatua que censuráis es obra vuestra, y la que tanto alabáis es obra mía.