Luego de haber establecido las diferencias que existen entre el concepto de moral, ética y moralidad, procederemos a conocer qué es la autonomía moral y la heteronomía moral.
Autonomía moral
La autonomía moral es la actitud o decisión que toma el sujeto sin que intervengan en su acción factores externos a él. El sujeto con autonomía moral no orienta sus decisiones morales por lo que dice el vecino, la iglesia, el Estado o el partido político al que pertenece; solo obedece al dictamen de su propia razón, la cual le sirve de guía para saber qué es lo malo y qué es lo bueno.
En el sujeto autónomo no existe el remordimiento, ni el llamado del deber ser por las acciones que realiza, su autonomía lo convierte en su propio juez y acusador. Por esta razón, en cada instante de su vida debe poseer conciencia plena de la dimensión presente y futura de cuanto realiza, dado que no existe un tribunal moral fuera de sí mismo que lo perdone o lo premie por sus acciones.
Tomemos el caso del estudiante que, luego de terminar el bachillerato, decide libremente, sin presión de los padres y de los amigos, estudiar una carrera (x) descubriendo a mitad de la misma que no le gusta lo suficiente o no proporciona los beneficios materiales que pensó al momento de elegirla. Este estudiante no siente remordimiento ni el llamado del deber, porque solo él es responsable de su decisión, ya que al hacer esta elección libérrima también estaba eligiendo todas estas posibilidades.
Sartre nos cuenta la situación de un joven francés que tiene que decidir entre ir al frente de guerra a defender la patria que estaba invadida por los alemanes o quedarse a cuidar a su madre que estaba enferma y no poseía más parientes que se ocuparan de ella. Ante una situación así el sujeto debía decidir solo lo que su conciencia le dictara, sabiendo que cualquier decisión que tome debe asumirla con responsabilidad absoluta, porque no tendría posibilidad de lamento en el futuro. Si prefiere ir a la guerra y pierde a la madre debe asumirlo sin lamentaciones; si se queda cuidando a la madre y la patria cae bajo el dominio enemigo no puede culpar a nadie; pues él prefirió no ir a defenderla cuando se precisaba.
Heteronomía moral
La heteronomía moral es una actitud, un modo de tomar decisiones propias de los sujetos unidos fuertemente a un grupo religioso, político, étnico, racial, cultural o social. Pero donde se manifiesta con mayor claridad la heteronomía moral es en los grupos religiosos que conducen sus acciones morales por lo que establece el código moral de esa organización. Pongamos por caso al sujeto afiliado al cristianismo ortodoxo que mantiene los valores primitivos de la doctrina. Ante una decisión moral, lo primero que se le ocurre pensar es: ¿qué dice la doctrina sobre este particular? Segundo, si la doctrina no tiene suficiente claridad, consulta a su líder espiritual (pastor o anciano). Y tercero, recurre a la oración pidiendo al Altísimo que ilumine su mente.
Tenemos aquí un ejemplo de la dependencia de este sujeto de una guía moral que procede desde el exterior, es decir, las normas que están escritas en los códigos sagrados (la Biblia, el Corán, Catecismo, entre otros).
Otro ejemplo lo constituyen las instituciones militares, las cuales adoctrinan a sus miembros para que actúen moralmente de acuerdo a los principios de esa institución. Pongamos por caso al soldado que va a la guerra y en ella elimina cientos de personas cumpliendo con la orden que le dio el superior. Este soldado no siente responsabilidad personal por ninguna de las muertes que produjo con sus acciones, porque según su orientación moral, actuó correctamente de acuerdo con el mandato de la institución militar a la que pertenece.
Cuando el soldado deja de obedecer la orden superior de matar y toma una decisión contraria, está actuando con autonomía y automáticamente es eliminado de las filas militares por desobediencia. Las instituciones militares, religiosas, políticas y sindicales condicionan estrictamente la autonomía de sus miembros.
En la película «El Soldado Universal» se presenta el caso de un soldado que rompe la cadena de mando y, en plena guerra, obedece a su propia conciencia, lo cual pone en peligro toda la misión. Por esto, es eliminado físicamente y vuelto a la vida por medio de la Biogenética, sin la capacidad de pensar y tomar decisiones propias, lo que en definitiva es el soldado «ideal», el que cumple todas las órdenes sin cuestionarlas.
¿Qué condiciones exige del sujeto la autonomía moral? La primera condición que debe poseer un sujeto autónomo es la libertad de elección. Segundo, conducir sus actos de acuerdo a principios universales que puedan servirle a todos los seres provistos de razón. Esto significa que debe actuar de la manera como le gustaría que los demás actuaran. Por ejemplo, cuando una persona compra un jugo de cartón, de botella o cualquier objeto que produzca basura, si al momento de deshacerse de los desperdicios decide tirarlos en la calle porque nadie lo está observando o porque en las calles existen más desperdicios, esta no es la actitud de un sujeto moralmente autónomo, ya que la actitud que asumiría un sujeto autónomo ante las mismas circunstancias sería la de no arrojar desperdicios en las calles, sin importar que lo observen o no. Para él, solo es importante actuar correctamente, aunque no exista nadie que se entere de su acción, pues ya establecíamos que su conciencia lo hace legislador, juez y reo al mismo tiempo de su comportamiento moral.
¿Por qué razón el sujeto autónomo actúa de este modo? Sencillamente porque él ha racionalizado que arrojar desperdicios a las calles daña el medio ambiente, destruye la ecología, produce enfermedades a otros seres humanos igual que a él. Veamos el caso de un sujeto que dice ser serio e incapaz de robar, pero un día transita por una carretera donde se produjo un accidente de varias personas heridas que están siendo trasladadas al hospital por la Cruz Roja. Se detiene a observar y cuando todos se han retirado, descubre una billetera llena de dinero cerca del lugar del accidente, la recoge y verifica la identidad de los accidentados con la del dueño de la cartera, descubriendo efectivamente que pertenece a uno de ellos. Sin embargo, en vez de dirigirse al hospital o a la policía para devolverla, decide pedirle consejo a un compadre de mucha confianza para luego decidir qué hacer.
Podríamos decir que este sujeto no posee una moral autónoma, ya que el sujeto autónomo no roba por temor al castigo o al repudio social, sino más bien porque entiende que si él roba y todos imitaran su actitud moral, entonces el mundo se convertiría en un caos, donde no estaría seguro lo de nadie. De aquí que el sujeto autónomo ante tal situación no necesita saber lo que opina el compadre para devolver a su legítimo dueño la billetera.
Solo los sujetos de heteronomía moral necesitan saber qué opinan los demás para sentirse bien con sus acciones morales.
El mismo caso se plantea con el sujeto que trabaja en una institución del Estado donde la mayoría recibe sobornos o dádivas por prestar algún servicio fuera de la ley; ya sea evadiendo impuestos, falsificando documentos o, simplemente facilitando que el que llega último a la fila termine primero en realizar su gestión por unos cuantos pesos.
Si un empleado justifica su acción ilegal sobre la base de que todo el mundo lo hace, o que él tiene necesidades que cubrir, no podríamos decir que estamos frente a un individuo dañino y peligroso porque los valores no pueden ser relativizados de esa manera, es decir, es incorrecto robar cuando en una institución todos lo hacen. Muchos podrían recurrir al falso argumento de que nosotros mismos habíamos relativizado los valores al afirmar en el primer número de LOGOS que si un homosexual está en una comunidad donde todos tienen esas preferencias sexuales, sus actos no se observarían como inmorales dentro de ese contexto específico. Precisamente porque afirmamos que la moral pertenece a los grupos y comunidades, es que sostenemos que el empleado que justifica su acción de este modo es un patán peligroso y dañino; porque en este caso, el grupo de referencia del empleado no está restringido al pequeño número de las instituciones estatales sino a la sociedad nacional que compone el país.
“…el sujeto autónomo no roba por temor al castigo o al repudio social sino más bien porque entiende que si él roba y todos imitaran su actitud moral, entonces el mundo se convertiría en un caos, donde no estaría seguro lo de nadie; de aquí que el sujeto autónomo ante tal situación no necesita saber lo que opina el compadre para devolver a su legítimo dueño la billetera. Solo los sujetos de heteronomía moral necesitan saber qué opinan los demás para sentirse bien con sus acciones morales.”
El problema del relativismo ético está en que, si todos nos condujéramos de igual manera, ¿no terminaríamos retrocediendo a la barbarie, donde no existía un orden social definido por el orden colectivo? Si todo empleado público asume que es correcto enriquecerse con el dinero del pueblo que paga impuestos, ¿no llegaría el momento en que el Estado no recibiría ningún ingreso porque todo se quedaría en manos de los evasores y los empleados mafiosos? De tal modo que pasado el tiempo, desaparecería el Estado como institución legal creada por las clases dominantes para mediar en los conflictos de intereses que se crean entre los diferentes sectores sociales, políticos y económicos.