«Filosofía-Arte»

Prof. Elsa Saint-Amand

Falta en nuestro medio una crítica válida de cine, porque en el subdesarrollo educacional en que se nos ha sumergido intencionalmente después de las guerras declaradas y de la fría, no hay un dominio pertinente del pensamiento occidental en su historia, como para que sea posible utilizarlo en el descubrimiento y disfrute de los contenidos implícitos, sin duda, en el arte más significativo de nuestro tiempo que es el cine, como instancia capaz de conectar a las masas con lo más exquisito de la reflexión.

Pasando por alto el virtuosismo del director Oliver Stones en el manejo de los elementos técnicos del medio de expresión que sugieren un instinto desarrollado afiladamente en el medio audio-visual, después de la comercialización de la televisión a partir de la mitad del siglo, nos vamos a centrar en los contenidos bien reflexionados en medio de la celeridad contemporánea en que la furia de la imagen se mezcla de manera indisoluble con la furia de la realidad en cuanto que secuencia fenoménica espacio-temporalizada.

El noúmeno temático emergente puede centrarse en el problema de la naturaleza sociológica del hombre señalando las marcas esenciales que la evolución económico-sociológica ha provocado en la especie humana de manera tan acelerada como poco reflexionable en los últimos momentos históricos del siglo que termina.

El origen sociológico de la violencia galopante y el componente masificante de la «cultura de la imagen» que bombardean la psicología pre-hecha desde la tecnología comercializable, que por ello se ha vuelto altamente peligrosa en el mundo económico-competitivo que ha dado al traste con la sociología, son apuntadas con acierto.

Encontramos una explicación mucho más contemporánea y plausible, que la hologicista, de la genética de la criminalidad como también la tesis novedosa de los orígenes sociológico-tecnológicos de los estratos subconscientes. En el film, y de manera constante, se mezclan los planos de lo psíquico y de lo técnico en cuanto que «perfeccionamiento» de la imagen. Está sugiriendo todo el tiempo la filtración que por el «lado» no especializable de la imaginación ha operado la cultura que podemos llamar nuestra sólo a fuerza de su sobre presencialidad en la psique humana, haciendo que roce los niveles del cero el plano lógico-abstracto. Lo que más me impresionó fue la conexión de una imaginación exterior manejada e infiltrada con las instancias operativas de una «animalidad» deteriorada por la génesis histórica de la especie y por la evolución sociológica-natural del lenguaje.

Nuestro tiempo, que ha visto sumergidas en la drogadicción y el desvarío a sus juventudes más valiosas y cargadas en el lenguaje de potencias, ha tendido a confundir en el arte las alucinaciones extra-naturales que producen fenómeno psíquico en conexión problemática con las afecciones cerebrales, con cierta forma plausible de creatividad. Nunca había yo visto, por lo menos, que un autor, pensador o director tocara el tema de la textura de la alucinación, tan omnipresente en la expresión del hombre anonadado de finales del siglo. En este film se ha hecho esto y se ha culpado nada menos que a la televisión de la anulación de la creatividad, cuando lleva a que el auditorio confunda los planos super-conocidos de la imagen cotidianizada de la televisión, con los «viajes» supuestamente originales y liberalizantes del drogado.

Aunque señala que la única manera de vencer la violencia externa potente y castrante es ejercer ese mismo quantum de violencia, el film no se compromete con una defensa de lo dado en cuanto que crimen constante más o menos soterrado. Por el contrario, alberga una crítica demoliente no sólo a la forma de vida que nos arropa desde el primer pañal en su crudeza y grosería, sino a las formas falaces de la evasión de este problema.

El pensamiento de este autor sensible y comprometido se enfrenta con problemas que desbordan sin duda al pensamiento occidental en su historia. Su propia presencia en el mundo comercial sugiere la superación del problema real del hombre de nuestro momento que va al cine buscando la violencia que ama, ya como a su propia subjetividad que se confunde con una criminalidad externa, ya demasiado peligrosamente cercana.