Prof. Alejandro Arvelo

El concepto de modernidad remite a una consciencia más o menos necesaria del presente como devenir, esto es, de la actualidad como continuidad-discontinuidad. Se caracteriza por la dualidad; el temor, la incertidumbre, la interrogación y, por ende, el cuestionamiento -implícito o explícito- del establecimiento. Pero también por la enunciación o insinuación de lo que de amenazante, para el futuro, lleva consigo tal forma de concebir lo existente.

Así entendida la modernidad, a la vez que expresa su época, la trasciende sin llegar, no obstante, a la fetichización de la novedad, o lo que es lo mismo: al culto de lo nuevo por sí mismo. Lleva hasta el extremo la alineación a la vez que, más o menos, anuncia y realiza en el plano de la subjetividad los quehaceres de la Revolución (negación fáctica del status quo), Es pues, por tanto, un destino aceptar o rechazar en bloque la modernidad.

EL problema de la apertura de la filosofía hegeliana a la modernidad puede ser abordado desde dos perspectivas:

Desde el punto de vista de la actitud que asume Hegel respecto a la actualidad de su época en la medida en que niega y/o reclama su inconstancia: o desde la óptica de la presencia de la filosofía hegeliana en los momentos o quehaceres que conforman nuestra modernidad. Una y otra cosa no son excluyentes. Sin embargo.

Para la época en que se desarrolla la vida de Hegel (1770-1831), en Alemania no existía un Estado moderno, sino al contrario: un excesivo despotismo feudal, agravado por la carencia de una estructura jurídica centralizada: mientras que en Francia (1789) triunfa la Revolución Burguesa con la correspondiente secuela de libertad e igualdad de derechos ante la ley. etc.. en Alemania la libertad estaba sometida. Se mantenía la censura y se atacaba en general todo cuanto significaba. «Ilustración». No obstante, ya en la «Fenomenología del Espíritu» (1807). escribe:

«No es difícil darse cuenta… de que vivimos en tiempos de gestación y de transición hacia una nueva época. El espíritu ha roto con el mundo anterior de su ser allí y de su representación y se dispone a hundir eso en el pasado». (p. 12)

Aquí como en diversos pasajes más de la Fenomenología (Cf. págs. 46.8.13. etc.). Hegel sugiere o anuncia la necesidad de la superación de la cuestión social en la Alemania de la época, en una forma más acorde con los supuestos del Estado moderno. Hegel concibió claramente la necesidad de un Estado moderno y racional: Pero el anunció explícito de esta necesidad se haya expuesto de manera más evidente en sus «Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal».
Para Hegel el espíritu es la sustancia de la historia. El espíritu es una conciencia que se tiene a sí mismo (a) como objeto. El espíritu es su propio objeto y contenido, está en sí mismo. Es incondicionado y, por tanto. libre. Espíritu y libertad son indisolubles:

«…todas las propiedades del espíritu existen sólo mediante la libertad….todas son simples medios para la libertad,… todas buscan y producen la libertad… la libertad es la única cosa que tiene verdad en el espíritu». «Lecciones sobre la Filosofía de Historia Universal»; (Pág. 62)

La libertad del espíritu y, por ende. el espíritu mismo no es inactivo. inmóvil. Su tarea «consiste… en una continua negación de lo que amenaza negar la libertad… procura que lo sabe de sí mismo sea realizado también. (Op. Cit. P. 63)

Es pues el concepto de espíritu, que acabo de exponer, el punto de referencia necesario a la célebre afirmación hegeliana de que «todo lo real es racional: todo lo racional es real». El espíritu como se ha visto, no es una unidad abstracta. pasiva e indiferente: también le es inherente la actividad, la realización de su conciencia de la libertad, queda entendido que el espíritu no alcanzaría una configuración acabada hasta tanto la libertad (expresión clave de la última «producción» del espíritu) no se haya extendido a todos los pueblos, estados e individuos.

Hegel concibe la Revolución Francesa de 1789 como un hecho sin par en la marcha de la historia de la humanidad hacia la libertad, como la apertura de una posibilidad de reconciliación de lo divino (la razón) con el mundo: hasta llega a relacionarla con un cierto «entusiasmo del espíritu». La Revolución burguesa es para Hegel la aurora de una nueva época; por caso la saluda efusivamente.

Es en este mismo sentido que hay que entender la apología de la guerra que en «Maneras de Tratar Científicamente el Derecho Natural» hace Hcgel al plantear que esta… «conserva la salud ética de los pueblos: igual que el movimiento del viento preserva los mares de la corrupción a que les llevaría una calma duradera, o más aún, de una paz perpetua» (Págs. 5960). Hay que pensar que la reunificación de Alemania sólo era posible por medio de las acciones militares que a la sazón llevaba a cabo Napoleón Bonaparte en Europa. La paz de entonces sólo era posible suponiendo intacta la atomización poblacional tanto de Italia como de la misma Alemania.

Hegel planteó como necesaria la diáspora del Estado-Nación (consecuencia que consagra y supera a Napoleón y la Revolución Francesa) y hasta hoy su número sigue en aumento, sienta y legítima la ligazón del poder y el saber, advenimiento y colocación de la clase media por encima de las clases directamente relacionadas con el trabajo productivo, surgimiento de las aristocracias obreras (tecnocracia), formación de una clase política, etc.. todo lo cual le consagra como un pensador «moderno», respecto de su época.

Pero la necesidad negativa de la actualidad no solo aparece expresada en relación a la situación particular de Europa ante el advenimiento de la gran Revolución Francesa de 1789 y de la Alemania atrasada de la época. La concepción del presente como devenir en Hegel trasciende la especificidad: se hace universal. «El espíritu… -plantea en la Fenomenología no permanece incesantemente progresivo» (P. 12). El espíritu multiplica constantemente su material de trabajo al crear y plantearse cada vez nuevos problemas. «Pero su trabajo tiene siempre el mismo resultado: aumentar de nuevo su actividad y consumirse de nuevo».

Hegel es el primero en abordar la sociedad burguesa como un todo. La noción de totalidad con que operó y que expresa en él la crítica del provincialismo atomista de la Alemania de finales del siglo XVIII y comienzo del XIX, es la que hoy, reformulada. se plantea como tensión al reivindicar frente a la compartimentalización contemporánea la prioridad del todo; a la vez que viabiliza la comprensión global del ser social actual. hace posible la toma de conciencia y superación. por el pensamiento crítico de las ideologías atomistas e individualistas que genera el actual estado de cosas (V. Gr. K. Popper. «Miseria del Historicismo»).

La misma noción marcusiana de sistema tiene una gran deuda con la totalidad hegeliana. La reflexión de H. Marcuse se sitúa en el mismo centro del cambio posible del presente, a propósito de las nuevas circunstancias. Se trata de una discusión axial para nuestra modernidad. Así como para Hegel la contradicción no es más que una unidad orgánica necesaria para la constitución vital del todo, para Marcuse el sistema ha llegado a un despliegue e instancia tales que precisa de la crítica en su interior, e incluso la genera.

BIBLIOGRAFÍA

Hegel. J.G. Federico:

«Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal»

Revista de Occidente. Madrid. 1974.

Hegel, J.G. Federico:

«Sobre las Maneras de Tratar Científicamente el Derecho Natural». Editorial Aguilar, Madrid. 1979.
Hegel, J.G. Federico: «Fenomenología del Espíritu». Fondo de Cultura Económica. México, 1971.

Lefebvre, Henri: «Hegel, Marx, Nietzsche». Siglo XXI, México, 1976.

Lefebvre, Henri: «Introducción a la Modernidad» Editorial Tecnos, Madrid, 1971.