Este fin de semana, nos enteramos de que una madre llevó a sus hijas a la cárcel de La Victoria porque son fanáticas de un delincuente conocido como «Chiquito,» condenado a 30 años de prisión por atraco y asesinato.

Al escuchar estos casos, recordamos el famoso caso de Bonnie y Clyde, cuyas figuras generaron fascinación entre muchas personas, en parte porque robaban bancos, instituciones que la gente veía como explotadoras. Frente a estos casos, se especula que la fascinación de algunas mujeres por ciertos criminales podría ser resultado de un pasado de abusos o traumas, generando el llamado síndrome de Estocolmo, en el cual la víctima termina identificándose con el victimario.

Nietzsche expresó que las mujeres conservan un instinto maternal toda su vida y creen que pueden cambiar a cualquier hombre, por malo y desordenado que sea. Esto podría explicar por qué las mujeres que sienten atracción por estos delincuentes creen poder cambiarlos.

La situación ha causado revuelo en la sociedad dominicana, pero hay muchos casos documentados de mujeres que van a la cárcel a visitar delincuentes, se enamoran, se casan, tienen hijos y, al salir de prisión, conviven con ellos. Sin embargo, muchos delincuentes vuelven a sus crímenes, les roban, las maltratan e incluso las asesinan.

En República Dominicana hay casos de mujeres que se casan con hombres que han estado presos por matar a sus parejas.

La neuroética nos aporta información sobre el comportamiento moral humano. Señala que tendemos a sentir empatía, compasión y pena hacia quienes consideramos cercanos, mientras mostramos apatía hacia quienes consideramos lejanos.

Si esto es correcto, podría explicar por qué algunas mujeres se enamoran de delincuentes: los medios de comunicación muestran sus historias, mientras que las imágenes de las víctimas desaparecen pronto. Llegamos a conocer tanto a los delincuentes que se vuelven figuras familiares.

Lo extraordinario de este caso es que una madre, quien se declara evangélica, lleva a sus hijas adolescentes a ver a un delincuente como si fuera una estrella de rock.

Recordemos el caso del niño José Rafael Llenas Aybar, asesinado el 4 de mayo de 1996. Tras un largo juicio televisado, surgieron grupos de mujeres jóvenes fascinadas por Juan Manuel Moliné Rodríguez. Días después de la condena, visité a una abogada y profesora universitaria que me contó que sus hijas adolescentes habían visitado a Moliné Rodríguez el fin de semana anterior. Lo cual evidentemente le molestaba mucho