Que bueno que estén aquí presentes.
Esta es una actividad propia de la Escuela de Filosofía, perteneciente a la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Esta actividad pretende ser la primera de muchas, donde, cada semestre, habrá un discurso inaugural sobre un tópico específico. En esta ocasión, el tópico será sobre la identidad dominicana. Como verán, nos acompañan, el Dr. Alejandro Arvelo, quien será el expositor de esta primera Lectio Brevis, es decir, un discurso breve.
Nos acompaña también el director de la Escuela de Filosofía, el maestro Eulogio Silverio, el Dr. Dustin Muñoz, Coordinador de la Cátedra de Introducción a la Filosofía, el profesor José Alberto Contreras. Quien les habla, William Mejía Chalas, Coordinador de la Cátedra de Filosofía General.
Invitamos al profesor Baez Bisonó a que se acerque. El profesor Baez es también un gran activo de la Escuela de Filosofía. Nos acompaña el maestro Aridio Moya y el Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, Angel Moreta. Es una actividad brevísima, y agradecemos a todos los estudiantes y al equipo de comunicación de la Facultad de Humanidades.
Brevemente, vamos a darle la palabra al señor director de la escuela.
Prof. Silverio.
Maestro, muchas gracias por la presentación, muy económica, como debe ser. Esta es una actividad muy breve, donde les damos la bienvenida formal al semestre 2024-10 con un profesor invitado. En esta ocasión, nuestro profesor invitado es el Dr. Alejandro Arvelo, que nos hablará del tema, ¿qué es ser dominicano? No es una tradición que hayamos inventado nosotros; este tipo de actividad se realiza en otras universidades, sobre todo europeas, con ella queremos darle la bienvenida a este semestre.
Así que, sin más preámbulos, pasemos el micrófono al Dr. Arvelo, para que inicie la Lectio Brevis de este semestre.
Dr. Arvelo.
También, como ha dicho el profesor Silverio, la Lectio Brevis es una ceremonia académica de inicio de semestre en las universidades, básicamente europeas. Nuestra Escuela, que es la más antigua de América, fue fundada en 1538 como parte de la primera Universidad del Nuevo Mundo. Es una escuela que tiene sus orígenes en el inicio de los tiempos occidentales en América y, como tal, es un puente entre lo que fue, lo que debe ser y lo que puede ser.
El tema que se me ha invitado a tratar es: ¿Qué es ser dominicano? Trataremos de esbozar, así como a grandes rasgos, en no más de 15 minutos.
Me hubiera gustado comenzar por leer un texto de Parménides, pero al escuchar al maestro William Mejía Chalas y al profesor Silverio, he cambiado de opinión. He pensado en la reacción de uno de los discípulos de Hegel al final de un curso de Filosofía del Derecho. En este curso, el discípulo cita a Hegel, quien plantea al inicio que todo lo real es racional y todo lo racional es real.
El poema de Parménides de la naturaleza, donde plantea que el ser es, y ese es el camino de la verdad, y que el no ser, simplemente, no es.
El tema del ser, la pregunta por el «qué es ser», «qué es ser algo», es un tema ontológico, de raigambre típicamente filosófica. No es necesariamente excluyente, ni tampoco tiende a esencialismo, como ahora se dice. Cuando se habla del ser, no se niega el movimiento. Parménides y Heráclito, aquel que decía que nadie se baña dos veces en el mismo río, no se excluyen entre sí, sino que se complementan. O sea, el ser es un ser en movimiento, un ser en construcción.
Entonces, plantearse el tema del ser dominicano es un tema eterno, uno que no debemos eludir. No es una narración, no es un texto, como ahora se dice desde la filosofía postmoderna, que las fronteras y el tema del «qué es ser» es un texto o que es una narración que no es una cuestión de esencias. Quizás, plantearse en tan poco tiempo el tema del ser de los dominicanos resulte algo abstracto, un poco difícil, para no decir imposible. Pero les voy a plantear, digamos, un truco metodológico: los problemas filosóficos no siempre se abordan de manera frontal, sino que a veces uno tiene que acercarse a ellos haciendo rodeos.
A propósito de una imagen que usaba el profesor Aridio Moya en una conversación previa a este encuentro, tenemos que abordar los problemas filosóficos un poco como los judíos tomaron a Jericó, es decir, dando vueltas, tocando a veces una corneta, elevando una canción y, sobre todo, de manera paciente, hasta que las murallas del tema que estamos tratando de asediar caigan. Entonces, lo que les planteo es que, en lugar de preguntarnos «qué es ser dominicano», nos planteemos primero “cómo son los dominicanos».
Y entonces, girando un poco sobre esa cuestión y mirando un poco de la historia, haciendo una suerte de epojé (esto suena extraño, pero la epojé no es más que la suspensión del juicio, que es la clave del método fenomenológico en filosofía), tratemos de mirar, de poner como entre corchetes nuestros juicios, nuestros prejuicios, nuestras verdades. Esas creencias que se han instalado en nosotros desde que éramos mucho más jóvenes que los estudiantes que ahora nos acompañan. Y haciendo esa suerte de puesta entre corchetes de nuestra conciencia anterior, nos preguntemos: ¿Cómo son los dominicanos? ¿Cómo es que son los dominicanos? Y a partir del «cómo es», algo fácilmente puede llevarnos al «qué es ser» de ese algo.
Es decir, desde la perspectiva de una descripción fenomenológica, que es una escuela filosófica, puede uno entonces acercarse a la cuestión ontológica de cuál es el ser de los dominicanos. ¿Qué importancia tiene saber cuál es el ser de los dominicanos cuando alguien viene a decirnos que somos algo diferente a lo que somos? Entonces, se va a crear en nosotros una disonancia, o vamos a defender lo que es el ser dominicano porque, por algo, los países producen un determinado ciudadano con determinado perfil. Es decir, España produce españoles, Inglaterra ingleses, Canadá canadienses, Haití haitianos y la República Dominicana dominicanos.
Ahora, ¿cómo ha sido ese proceso?
Muy rápidamente, uno puede extender la mirada hasta finales del siglo XVII. Si uno se sitúa en el siglo XVII, finales de este, se encontrará con acontecimientos como este: en 1795, esta parte de la isla fue cedida a Francia, y entonces toda la isla se unificó bajo una sola bandera, que era la bandera francesa.
Si uno sigue avanzando en el tiempo, en ese lustro de 1795 a 1800, circuló una quintilla, la quintilla del Padre Juan Vázquez, que ya verán qué final trágico tuvo el Padre Juan Vázquez. La quintilla dice: «Ayer español nací, en la tarde etíope fui, hoy me dicen que soy francés, mañana seré inglés, no sé qué será de mí».
Esta quintilla, que circuló como una hoja suelta, sobre todo en la parte norte del país, expresaba de alguna manera la quintaesencia del sentido de desarraigo y la angustia de los habitantes de esta parte de la isla, que de alguna manera no sabían qué eran ni a qué atenerse. Pero seguimos avanzando en ese final del siglo XVII, y nos encontramos con que en 1800 se publica el primer impreso que se conserva en la imprenta de los hermanos Blockers. En 1800, se publica la novena a la Virgen de la Altagracia, en la cual se pide ya la protección de la Virgen de la Altagracia, específicamente para los habitantes de esta parte de la isla, no para la isla completa, y estamos hablando de territorio y de religión.
El tiempo sigue avanzando, y en 1808, los habitantes de esta parte de la isla se rebelan contra el dominio francés. Aquí es donde se produce la célebre batalla de Palo Hincado, seguramente conocida por ustedes, y aquella proclama de Juan Sánchez Ramírez, que condenaba a pena de muerte al soldado que volviera la cara hacia a tras y al comandante que ordenara la retirada, incluso si fuese él mismo. Era una decisión firme de defender el territorio de las fuerzas de ocupación francesas, a quienes la parte Este de la isla había sido cedida en 1795.
¿Cómo termina todo esto? Los hispanohablantes triunfaron sobre los francoparlantes, y el 12 de diciembre de 1808, se reunieron en Bondillo, un lugar que queda cerca de Bayona y Los Alcarrizos, para decidir qué hacer. La decisión fue firmar un acta conocida como el Acta de Bondillo, cuyo primer artículo establece que «nosotros, los caudillos reunidos después de la Batalla de Palo Hincado, reconocemos como nuestro real y único Rey a Fernando VII». Fernando VII era el rey de España, pero estaba prisionero en Francia en ese momento.
Entonces, en 1801, Haití se independiza y, en 1805, invade la parte Este de la isla con el propósito de reclamar la posesión y la soberanía sobre esta, ya que ellos se habían independizado.
Las tropas de Dessalines continuaron enfocándose en el territorio, y ya hemos identificado dos componentes importantes: el componente territorial y el componente religioso, a los que debemos prestar atención. De manera tangencial, también debemos considerar el componente idiomático, ya que la defensa está siendo asumida por la parte de habla hispana.
Avanzando en el tiempo, llegamos a 1813, año en el que se escribe el primer libro de filosofía que conocerá la imprenta, titulado «Lógica: Elementos de Filosofía para Uso de la Juventud Dominicana». Estamos hablando de 1813, el mismo año en que nació Juan Pablo Duarte, el 26 de enero. ¿No les llama la atención el subtítulo de ese libro? «Lógica: Elementos de Filosofía para Uso de la Juventud Dominicana», que vería la luz un año después, en 1814, en la imprenta de la capitanía del puerto de Santo Domingo.
¿Cómo es posible hablar de «juventud dominicana» en 1813 si la República Dominicana no existía en ese momento? Sin embargo, ese subtítulo, al igual que la quintilla del Padre Juan Vázquez, nos sugiere algo: que ya existía esa indefinición de identidad de finales del siglo XVII en esta parte de la isla, y que ya había aquí una comunidad, grande o pequeña, que se sentía diferente a los etíopes, a los haitianos, a los franceses, a los españoles, y a los ingleses. Esta comunidad se llamaba a sí misma dominicana, aunque el Estado aún no había surgido y no se podía hablar propiamente de una nación en ese momento.
Unos años después, exactamente cinco, el 1 de diciembre de 1820, ese mismo filósofo, autor del primer libro publicado en lo que sería la República Dominicana y cuya obra cuenta con varias ediciones, una de ellas prologada por el maestro Ángel Moreta, ya estaba presente en 1820, se iba a proclamar la independencia de la parte Este, llamada Santo Domingo, desde el Tratado de Basilea de 1795. En este contexto, se plantea esa acta constitutiva que menciona, el poder Ejecutivo y el poder Legislativo, teniendo el valor de una constitución.
Ustedes ya saben lo que pasó después: 3 meses y 9 días después, los haitianos entraron a la parte este y la ocuparon por 22 años. Prohibieron a la Iglesia Católica tener bienes, prohibieron el uso del español en los documentos oficiales, cerraron la universidad donde precisamente era rector el autor de «Lógica: Elementos de Filosofía para Uso de la Juventud Dominicana», Andrés López de Medrano y finalmente abolieron la esclavitud.
Entonces, ¿qué tenemos para ir cerrando? Tenemos una comunidad que defiende un territorio, que es esta parte este de la isla. Tenemos una comunidad con una religión distinta a la de aquellos que nos invadieron. Si leen el proyecto de Constitución de Duarte, encontrarán que él establece que la religión del Estado dominicano, aunque consagra la libertad de cultos, es la católica, apostólica y romana. Esto se debe a que es una manera de diferenciarnos, de decir que no practicamos el vudú, respetando otras creencias, pero esa no es nuestra religión, ni tampoco el luteranismo de origen anglosajón. La religión católica ha acompañado a los habitantes de la parte este desde la batalla de la Limonade en 1791, cuando aquellos de aquí buscaron el amparo del cuadro de la Virgen de la Altagracia. No estamos sometiendo a evaluación las creencias religiosas ni afirmando que Dios ha dirigido la historia; estamos señalando datos de la realidad, no sueños, narraciones, ni textos.
Entonces, ¿qué significa esto? Para que haya un Estado, se necesita un territorio sobre el cual ejercer control, garantizar la seguridad y monopolizar la violencia. Se necesita una comunidad de destino, un conjunto de personas con la firme voluntad de irrumpir en la historia con voz y perfil propios. Estamos hablando de una comunidad que habla un idioma determinado, que no es cualquier idioma: no es creol, no es francés, no es inglés, es español.
Estos son datos de la realidad. No podemos quedarnos estancados en la historia ni seguir en conflicto con España cuando España ya no está aquí, y menos aún negar el idioma y la religión solo porque provienen de España. Ese no es nuestro problema. Así fue como sucedieron las cosas, y ahora, ¿qué hago? ¿Dejo de hablar español o lo hablo incorrectamente? ¿Renuncio al orbe del imaginario? No, ese es el orbe que nos tocó en suerte como nación, como grupo humano.
Finalmente, a propósito de la religión, que es una de las constantes de la condición humana (una tesis que no es mía, sino de Hume en «Historia Natural de la Religión», y que hemos leído juntos, el profesor Silverio y yo), nos encontramos al inicio de Ion de Platón con que va por la calle y se encuentra con Sócrates. Sócrates le pregunta: «¿Y de dónde vienes?» Y Ion responde: «Vengo de las fiestas, de los concursos en honor a Asclepio, el dios de la medicina». Sócrates comenta: «¡Qué bueno! Pues mira, yo hasta te envidio. Me encanta tu labor de defensa y declamación de los poemas homéricos, pero me gustaría que tú también triunfaras en las Panateneas», es decir, en las fiestas y concursos en honor a la diosa de Atenas, Atenea. Es decir, los pueblos siempre tienen alguna forma de religión, ya sea deísta o laica, pero siempre presente, a veces sustituida por ideología o mitos, que es casi lo mismo.
Pero, finalmente, nuestra lengua es el español, ninguna otra. Si se habla de analfabetismo, no se mide por si sabes inglés, francés, italiano o ruso, sino por tu habilidad en tu propia lengua. Lo que tenemos que hacer es justamente seguir defendiendo nuestro territorio, cultivando nuestra lengua y el orbe de imágenes que nos dan cohesión como nación. Como dice Nietzsche en «El Viajero y su Sombra», heredamos una interpretación de la realidad; el hecho de hablar español no es algo menor. La lengua ejerce un papel performativo sobre la conciencia y, por tanto, sobre la conducta y el sistema de creencias de las personas. Por lo tanto, debemos cuidar nuestra lengua, cultivarla y defenderla, incluso del uso amanerado y superficial al que algunos quieren llevarnos, pensando que con 20 palabras se puede decir todo, casi siempre por ignorancia, porque se pueden expresar muchísimas cosas, incluso terribles, mediante la lengua. Por ejemplo, ¿han leído «La Casada Infiel», de García Lorca?
Pues bien, el poema es terrible; dice cosas tremendas, pero las expresa de manera bella, poética y elegante. Con la defensa de la lengua, estamos defendiendo unos hábitos mentales, un modo de pensar, una manera de ver la realidad e, incluso, una forma de relacionarnos entre nosotros. A propósito de esta manera de relacionarnos, hay que añadir un cuarto pilar para abordar el tema de qué es ser dominicano, es la tendencia al mestizaje.
Muchos quieren ver racismo en nuestro país; muchos perciben racismo. Me pregunto si aquí ha habido racismo como lo hubo en Cuba hasta 1959 y en Estados Unidos hasta la aparición de Malcolm X y Martin Luther King. ¿Acaso aquí alguna vez hubo vehículos para negros y vehículos para blancos?
El cuarto y último elemento con el que voy a cerrar estas palabras, es la tendencia de la sociedad dominicana al mestizaje. Aquí a nadie se le excluye, se le aparta o se le cierran oportunidades por ser de un color u otro.
Finalmente, les voy a contar una anécdota que ocurrió en los tiempos de Platón. El tirano de Siracusa Dionisio II tenía un asistente llamado Damocles, quien siempre hablaba de las ventajas y los beneficios de ser rey. Dionisio de Siracusa le propuso ser rey por un día, similar a las actividades modernas donde los niños son congresistas o parte de la ONU por un día. Dionisio, aquel con quien Platón se encontró y describe en la séptima carta, le permitió disfrutar de todo lo que los reyes de la época deseaban: la compañía de extranjeras, manjares, tesoros. Pero en un momento, quizás después de degustar un racimo de uvas, Damocles miró hacia el techo y vio una espada colgando sobre su cabeza, sujeta por un pelo del fino de la crin de un caballo. Eso fue suficiente para que terminara con el sueño de ser rey. Le dijo a Dionisio: «No, no, no, asume tú tu responsabilidad. Yo prefiero mi vida de cortesano».
Entonces, ¿seremos los dominicanos de hoy conscientes de que sobre nuestro porvenir pende una espada, también atada con un hilo, del fino de una hebra de la crin de un caballo? ¿Estaremos a la altura de lo que se espera de nosotros?
¿Será la República Dominicana un país, una nación, un Estado nacional bendecido por un ángel, que nunca va a perder su soberanía ni su derecho a ser lo que debe ser? ¿Somos conscientes de quiénes nos rodean? ¿Recordamos que fuimos dominados durante 22 años y que, tras la expulsión en 1844, las incursiones militares por parte de los haitianos continuaron hasta 1856? ¿Somos conscientes de que los estadounidenses nos han invadido dos veces en el siglo XX: de 1916 a 1924 y luego en 1965? ¿Estamos conscientes de que estamos siendo invadidos ahora también? ¿Estamos haciendo lo que se espera de nosotros? ¿Somos dignos receptores de ese legado, de ese patrimonio intangible que ha sido puesto en nuestras manos?
Temamos a la historia antes de que sea tarde.
Muchas gracias.
Prof. Mejia Chalas.
Agradecemos a los profesores que nos han acompañado: el Dr. Marcos Zavala, el Dr. César Cuello, el profesor Luis Manuel Ramírez, y a todos ustedes por estar aquí en esta nuestra primera Lectio Brevis. Así que, una forma de ser dominicano, en el caso de ustedes, los estudiantes, es llegar temprano a clase, esforzarse un poco más, y nosotros, los profesores, por igual.
Buen inicio de semestre y éxito para la vida siempre.