Una rápida búsqueda mediante IA nos reporta que, solo el año pasado, 84 países de los 193 que registra la ONU (43.52 %) estuvieron envueltos en guerras. Se estima que en estos conflictos bélicos murieron más de 238.000 combatientes, más 33,846 civiles que perdieron la vida o fueron heridos por ataques aéreos, bombas o artillería. Estas cifras debieran escandalizar a la Civilización del Conocimiento, Era Digital y Reino de la IA. Sin embargo, la reacción es tímida o de indiferencia, como si no se tratara de seres humanos con derecho a vivir, personas de carne y hueso con familia y amigos que les extrañarán, gentes con sueños por cumplir.
Cuando nos detenemos a pensar en esta locura colectiva surgen ciertas preguntas: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Es este el mejor de los mundos posibles? ¿Podemos, como en el juego de dómino, barajar las fichas e iniciar una nueva partida? Coincidiendo con Protágoras (siglo V a. C.) debemos aceptar que “el hombre es la medida de todas cosas”. El ser humano es protagonista de primer orden en la conducción del mundo, responsable de lo bueno y de lo malo que existe en él.
Por otro lado, resulta evidente que hemos construido una realidad muy alejada de “la anhelada cultura de paz en la que podamos vivir con seguridad, dignidad y solidaridad”. (Ver cápsula 53). Por suerte podemos deconstruir cuanto hemos hecho mal y poner al mundo, que ahora marcha cabeza abajo, sobre pies firmes. Desaprender y reaprender son cosas a las que estamos acostumbrados.
Estas son algunas de las pautas para lograr un mundo más pacífico, con menos muertes causadas por armas:
- Evidenciar la ideología belicista que, con el espurio interés de vender armas, fomenta tensiones entre individuos, grupos y naciones. Este esfuerzo debe incluir acciones para desenmascarar la publicidad directa o velada que se hace de las armas.
- Denunciar a la industria armamentista que cada año lleva a sus arcas miles de millones de dólares a costa de contribuir al dolor y muerte de personas cuyo derecho a la vida es violado.
- Crear un marco legal internacional que penalice a los fabricantes de armas por los daños que producen sus artefactos en disputas privadas o colectivas. Las sanciones deben incluir la reparación de los daños causados a la población civil. (Continuará)