Bueno, primero quiero dar las gracias. Yo pedí la palabra, y ustedes quieren que yo hable. Diré entonces lo siguiente sobre la muerte:

Vivan la vida como si la muerte no existiera. Eso lo aprendí de mi madre. Mamá, en paz descanse, vivió sin pensar en la muerte; y se fue sin darse cuenta de que había muerto. Me dejó esa enseñanza a los 79, casi 80 años.

Yo creo que la batalla nunca ha sido por la muerte, sino por la reafirmación de la vida. Eso que mencionó Lu hace un momento, que hemos leído una y otra vez en los diálogos platónicos —esa idea de que la filosofía es una preparación para la muerte—, siempre me chocó. Para mí, la filosofía siempre ha sido una preparación para la vida, no para la muerte.

Pero puedo entender por qué ellos lo planteaban así. Estaban ubicados en el plano de la inmortalidad del alma. El alma, para ellos, era inmortal. Esa era una de las grandes enseñanzas de esa filosofía, que más adelante se conectó con la epistemología: la idea del saber como recuerdo. El alma, antes de encarnarse, vio el ser tal como es, y por eso, en la dialéctica de preguntas y respuestas que Sócrates realizaba, el interlocutor «recordaba» lo que ya había visto. Esa era la lógica interna del pensamiento.

A mí me parece, sin embargo, que nosotros no pensamos dialécticamente la muerte y la vida. No están separadas. Están juntas. El día que nací, la muerte me fue colocada al lado. Comencé a morir desde que nací. El acto de nacer es también el acto de comenzar a morir. Uno lleva consigo la posibilidad de morir desde el primer aliento.

La muerte siempre ha estado con nosotros. Recuerdo cuando estuve junto a Rigoberta Menchú en una conferencia, y habló sobre este tema. Ella dijo: «Somos humanos porque existe la muerte». Nunca he olvidado esas palabras. La humanidad en cada uno de nosotros está profundamente vinculada al hecho de la muerte. Y también la humildad y la ética.

Porque si yo fuera eterno, ¿para qué sería humilde? ¿Para qué ser sencillo? Si yo fuera inmortal, ¿qué sentido tendría mi humildad? Desde que descubrí que soy transitorio, leve, pasajero, aprendí a ser sencillo. Aprendí a ser humilde. No hay de otra.

Sobre el tema del héroe: podemos mencionar y ubicar al héroe dentro de la historia de la guerra que ha acompañado a la humanidad. Porque la historia de la humanidad también es la historia de la guerra. No es simplemente la historia del humanismo, no. La historia de la humanidad es, en gran medida, la historia de la barbarie.

La barbarie ha estado y sigue estando presente entre nosotros. No hemos entrado todavía en la verdadera historia de la humanidad. Esa comenzará cuando dejemos atrás la barbarie y las guerras, cuando los poderosos dejen de imponer su hegemonía sobre los pueblos débiles. Entonces también quedará atrás la historia de los héroes, porque el héroe aparece en la historia como respuesta al abuso del poder.

Estados Unidos ha creado miles y miles de héroes en el mundo… como imperio abusador. Si no existiera Estados Unidos, quizás no existiría un héroe llamado Camaño, o un héroe llamado Sandino. Los grandes creadores de héroes han sido los imperios que oprimen, que violan, que subyugan. Esta es una lucha eterna por el poder.

Por más que desde la filosofía hayamos hablado del diálogo y queramos colocar la razón en un lugar de honor —y eso está muy bien, como lo hacía Sócrates, a quien muchos consideran fundador de la razón—, la verdad es que la historia de la humanidad ha sido escrita con sangre.

Por eso Marx, en El Capital, dice que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo desde los pies hasta la cabeza. Porque el sistema está estructurado por todos los poros con violencia.

En este escenario de abuso, nacen los héroes. El Imperio Romano, que abusaba e imponía su hegemonía, también generó muchos héroes. Lo mismo han hecho el imperio norteamericano, los imperios europeos, el ruso, todos. Han producido sus héroes porque esta historia ha sido una historia de lucha y resistencia.

Yo agradezco al señor director que me haya dado la oportunidad de ofrecer una lectio brevis patriótica. Me encuentro con una época en la que la seguridad de los imperios representa nuestra inseguridad. Esa situación va creando las condiciones subjetivas para que surjan los héroes, antes incluso de serlo.

Los héroes están ligados a causas emancipatorias, a proyectos de sobrevivencia y de unidad. Lo que estamos observando en este panegírico es, en el fondo, un discurso que busca exaltar la grandeza del héroe para que el pueblo pueda sacrificarse por la patria. Si no se eleva esa figura, no se produce el sacrificio.

Miren: hoy que muchos sabemos que no hay otra vida después de la muerte —que esta calle, este cuerpo, este momento, es todo lo que tenemos—, ¿con qué espíritu nos enfrentamos a un imperio como el norteamericano, que sigo criticando por su abuso? ¿De qué subjetividad debemos armarnos para resistir? Porque sin ideales, sin una noción de grandeza, nadie arriesga su vida. Y quienes lo hacen, lo hacen sabiendo que las probabilidades de éxito son mínimas.

Yo mismo me integré temprano a la lucha política. Y confieso que me sorprende haber llegado a los 67 años. Pensé que moriría a los 30. ¿Por qué? Porque me integré a la lucha de izquierda. Creí, luché, arriesgué mi vida. Y no me sentía héroe. Los héroes son construcciones que se hacen a partir de los valores, de los ideales colectivos.

Tenemos un problema serio con eso. Y debemos reflexionar profundamente. A veces parece que los que triunfaron fueron los que mataron a los héroes. Y los héroes verdaderos fueron los derrotados.

¿Quién fue Santana frente a Duarte? ¿Frente a María Trinidad Sánchez? ¿Frente a los hermanos Puello?
Los verdaderos héroes de este país fueron ellos. Santana vendió la patria al imperio español. Los hermanos Puello fueron sacrificados. Luego vino la época de Trujillo. Treinta años de poder, sí, pero también de lucha. De resistencia. De mártires. De heroínas, como las hermanas Mirabal, que son un referente nacional. Y lo son porque se enfrentaron a los atropellos y abusos de la tiranía.

El héroe no es una construcción abstracta. El héroe lucha por un ideal. Por un mundo mejor.

Y así se ha llenado el país de panegíricos. Yo mismo, como decano —y el señor decano lo sabe—, cuántas veces no he tenido que suspender un viaje al campo, dejar de sembrar plátanos, para venir a leer un discurso en honor a uno de nuestros héroes universitarios.

La UASD está llena de héroes: combatientes de la Guerra de Abril, fundadores del Movimiento Renovador. Allí está Andrés Avelino, nuestro primer decano renovador. Su imagen es la del materialismo dialéctico e histórico, la filosofía que fundó esta Escuela de Filosofía.

Eso no se dice ya, pero hay que recordarlo: fue el materialismo dialéctico el que dio origen a nuestra escuela. Y Avelino es un héroe para nosotros. Y yo pregunto: ¿no lo es?

Los héroes son aquellos que se sacrificaron por un ideal. Que afirmaron el sentimiento patrio. Que sostuvieron los valores fundamentales de la humanidad. Aquellos que, frente al peligro, dijeron: “¡Aunque me arranquen la cabeza, yo voy para adelante! ¡Y que viva la patria!”

Muchas gracias.