Me encantaba la tranquilidad con la que él explicaba todo, sin apasionamiento ni críticas peyorativas, tampoco haciendo alabanzas. Hablaba del pensamiento de Nietzsche y me ayudaba a ver la concepción de la interpretación y del superhombre, que ha sido muy manoseada y criticada, y erróneamente vinculada a una visión elitista, lo cual es inexacto.
Tomás Novas me marcó mucho en ese sentido; me dio clases de Historia de la Filosofía y cuando trabajamos a Nietzsche, me enseñó a leerlo de una manera muy diferente y más profunda, más vinculada a la crítica del pensamiento occidental y a entender el proyecto de Nietzsche como una crítica a esa tradición sedimentada y estática. Además, gracias a Tomás Novas, pude ver en la filosofía de Nietzsche posibilidades de resistencia. Empecé a considerar la filosofía de Nietzsche como una caja de herramientas, algo que filósofos posteriores, como Michel Foucault, también hicieron.
De hecho, mi tesis de licenciatura fue sobre Michel Foucault, específicamente sobre el concepto de subjetividad en «Historia de la Sexualidad». Foucault también leyó a Nietzsche; de hecho, su concepto de genealogía y de arqueología del saber lo toma de la genealogía de Nietzsche, entre otros aspectos.